Cada año 40 chicos pasan al mayor
Los seminarios menores en España experimentan un pequeño pero esperanzador crecimiento
Este año se han abierto en Sevilla y en Tarrasa. Segovia lo reabrió en 2010. Jaén en 2009. Buscan chicos cada vez más vocacionados. El seminario como simple internado rural se desincentiva.
Mini-avivamiento. Es una forma de decir que la botella no está medio vacía, sino medio llena, y que cada vez da mejor vino. Entre 30 y 50 chavales de los seminarios menores suelen pasar cada año al Seminario Mayor. A pesar de que hay menos seminaristas, los que tienen más clara la vocación son un número bastante estable en torno a los 40. En este curso 2011-2012 han sido exactamente 40 alumnos, sobre los 1.184 que estudian en seminarios menores. En 2005 también pasaron 41 chicos, aunque había muchos más seminaristas menores: eran 1.937. La evolución de los últimos años puede consultarse en PDF en la web de la Conferencia Episcopal.
Reabrir seminarios menores
El mini-avivamiento se ve en que las diócesis vuelven a apostar por los seminarios menores, y se lo toman en serio. Segovia lo reabrió en 2010, y hoy tiene 16 alumnos. Jaén lo reabrió en 2009, hoy tiene 12 alumnos. Sevilla lo abrió este año, con 16 chicos. Y también Tarrasa, cuyo obispo, José Ángel Sáiz, es además el presidente de la Comisión de Seminarios de la Conferencia Episcopal.
"Es nuestro primer año de seminario menor", nos explica el obispo Sáiz. "Llevábamos tiempo planeándolo y este año nos hemos decidido con 7 chicos". A TV3 le llamó la atención y mandaron sus cámaras a hablar con los chicos de Tarrasa y filmar unos testimonios para el programa de reportajes "30 Minuts". Los chicos explican a los periodistas que son chavales normales, que no se llaman "hermano no-se-cuantos", que rezan juntos la liturgia de las horas, que los compañeros del cole se asombran de que hasta tienen duchas y todo y que se llevan muy bien. También explican que "cuando sigues la voluntad de Dios te cambia toda la vida".
"Los seminarios menores tienen futuro", nos asegura el obispo Sáiz. Piensa que se puede hablar de un cierto "revival". "Vale la pena recuperarlos o crearlos donde no están, y cuidarlos donde ya existen. No se trata de reunir preadolescentes y presionarlos para que sean sacerdotes. Es exactamente lo contrario. Fijémonos en lo que pasa hoy: un chico tiene vocación, lo dice y en su ambiente, a veces en su familia, no encuentra acompañamiento para llegar al seminario, no se le apoya, y la vocación se apaga antes de los 18 años. El seminario menor es un espacio de libertad contra presiones contrarias. Los obispos en general estamos recuperando la conciencia de la importancia de estos espacios. Los seminarios menores tienen futuro, no como internados, sino recibiendo a chicos ya vocacionados".
No son internados rurales
Efectivamente, los seminarios menores han sido vistos muchas veces por los padres, sobre todo de zonas rurales, como un internado, una forma de dar educación de calidad lejos del pueblo. Muchos directores vocacionales hoy procuran evitar esto.
Miguel Ángel Morán, nombrado hace un par de años rector de los seminarios mayor y menor de Cáceres se dio cuenta de que la mayor parte de los chicos que encontró en el menor no tenían vocación. ¿Cómo? "Cuando implanté la misa frecuente, la liturgia de las horas, la oración regular, empezaron a quejarse, los chicos y los padres, que ellos no venían a eso", nos explica. Es una especie de prueba del algodón: si unos seminaristas se rebelan contra la idea de rezar con regularidad, es que escasea la vocación sacerdotal. Morán cambió de chicos y los buscó más vocacionados.
El obispo que quería ser cura a los 7 años
Un entusiasta de los seminarios menores es el obispo de Córdoba, Demetrio Fernández, que se formó en uno. "Yo quería ser sacerdote desde los 7 años", explicaba hace poco a La Razón. Era monaguillo, y se lo dijo a su párroco, que le recomendó el seminario menor de Talavera de la Reina, adonde llegó con 11 años. "Fueron los años más felices de mi vida. Todo lo que yo pueda decir de los seminarios menores es muy positivo", afirma.
Son varios los obispos españoles que pasaron por el seminario menor: Zornoza, el de Cádiz; Asenjo, arzobispo de Sevilla; Braulio Rodríguez, arzobispo de Toledo; el obispo de Jaén, Ramón del Hoyo, son sólo algunos de ellos. En Córdoba, por ejemplo, más del 60 por ciento del clero diocesano actual pasó por el seminario menor.
Reabrir seminarios menores
El mini-avivamiento se ve en que las diócesis vuelven a apostar por los seminarios menores, y se lo toman en serio. Segovia lo reabrió en 2010, y hoy tiene 16 alumnos. Jaén lo reabrió en 2009, hoy tiene 12 alumnos. Sevilla lo abrió este año, con 16 chicos. Y también Tarrasa, cuyo obispo, José Ángel Sáiz, es además el presidente de la Comisión de Seminarios de la Conferencia Episcopal.
"Es nuestro primer año de seminario menor", nos explica el obispo Sáiz. "Llevábamos tiempo planeándolo y este año nos hemos decidido con 7 chicos". A TV3 le llamó la atención y mandaron sus cámaras a hablar con los chicos de Tarrasa y filmar unos testimonios para el programa de reportajes "30 Minuts". Los chicos explican a los periodistas que son chavales normales, que no se llaman "hermano no-se-cuantos", que rezan juntos la liturgia de las horas, que los compañeros del cole se asombran de que hasta tienen duchas y todo y que se llevan muy bien. También explican que "cuando sigues la voluntad de Dios te cambia toda la vida".
"Los seminarios menores tienen futuro", nos asegura el obispo Sáiz. Piensa que se puede hablar de un cierto "revival". "Vale la pena recuperarlos o crearlos donde no están, y cuidarlos donde ya existen. No se trata de reunir preadolescentes y presionarlos para que sean sacerdotes. Es exactamente lo contrario. Fijémonos en lo que pasa hoy: un chico tiene vocación, lo dice y en su ambiente, a veces en su familia, no encuentra acompañamiento para llegar al seminario, no se le apoya, y la vocación se apaga antes de los 18 años. El seminario menor es un espacio de libertad contra presiones contrarias. Los obispos en general estamos recuperando la conciencia de la importancia de estos espacios. Los seminarios menores tienen futuro, no como internados, sino recibiendo a chicos ya vocacionados".
No son internados rurales
Efectivamente, los seminarios menores han sido vistos muchas veces por los padres, sobre todo de zonas rurales, como un internado, una forma de dar educación de calidad lejos del pueblo. Muchos directores vocacionales hoy procuran evitar esto.
Miguel Ángel Morán, nombrado hace un par de años rector de los seminarios mayor y menor de Cáceres se dio cuenta de que la mayor parte de los chicos que encontró en el menor no tenían vocación. ¿Cómo? "Cuando implanté la misa frecuente, la liturgia de las horas, la oración regular, empezaron a quejarse, los chicos y los padres, que ellos no venían a eso", nos explica. Es una especie de prueba del algodón: si unos seminaristas se rebelan contra la idea de rezar con regularidad, es que escasea la vocación sacerdotal. Morán cambió de chicos y los buscó más vocacionados.
El obispo que quería ser cura a los 7 años
Un entusiasta de los seminarios menores es el obispo de Córdoba, Demetrio Fernández, que se formó en uno. "Yo quería ser sacerdote desde los 7 años", explicaba hace poco a La Razón. Era monaguillo, y se lo dijo a su párroco, que le recomendó el seminario menor de Talavera de la Reina, adonde llegó con 11 años. "Fueron los años más felices de mi vida. Todo lo que yo pueda decir de los seminarios menores es muy positivo", afirma.
Son varios los obispos españoles que pasaron por el seminario menor: Zornoza, el de Cádiz; Asenjo, arzobispo de Sevilla; Braulio Rodríguez, arzobispo de Toledo; el obispo de Jaén, Ramón del Hoyo, son sólo algunos de ellos. En Córdoba, por ejemplo, más del 60 por ciento del clero diocesano actual pasó por el seminario menor.
Son otros tiempos, pero Dios sigue llamando a los niños y los adolescentes. "Estoy convencido de que los grandes ideales de una persona se forjan en torno a los 15 años", declaró hace poco el obispo Demetrio Fernández. "Son ideales llenos de sueños y de imaginación, que después tendrán que madurar, pero son ideales con una fuerza motora impresionante para toda la vida". Y su experiencia fue de amistad y alegría: "Estábamos felices; los sacerdotes eran verdaderos padres para cada uno de nosotros y hacíamos deporte, teatro, música... La educación era jovial y estimulante. De mi promoción de 50, nos ordenamos dos, pero de los demás, ni uno solo está “rebotado” con la Iglesia».
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