Domingo, 22 de diciembre de 2024

Religión en Libertad

Monumento en Greensburg (Pennsylvania)

Una invitación a la Última Cena

En la distancia no se distingue quién es, hasta que el peregrino se acerca lo bastante al monasterio de Santa Emma.

C.L./ReL

Dios espera en solitario.
Dios espera en solitario.
Cuando el peregrino recorre la campiña del condado de Westmoreland, en Pennsylvania (Estados Unidos), descubre a lo lejos una mesa rodeada de asientos -si los cuenta, verá que son doce- y un hombre sentado en ella disponiéndose a comer. Tal vez le sorprenda la escena, y sobre todo la quietud del personaje, y la curiosidad le anime a acercarse.

Descubrirá entonces que es el mismo Jesús quien parece invitarle a sentarse y experimentar lo que pudieron sentir los apóstoles la noche del Jueves Santo, y rememorar desde las traiciones de Judas a las promesas de fidelidad incumplidas de Pedro.

Se trata del monumento a tamaño natural y fundido en bronce que da la bienvenida al monasterio de Santa Emma, de monjas benedictinas, cercano a la ciudad de Greensburg. Según explica su creador, Timothy Schamlz, "los doce asientos vacíos sugieren que en cierto sentido tenemos que convertirnos en apóstoles de Cristo".

Duradero, como la Cristiandad
Rodeado de pastos y colinas verdes, el paraje no puede ser más apropiado para que la paz que allí se respira conduzca a esa conclusión. Una paz eucarística: sobre la mesa, la patena y el cáliz de la consagración ("Cristo mira a la Eucaristía", explica Schmalz), y la imagen del Nazareno abre su túnica para mostrar su corazón.

En su página web, Timothy afirma que la razón de ser de su trabajo es "glorificar a Cristo". Y explica la razón de esa devoción: "Aparte de mis convicciones cristianas, un artista necesita un tema épico para crear arte épico". Y él lo hace, con esculturas dedicadas también a soldados, veteranos, bomberos o mineros... e incluso uno al drama de los no nacidos.

La composición de la Última Cena le fue encargada en octubre por la superiora del monasterio, la Madre Mary Anne Boll, que considera que hay que ofrecer elementos "visibles" para ayudar a la gente "a recogerse, a rezar y a darse cuenta de cuánto las ama Dios".
 
La obra se financió con aportaciones de los fieles y es una de las obras favoritas de Schmalz, porque llevaba años dándole vueltas a esa idea.

¿Y por qué en bronce? "Porque es duradero, como la Cristiandad", responde Timothy.

Pinche aquí para ver la página web de Timothy Schmalz.

Pinche aquí para ver la página web del monasterio de monjas benedictinas de Santa Emma, en Greensburg (Pennsylvania).
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