Durante 50 años ha sido nazareno en Murcia... ahora, por primera vez, verá la procesión por fuera
Federico Sáez comenzó a salir en la procesión de Domingo de Ramos con diecisiete años, y desde entonces hasta hoy, nunca ha abandonado su puesto en el paso del Cristo de la Esperanza al que año tras año, hasta cumplir medio siglo, ha cargado sobre sus hombros.
Hablamos con él en la mañana de su ultimo Domingo de Ramos como nazareno estante, en la sede de la Pontificia, Real y Venerable Cofradía del Santísimo de la Esperanza y María Santísima de los Dolores y del Santo Celo por la salvación de las almas.
Viene de recoger las monas que llevarán en la “sená” sus hijas, que también salen en la procesión, como así ha sido siempre en su casa. Hace años que él no lleva caramelos, por promesa y porque va más tranquilo, nos dice. Conoce a tanta gente que resulta imposible ni repostando varias veces satisfacer a todos, además -dice-, de lo que agota estar entrando y saliendo del paso, así que disfruta con lo que le mueve verdaderamente a hacer lo que hace, lo mismo que movía a su padre, fundador de la Cofradía, cuando le llevó a San Pedro en 1965 para que cargara con él a la magnífica imagen de Francisco Salzillo que cierra el cortejo verde esperanza en la noche de cada Domingo de Ramos en Murcia.
-Usted que lo sabe: ¿Qué significa ser nazareno en Murcia?
-Para mí lo es todo, sobre todo ser nazareno estante. Cumplo otras funciones en diversas procesiones de la Semana Santa murciana, cabo de andas por ejemplo en los Coloraos, pero lo que más me gusta es cargar al Cristo de la Esperanza. Creo que nací estante... En cincuenta años excepto el año que hice el servicio militar nunca he faltado. Cuando termina el Domingo de Ramos ya estoy pensando en el Domingo de Ramos siguiente. Parezco un crío pequeño. Sueño con él como si fuera a salir por primera vez.
-¿Cumple con alguna promesa más como nazareno antiguo?
-Pues hago lo que muchos en cuaresma en Murcia: privarme de alguna cosica que no pruebo hasta que encerramos al Cristo de la Esperanza después de la procesión.
-¿Y en cuanto a la indumentaria, es muy tradicional? En su cincuenta aniversario como nazareno, ¿va a realizar algún ritual especial, o a llevar algo vinculado a sus recuerdos?
-Soy muy clásico, llevo hasta el pañuelo en la cabeza debajo del capuz. Me lo pone mi mujer, que lo hace de maravilla. Aprendió de mi padre, al que enseñaron antes. No debería perderse esa costumbre. Y en cuanto a llevar algo especial, he querido llevar unas medias que estrenó mi padre la primera vez que salió, pero no voy a poder usarlas. Están del tobillo para arriba bien, incluido el bordado, pero la parte del pie no, ha pasado mucho tiempo y están muy usadas.
-¿Y el peso, cómo lo lleva?
-Pues muy bien, me defiendo bien. Los estantes ya sabemos que al día siguiente tienes un rosetón en el hombro, que enseguidica se pasa, y ya está.
-¿Cómo ha cambiado la procesión en estos cincuenta años?
-Desde mi posición, la verdad es que llevo cincuenta años sin ver la procesión. Como salgo no la veo, pero ha cambiado mucho y para bien. La Junta de Gobierno de la Hermandad está trabajando estupendamente. Han sido pioneros en muchas cosas, como por ejemplo arreglar los pasos para que la gente los pueda ver expuestos por la mañana; pioneros con la hermandad infantil, con la de promesas... La procesión está mejor que nunca.
-¿Cincuenta años sin verla?
-Claro, como salgo no la veo, y eso que yo soy un apasionado de la Semana Santa de Murcia y no me pierdo ni una, pero esta no la podré ver hasta el año que viene y creo que me tendré que traer una sábana, porque me va a costar mucho no poder salir y yo que me emociono mucho... Sé que va a ser complicado aguantar las lágrimas. Me acuerdo de cuando la veía con mi madre en la Plaza de los Apóstoles, que entonces pasaba por allí, y luego veníamos a recoger a mi padre.
-¿Y la ciudad cómo se ha transformado? Cincuenta años recorriéndola y viéndola desde dentro de la procesión también ha debido ser interesante.
-Mucho, ha cambiado mucho... Y en cuanto a la gente siguiendo la Semana Santa, yo creo que de miércoles a domingo en los últimos años ha bajado mucho la asistencia de público. Muchas personas prefieren aprovechar para descansar, tomándose unas pequeñas vacaciones, y habría que hacer algo a este respecto. En general la gente es muy respetuosa, lo único que me desespera es la que se empeña en pasar por en medio cruzando por cualquier lado.
-¿Cuál es el sitio ideal para ver las procesiones?
-La Plaza de Belluga, es ideal, pero yo prefiero las calles estrechas, Trapería por ejemplo, y la recuperación de Frenería me parece un acierto.
-¿Y el sitio en el que a Federico Sáez le gusta mirar?
-Constantemente miro hacia arriba, a la imagen de mi Cristo, y de vez en cuando al cielo, a las estrellas. Siempre salgo en el mismo sitio y salgo para llevarlo sobre mis hombros, así que no miro mucho más allá, ni siquiera me gusta saludar a la gente haciendo “el palomitas”.
-¿Su última su noche como estante cómo la vive?
-Pues me haré una foto con todos mis compañeros y seguro que lloraré, porque aunque trato de mantener la calma. Llorar no es nada malo y sé que no voy a poder contenerme. Ya me pasó el viernes cuando bajamos al Cristo, lo tenía tan cerca que casi le doy un abrazo. En la bajada por cierto si voy a poder a seguir participando, ya he dicho que nací estante y siempre lo seré en mi corazón.
En el vídeo: torrijas, dan fuerza para la procesión
Hablamos con él en la mañana de su ultimo Domingo de Ramos como nazareno estante, en la sede de la Pontificia, Real y Venerable Cofradía del Santísimo de la Esperanza y María Santísima de los Dolores y del Santo Celo por la salvación de las almas.
Viene de recoger las monas que llevarán en la “sená” sus hijas, que también salen en la procesión, como así ha sido siempre en su casa. Hace años que él no lleva caramelos, por promesa y porque va más tranquilo, nos dice. Conoce a tanta gente que resulta imposible ni repostando varias veces satisfacer a todos, además -dice-, de lo que agota estar entrando y saliendo del paso, así que disfruta con lo que le mueve verdaderamente a hacer lo que hace, lo mismo que movía a su padre, fundador de la Cofradía, cuando le llevó a San Pedro en 1965 para que cargara con él a la magnífica imagen de Francisco Salzillo que cierra el cortejo verde esperanza en la noche de cada Domingo de Ramos en Murcia.
-Usted que lo sabe: ¿Qué significa ser nazareno en Murcia?
-Para mí lo es todo, sobre todo ser nazareno estante. Cumplo otras funciones en diversas procesiones de la Semana Santa murciana, cabo de andas por ejemplo en los Coloraos, pero lo que más me gusta es cargar al Cristo de la Esperanza. Creo que nací estante... En cincuenta años excepto el año que hice el servicio militar nunca he faltado. Cuando termina el Domingo de Ramos ya estoy pensando en el Domingo de Ramos siguiente. Parezco un crío pequeño. Sueño con él como si fuera a salir por primera vez.
-¿Cumple con alguna promesa más como nazareno antiguo?
-Pues hago lo que muchos en cuaresma en Murcia: privarme de alguna cosica que no pruebo hasta que encerramos al Cristo de la Esperanza después de la procesión.
-¿Y en cuanto a la indumentaria, es muy tradicional? En su cincuenta aniversario como nazareno, ¿va a realizar algún ritual especial, o a llevar algo vinculado a sus recuerdos?
-Soy muy clásico, llevo hasta el pañuelo en la cabeza debajo del capuz. Me lo pone mi mujer, que lo hace de maravilla. Aprendió de mi padre, al que enseñaron antes. No debería perderse esa costumbre. Y en cuanto a llevar algo especial, he querido llevar unas medias que estrenó mi padre la primera vez que salió, pero no voy a poder usarlas. Están del tobillo para arriba bien, incluido el bordado, pero la parte del pie no, ha pasado mucho tiempo y están muy usadas.
-¿Y el peso, cómo lo lleva?
-Pues muy bien, me defiendo bien. Los estantes ya sabemos que al día siguiente tienes un rosetón en el hombro, que enseguidica se pasa, y ya está.
-¿Cómo ha cambiado la procesión en estos cincuenta años?
-Desde mi posición, la verdad es que llevo cincuenta años sin ver la procesión. Como salgo no la veo, pero ha cambiado mucho y para bien. La Junta de Gobierno de la Hermandad está trabajando estupendamente. Han sido pioneros en muchas cosas, como por ejemplo arreglar los pasos para que la gente los pueda ver expuestos por la mañana; pioneros con la hermandad infantil, con la de promesas... La procesión está mejor que nunca.
-¿Cincuenta años sin verla?
-Claro, como salgo no la veo, y eso que yo soy un apasionado de la Semana Santa de Murcia y no me pierdo ni una, pero esta no la podré ver hasta el año que viene y creo que me tendré que traer una sábana, porque me va a costar mucho no poder salir y yo que me emociono mucho... Sé que va a ser complicado aguantar las lágrimas. Me acuerdo de cuando la veía con mi madre en la Plaza de los Apóstoles, que entonces pasaba por allí, y luego veníamos a recoger a mi padre.
-¿Y la ciudad cómo se ha transformado? Cincuenta años recorriéndola y viéndola desde dentro de la procesión también ha debido ser interesante.
-Mucho, ha cambiado mucho... Y en cuanto a la gente siguiendo la Semana Santa, yo creo que de miércoles a domingo en los últimos años ha bajado mucho la asistencia de público. Muchas personas prefieren aprovechar para descansar, tomándose unas pequeñas vacaciones, y habría que hacer algo a este respecto. En general la gente es muy respetuosa, lo único que me desespera es la que se empeña en pasar por en medio cruzando por cualquier lado.
-¿Cuál es el sitio ideal para ver las procesiones?
-La Plaza de Belluga, es ideal, pero yo prefiero las calles estrechas, Trapería por ejemplo, y la recuperación de Frenería me parece un acierto.
-¿Y el sitio en el que a Federico Sáez le gusta mirar?
-Constantemente miro hacia arriba, a la imagen de mi Cristo, y de vez en cuando al cielo, a las estrellas. Siempre salgo en el mismo sitio y salgo para llevarlo sobre mis hombros, así que no miro mucho más allá, ni siquiera me gusta saludar a la gente haciendo “el palomitas”.
-¿Su última su noche como estante cómo la vive?
-Pues me haré una foto con todos mis compañeros y seguro que lloraré, porque aunque trato de mantener la calma. Llorar no es nada malo y sé que no voy a poder contenerme. Ya me pasó el viernes cuando bajamos al Cristo, lo tenía tan cerca que casi le doy un abrazo. En la bajada por cierto si voy a poder a seguir participando, ya he dicho que nací estante y siempre lo seré en mi corazón.
En el vídeo: torrijas, dan fuerza para la procesión
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