Un punki con cresta entra en una iglesia de Madrid y le dice al párroco: «Cura, ¿esto de qué va?»
Al P. José Manuel Horcajo, párroco de San Ramón Nonato (Madrid), le pasó esta curiosa historia y la cuenta en el semanario Alfa y Omega, y por su interés ReL lo reproduce:
«Una mañana temprano estaba en el confesonario de mi parroquia cuando de golpe entró un punki, con cresta, cadenas y todo el atuendo típico. Pero la mayor sorpresa fue cuando entró en mi confesonario. Casi me da un vuelco el corazón. Se sentó ante mí y me preguntó: `Cura, ¿esto de qué va?`. Yo, mientras recuperaba el aliento, le respondí con una pregunta: «¿Tú a quién imitas?». Me dijo una serie de personas que yo desconocía. «Pues aquí queremos imitar a Jesucristo», le respondí y le cité una frase del Evangelio: «Amad a vuestros enemigos». Entablamos un rápido diálogo donde él me preguntaba muchas cosas. En esto, se oyó otro portazo en la entrada, y entró otro punki, más estrafalario que el anterior.
Un punki en el confesionario
»Las señoras que estaban rezando en el templo estaban muy asustadas. El nuevo, al ver al otro dentro del confesonario, empezó a reírse, mientras le sacaba fotos. Yo pensaba: `Lo que me faltaba, ahora me sacan en las redes sociales´. Le dijo: `Anda tío, sal de ahí, que nos tenemos que ir`. Salieron los dos. Yo salí detrás de ellos. Vestido con alba y estola, me encontré en la calle con al menos otros 20 punkis que daban pánico.
»Me fui presentando uno a uno, como si nada, dándoles la mano. Algunos decían blasfemias, otros preguntaban cosas y la mayoría estaban más asombrados que yo. Yo les contaba, como podía, por qué me había hecho sacerdote. El jefe, que era el que había entrado en la Iglesia, se sinceró y me dijo que se iban a una manifestación: `Nos vamos a dar leña y meter miedo, y así ayudamos a la gente a salir de su mediocridad`. Le respondí, mientras me temblaban las piernas, que a mí me gustaba más dar paz a la gente. Cuando se marcharon pude respirar».
«Una mañana temprano estaba en el confesonario de mi parroquia cuando de golpe entró un punki, con cresta, cadenas y todo el atuendo típico. Pero la mayor sorpresa fue cuando entró en mi confesonario. Casi me da un vuelco el corazón. Se sentó ante mí y me preguntó: `Cura, ¿esto de qué va?`. Yo, mientras recuperaba el aliento, le respondí con una pregunta: «¿Tú a quién imitas?». Me dijo una serie de personas que yo desconocía. «Pues aquí queremos imitar a Jesucristo», le respondí y le cité una frase del Evangelio: «Amad a vuestros enemigos». Entablamos un rápido diálogo donde él me preguntaba muchas cosas. En esto, se oyó otro portazo en la entrada, y entró otro punki, más estrafalario que el anterior.
Un punki en el confesionario
»Las señoras que estaban rezando en el templo estaban muy asustadas. El nuevo, al ver al otro dentro del confesonario, empezó a reírse, mientras le sacaba fotos. Yo pensaba: `Lo que me faltaba, ahora me sacan en las redes sociales´. Le dijo: `Anda tío, sal de ahí, que nos tenemos que ir`. Salieron los dos. Yo salí detrás de ellos. Vestido con alba y estola, me encontré en la calle con al menos otros 20 punkis que daban pánico.
»Me fui presentando uno a uno, como si nada, dándoles la mano. Algunos decían blasfemias, otros preguntaban cosas y la mayoría estaban más asombrados que yo. Yo les contaba, como podía, por qué me había hecho sacerdote. El jefe, que era el que había entrado en la Iglesia, se sinceró y me dijo que se iban a una manifestación: `Nos vamos a dar leña y meter miedo, y así ayudamos a la gente a salir de su mediocridad`. Le respondí, mientras me temblaban las piernas, que a mí me gustaba más dar paz a la gente. Cuando se marcharon pude respirar».
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