Lunes, 25 de noviembre de 2024

Religión en Libertad

Lo urgente, lo importante y lo coherente en la reforma educativa

Porque constato que tiene clara su responsabilidad y es consciente de que el consenso no puede suponer una cesión de principios, pues no es un fin, sino un medio deseable pero no imprescindible para establecer una reforma educativa que garantice la prosperidad de los españoles.

Mariano Bailly-Baillière

Estimado Ministro:

He leído con expectación y detenimiento su artículo publicado este domingo en La Razón titulado Educación, Cultura y Deporte: Lo urgente y lo importante. Entresaco de este el párrafo que dedica a establece los criterios para hacer frente a una situación que alarma según todos los indicadores:

Tenemos que pensar –sin prejuicios y sin tabúes– qué es lo que hemos extraviado en el camino: los valores, los incentivos, la organización, o un poco de todo para que, después de haber realizado un ingente esfuerzo en la universalización de la educación y la extensión a los 16 años de su fase obligatoria, nos encontremos con que la extensión cuantitativa no ha llevado a la mejora cualitativa. Y, con un diagnóstico claro, una terapia adecuada. No se trata de reformar por reformar, sino de reformar para mejorar. Idealmente, con el acuerdo de todos; mejor, con el acuerdo de cuantos quieran; en todo caso, con la convicción de quien abandera esa reforma.

Tal como exponía en mi anterior carta, celebro que coincidamos en la necesidad  de hacer un análisis lo más objetivo y menos ideologizado posible dado que las soluciones a la crisis educativa deben establecerse con la mente clara y las menores hipotecas posibles.

Es el momento de pararse a reflexionar y, dejando de lado prejuicios y tabúes, abandonar esta huida hacia adelante que, legislatura tras legislatura, ley tras ley, no hace sino ahondar en un planteamiento de la educación cuyos resultados están llegando a ser insoportables para un país que aspire a codearse con los más avanzados.

En su análisis de resultados constata que la extensión cuantitativa no ha llevado a la mejora cualitativa, hecho que es, a todas luces evidente.

Sucede habitualmente que cantidad y calidad son magnitudes inversamente proporcionales. O, al menos, no son caí nunca directamente proporcionales, de tal modo que, llegados a un límite, los incrementos de calidad cada vez cuestan una mayor cantidad de recursos. El hecho es que la calidad no puede suplirse a base de cantidad y, menos aún, cuando la cantidad se equipara a recursos económicos.

Usted sabe perfectamente que las distribuciones de la población, también en materia educativa, siguen la denominada campana de Gauss. Bien es cierto que la media y la campana en su totalidad puede desplazarse en conjunto hacia la excelencia o el fracaso, situación en la que nos encontramos.

Estos y otros hechos de experiencia chocan con muchos de los principios que subyacen a la actual concepción del modelo educativo:

  • Que el factor más influyente para la mejora educativa es el gasto destinado a ella.
  • Que el rendimiento académico de los alumnos puede y debe igualarse mediante diversas estrategias pedagógicas de modo que la educación sea un instrumento de equiparación y cohesión social.
  • Que la principal motivación del profesorado es la retribución salarial.
  • Que las infraestructuras físicas y tecnológicas aceleran el aprendizaje.
  • Que la escuela inclusiva mejora el resultado de los alumnos en su conjunto.
  • Que no es justo el empleo de modelos pedagógicos que se separen de la práctica común.
  • Que la gratuidad total es condición de posibilidad del libre acceso a la educación en todos sus niveles.

Estos y otros principios que rigen nuestra educación no podemos, a estas alturas, considerarlos sino mitos. Mitos porque no se corresponden con los resultados empíricos y mitos porque parecen proceder más de una concepción ideológica que de una atenta observación de la realidad.

Tiene usted en este punto la ventaja de su experiencia profesional como analista social y la obligación de establecer sin prejuicios ni tabúes una modelo educativo realista y coherente. Y en este punto quiero finalizar valorando su claridad cuando escribe Idealmente, con el acuerdo de todos; mejor, con el acuerdo de cuantos quieran; en todo caso, con la convicción de quien abandera esa reforma. Porque constato que tiene clara su responsabilidad y es consciente de que el consenso no puede suponer una cesión de principios, pues no es un fin, sino un medio deseable pero no imprescindible para establecer una reforma educativa que garantice la prosperidad de los españoles.

Ya no tenemos más tiempo para equivocarnos.

Reciba un cordial saludo.

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