San Marcos 16,915
Al oírle decir que estaba vivo y que lo había visto, no la creyeron
Evangelio según san Marcos 16,915
Jesús, resucitado al amanecer del primer día de la semana, se apareció primero a María Magdalena, de la que había echado siete demonios.
Ella fue a anunciárselo a sus compañeros, que estaban de duelo y llorando.
Ellos, al oírle decir que estaba vivo y que lo había visto, no la creyeron.
Después se apareció en figura de otro a dos de ellos que iban caminando a una finca.
También ellos fueron a anunciarlo a los demás, pero no los creyeron.
Por último, se apareció Jesús a los Once, cuando estaban a la mesa, y les echó en cara su incredulidad y dureza de corazón, porque no habían creído a los que lo habían visto resucitado.
Y les dijo:
«ld al mundo entero y proclamad el Evangelio a toda la creación.»
Señor Jesús, merecemos que nos eches en cara nuestra incredulidad y dureza de corazón por no fiarnos de quienes tienen más sabiduría y experiencia, pero sobre todo por no dar crédito a tus palabras.
Tus apóstoles te habían escuchado decirles que al tercer día resucitarías. Y... ¡no creen!
Una vez más te decimos que creemos en ti, Jesús, hijo de Dios Altísimo, que estás resucitado y vivo, cercano a mi y a cada uno.
Con deseo de reparar las faltas de confianza en tu Palabra, quiero tomar en cuenta este envío que a todos nos haces: Id al mundo entero. No iré, tal vez, a ningún lugar, pero, desde donde me encuentre, con el deseo, la oración, el amor, la renuncia... puedo poner la semilla que el Espíritu hará fecundar en frutos de santidad en tu Iglesia.
Jesús, resucitado al amanecer del primer día de la semana, se apareció primero a María Magdalena, de la que había echado siete demonios.
Ella fue a anunciárselo a sus compañeros, que estaban de duelo y llorando.
Ellos, al oírle decir que estaba vivo y que lo había visto, no la creyeron.
Después se apareció en figura de otro a dos de ellos que iban caminando a una finca.
También ellos fueron a anunciarlo a los demás, pero no los creyeron.
Por último, se apareció Jesús a los Once, cuando estaban a la mesa, y les echó en cara su incredulidad y dureza de corazón, porque no habían creído a los que lo habían visto resucitado.
Y les dijo:
«ld al mundo entero y proclamad el Evangelio a toda la creación.»
Señor Jesús, merecemos que nos eches en cara nuestra incredulidad y dureza de corazón por no fiarnos de quienes tienen más sabiduría y experiencia, pero sobre todo por no dar crédito a tus palabras.
Tus apóstoles te habían escuchado decirles que al tercer día resucitarías. Y... ¡no creen!
Una vez más te decimos que creemos en ti, Jesús, hijo de Dios Altísimo, que estás resucitado y vivo, cercano a mi y a cada uno.
Con deseo de reparar las faltas de confianza en tu Palabra, quiero tomar en cuenta este envío que a todos nos haces: Id al mundo entero. No iré, tal vez, a ningún lugar, pero, desde donde me encuentre, con el deseo, la oración, el amor, la renuncia... puedo poner la semilla que el Espíritu hará fecundar en frutos de santidad en tu Iglesia.
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