«La asignatura de Religión aporta a la sociedad buenos ciudadanos, buenos profesionales y felices»
Pese al estereotipo creado en torno a la asignatura de Religión con el objetivo de desprestigiarla, el mega-estudio realizado por la Fundación SM a raíz de entrevistar a casi 19.000 personas muestra un alto grado de satisfacción en los alumnos, en los que cursaron ya esta materia y en las propias familias. De hecho, afirman que su estudio les ha ayudado en su vida, tanto en el ámbito personal como social.
Pese a todo, esta asignatura está en la diana de la conocida como Ley Celaá, la nueva ley de Educación que se está tramitando en el Congreso, y que pretende arrinconar aún más la Religión en la escuela.
El autor de este mega estudio ha sido Carlos Esteban Garcés, director del Observatorio sobre la Religión en la Escuela, que en una entrevista con Asier Solana en la revista Ecclesia hace una valoración más profunda de los resultados que arroja acerca de esta asignatura.
Una asignatura valorada por los que la conocen
De este modo, Estebán Garcés recuerda que “la satisfacción generalizada con la clase de Religión de profesores, familias y antiguos alumnos roza entre el 70% y el 80%. De ahí que concluyamos que el funcionamiento de la clase de Religión se traduce en un notable. En estos tiempos de pluralidad, son porcentajes que realmente se acercarían más al sobresaliente que al aprobado”.
"Con estos datos, volvemos a impugnar que la clase de Religión sea un problema o un privilegio. Al contrario, es un bien común que aporta a la sociedad buenos ciudadanos, buenos profesionales, y personas felices", añade.
En su opinión la asignatura de Religión aporta tres aprendizajes esenciales dentro del currículum escolar. Se trata –agrega el autor del estudio- “los que tienen que ver con la cultura, para interpretar todo el patrimonio cultural que ha surgido de la experiencia y creencia religiosas. Hay que entender qué vemos y por qué surgió en arte, literatura y costumbres. Otros son los aprendizajes sociales y tienen que ver con los valores que nos permiten aprender a vivir juntos, a respetar la diversidad de culturas y complementar lo diferente: valores cívicos bien conocidos. Y hay un tercer territorio no tan social ni cultural: los aprendizajes de sentido. Esto afecta un poco a las creencias e ideales, y ahí la Religión propone ese viaje al interior de la persona que, sabemos, no está vacío, sino habitado por un Dios que conocemos. Es una aportación muy exclusiva, porque es cierto que los aprendizajes culturales pueden ser compartidos con otras asignaturas. Y no se queda solo ahí; bajamos las escaleras para encontrarnos con quien nos habita, conversamos y salimos al exterior para hacernos responsables del cuidado de la humanidad y de la naturaleza, que serían las dos últimas encíclicas, Laudato si’ y Fratelli tutti.
La intromisión del Estado
Un dato muy relevante es la sensación que tienen las familias de libertad a la hora de elegir la educación para sus hijos, que baja del 81% al 65%. En su opinión, el dato es muy preocupante. Carlos Esteban Garcés señala que “parecía que habíamos consolidado la libertad de las familias para elegir el tipo de centro, y que en democracia y en un estado de derecho ya era un tema solucionado. Estos datos evidencian que no es tan así. Por otra parte, crece la competencia del Estado en decidir en qué educar a sus ciudadanos que parecen sus hijos. Habíamos conseguido lo que hemos dado por hecho, y quizá lo estamos descuidando y hay que hacer pedagogía social que vuelva a poner la libertad de educación y derecho de familias a elegir el tipo de educación en primer lugar”.
Preguntado por qué esta asignatura de Religión genera tanto rechazo en ciertos sectores, el autor del estudio cree que “porque no se conoce el planteamiento pedagógico de la Religión en la escuela. Se asocia al catecismo de otro tiempo, y automáticamente hay sectores, quizá progresistas que no quieren reproducir el modelo de otro tiempo y desconocen el planteamiento pedagógico actual, que califican la clase con los estereotipos de manipulación, privilegio, adoctrinamiento… No obedecen a la realidad y son rechazados abiertamente por familias, profesores y alumnos”.
Otro dato llamativo es la diferencia de porcentaje de asistencia a esta asignatura entre las distintas regiones españolas. “Es la diversidad cultural y religiosa que tenemos en la España de nuestro tiempo. En algunas hablamos que en el 80% y en otras, pues evidentemente estos porcentajes se desploman. ¿A qué obedece? A la secularización, y seguramente a un impacto de estas ideologías contrarias en lo religioso, no solo en la escuela, sino en todo. También es una realidad lamentable que, en Cataluña y País Vasco, hay centros públicos que no ofrecen la asignatura y deberían. Pero también son autonomías con alto porcentaje de escuela concertada religiosa, y con ello la demanda social para la formación cristiana de las familias queda respondida”, agrega.