La vida religiosa y consagrada permite estos servicios
¿Por qué los comedores sociales suelen estar a cargo de religiosos? La clave es la constancia
Aunque la ayuda de voluntarios laicos es muy necesaria, el estilo de vida de los consagrados da una estabilidad imprescindible para el reparto eficaz de alimentos.
Al arreciar la crisis económica en España se han hecho frecuentes en las televisiones las imágenes de comedores sociales donde religiosos y religiosas, a menudo ayudados por voluntarios laicos, reparten platos de comida caliente a gente que no paga nada por ellos, o simplemente entrega un tiquet que ha recibido en alguna entidad social.
Hay una razón que explica el por qué de estas imágenes: el estilo de vida y compromiso constante de las personas consagradas, muy distinto al de los voluntarios puntuales, es clave para que pueda haber comedores.
Una razón técnica, un estilo de vida
"Un comedor social es algo muy complejo, que requiere constancia, cada día, año tras año, y los ayuntamientos no suelen ver con buenos ojos crear uno si detrás no hay mucha estabilidad", nos explica Javier Peña Vázquez, presidente de la Federación de Bancos de Alimentos de Andalucía y uno de los iniciadores del Banco de Alimentos de Costa del Sol.
Javier Peña señala que hay otras fórmulas para ayudar a la gente que necesita comer y carece de recursos. Una opción que emplean varias asociaciones y ayuntamientos es el cheque-menú. Los necesitados entregan un tiquet o cheque de la asociación en alguno de los restaurantes locales colaboradores, y allí toman un menú (por ejemplo, de 7 euros) o bien recogen la bolsa con la comida y la llevan a casa. Luego la entidad solidaria paga los menús, lo que puede ser también una forma de apoyar pequeños negocios locales de restauración. Este modelo en Andalucía empezó a aplicarse en Málaga, con una veintena de restaurantes; luego se extendió a todas las provincias de la región.
Pero hay casos que los comedores sociales pueden llegar a gente aún más desprotegida. Por eso un comedor social suele tener detrás una congregación religiosa, con consagrados que establemente acogen a los necesitados.
Niños, ancianos, enfermos...
En Málaga, Peña pone varios ejemplos de congregaciones con este servicio estable: "están los religiosos que atienden la Ciudad de los Niños; están las Hermanitas de los Pobres, que recogen y alojan personas sin renta o sin hogar, sobre todo ancianos; y están las religiosas del Cottolengo de Málaga, con sus enfermos, que por carisma fundacional no pueden pedir, sino que viven de la Providencia... y en el Banco de Alimentos las ayudamos. Alrededor de estos religiosos se suscitan voluntarios, y juntos hacemos que la comida llegue a sus comedores".
El papel de los bancos de alimentos es clave para apoyar estos comedores. Javier Peña, junto con unos amigos, puso en marcha el Banco de los Alimentos de Costa del Sol cuando lo prejubilaron en 1998.
Aplicar las Bienaventuranzas
"Para mí, este servicio es una consecuencia de mis creencias", explica. "Soy católico, entendí que yo no vengo a la vida a pasar el tiempo, sino a dar respuestas. Mi mujer quedó encantada, y pienso, sencillamente, que esto es aplicar las Bienaventuranzas de Jesús".
Peña explica que ha sentido la ayuda de Dios estos años. "En nuestros comienzos, encontrar una nave delante del mercado de mayoristas, por ejemplo, fue obra de la Providencia. Y que un alcalde se ofreciera a ampliar otro local, lo atribuímos a la Virgen de los Remedios de Cártama, a la que visitábamos mucho", señala.
La solidaridad es religiosa
En Andalucía, más de la mitad de las entidades que reparten los fondos del Banco de los Alimentos son religiosas, según explica Peña, incluyendo las musulmanas y las evangélicas. "Hay un sentido ético que conduce a ver que no se puede excluir a la gente en la alimentación, abocándola a una búsqueda de alimentos sin dignidad entre desperdicios, algo que no es humano, sano ni digno", explica Peña, recordando que los Bancos de Alimentos nacieron en 1967 en Phoenix, Arizona, como una forma de redistribuir alimentos consumibles pero ya rechazados por el mercado.
"Aquí en Andalucía hace 5 años el Banco atendía sólo a bolsas de exclusión social; hoy acuden a él personas de todo tipo", señala.
De 40 kilos a casi 2 toneladas
Cuando Javier Peña empezó, recogía unos 40 kg de comida al día presentándose en los muelles de Mercamálaga. La organización y la conciencia social ha mejorado mucho hoy.
"Este año se ha celebrado por primera vez la Gran Recogida en Andalucía. Se esperaba recoger, como mucho, 900.000 kilos. Al final, se han recopilado 1,7 millones, con la colaboración de 10.000 voluntarios, que pedían en las puertas de centros comerciales colaboradores. Participaron en la campaña 20 cadenas de alimentación simultáneamente", señala Javier Peña muy satisfecho.
Al final del proceso que convierte unos paquetes de arroz en una paella apetitosa para personas a veces demasiado desanimadas o hundidas incluso para cocinar (suponiendo que tengan cocina y que no compartan simples habitaciones o vivan en la calle), está a menudo la mano cocinera de hombres y mujeres consagradas en comedores de la Iglesia y en residencias para desamparados.
Hay una razón que explica el por qué de estas imágenes: el estilo de vida y compromiso constante de las personas consagradas, muy distinto al de los voluntarios puntuales, es clave para que pueda haber comedores.
Una razón técnica, un estilo de vida
"Un comedor social es algo muy complejo, que requiere constancia, cada día, año tras año, y los ayuntamientos no suelen ver con buenos ojos crear uno si detrás no hay mucha estabilidad", nos explica Javier Peña Vázquez, presidente de la Federación de Bancos de Alimentos de Andalucía y uno de los iniciadores del Banco de Alimentos de Costa del Sol.
Javier Peña señala que hay otras fórmulas para ayudar a la gente que necesita comer y carece de recursos. Una opción que emplean varias asociaciones y ayuntamientos es el cheque-menú. Los necesitados entregan un tiquet o cheque de la asociación en alguno de los restaurantes locales colaboradores, y allí toman un menú (por ejemplo, de 7 euros) o bien recogen la bolsa con la comida y la llevan a casa. Luego la entidad solidaria paga los menús, lo que puede ser también una forma de apoyar pequeños negocios locales de restauración. Este modelo en Andalucía empezó a aplicarse en Málaga, con una veintena de restaurantes; luego se extendió a todas las provincias de la región.
Pero hay casos que los comedores sociales pueden llegar a gente aún más desprotegida. Por eso un comedor social suele tener detrás una congregación religiosa, con consagrados que establemente acogen a los necesitados.
Niños, ancianos, enfermos...
En Málaga, Peña pone varios ejemplos de congregaciones con este servicio estable: "están los religiosos que atienden la Ciudad de los Niños; están las Hermanitas de los Pobres, que recogen y alojan personas sin renta o sin hogar, sobre todo ancianos; y están las religiosas del Cottolengo de Málaga, con sus enfermos, que por carisma fundacional no pueden pedir, sino que viven de la Providencia... y en el Banco de Alimentos las ayudamos. Alrededor de estos religiosos se suscitan voluntarios, y juntos hacemos que la comida llegue a sus comedores".
El papel de los bancos de alimentos es clave para apoyar estos comedores. Javier Peña, junto con unos amigos, puso en marcha el Banco de los Alimentos de Costa del Sol cuando lo prejubilaron en 1998.
Aplicar las Bienaventuranzas
"Para mí, este servicio es una consecuencia de mis creencias", explica. "Soy católico, entendí que yo no vengo a la vida a pasar el tiempo, sino a dar respuestas. Mi mujer quedó encantada, y pienso, sencillamente, que esto es aplicar las Bienaventuranzas de Jesús".
Peña explica que ha sentido la ayuda de Dios estos años. "En nuestros comienzos, encontrar una nave delante del mercado de mayoristas, por ejemplo, fue obra de la Providencia. Y que un alcalde se ofreciera a ampliar otro local, lo atribuímos a la Virgen de los Remedios de Cártama, a la que visitábamos mucho", señala.
La solidaridad es religiosa
En Andalucía, más de la mitad de las entidades que reparten los fondos del Banco de los Alimentos son religiosas, según explica Peña, incluyendo las musulmanas y las evangélicas. "Hay un sentido ético que conduce a ver que no se puede excluir a la gente en la alimentación, abocándola a una búsqueda de alimentos sin dignidad entre desperdicios, algo que no es humano, sano ni digno", explica Peña, recordando que los Bancos de Alimentos nacieron en 1967 en Phoenix, Arizona, como una forma de redistribuir alimentos consumibles pero ya rechazados por el mercado.
"Aquí en Andalucía hace 5 años el Banco atendía sólo a bolsas de exclusión social; hoy acuden a él personas de todo tipo", señala.
De 40 kilos a casi 2 toneladas
Cuando Javier Peña empezó, recogía unos 40 kg de comida al día presentándose en los muelles de Mercamálaga. La organización y la conciencia social ha mejorado mucho hoy.
"Este año se ha celebrado por primera vez la Gran Recogida en Andalucía. Se esperaba recoger, como mucho, 900.000 kilos. Al final, se han recopilado 1,7 millones, con la colaboración de 10.000 voluntarios, que pedían en las puertas de centros comerciales colaboradores. Participaron en la campaña 20 cadenas de alimentación simultáneamente", señala Javier Peña muy satisfecho.
Al final del proceso que convierte unos paquetes de arroz en una paella apetitosa para personas a veces demasiado desanimadas o hundidas incluso para cocinar (suponiendo que tengan cocina y que no compartan simples habitaciones o vivan en la calle), está a menudo la mano cocinera de hombres y mujeres consagradas en comedores de la Iglesia y en residencias para desamparados.
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