«Newman hubiera reconocido en él un espíritu profundamente afín», afirma Michael Pakaluk
John Senior desafió el relativismo de los 70 y de sus clases brotaron conversos, sacerdotes, monjes
La figura del profesor norteamericano John Senior (1923-1999) empezó a ser conocida en España, fuera del círculo de los iniciados en la vida cultural del conservadurismo estadounidense, gracias a la escritora Natalia Sanmartín Fenollera, quien en su best seller El despertar de la señorita Prim hacía referencia al célebre iniciador en los años 70 del Programa de Humanidades Integradas de la Universidad de Kansas. Posteriormente se publicarían dos de sus obras sobre la muerte y la restauración de la cultura cristiana.
Un buen resumen sobre la obra de Senior y su vigencia se encuentra en un reciente artículo del filósofo Michael Pakaluk en el portal del Catholic Education Resource Center.
Los hijos de Newman: John Senior
San John Henry Newman era notable en muchos campos, pero la Universidad Católica de Irlanda por él fundada fracasó en pocos años. Sin embargo, Newman tuvo hijos extraordinarios. Me gustaría compartir algunos pensamientos del legado de uno de ellos, John Senior. Senior es inusual porque su pedagogía está basada, no en La idea de la universidad de Newman, sino en su Ensayo para contribuir a una Gramática del Asentimiento.
Actualmente, John Senior no es muy conocido fuera de ciertos círculos; sin embargo, él disfrutó muy pronto de una brillante carrera académica tras escribir una tesis doctoral en los años 50 dirigida por Mark Van Doren, en la Universidad de Columbia. Tras lo cual obtuvo una plaza de profesor en la Universidad de Cornell y publicó su primer libro con la editorial de dicha universidad. También colaboró con varios periódicos de renombre.
El Programa de Humanidades Integradas
Pero no era feliz. En Cornell, la lectura de Santo Tomás de Aquino y John Henry Newman le llevaron al catolicismo y a abandonar su carrera en las universidades prestigiosas del país para enseñar y trabajar en un rancho en Laramie (Wyoming). La elección de un mal presidente en la universidad local le hicieron trasladarse a la Universidad de Kansas donde, con la ayuda de una beca del National Endowment for the Humanities fundó, en 1970, el Integrated Humanities Program" (IHP, por sus siglas en inglés: Programa de Humanidades Integradas) con sus compañeros Dennis Quinn y Frank Nelick.
Alumnos y profesores del Programa de Humanidades Integradas. Senior es el primero por la derecha en la foto, en la segunda fila, con gafas. Foto: IHP Memorial.
El IHP es famoso en círculos católicos porque durante los cinco años de su breve existencia (1972-77), más de doscientos estudiantes se convirtieron o volvieron al catolicismo, muchos de los cuales fueron, más tarde, monjes, sacerdotes, abades y obispos. Es un signo de que Senior estaba haciendo las cosas bien, pero no porque la finalidad de ese programa de estudios fuera la conversión. En la puerta de entrada a Harvard se puede leer: Entra para crecer en sabiduría, y creemos que la verdad católica tiene algo que ver con la sabiduría.
El objetivo del IHP era educar bien, no convertir, y todos sus textos estaban sacados de los "Grandes Libros" y la gran literatura. Los estudiantes participaban, dos veces a la semana, a una conversación de grupo liderada por los tres profesores; una vez a la semana, en pequeños grupos de diez, a una sesión intensiva de escritura guiada por un estudiante licenciado; una vez a la semana, de nuevo en grupos pequeños, a una sesión de entrenamiento guiada por estudiantes más mayores cuyo objetivo era memorizar nombres, fechas y hechos.
La mayoría de los estudiantes se inscribía en el curso opcional de latín, impartido con el método "activo" o "hablado" de Senior dos veces a la semana. Cada semestre, los estudiantes tenían que memorizar diez grandes poemas. Cada semana había sesiones de observación de las estrellas. Además, se organizaban bailes de etiqueta en los que se bailaba el vals; excursiones al aire libre y viajes a Irlanda y Roma. Se animaba a los estudiantes a dominar la caligrafía como una forma accesible de arte bello.
Programa del IHP, en el que se explica que los alumnos aprenderán caligrafía antigua, se plantearán las cuestiones fundamentales de la existencia y se familiarizarán con los grandes autores de la Historia: Platón, Homero, Heródoto, Moisés, San Pablo, Virgilio, César, San Agustín, Chaucer, Cervantes...
Este detalle sobre la caligrafía me fascina. En la universidad, el gran sociólogo David Riesman me dijo que había defendido, sin ningún resultado, que también en Harvard se instituyera el requisito para los estudiantes de aprender caligrafía, precisamente siguiendo el razonamiento de John Senior. Se sintió abatido cuando la universidad no permitió la puesta en marcha de ningún curso en el que se hiciera música o arte, sino solo cursos de teoría. Había sacado su idea de Senior.
El relativismo y la cultura cristiana
Aparentemente preocupada por las conversiones y el carácter no técnico de los estudios, la Universidad de Kansas decidió, primero, atenazar al IHP al negar a sus cursos la validez necesaria para la obtención de los créditos necesarios para la formación en humanidades. Luego lo suprimió y lo redujo a una única clase en humanidades, aduciendo que el programa se dedicaba a promover y no a enseñar. En su reciente libro sobre Senior y el IHP, John Senior and the Restoration of Realism [John Senior y la restauración del realismo], el padre Francis Bethel, O.S.B., uno de sus alumnos, atribuye las acciones de la universidad al relativismo que imperaba, y aún impera, como filosofía no oficial de la universidad moderna. Seguramente, también influyeron las rivalidades mezquinas y las luchas internas en ámbito académico.
Senior publicó dos libros breves sobre educación: La muerte de la cultura cristiana y La restauración de la cultura cristiana. Ha llegado el momento de leerlos de nuevo. Cuando se publicaron por primera vez parecían disparatados y casi increíbles; ahora son casi obvios y demasiado familiares.
Haciéndose eco de otros grandes tratados que advertían del declive y la desaparición de la civilización occidental -Los hombres contra lo humano de Gabriel Marcel parece ser su primo hermano-, y mucho antes que MacIntrye y Dreher, Senior afirma que nuestra mejor opción es seguir el ejemplo de San Benito. Si la comunidad de Monte Cassino necesitó 700 años para que surgiera un Santo Tomás de Aquino, debemos tener presente que nuestro proyecto de reconstrucción necesitará un tiempo similar.
La cultura del hogar, la imaginación y la sensibilidad
¿Hay algo que los laicos católicos puedan hacer mientras tanto? Sí, dice Senior, cuidar de la cultura del hogar. Su clave educativa, su mayor hallazgo sobre cualquier otro, fue la conciencia de que los estudiantes que llegan a la universidad, y que han pasado por las fábricas educativas que son nuestros colegios modernos, están inevitablemente condicionados por la sociedad tecnológica, por lo que los estudios especializados más bien los perjudican en lugar de formarlos.
Llegan enajenados de la naturaleza. Necesitan espacio y libertad para poder descubrir, de un modo no estructurado, y maravillarse, por la realidad. De hecho, nunca fueron niños. Su sensibilidad e imaginación debe ser formada antes de que emprendan los estudios superiores, que lo único que hacen es formar solo el intelecto.
Así hablaba a los padres y las madres: "Concluyo exhortándoos a hacer un experimento: leed, preferiblemente en voz alta, todos los buenos libros de la literatura inglesa, desde Mamá Oca a las obras de Jane Austen. No hay necesidad de listas de lectura; lo que indica que una obra es un clásico es que todos conocen su título. Y, cada noche, cantad canciones de la época dorada alrededor del piano. La música realmente nutre el amor; y la música, en su sentido más amplio, es el signo concreto de la especie humana civilizada. Impregnaos de la imaginación cristiana; tendremos que aprender a escuchar ese lenguaje por absorción, ese lenguaje misterioso hablado por el Esposo, y tendremos que empezar a amarnos unos a otros como Él nos ama".
Newman hubiera reconocido en él un espíritu profundamente afín.
Traducción de Elena Faccia Serrano.