San Mateo 10,713
Curad enfermos, resucitad muertos, limpiad leprosos, echad demonios
Evangelio según san Mateo 10,713
En aquel tiempo, dijo Jesús a sus apóstoles:
«ld y proclamad que el reino de los cielos está cerca. Curad enfermos, resucitad muertos, limpiad leprosos, echad demonios. Lo que habéis recibido gratis, dadlo gratis.
No llevéis en la faja oro, plata ni calderilla; ni tampoco alforja para el camino, ni túnica de repuesto, ni sandalias, ni bastón; bien merece el obrero su sustento.
Cuando entréis en un pueblo o aldea, averiguad quién hay allí de confianza y quedaos en su casa hasta que os vayáis.
Al entrar en una casa, saludad; si la casa se lo merece, la paz que le deseáis vendrá a ella. Si no se lo merece, la paz volverá a vosotros.»
Señor Jesús, siguiendo tu mandato nos ponemos en actitud de llegar a quien necesite oír la proclamación de tu reino.
A la vez que una responsabilidad es también un honor emplearnos en el anuncio de tu presencia y cercanía entre nosotros.
Ayúdanos, Señor, a entender el estilo propio de tus anunciadores para que tú puedas mostrarte y hacer lo signos que con tu poder avale nuestras palabras.
Desde ahora ya, alivia, Señor, a los enfermos, resucita a los que están en pecado mortal, sana los males del cuerpo y del alma. Que tu paz nos inunde a todos y a todas las naciones.
En aquel tiempo, dijo Jesús a sus apóstoles:
«ld y proclamad que el reino de los cielos está cerca. Curad enfermos, resucitad muertos, limpiad leprosos, echad demonios. Lo que habéis recibido gratis, dadlo gratis.
No llevéis en la faja oro, plata ni calderilla; ni tampoco alforja para el camino, ni túnica de repuesto, ni sandalias, ni bastón; bien merece el obrero su sustento.
Cuando entréis en un pueblo o aldea, averiguad quién hay allí de confianza y quedaos en su casa hasta que os vayáis.
Al entrar en una casa, saludad; si la casa se lo merece, la paz que le deseáis vendrá a ella. Si no se lo merece, la paz volverá a vosotros.»
Señor Jesús, siguiendo tu mandato nos ponemos en actitud de llegar a quien necesite oír la proclamación de tu reino.
A la vez que una responsabilidad es también un honor emplearnos en el anuncio de tu presencia y cercanía entre nosotros.
Ayúdanos, Señor, a entender el estilo propio de tus anunciadores para que tú puedas mostrarte y hacer lo signos que con tu poder avale nuestras palabras.
Desde ahora ya, alivia, Señor, a los enfermos, resucita a los que están en pecado mortal, sana los males del cuerpo y del alma. Que tu paz nos inunde a todos y a todas las naciones.
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