Nueva capilla de Adoración Perpetua en Madrid
Un cachito de cielo, en medio del ajetreo de Chueca
La capilla Cachito de cielo, situada en pleno barrio madrileño de Chueca es la segunda capilla de Adoración Perpetua en Madrid. Jesús te sigue esperando.
Hermana, Jesús te espera... susurra una Misionera del Santísimo Sacramento y María Inmaculada a otra religiosa, que duerme en su celda plácidamente. Es la hora de cambiar de turno en la Adoración Perpetua que estas mujeres realizan desde el inicio de su andadura en esta casa del madrileño barrio de Chueca, hace ahora 100 años. Jesús te espera es también el rótulo que corona la puerta de la capilla: Cachito de Cielo -nombrada así por los madrileños porque era una capilla muy blanca, con nubes azules y angelotes-; esta tarde, abre sus puertas para que todos los vecinos, y todos los madrileños, puedan acudir a la Adoración Perpetua.
La fundación de esta casa tiene su punto de partida en la propia familia de la Madre Fundadora, la Sierva de Dios María Emilia Riquelme y Zayas, nacida en la mitad del siglo XIX, quien abrió un camino en la Iglesia con un carisma eucarístico, mariano y misionero. Esta casa, legada por una prima suya, comenzó su trayectoria en 1911 y, ahora, cumple cien años de su dedicación al servicio de Jesús en la Eucaristía, y atendiendo la necesidad de los vecinos.
Años después, son siete Hermanas las que cuidan de la casa. La Hermana Susana Ramos tiene 88 años y toda una vida dedicada a la oración: «Postrarse ante el Santísimo -nos dice- es lo más sublime. Cristo dijo: Mi casa es casa de oración». Por eso quieren compartir su carisma con los laicos y extender en la ciudad la necesidad de esta oración a través de la Adoración Perpetua. Otra oportunidad más de encontrarse con Jesús en medio del ajetreo. Como subraya la Superiora de la casa, sor María Pilar Luengo, «el valor de los adoradores es que la Iglesia va a estar abierta 24 horas».
Ya está todo organizado para que el Santísimo no esté solo en ningún momento: hay una coordinadora general, y luego turnos por horas -madrugada, mañana, tarde y noche- para que siempre haya adoradores, con la noche más reforzada. En la puerta se pueden encontrar las inscripciones para apuntarse a la Adoración. Cualquier momento es bueno para empezar.
Comida cada día
Son las 11 de la mañana y hace horas que madres y padres de familia con sus carros vacíos -vienen derivados por los Servicios Sociales que son los que certifican que la familia pasa necesidad- esperan a la puerta del número 7 de la calle San Lucas. Allí, hace años que las Misioneras ponen en práctica el mandato divino de Amar al prójimo como a uno mismo. Así, reparten más de 300 desayunos cada día, y martes y jueves llenan los carros con comida no perecedera donada por el Banco de Alimentos, los comercios de la zona, donantes anónimos y la colecta de la Eucaristía de las 12,30 horas del domingo. «Cada vez vienen más personas, estamos desbordados», cuenta la Hermana María Pilar Luengo. La obra social de las Misioneras comenzó hace años: empezaron atendiendo a 15 personas al día, y ahora vienen 300.
Y es que, «si estamos en Adoración por amor, hay que expresarlo y concretarlo. La obra social nació del encuentro fuerte con el Señor de cada una de las personas que aquí ha adorado en silencio», señala la Hermana María Pilar. La Sierva de Dios María Emilia Riquelme decía que su misión estaba en el reclinatorio. Hoy, su carisma está extendido por Estados Unidos, Colombia, Bolivia, Brasil, Puerto Rico, Lima y el madrileño barrio de Chueca. Sí que tiene fruto la oración...