Presidida por Rouco Varela
La JMJ volvió ayer a la catedral de la Almudena con una eucaristía de Acción de Gracias
«El alma de la JMJ ha sido la oración», dijo Rouco. Además, añadió que sin Benedicto XVI no hubiese habido Jornada Mundial de la Juventud.
Los polos verdes de los voluntarios, las camisetas amarillas y rojas, la juventud alegre y sentada por el suelo, el mismo coro... Casi todo era como hace un mes, cuando la Jornada Mundial de la Juventud llenó de risas y entusiasmo Madrid. Solo faltaban los peregrinos extranjeros, pero peregrinos de otras regiones se acercaron a la Misa de Acción de Gracias anoche en la catedral de la Almudena.
Es el caso de Felipe de Juan, un joven de Cuenca. «Para mí, el mejor momento fue el Vía Crucis, cuando, pese a tanta multitud, se produjo un gran recogimiento», recuerda. Maïté Bergasse, directora del colegio San Luis de los Franceses de Pozuelo, que acogió a 900 de jóvenes extranjeros ha venido con Milagros Santos, Conchita Neira y Nicole Descamps, todas ellas voluntarias de la JMJ. «Fue algo esperanzador y rejuvenecedor», aseguran. «Uno de nuestros alumnos nos dijo que cuando vio al Papa fue el mejor momento de su vida». Afirman que las emociones de la JMJ han de consolidarse en argumentos, y citan la Carta de San Pedro: «Hay que dar razón de la esperanza que tenemos». Alba Carrasco, estudiante de enfermería que estuvo atendiendo a los peregrinos indispuestos, afirma que «lo mejor era el agradecimiento de la gente» y anima a todos, cristianos o no, a vivir una JMJ de cerca.
Presidiendo la ceremonia estaba el cardenal arzobispo de Madrid, Antonio María Rouco, acompañado de dos de los obispos auxiliares, César Franco y Fidel Herráez, y de los obispos de Getafe y de Alcalá, Joaquín María López de Andújar y Juan Antonio Reig Pla. «La JMJ ha sido un cántico de gloria y alabanza al Señor porque ha resucitado» y «un gran evento de gracia, interior y exterior», afirmó el cardenal. Llamó a todos a ofrecer a Dios lo vivido en la JMJ, «haciendo de esa ofrenda un presente y un futuro para la Iglesia».
"El Papa se ha marchado, y la JMJ ha terminado. ¿Y ahora qué?", se preguntó el pupurado. El don de Cristo a través de su Iglesia, extraordinariamente hermoso, bello, generoso...", que se vio en todos los asistentes, desde el Papa al último de los jóvenes.
Para finalizar, recordó cómo la gracia de Dios actuaba en el amor que ponían los voluntarios en su servicio, y aseguró que «el alma de la JMJ fue la oracion de muchas almas y muchas comunidades».