Una herencia disputada
El día en que la mansión Kennedy pudo ser abadía benedictina, Ted quitó los papeles a su madre
Tras la muerte de Ted, el clan católico más célebre de la historia de Estados Unidos quedó fuera de Washington por primera vez desde 1946.
Cuando Ted Kennedy murió en 2009, el clan católico más célebre de la historia de Estados Unidos se quedó sin nadie en Washington por primera vez desde que su hermano John, futuro presidente, entrase en la Cámara de Representantes en 1947. Aunque ya el padre de ambos, Joseph, fue embajador en el Reino Unido entre 1938 y 1940, con acceso privilegiado a la Casa Blanca de Franklin Delano Roosevelt.
Por encima de mi cadáver
Un reciente libro de Joe Klein (Ted Kennedy: el sueño que nunca murió), escrito a su muerte, desvela entre otros hechos de su vida la forma en que el longevo senador -lo fue desde 1962 hasta su muerte- impidió que su madre, Rose, cediese la célebre mansión familiar a una comunidad benedictina, como era su deseo y como había prometido a los monjes.
Y no como herencia, sino en vida: falleció en 1995, pero "quería dejarla a los monjes benedictinos antes de morir", le explicó a Klein el abogado de Rose, Benedict Fitzgerald: "Redacté los papeles para ella en el mismo porche de mi casa. Pero cuando Ted se enteró, se apropió del asunto. En modo alguno estaba dispuesto a convertir el lugar en un monasterio".
Daniel J. Flynn, analista de The American Spectator, no duda en interpretar el gesto de Ted: "En vez de una casa para Dios, la propiedad debía convertirse en un templo a Ted". Y es que, en efecto, lo que el último de los Kennedy políticos tenía previsto era convertirlo en propiedad pública y cederlo al Instituto Edward M. Kennedy del Senado.
El célebre Complejo Kennedy está formado por un conjunto de mansiones al borde de la costa de Massachussetts, que fueron comprando los miembros del clan en torno a la primitiva casa familiar de Joseph y Rose.
El Complejo Kennedy. |
Cuando murió, Ted vivía en el hogar de sus padres. Aun confesándose católico, había hecho bandera de todas las causas llamadas progresistas, entre ellas la del aborto. Fue la última paradoja de los Kennedy como políticos, aparte de la que señala Flynn: "Resulta cómico ver a una familia a la que se le cae el dinero de las manos, y en tiempos confundida equivocadamente con el brazo de la Iglesia católica en Estados Unidos, echarse atrás del compromiso de ceder una propiedad a una comunidad con voto de pobreza".