Jueves, 21 de noviembre de 2024

Religión en Libertad

Un retrato con «asombro» de la bondad de la Creación ordinaria

Norman Rockwell, el ilustrador que contempló con ojos chestertonianos la normalidad cotidiana

Norman Rockwell.
Norman Rockwell, en su estudio ante uno de sus cuadros de estampas familiares.

ReL

El neoyorquino Norman Rockwell (1894-1978) fue uno de los más importantes ilustradores del siglo XX, creador de representaciones icónicas del American Way of Life en los años 40, 50 y 60. Algunos de sus críticos le reprocharon su apego a la normalidad y a la vida diaria, pero es precisamente lo que ensalaza Patrick Toner, profesor de filosofía y autor de un libro sobre Rockwell en perspectiva chestertoniana, en un reciente artículo en Public Discourse:

Norman Rockwell, Mooreeffoc y el placer del lugar común

Hace unos años, un humorista hizo un número sobre lo asombroso que es todo, y sin embargo nosotros siempre estamos enfadados. Volamos en un avión que nos lleva de Nueva York a Los Ángeles en unas pocas horas, y podemos chatear con gente de cualquier parte del mundo mientras lo hacemos, y entonces nos dicen que tenemos que apagar nuestros teléfonos móviles durante unos minutos y explotamos de ira, como si tuviéramos algún tipo de derecho otorgado por Dios a hacer estas cosas asombrosas y su ausencia momentánea representara una injusticia.

Una forma de describir este fenómeno es como una forma de posesividad. La posesividad implica una profunda insensibilidad a lo que es sorprendente del mundo. Es difícil contemplar nuestras posesiones familiares -las cosas que reclamamos por derecho, como si fueran nuestras- con una nueva atención o con gratitud.

J.R.R. Tolkien dice que las cosas que nos rodean "se han vuelto como las cosas que una vez nos atrajeron por su brillo, o su color, o su forma, y las pusimos en nuestras manos, y luego las encerramos en nuestro tesoro, las adquirimos, y al adquirirlas dejamos de mirarlas". Este es un estado de cosas lamentable. Pero no todo está perdido. Podemos recuperar el asombro por estas cosas.

Una forma de hacerlo es a través del fenómeno del mooreeffoc: "Mooreeffoc es una palabra fantástica, pero se podría ver escrita en todos los lugares de esta tierra. Es un Coffee-room [cafetería] visto desde el interior a través de una puerta de cristal, como lo vio Dickens en un oscuro día londinense; y fue utilizado por Chesterton para referirse a la rareza de las cosas que se han convertido en trilladas, cuando se ven de repente desde un nuevo ángulo".

Cartel de Mooreeffoc.

'Mooreeffoc', esto es, 'Coffee Room' visto desde dentro: una forma sugerente de entender la realidad vista con un ángulo que no es el habitual.

La idea de Tolkien aquí es que la posesividad y la insensibilidad en las que tan fácilmente caemos pueden romperse, al menos temporalmente, viendo esas cosas que damos por sentadas de una nueva manera: metafórica (o incluso literalmente) desde un nuevo ángulo. Creo que Norman Rockwell despliega intuitivamente esta estrategia en su arte. Su afamado realismo y su atención al detalle toman lo que es común y corriente y lo convierten de nuevo en algo sorprendente y encantador. Su objetivo es hacernos ver el mundo que está realmente aquí, pero al que a menudo no prestamos atención, precisamente porque nos resulta tan familiar que no nos molestamos en verlo.

Cómo hacer que lo familiar no sea familiar

A veces basta con un pequeño cambio en el punto de vista para que lo familiar nos resulte desconocido, y para que volvamos a estar agradecidos por ello. Todos los padres, sin duda, han introducido a sus hijos en algún lugar o actividad que les gusta: al ayudar a señalar las maravillas de lo nuevo al niño, el padre se detiene y se fija de nuevo en ellas, quizá por primera vez en mucho tiempo. Y al hacerlo, lo vuelve a apreciar de nuevo. Cuando Rockwell escoge una escena sencilla y la representa cómicamente con todo lujo de detalles, te la propone para que la aprecies de nuevo.

Norman Rockwell, 'Coin Toss' [Moneda al aire], 1950.

Norman Rockwell, 'Coin Toss' [Moneda al aire], 1950.

Incluso una obra menor como su Coin Toss [Moneda al aire] puede convertirse en una forma deliciosa de dar una nueva mirada a las cosas. Muestra a dos niños en el campo de fútbol, observando el lanzamiento de la moneda por parte del árbitro para decidir quién es el primero en poseer el balón.

Estos niños no son los típicos jugadores de fútbol: son delgados y quizá un poco desgarbados. Pero están a lo que están. Esta imagen ejemplifica la gran frase chestertoniana de que, si una cosa vale la pena hacerla, vale la pena hacerla mal.

A pesar de las caricaturas, el objetivo de esta obra es resaltar la dignidad de los jugadores, no burlarse de ellos. La escena se representa con total seriedad, desde los aficionados que observan atentamente en la banda, hasta el árbitro impecablemente uniformado, pasando por los rostros graves de los jugadores. Puede que no se trate de un partido de fútbol de alto nivel, pero se desarrollará con la debida corrección.

Tomárselo en serio es parte de la diversión. Y ellos se lo toman en serio por lo que realmente es: un juego. Al hacer este cuadro, Rockwell estaba mostrando los rituales de la juventud para que los apreciáramos. Ha seleccionado algo que sus espectadores podrían haber visto miles de veces: el comienzo de un evento deportivo juvenil. Y se lo ha presentado para que intenten verlo por primera vez.

La aparente inadecuación de los niños a la tarea es el nuevo ángulo que nos hace mirar de nuevo. "¡Ja!", pensamos, "¡esos niños no son verdaderos jugadores de fútbol!". Pero lo son. Más reales que los que se ven en la televisión jugando al fútbol por millones de dólares. Son más reales porque lo hacen por amor al juego.

Tomemos otro caso de algo que vale la pena hacer mal: el amor. Esto es un lugar común, sin duda. Un joven y una joven se conocen, se enamoran, se casan, etc. Nada puede ser más familiar. De hecho, una vez que uno lleva un par de décadas casado, puede resultar demasiado fácil olvidar por completo lo emocionante que es realmente todo eso.

Imagínese a alguien que se pasa el día repartiendo licencias de matrimonio a jóvenes parejas ansiosas. Esa persona correría un riesgo aún mayor que el habitual de olvidar, de darlo por sentado. Rockwell lo captó en uno de sus cuadros más famosos.

Norman Rockwell, 'Marriage License' [Licencia matrimonial], 1955.

Norman Rockwell, 'Marriage License' [Licencia matrimonial], 1955.

Una joven pareja ha acudido un sábado, muy elegante, a recoger su licencia de matrimonio. Rockwell se ha abstenido de hacer caricaturas. Pero ha añadido el toque simpático de hacer que la joven, ya con tacones, se ponga de puntillas para poder coger bien el formulario. La oficina es cutre, con el papel pintado deteriorado y colillas esparcidas por todas partes. El empleado no es hostil, pero es totalmente indiferente. La oficina es oscura, excepto por la ventana y el vestido dorado que brilla. Pero incluso la ventana está, visualmente, tapiada.

Creo que el empleado es una advertencia. Su indiferencia es incongruente. Es algo que no le pertenece. Su larga exposición a estas jóvenes parejas ansiosas ha hecho que el proceso sea trillado para él. Pero no está trillado: no lo está viendo correctamente.

¿Soy el empleado indiferente, o soy la pareja agradecida? Esta representación de un acontecimiento común nos ayuda a verlo como realmente es: lo más importante del mundo.

Aceptar el lugar común

En su reciente artículo sobre Rockwell en Public Discourse, Aaron Walayat hizo un buen trabajo defendiendo a Rockwell contra la acusación de que es un pintor kitsch. En general, quiero apoyar lo que escribió Walayat, pero también quiero hacer una crítica.

En concreto, Walayat escribe: "Para los que deseamos la belleza, la obra de Rockwell no va lo suficientemente lejos. No es trascendente, no busca más que la alegría en la mundanidad de la vida ordinaria. En la búsqueda de la sublimidad, Rockwell no puede ser la última parada. Tal vez debamos aprender a superarlo. Pero superar a Rockwell no significa que debamos abandonar nuestro aprecio por lo que su obra fue capaz de hacer. A diferencia de los creadores del kitsch, Rockwell es capaz de crear arte que expresa sentimientos reales. Pero el arte de Rockwell no es la última parada. Su obra, en cambio, nos prepara para más, para experimentar los sentimientos expresados en una obra en lugar de limitarse a quedar encantados por un mundo irreal, remoto y pintoresco".

Vídeo promocional del Museo Norman Rockwell en Stockbridge (Massachusetts).

Me parece que nunca podremos superar la necesidad de recuperación. Precisamente porque nuestras vidas ordinarias son tan ordinarias -lugar común, no mundano, es el término rockwelliano (y dickensiano)-, es probable que nunca escapemos del riesgo de la posesividad. Y grandes obras como las de Rockwell, mediante el uso de mooreeffoc, pueden liberarnos de esta trampa.

No hay duda de que lo sublime tiene un gran valor como "por encima" de lo común, y Rockwell rara vez persigue la sublimidad. No pretendo menospreciar lo que podría llamarse arte elevado. Lo que pretendo es afirmar dos cosas.

En primer lugar, no todos los artistas, para ser valiosos, deben perseguir el arte elevado. Como dijo San Pablo, "el ojo no puede decir a la mano: 'No te necesito'; y la cabeza no puede decir a los pies: 'No os necesito'. Sino todo lo contrario, los miembros que parecen más débiles son necesarios" (1 Cor 12,21-22).

En segundo lugar, si pensamos en nosotros como buscadores de la belleza, buscadores de la sublimidad, estamos diciendo en efecto que la belleza y la sublimidad no están ya a nuestro alrededor. Estamos diciendo: déjame escapar de esta mundanidad y encontrar un mundo más elevado, más grande. Pero este es el mundo que Dios ha hecho, este es el día que el Señor ha hecho, y es bueno.

Afirmar la bondad inextricable de la realidad

Piensa en otro cuadro de Rockwell: Freedom From Fear. Pintado en 1943, muestra a una madre y a un padre velando por sus dos hijos dormidos.

Norman Rockwell, 'Freedom from Fear' [Libres de miedo], 1943.

Norman Rockwell, 'Freedom from Fear' [Libres de miedo], 1943. En el periódico que sostiene el padre en la mano se lee un titular que habla de bombardeos. El cuadro pertenece a una serie de cuatro obras inspiradas al artista por un discurso del presidente Franklin Delano Roosevelt en el que hablaba de las libertades que esperaba ver triunfar en el mundo al final de la Segunda Guerra Mundial.

Es una escena acogedora, pero fue pintada durante una guerra horrible. Muchos de los espectadores a los que se dirigía Rockwell no habrían tenido una vida familiar tan feliz. Sus hijos y maridos habrían estado en la guerra, o quizás ya habrían muerto. ¿De qué trata realmente este cuadro? ¿Qué intenta hacer el artista con él?

Rockwell presenta aquello por lo que nos sacrificamos. Como dijo Chesterton: "El verdadero soldado lucha no porque odie lo que tiene delante, sino porque ama lo que tiene detrás". Nuestros chicos quieren saber que las cosas siguen bien en casa. Quieren ver imágenes reconfortantes de lo que están defendiendo. Nuestros soldados están luchando para que esos niños pequeños puedan dormir en paz, y para que sus padres puedan hacer su vida normal sin miedo. En este sentido, la obra trata de reconfortar a los estadounidenses, agobiados por la guerra, no negando la realidad de la misma, sino mostrando la realidad, a veces demasiado oculta, del hogar.

Pero aquí podemos ver más. La escena es una escena de normalidad: hay padres e hijos. Esos padres aman a sus hijos, y esos niños duermen inocentemente gracias a los cuidados de sus padres. Es una imagen de la bondad de la vida: el calor de la familia, el amor de los esposos entre sí y por sus hijos. Esta imagen común nos muestra que el mundo es bueno, y la intrusión del horror y la muerte es solo eso: una intrusión. Inevitable, sí, pero no es lo más profundo, lo más verdadero. Las imágenes de Rockwell son de lo más profundo y verdadero: la bondad de la Creación.

Permítanme terminar con Tolkien de nuevo (siempre relevante): "A lo lejos, sobre los Ephel Dúath en el oeste, el cielo nocturno era aún pálido y lívido. Allá, asomando entre las nubes por encima de un peñasco sombrío en lo alto de los montes, Sam vio de pronto una estrella blanca que titilaba. Tanta belleza, contemplada desde aquella tierra desolada e inhóspita, le llegó al corazón, y la esperanza renació en él. Porque frío y nítido como una saeta lo traspasó el pensamiento de que la Sombra era al final y al cabo una cosa pequeña y transitoria, y que había algo algo que ella nunca alcanzaría: la luz, y una bella muy alta".

La Sombra es solo una cosa pequeña y pasajera. Hay luz y una belleza muy alta que nunca alcanzaría; y esas se encuentran en primer y último lugar en los lugares comunes, si es que hay alguno.

Traducción de Verbum Caro.

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