Hace 4 décadas esta poetisa premiada entraba en la RAE; TVE adaptó algunas de sus novelas
Carmen Conde, primera mujer en la Real Academia Española, devota de Santa Teresa, la Eucaristía...
Carmen Conde Abellán (1907-1996) fue la primera mujer que ocupó un sillón en la Real Academia Española. En este 2019 se ha cumplido el 40º aniversario de ese hecho, además del 90º aniversario de la publicación de su primera obra, Brocal. Aunque destacó sobre todo como poeta, también escribió teatro, ensayos, narrativa y cuentos. Un listado de toda su obra se puede repasar aquí. Nació, vivió y murió como cristiana católica y practicante, y lo dejó plasmado en su producción literaria.
La educación recibida por Carmen Conde fue decisiva en su poesía . ¿Y qué tipo de formación recibió? Religiosa y católica.
Mari Paz Abellán, su madre, mujer de grandes convicciones religiosas, lo recuerda en su biografía : «Mi infancia la pasé en el colegio San Miguel hasta los diez u once años... Me gustaba mucho la enseñanza de las monjas, tanto es así que luego lo demostré llevando a mi hija Carmen...».
De ella recibió Carmen Conde el fervor y la devoción por la Virgen del Carmen y por Santa Teresa, constando esto último de su puño y letra en su libro Al encuentro de Santa Teresa, que se inicia con la siguiente dedicatoria: «A mi madre, pues a ella le debo amar tanto a Santa Teresa, cuyo romance me cantaba en mi niñez».
Autora de un centenar largo de libros de poesía, relatos, teatro, memorias y literatura infantil, Carmen Conde tomó posesión de su sillón K vacante por la muerte de Miguel Mihura en la Real Academia Española en 1979, tras el rechazo de los académicos a María Moliner en 1972.
Primeros años en su Cartagena natal
Nació en 1907 en Cartagena, ciudad en que vivió sus primeros años y a la que regresó en 1920, tras un tiempo en Melilla. De vuelta a Cartagena aprobó unas oposiciones de delineante y comenzó a trabajar en la Sociedad Española de Construcción Naval Bazán. De estos años, son sus primeras publicaciones en la prensa local, en Los Lunes de El Imparcial, La Esfera, Informaciones y otros diarios nacionales. Estudió Magisterio y obtuvo el título de maestra no terminando sus estudios de Filosofía en la Universidad de Valencia.
Cartagena recordaba en mayo de 2019 el aniversario de su paisana como primera mujer en la Real Academia Española
En 1927 conoció al también murciano y poeta Antonio Oliver Belmás, el “único amor de su vida”, nos dice la poetisa, con quien se casó en 1931, año de la llegada de la República. Con él fundó la Universidad Popular de Cartagena, creada a imagen y semejanza de la fundada por Antonio Machado en Segovia y que duraría hasta 1936. Comenzó a funcionar el jueves 10 de Marzo de 1932 con la única obligación por parte del alumnado de una asistencia “puntual y seria.”
A ella fueron desinteresadamente conferenciantes de reconocido prestigio, tenía biblioteca infantil y de adultos, misiones pedagógicas que iban por los pueblos, archivo de la palabra donde estaba gravada directamente la voz de destacadas personalidades del mundo de la cultura, cinema educativo, conciertos, organización de excursiones y viajes culturales, cátedras ambulantes los domingos y festivos por los caseríos del campo y publicación de la revista Presencia. Carmen Conde contó que al terminar la guerra asaltaron el local de la Universidad Popular y destrozaron todo lo que tenía, por lo que comentó: “Dios les devuelva el sol que no pudieron apagar.”
Comenzó a cartearse con escritores madrileños, en especial con su admirado Juan Ramón Jiménez y con Ernestina de Champourcin, con la que terminaría viviendo en el feminista Lyceum Club de Madrid. Antes de la guerra civil española, fundó junto a Miguel Hernández, Ramón Sijé y Antonio Oliver Belmás la revista de creación literaria El Gallo Crisis. En Madrid conoció a Gabriela Mistral, que le prologó en 1934 su obra ‘Júbilos’.
Tiempos duros
En esta época Carmen Conde dio a luz una hija muerta, y trabajó un tiempo en el Orfanato Nacional de El Pardo.
La Guerra Civil la alejó de su marido, voluntario en el frente republicano, tiempo en el que vivió en El Escorial y tuvo una gran relación de amistad con Amanda Junquera. Hubo de renunciar a la pensión que había obtenido para estudiar las instituciones de cultura popular en Francia y Bélgica.
Compromiso con la cultura
Hizo cursos en la Facultad de Letras de Valencia y aprobó oposiciones a Bibliotecas. Trabajó para la Editorial Alhambra, y colaboró de 1942 a 1979 con el Servicio de Publicaciones del CSIC y en la Sección de Publicaciones de la Universidad de Madrid. Acostumbraba decir que su único compromiso con la vida no era político sino con la educación y la cultura.
En 1953 recibió el Premio Elisenda de Montcada por Las oscuras raíces. Un año después, el Premio Nacional Simón Bolívar de Siena por Vivientes de los siglos.
En 1956, el matrimonio cedió al Ministerio de Educación Nacional el archivo de Rubén Darío que había recuperado por su amistad con la viuda de aquel.
En 1961, ambos recibieron el Premio Doncel de Teatro Juvenil, por el libro A la estrella por la cometa. En 1967 se le concedió el Premio Nacional de Poesía por Obra poética. En 1979 recibió el Premio Benito Pérez Galdós de Periodismo, el Premio Adelaida Ristori del Centro Culturale Italiano y el Título de Almirante del Estado de Nebraska. Ese mismo año recibió también el doctorado honorífico por la Universidad de Maryland, en Estados Unidos.
También se la nombró Académica Correspondiente de la Academia de Artes y Ciencias de Puerto Rico. En 1980 le dieron el Premio Ateneo de Sevilla por Soy la madre, le dieron las llaves de la ciudad de Miami, y en 1987 el Premio Nacional de Literatura Infantil y Juvenil.
Dos de sus obras, La rambla y Creció espesa la yerba, se adaptaron para emitir en Televisión Española.
La experiencia de la Primera Comunión
En el Colegio de San Miguel recordaba que la enseñó a leer una monjita, Sor Matilde. Su estancia en Melilla la contó en el libro titulado Empezando la vida. Memorias de una infancia en Marruecos (1914-1920).
Del día de su primera comunión (puede leerse aquí) escribió: “el Señor se iría deslizando hasta mi sangre, suavísimo, imperceptible, y, sin embargo, tallándomelo todo con semejante energía que jamás a partir de la Primera Comunión, dejaríamos de pertenecernos.”
En julio de 1989 firmó el manifiesto de los intelectuales católicos contra los críticos al Papa que habían calificado la actual situación de la Iglesia de involucionista.
Su fe católica se dejó traslucir en su obra. Al hablar del tiempo, tema de su discurso de entrada en la Real Academia Española, Poesía ante el tiempo y la inmortalidad, dijo que desde la infancia había buscado siempre la eternidad o el sueño de lo inextricable.
Hablando de su tierra se refiere al incienso de Semana Santa y a los cantos religiosos cuyo origen se pierden en la antigüedad y dice: ‘Desde el día tres de Mayo, día de la Invención de la Santa Cruz, hasta el catorce de Septiembre, fecha de la Exaltación de la Cruz, en Murcia, las campanas de la catedral tocan unos repiques y volteos que no lo hacen en otras épocas del año. Estos sones especiales se llaman los Conjuros. Se hacen para implorar al cielo la bendición de las cosechas y que nos libre también de las tormentas, los granizos y las lluvias torrenciales que, si llegan, tanto perjudican al campo y la huerta’.
También los ángeles ocupan muchos versos en sus poemas e incluso títulos como ‘El Arcángel’ (1939), o ‘Derribado Arcángel’ (1960). Para ella son una referencia de belleza con los que dialoga y recibe de ellos consuelo y ayuda:
"Miro lo infinito sin arar, con ansia
de verlo todo en flor, y apenas
el pecho se acongoja del esfuerzo,
los ángeles prorrumpen en canciones.
Hombre, míralos; no estamos solos"
También dedica versos a Dios:
“Que si eres Tú mi forma, si vas a ser mi sino,
¿qué tiempo este que pierdo en no ser toda tuya?”
Desea unirse a Él y habla de Él en sus escritos hasta el final.
En ‘La canción’, que cantaría Celia Gámez, decía:
"Mi luz será reflejo de tu luz…
Dios está en lo hondo.
Es un agua despierta
al final de la columna hueca del pozo,
Me brizno en su mirada [...]"
Su poema titulado “Arrebato” comienza así:
"Y si es a Ti a quien busco,
¿por qué no te me ofreces de un sorbo?”
En otro de sus diálogos con Dios escribe:
"Quizá, Señor, si Tú quieres,
podrá mi alma volcarse
en lagos de sangre ajena…
¿Por qué me tienes tan tuya
que no puedo serte infiel?"
En otro poema dice:
"En Ti, mi Dios,
en Ti quiero esta callada.
Transparentándote.
Resonándote."
En una entrevista, hablando de la humanización del arte, comentó:
» Entendiendo por humanización no lo que otros entienden, porque muchos llaman humano a una serie de barbaridades y groserías que yo no puedo llamar así. La humanización para mí es el camino de la divinidad, de la divinización. Jesús se hizo hombre, ¿no? Y convivió con los hombres. Mira, yo soy cristiana hasta la médula. Y no he encontrado en la humanización de Él sino un deseo y un afán de divinización de los demás. Así que eso de la humanización lo entiendo de este modo…
» Mi pasión por la vida es una reverencia a la obra del Creador. Y la gente esto no lo entiende. Yo soy y he sido siempre una persona moderadísima y pienso que en la vida todo tiene que estar contenido [...] Mis padres practicaron toda la vida lo que creían. Eran creyentes dentro y fuera de casa. Y mi madre grabó todo esto dentro de mí. Yo protesté mucho pero en cambio ahora reconozco cuánto me ha valido en la vida lo que me enseñó: “Hija – me decía – no desees nunca nada; lo que te mande Dios tómalo, sea bueno o sea malo, porque Él sabe lo que hace. Tómalo con conformidad”. Oye, y a pesar de todos mis avances mentales, esto lo he recordado y lo he vivido siempre.”
Una entrevista de audio con la autora y académica
Aquí en Biblioteca Cervantes una lista de webs relacionadas con la obra de Carmen Conde
(El autor de este artículo, Alfonso V. Carrascosa, es científico del CSIC)