San Mateo 18, 1-5. 10. 1214
Si no volvéis a ser como niños, no entraréis en el reino de los cielos
Evangelio según san Mateo 18, 1-5. 10. 1214
En aquel momento, se acercaron los discípulos a Jesús y le preguntaron:
-«¿Quién es el más importante en el reino de los cielos?»
Él llamó a un niño, lo puso en medio y dijo:
-«Os aseguro que, si no volvéis a ser como niños, no entraréis en el reino de los cielos. Por tanto, el que se haga pequeño como este niño, ése es el más grande en el reino de los cielos. El que acoge a un niño como éste en mi nombre me acoge a mi.
Cuidado con despreciar a uno de estos pequeños, porque os digo que sus ángeles están viendo siempre en el cielo el rostro de mi Padre celestial.
¿Qué os parece? Suponed que un hombre tiene cien ovejas: si una se le pierde, ¿no deja las noventa y nueve en el monte y va en busca de la perdida? Y si la encuentra, os aseguro que se alegra más por ella que por las noventa y nueve que no se habían extraviado.
Lo mismo vuestro Padre del cielo: no quiere que se pierda ni uno de estos pequeños.»
Señor Jesús, te alabo y doy gracias por tu bondadoso corazón, siempre inclinado a lo más débil. No pensaban así tus seguidores -algunos no escondieron sus ansias de trepar- y aún hoy no acabamos de identificarnos con tus sentimientos. Nos parece que hemos que hacer valer nuestros méritos ante ti, cuando ninguno tenemos; no poseemos la inocencia de los niños, pero somos tan desvalidos ante ti como cualquier pequeño.
Cambia nuestra mente y corazón, Jesús, tú puedes hacerlo. Empújanos a buscar la oveja perdida y a no contentarnos con tener las 99 guardadas.
En aquel momento, se acercaron los discípulos a Jesús y le preguntaron:
-«¿Quién es el más importante en el reino de los cielos?»
Él llamó a un niño, lo puso en medio y dijo:
-«Os aseguro que, si no volvéis a ser como niños, no entraréis en el reino de los cielos. Por tanto, el que se haga pequeño como este niño, ése es el más grande en el reino de los cielos. El que acoge a un niño como éste en mi nombre me acoge a mi.
Cuidado con despreciar a uno de estos pequeños, porque os digo que sus ángeles están viendo siempre en el cielo el rostro de mi Padre celestial.
¿Qué os parece? Suponed que un hombre tiene cien ovejas: si una se le pierde, ¿no deja las noventa y nueve en el monte y va en busca de la perdida? Y si la encuentra, os aseguro que se alegra más por ella que por las noventa y nueve que no se habían extraviado.
Lo mismo vuestro Padre del cielo: no quiere que se pierda ni uno de estos pequeños.»
Señor Jesús, te alabo y doy gracias por tu bondadoso corazón, siempre inclinado a lo más débil. No pensaban así tus seguidores -algunos no escondieron sus ansias de trepar- y aún hoy no acabamos de identificarnos con tus sentimientos. Nos parece que hemos que hacer valer nuestros méritos ante ti, cuando ninguno tenemos; no poseemos la inocencia de los niños, pero somos tan desvalidos ante ti como cualquier pequeño.
Cambia nuestra mente y corazón, Jesús, tú puedes hacerlo. Empújanos a buscar la oveja perdida y a no contentarnos con tener las 99 guardadas.
Comentarios