Domingo, 22 de diciembre de 2024

Religión en Libertad

Cárcel Ortí publica documentos que aclaran la posición de Vidal i Barraquer y Múgica sobre la guerra

Carmelo López-Arias / ReL

A la izquierda, el cardenal Vidal y Barraquer; a la derecha, el obispo Múgica.
A la izquierda, el cardenal Vidal y Barraquer; a la derecha, el obispo Múgica.

La Biblioteca de Autores Cristianos (BAC) acaba de publicar un nuevo volumen de la colección preparada por el historiador y sacerdote Vicente Cárcel Ortí bajo el título La Segunda República y la Guerra Civil en el Archivo Secreto Vaticano. Este séptimo volumen (sexto tomo, pues el primero consta de dos volúmenes) recoge documentos del año 1938 a lo largo de más de mil páginas, y según explica el propio autor y recoge AVAN, incluye “varios centenares de textos inéditos reproducidos en sus lenguas originales y cuidadosamente explicados, pues se trata de despachos de nuncios y embajadores, cartas y notas diplomáticas”.

Entre ellos hay apuntes del futuro Pío XII y entonces cardenal secretario de Estado, Eugenio Pacelli, que muestran "las intervenciones de la Santa Sede, ante todo para abreviar los horrores del conflicto armado, así como las numerosas peticiones que Pío XI hizo en favor de condenados a muerte y detenidos políticos a los gobiernos nacional y republicano, peticiones que no siempre fueron acogidas por las autoridades respectivas”.

Uno de los documentos que figuran en el libro es “la carta del cardenal Pacelli, enviada en nombre del Papa, para felicitar y elogiar al cardenal Gomá y a los obispos españoles por la célebre Carta colectiva del 1 de julio de 1937 en la que denunciaron la sangrienta persecución religiosa que sufría la Iglesia en el territorio republicano, carta que no fue firmada por el obispo de Vitoria, Múgica, y por el arzobispo de Tarragona, cardenal Vidal y Barraquer”. 

La Carta Colectiva

El cardenal Isidro Gomá (1869-1940), catalán, a la sazón arzobispo de Toledo y primado de España, fue el principal impulsor del texto, una Carta colectiva de los obispos españoles a los de todo el mundo con motivo de la guerra en España que firmaron, con esas dos excepciones, todos los obispos que pudieron hacerlo. Hay que recordar que la totalidad de los obispos que el 18 de julio de 1936 estaban en zona que quedó bajo el control del Frente Popular al estallar la contienda fueron asesinados por milicianos socialistas, comunistas o anarquistas.

Las reticencias de oportunidad del cardenal Francisco Vidal y Barraquer (1868-1943), arzobispo de Tarragona, y del obispo de Vitoria, Mateo Múgica (1870-1968), que finalmente decidieron no firmar aquel documento, suele utilizarse como pretexto para menguar la contudencia de algunas de sus afirmaciones esenciales:

-"Ha aparecido tan claro, desde sus comienzos, que una de las partes beligerantes iba a la eliminación de la religión católica en España, que nosotros, obispos católicos no podíamos inhibirnos sin dejar abandonados los intereses de nuestro Señor Jesucristo y sin incurrir el tremendo apelativo de canes muti [perros mudos: Is 56, 10], con que el Profeta censura a quienes, debiendo hablar, callan ante la injusticia".

-"Por lógica fatal de los hechos no le quedaba a España mas que esta alternativa: o sucumbir en la embestida definitiva del comunismo destructor, ya planeada y decretada, como ha ocurrido en la regiones donde no triunfó el movimiento nacional, o intentar, en esfuerzo titánico de resistencia, librarse del terrible enemigo y salvar los principio fundamentales de su vida social y de sus características nacionales".

-"La lucha blanca de los comicios de febrero de 1936, en que la falta de conciencia política del gobierno nacional dio arbitrariamente a las fuerzas revolucionarias un triunfo que no habían logrado en las urnas, se transformó, por la contienda cívico-militar, en la lucha cruenta de un pueblo partido en dos tendencias: la espiritual, del lado de los sublevados, que salió a la defensa del orden, la paz social, la civilización tradicional y la patria, y muy ostensiblemente, en un gran sector, para la defensa de la religión; y de la otra parte, la materialista, llámese marxista, comunista o anarquista, que quiso sustituir la vieja civilización de España, con todos sus factores, por la novísima 'civilización' de los soviets rusos".

-"Enjuiciando globalmente los excesos de la revolución comunista española afirmamos que en la historia de los pueblos occidentales no se conoce un fenómeno igual de vesania colectiva, ni un cúmulo semejante, producido en pocas semanas, de atentados cometidos contra los derechos fundamentales de Dios, de la sociedad y de la persona humana... Añadimos que la hecatombe producida en personas y cosas por la revolución comunista fue 'premeditada'".

-"No creemos que en la historia del Cristianismo y en el espacio de unas semanas se haya dado explosión semejante, en todas las formas de pensamiento, de voluntad y de pasión, del odio contra Jesucristo y su religión sagrada".

Qué pensaban los dos obispos no signatarios

Tanto Vidal i Barraquer como Múgica conocían estos hechos y su juicio sobre los mismos, más allá de que pudiesen considerar inoportuna su divulgación o la forma de hacerla, era coincidente con el resto de obispos españoles. De hecho, como señala Cárcel Ortí, "en los documentos vaticanos constan explícitamente la admiración de ambos hacia la persona de Franco, así como sus deseos de que ganara la guerra y gobernara la nueva España”. 

En el nuevo libro del historiador valenciano también quedan explicadas “las dificultades del Vaticano para reconocer al gobierno nacional, pues no veía claro el futuro de España, y solo lo hizo en junio de 1938, con el nombramiento del nuncio [Amleto] Cicognani”.

Según Cárcel, “esta colección -que comenzó en 2011 y finalizará el próximo año con los documentos de 1939- intenta esclarecer la actitud del Vaticano y de la Iglesia en España durante los trágicos años de la Segunda República de la Guerra Civil y documentan cómo los partidos más extremistas y violentos de derechas e izquierdas fueron creando un clima prebélico que llevaron, inevitablemente, a la mayor tragedia de nuestra reciente historia; unos hechos que hay que recordar tal y como fueron, con textos de la época, prescindiendo de interpretaciones tendenciosas y manipulaciones ideológicas”.

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