Una respuesta con pruebas a los que niegan la Resurrección de Cristo
¿Y si Jesús no murió en la cruz? ¿O el cadáver fue robado? ¿Son creíbles estas hipótesis?
Explicaciones alternativas a la Resurrección
1. JESÚS DE NAZARET NO MURIÓ EN LA CRUZ
Es la «hipótesis Rambo», que dice que Jesús no murió después de las torturas y de la crucifixión. Se desmayó, lo pusieron en un sepulcro, y se recuperó. Era una especie de Rambo, un hombre de una fuerza y resistencia extraordinarias. A pesar de las torturas y de la cruz, sobrevivió. Salió del sepulcro, y luego pudo incluso difundir el rumor de que había resucitado.
Esta explicación nos da una solución para el sepulcro vacío: el sepulcro estaba vacío porque Jesús se escapó.
Ahora bien, historiadores y teólogos ateos como Lüdemann, judíos ortodoxos como Lapide, y agnósticos como Ehrmann, dicen que la muerte de Jesús crucificado es indiscutible.
A Jesús le flagelaron de tal modo que sólo por eso ya podía haber muerto. Luego le crucificaron. Y nadie sobrevivía a una crucifixión. «El número de supervivientes conocidos de la crucifixión es exactamente cero».
Los verdugos hacían muy bien su trabajo, entre otras cosas porque si el reo no moría, era el propio soldado que había dirigido la crucifixión quien era condenado a muerte.
Además, a Jesús le atravesaron el pecho con una lanza. Luego lo embalsamaron con cientos de libras de especies. La piedra de la entrada de la tumba pesaba una tonelada. Había vigilancia, pues el caso era especial. Historiadores que no son cristianos dejaron constancia de que Jesús falleció.
Con todo lo que sabemos sobre cómo eran los judíos del siglo I, tenemos también la seguridad de que, si Jesús hubiera sobrevivido, hay un 0% de posibilidades que después la gente que le rodeaba hubiera pensado que era el Mesías esperado o que las promesas de Dios se habían cumplido. Hay un 0% de posibilidades que San Pablo, Santiago el Menor y muchos otros hubieran muerto por Jesucristo. Hay un 0% de posibilidades de que hubieran aparecido los textos que tenemos sobre la resurrección.
Si Jesús no hubiera muerto, lo que hubiera pasado es que los discípulos quizás hubieran llamado a un médico... y nada más.
2. JESÚS DE NAZARET MURIÓ Y FUE SEPULTADO... PERO ALGUIEN ROBÓ EL CADÁVER
Es la hipótesis que llamo «hubo un ladrón mejor que Bruce Reynolds, pero a cambio de nada» o «la madre de todos los robos, hecho por bobos».
A lo largo de la historia ha habido muchos robos espectaculares. Los ladrones de la galería Isabella Stewart Gardner de Boston parecen haber cometido el robo perfecto, aun sin resolver. Se llevaron cuadros por valor de 500 millones de dólares. Qusay Hussain robó 1000 millones de dólares, pero se le descubrió. Como se descubrió a Leonardo Notarbartolo (100 millones de euros en diamantes), al Dioni o a Bruce Reynolds (autor del famoso asalto al tren de Glasgow).
Parece fácil de entender qué quería esta gente: dinero. Ahora bien, ¿se puede entender con un mínimo de lógica un supuesto robo del cadáver de Jesús?
2.1. Veamos a los sospechosos
¿Los romanos pudieron robar el cadáver? ¿Pudieron robarlo los judíos?
Imposible. Les interesaba todo lo contrario, que constase la muerte de Jesús y que su cadáver permaneciera cuanto más tiempo mejor en el sepulcro. «Un Cristo muerto equivale a un cristianismo muerto».
¿Pudieron ser los cristianos? (u otros personajes cercanos a Jesús). Esta es la única teoría antigua contra la resurrección (Justino ; Toledoth Jesus; Celso ). Según esta hipótesis, algunos discípulos movieron la piedra del sepulcro, sacaron el cadáver y lo escondieron. El propio Bart D. Ehrman ha sugerido que pudo darse un robo por parte de la familia de Jesús, seguido de ciertas ilusiones. Sin embargo, no es lógico que un judío del siglo I robe ningún cadáver, menos aún el de un perdedor, y que lo pierda todo por sostener que el perdedor muerto ha resucitado. Incluso historiadores que no son cristianos nos explican que discípulos y familiares de Jesús murieron por su fe en la resurrección.
Constatemos que el que acusa de tal robo está concediendo que el sepulcro estaba vacío. Que el domingo de la Pascua en la tumba de Jesús no había ningún cadáver.
2.2. ¿Hay alguna prueba de un robo? No. No la hay. En un tema tan importante, en el que Dios mismo puede estar viendo si soy honesto, hay pruebas de todo lo contrario
–No hay pruebas. Las fuentes antiguas concuerdan en que lo que le pasó al cuerpo es que resucitó. Son fuentes cristianas... pero son las fuentes que hay y con las que cualquier historiador, en cualquier otro caso, trabajaría. Son coherentes y ofrecen la única posibilidad de que todo encaje. Celso y otros que hemos citado se burlan de los cristianos. Pintan burros en las paredes de sus casas. Les matan. Pero nunca, nadie, ha escrito que «su cuerpo se halló una semana más tarde en la ladera del monte».
–Los datos que tenemos son del todo inconciliables con un robo. Sobre todo, porque no hay manera de entender qué les hubiera movido a robar el cadáver de un fracasado (ver 2.3). También por otros fuertes indicios:
–La hipótesis del robo no encaja con la historia que narran los Evangelios. Unos ladrones hubieran escrito una historia muy distinta de los hechos.
Los ladrones se hubieran llevado el cuerpo amortajado (con los lienzos y la mezcla de mirra y áloe). No se hubieran dejado las mortajas dobladas, como hicieron Pedro y Juan.
Si el cuerpo de Jesús fue robado por los cristianos, ¿ellos mismos hubieran escrito que se les acusaba del robo? ¿No sería mucho más lógico que no mencionaran esa posibilidad?
–Los ladrones hubieran hecho algo con el cadáver. Ya hemos explicado lo que se sabe sobre el sepulcro de Jesús y su in-mediato uso como lugar donde se recordaba la resurrección. Pero ¿qué hubiera pasado con el cuerpo si lo hubieran robado? Los ladrones lo hubieran puesto en otro sitio, pero al año hubieran trasladado los restos. Nadie usaba una sola vez un sepulcro: se usaba para otros miembros de la familia o del grupo, y entre 6 meses y dos años después se retiraban los huesos y se colocaban en un osario dentro o cerca del mismo sepulcro. Si alguien piensa que esto es lo que pasó con Jesús, tiene que explicar cómo, mientras unos ven cómo se pudre su cuerpo y recolocan sus huesos, otros están escribiendo y difundiendo historias sobre que no está en su tumba, y se aparece a algunas personas.
–La hipótesis del robo no explica las visiones de Jesús. Si el cuerpo fue robado, ¿cómo se explican las apariciones? Por ejemplo, las que ven Pablo y Santiago. Pablo estaba en otras historias en el momento de la resurrección. Pero uno o dos años después dice que ha visto a Jesús resucitado, y eso da un vuelco total a su vida: de perseguidor a perseguido, hasta ser decapitado en Roma. No puede haber participado en ningún complot. La vida de Pablo es demasiado arriesgada y cansada para ser realizada por mera ansia de embaucar a nadie.
2.3. No hay un móvil razonable para un robo
¿Quid prodest? ¿A quién le beneficiaba un robo? ¿Quiénes son los acusados? Pongámonos en la piel de cualquiera de ellos e intentemos buscarle una lógica a un robo.
-Los posibles ladrones del cuerpo no ganaban nada. ¿Para qué les serviría a los familiares de Jesús o a sus amigos robar el cuerpo?
Imaginemos que Pedro, Juan, Andrés y otros seguidores les sabe mal que se pierda el mensaje de Jesús. Deciden inventarse que ha resucitado. Son pescadores judíos muy religiosos, sin me-dios, humillados, la mayoría analfabetos, casados, con hijos, trabajo y amigos. Provienen de pueblecitos de 500-1000 habitantes donde todos se conocen. Donde el peor pecado imaginable, merecedor de la pena de muerte, es cuestionar la Ley recibida de Dios a través de Moisés o la existencia de un solo Dios.
¿Cómo ganaban más estas personas tras la muerte de Jesús? Ganaban más volviendo a sus barquitos, a sus casitas con sus familias, y a sus rezos. Buscando otro Mesías.
Hemos citado muchos precedentes de casos así. Los seguidores de Juan el Bautista, de Simón Bar Kohba, de Theudes y de hasta 12 casos más en el siglo I hicieron eso: retirarse, y buscar a otro posible Mesías.
Sin embargo, Pedro, Juan, Andrés y los demás discípulos de Jesús han hecho otras cosas, y surgen muchos problemas al intentar explicarlas si asumimos que Jesús no resucitó. Han pasado cosas que «se transparentan en su mismo efecto. Sería el más admirable de los milagros que el mundo fuera inducido por hombres sencillos y vulgares a creer verdades tan arduas, obrar cosas tan difíciles y esperar cosas tan altas sin señal alguna».
Los posibles ladrones se arriesgaban a perderlo todo. Lanzarse a algo absurdo era inmoral y era una especie de suicidio.
Un robo era demasiado peligroso físicamente: mucha gente poderosa y competente no estaba dispuesta a permitirlo... y ellos eran pocos, incompetentes, y muy desanimados. Lo que dice el Evangelio de los discípulos tras morir Jesús es lo más lógico y natural: estaban escondidos, llenos de miedo, y muy decepciona-dos.
Sólo que uno de ellos hubiese negado todo por debilidad, o por la prisión, las torturas o el miedo a morir, y todo se hubiera echado a perder.
Romper el sello imperial de la tumba era condenado con la pena capital... ¿valía la pena si sabían que el cuerpo de Jesús se lo estaban comiendo los gusanos y acabaría reducido a huesos?
¿Y el peligro espiritual? ¿Y el infierno? Corremos el riesgo de pensar que Pedro, Juan, Andrés, Pablo, y también Caifás, Anás o incluso Herodes Antipas no pensaban en el infierno o en algo parecido a la condenación y castigos divinos. Quizás Pilatos era más indiferente en este ámbito. Pero es un grave error histórico pensar así de los primeros cristianos y de sus adversarios judíos. Su motivación vital principal era de tipo religioso. Muchas personas, en nuestra época, no consideran que se deba rendir cuentas a Dios por el modo en que se usa la razón, el más elevado de los atributos de los hombres. Se piensa que no hay ninguna posibilidad de que seamos castigados por no haber asentido a la verdad o no haberla buscado sinceramente.
Pero pensar así de las personas que estaban en Jerusalén y alrededores en el siglo I es un error enorme. Para entender lo que hicieron y lo que escribieron hay que meterse en la mente de personas muy preocupadas por la verdad.
Hay que considerar muy seriamente este aspecto en nuestro juicio: ¿es lógico que en plena Pascua unos judíos cometan el gravísimo pecado de robar un cadáver? (lo que además supone muchos otros pecados: trabajar en shabbat, quedar impuros por tocar un cadáver, y el posible pecado de dejar insepulto el cadáver).
Esta gente no eran críticos literarios agnósticos, universitarios europeos, médicos que no creen que el hombre tenga alma, o periodistas ateos occidentales. Creían en el infierno o en otros tipos de castigos, y tenían verdadero miedo a quemarse eternamente. Cuando pensamos en su sinceridad, debemos intentar pensar como pensaban ellos. Y eso incluye pensar en condenarse.
2.4. Si la desaparición del cadáver fue debida a un robo, sería un robo con todas las características del crimen que acaba siendo descubierto
Recordemos el caso de Joan Maragall. Está enterrado en un conocido cementerio de Barcelona, cerca de la universidad donde imparto clases.Si su tumba está vacía porque yo he robado el cadáver, es difícil que mantenga una versión coherente durante mucho tiempo. Tarde o temprano las coartadas fallan por algún sitio.
San Pablo, primero perseguidor y después apóstol de los gentiles, predicó a Cristo Resucitado hasta el día de su martirio
Esto es muy evidente en el caso de Jesús. Hay demasiada gente involucrada, pero a pesar del paso del tiempo y de la distancia no se contradicen entre ellos, ni con datos externos.
Después de la resurrección, los riesgos no disminuyeron. Registros, interrogatorios, persecuciones. Podría haber contradicciones insalvables.
Si era difícil que hubieran robado el cuerpo, más lo era que no les descubrieran.
Richard Givens, en un tratado clásico de Derecho explica lo difícil que es mantener un fraude de este tipo. No suele resistir el paso del tiempo. Lord Hailsham, que fuera canciller de Inglaterra, ministro y gran jurista, defendía que para mantener un fraude se necesita una triple carambola: no decir nada que contradiga lo que sabe el juez, no contradecirse a uno mismo con el paso del tiempo y no entrar en contradicción con ningún dato externo. Los primeros cristianos fueron juzgados en algunos tribunales, y sobre todo fueron juzgados en las sinagogas donde predicaban. Allí hubiera sido muy fácil demostrar que se contradecían a ellos mismos, entre ellos, o con algún dato externo. Pero no fue así.
Warner Wallace, detective de homicidios de la policía de California, resume las características de un crimen perfecto: las posibilidades de éxito son mayores como menor es el número de criminales implicados, mayor es la comunicación entre ellos, menos tiempo ha pasado desde el crimen (por eso la conspiración ideal es la que se da entre sólo dos personas, y lo más conveniente es que «desaparezca» una), menos vínculos tienen los criminales y menos presión sufren.
Pues bien, este policía se quedó asombrado al comprobar qué diferente es el caso del posible robo del cadáver Jesús. Hay muchísima gente implicada, muchos de ellos ni se conocían o bien dejaron de mantener contacto entre ellos (con lo cual no podían sostener una misma versión), y sus historias sobre la resurrección fueron mantenidas durante decenios por sus relatores a pesar de las presiones que resistieron. Y así, pensando y pensando en la imposibilidad de que hubiera habido un fraude, este detective llegó a la íntima convicción de que no se lo pudieron inventar: habían visto a Jesús vivo.
2.5. Aunque hubiera existido un robo, deberían darse muchas otras circunstancias improbables para tener una explicación global satisfactoria
Aunque hubiera pruebas (que no las hay), aunque hubiera un móvil razonable (que no lo hay) y una planificación cuidadosa para evitar ser descubiertos (que no la hay), faltan muchas cosas para que, después de que unos ladrones robasen el cuerpo de Jesús, el conjunto de toda la historia fuera como es. Particularmente, las apariciones de Jesús resucitado, la aparición del cristianismo y las sorpresas de los textos.
Con el robo no basta para explicar los tres enigmas. Se necesita que además del robo se desarrollara un mito, que los testigos sufrieran algún fenómeno psíquico y que escribieran textos de forma torpe.
Demasiados enigmas, demasiadas explicaciones.
Toda la gente que se bautizó, que dibujaba grafitos en el cal-vario, que celebraba misas en Roma en el año 64 y a las que Nerón decidió matar... toda esa gente que intentaba perdonar y amar a sus enemigos, porque Jesús había derrotado no solo a la muerte, sino también al odio... tuvo que ser seducida por un mi-to. Según esta hipótesis, el ladrón o los ladrones crearon varias historias simultáneamente. Distintas tradiciones fueron avanzando y perduraron. Asombrosamente, se elaboraron en sitios lejanos y por diversas personas, pero la historia coincidía entre ellos a pesar de ser una invención.
Si asumimos esta posibilidad, nos hacemos un lío enorme, porque no hay manera de entender cómo unos judíos pudieron querer hacer tal cosa.
Nos hacemos un lío porque tenemos que pensar que los que elaboraron el mito eran tan tontos o más que los ladrones del cadáver: en vez de salvar la vida, recuperar lo perdido o buscar otro líder, lo perdían todo y se dejaban torturar y matar por un invento que a nadie le iba a gustar.
Nos hacemos un lío porque tenemos que pensar que los que elaboraron el mito eran hipócritas (están mintiendo, creando una historia falsa, pero hablan de amor, de paz, de sinceridad, de verdad).
Nos hacemos un lío porque tenemos que pensar que los que elaboraron el mito eran muy temerarios para la época: a diferencia de sus familiares, vecinos y amigos, no tenían miedo al infierno o a otro castigo divino. No estaban preocupados por las consecuencias de sus actos.
Nos hacemos un lío porque tenemos que pensar que los que elaboraron el mito eran muy torpes: el mito que crean es una chapuza. Explica cosas en el peor momento (mucha gente ha vivido lo que cuentas y te puede desmentir); en el peor lugar; dice cosas que molestan a todo el mundo, son desagradables para judíos y griegos de la época. Los autores escogen mal a los testigos (Magdalena, una mujer y de mala reputación) y le hacen hacer cosas raras al protagonista (atravesar paredes), al que además la gente confunde con un hortelano.
Pensar que algo así pudiera suceder es absurdo.
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