4 testimonios y una idea: Nardili, grupos de tolkinianos cristianos
Llamados al sacerdocio, el diaconado o la familia y fortalecidos en su fe leyendo a JRR Tolkien
“Nardili” significa en lengua de los Elfos “amigos del fuego”. ¿Qué fuego? Por un lado el de la creación artística. Por otro lado, el de la vida, la amistad y el Espíritu Santo. Los Nardili son un grupo de admiradores de la obra literaria de J.R.R.Tolkien, el autor de El Señor de los Anillos, que también comparten la fe, o al menos amistad hacia la Iglesia y su propuesta, y se reúnen para cenar o comer y hablar de la fe en su vida y en la obra de Tolkien.
Cuatro de ellos contaron el pasado 17 de febrero en Móstoles (diócesis de Getafe) su testimonio. Explicaron cómo enlazan su vocación cristiana y su admiración por la obra de Tolkien, dos realidades que se nutren e iluminan mutuamente.
Asistentes al encuentro sobre Tolkien en la parroquia San José Obrero: más de 200 adultos y unos 40 niños con actividades propias
Lo hicieron ante mucho público: más de 200 adultos acudieron a una jornada de un día entero en la parroquia San José Obrero de Móstoles, en el marco de los encuentros diocesanos del Aula de Teología Desde el Corazón de Cristo.
1. Antonio Izquierdo, sacerdote, párroco de San José Obrero
Antonio Izquierdo es algo así como el capellán oficioso de los Nardili de Madrid y fue el anfitrión del encuentro. Leyó la elegía dedicada al Mago Gandalf: “Habla lenguas, trabaja con el fuego, va donde quiere, su vara se quebró”.
Izquierdo explicó así su experiencia: “Cuando muchos leían a Tolkien, yo lo despreciaba. Pero fui a ver la película, me gustó y me asombró, salté a los libros y ya me quedé enganchado. A mí la figura de Gandalf me evoca el sacerdocio. El tutor de Tolkien, cuando quedó huérfano, fue un sacerdote y, de alguna manera, Gandalf es también un tutor para los hobbits”. (Aquí la historia del padre Francis Morgan, el "tío Curro", sacerdote español tutor de Tolkien).
JRR Tolkien (18921973) sonríe en su biblioteca
Antonio Izquierdo señala que el “fuego” de los Nardili hace referencia al Fuego Secreto que está con Ilúvatar y da origen a todo. Es también la llama que aviva los corazones, como se ve hacer a Gandalf en muchas ocasiones. “Es una historia de fantasía, pero comunica la verdad de las cosas incluso a los que no tienen fe”, afirma.
Está empezando a hablar con otros curas aficionados a Tolkien la posibilidad de crear un círculo informal de sacerdotes que se llamaría "Heren Istarion" (el nombre élfico que se daba a los 5 magos de la Tierra Media) y que podrían acompañar a otros aficionados si se crearan más grupos de "amigos de la llama".
2. Juan Luis Valera, seminarista de la diócesis de Getafe, doctor en física
Desde el principio de la adolescencia, Juan Luis era aficionado a la literatura fantástica, que conoció con un juego de rol en el recreo de su colegio. La primera vez que le dejaron El Señor de los Anillos se durmió en el prólogo. No avanzó. En cambio, sí le gustó, a los 13 años, El Hobbit, "con sus espadas, enanos, su magia sutil, su dragón". Durante los años 90 leyó muchas novelas de fantasía, como las sagas de la Dragonlance y casi todo lo que publicaba la editorial Timun Mas. Tenía acceso a ella en la biblioteca de la calle Doctor Esquerdo, 189, de Madrid.
Dice, con cierta vergüenza y arrepentimiento, que en esa época "la Dragonlance me parecía profunda y Tolkien me parecía algo maniqueo y plano, aunque ya notaba algo lírico y profundo detrás".
Juan Luis era católico y con fe, y un cura amigo le habló bien de El Señor de los Anillos. Volvió a leerlo con otros ojos. Y más cosas de Tolkien: leyó El Silmarillion, Árbol y Hoja, la biografía de Joseph Pearce. Leer a Pearce le llevó a leer a Chesterton y los Inklings. Empezó una fase profundamente católica de vivir la lectura. Después llegaron las películas, "que esperé con ansia y miedo a la vez". En 2006 había leído 3 veces El Silmariilion y dos veces Árbol y Hoja, el libro de Tolkien sobre creación de cuentos y mitos. Ya podía hablar de Tolkien y la fe con jóvenes.
Fue entonces cuando se animó a ir a un encuentro en Cuenca de jóvenes católicos apasionados por Tolkien, muchos de ellos de la Sociedad Tolkien Española, de distintas partes de España. "Solo conocía alguno de Internet, no sé como me atreví a ir. Descubrí que era gente apasionada de Tolkien, muy cultos, citaban a Tolkien comparándolo con textos de Padres de la Iglesia, su efecto en la fe en el pueblo ruso, etc.. De allí salió un artículo sobre el pecado original en los Elfos [léalo aquí], que publicamos en la revista de la Sociedad Tolkien. Algunas personas de ese entorno aún hoy somos buenos amigos".
Juan Luis Valera, que colaboraba con una asociación juvenil de un movimiento católico, vio que "Tolkien me permitía hablar a jóvenes sobre Dios. Creo que Tolkien estaría encantado de que usarámos sus imágenes para expresar muchas cosas de la fe, la vida moral y espiritual". Con Tolkien aprendió a ilustrar temas espirituales con ejemplos literarios y de cine. Aprendió así a usar el cine a la hora de hablar de temas de fe o espiritualidad.
Juan-Luis Valera, de excursión veraniega con el obispo
ahora emérito de Getafe, Joaquín María López de Andújar
Valera entró en 2012 en el seminario de Getafe. Colabora con el grupo Nardili de Madrid y anima a otros aficionados cristianos de todo el mundo a que creen sus propios grupos.
3. María Martínez, periodista, vida matrimonial
"En general, no me gustaba la literatura fantástica, pero en 2001 fui a ver la película porque gente que yo admiraba me había hablado bien de El Señor de los Anillos", explica esta periodista de 'Alfa y Omega'. La película le fascinó. "Veía detrás una coherencia interna brutal y algo que me tocaba por dentro y me hacía vibrar. Yo tenía 20 años, tenía vida de fe y captaba 'algo especial' allí. Compré los libros en inglés y Tolkien me enamoró".
María Martínez da gracias a Tolkien por haberle convertido en una lectora muy selectiva, ayudándola a dejar "historias vacías, de falsa trascendencia, como en la Nueva Era" y anclándola en un criterio: buscar las historias que llevan al bien, la verdad y la belleza.
"Tolkien me mostró a más amigos: el cardenal Newman, Benson, Belloc, Chesterton, C.S.Lewis... Ese entorno ha influido mucho en mi forma de pensar, incluso sociopolítica, y en mi vida de fe. Después conocí Tarwë, el grupo de e-mail de tolkinianos cristianos. Allí surgieron muchas grandes amistades". María vive su fe hoy en el grupo Totus Tuus Maria, ligado al Apostolado de la Oración.
Casada con Fernando Jiménez, profesor en el San Pablo-CEU de Madrid, María explica que Tolkien tuvo también un papel en su vida matrimonial.
María Martínez, periodista, y Fernando Jiménez, profesor de universidad, casados y residentes (a veces) en la Tierra Media
"Mi marido leyó a Tolkien a los 9 años, que es precioso, cuando se forja la imaginación. Su profesor de EGB (enseñanza infantil) les leía El Hobbit en voz alta y los compañeros detenían la respiración y escuchaban sobrecogidos. Él y otros consiguieron los libros y los leyeron en casa. Él ya entonces veía que había 'algo más que aventuras'."
¿Algo más? ¿Qué es? Pues, para empezar, "anhelo de salvación y nostalgia infinita", algo que se encuentra también en la Biblia. Tolkien le había ayudado a comprender mejor la Sagrada Escritura. "Mi marido tiene todo El Silmarillion marcado con alusiones a la Sagrada Escritura. Por ejemplo, hasta las genealogías. Apunta cosas como: “salir de nosotros para servir a los demás”, “superar los obstáculos, renunciar, evitar el miedo a la fragilidad, a nuestra pequeñez”; "pese a todo Dios cuenta con nosotros"..."
"Fernando me pidió matrimonio ante la tumba de Tolkien y su esposa. Yo me lo esperaba. Llevábamos 4 años de novios. Veníamos de una vida fácil, cada uno en casa de nuestros padres y teníamos miedos. Fuimos a misa a la parroquia donde iba Tolkien y allí sentí una gran paz. Ante su tumba pedimos su intercesión. La victoria final está asegurada: esto lo sabemos nosotros. Fernando cree que el verdadero protagonista de El Señor de los Anillos es Sam, el hombre tranquilo que se mete en la aventura y mantiene viva esa llama". Todo eso se puede aplicar también en la vida familiar.
4. Javier Díaz, el dolor y la luz
Javier Díaz, de Getafe, alias "Robin", se está preparando para el matrimonio. Su testimonio fue el que más emocionó en el encuentro.
"Mi madre se suicidó cuando yo tenía 22 años. Ella llevaba 16 años con depresión. No hay explicación fácil y las frases de tanatorio quedan mal. Es distinto a morir del cáncer, creo, porque del cáncer se habla pero del suicidio no. El silencio es incómodo y hay una batalla interior", explica.
"Mi madre me dejó la Iglesia, una comunidad que es madre y maestra. Creo que eso, o quizá mi mera 'sencillez de hobbit', me protegió de la sombra. Yo leía El Señor de los Anillos sentado en la cama, a veces con una cervecita. Una noche, leyendo el camino de Frodo y Sam hacia el Monte del Destino, me encontré este pasaje. 'Sam vio una estrella blanca que titilaba; tanta belleza desde esa tierra inhóspita le sobrecogió; la sombra era una cosa pequeña y transitoria, y había algo que ella nunca alcanzaría, la luz y una belleza muy alta”. Entre lágrimas, entendí que aquella Estrella era, en mi vida, una imagen de la Virgen María".
Ted Nasmith ilustra así la escena en que Sam ve
una estrella desde la oscuridad de Mordor
Javier lo explica teológicamente: "El corazón de Cristo es corazón de hijo, y tiene una madre. Él sabe que en la batalla, cuando llega la sombra, tenemos que poder ver que Ella está ahí, esa estrella. Tolkien, habiendo perdido pronto a su madre, tendría un gran amor por la Virgen".
"Mi testimonio es el del sufrimiento. Yo quisiera ser más y mejor hobbit disfrutando de cosas buenas. Pero también con la propia carga, a veces cargando a otros, podemos caminar si no apartamos la vista de esa estrella", concluyó.
5. Daniel Jiménez, ingeniero industrial, aspirante al diaconado permanente
Daniel Jiménez, "Namendil" en círculos tolkinianos, es ingeniero técnico industrial, se ha sacado el título de Ciencias Religiosas, ahora estudia también Psicología, está casado y se prepara para ser diácono permanente.
Los libros de Tolkien le ayudan a expresar su vocación de servicio: "La diaconía la expresa bien Gandalf, que se define él mismo como 'servidor del fuego secreto'. O Éowyn, que dice 'ya no seré una doncella guerrera, seré una curadora'. O Sam, que dice: 'cuando las cosas están en peligro, alguien tiene que renunciar a ellas, perderlas para que otros las conserven'. Al final, el modelo supremo de diácono es Cristo y solo Cristo. Pero a mí me hace pensar una anécdota de la vida de Tolkien, ya mayor: él estaba enfermo y su médico vino a su casa a buscarle y a llevarle a confesarse a la parroquia. Eso es un servicio completo".
A Daniel le enganchó El Hobbit a los 14 años, "y eso que entonces no me gustaba leer". Después pasó a El Señor de los Anillos, que leía durante horas, de madrugada (lo leyo 4 veces en su adolescencia) y luego El Silmarillion. En esa época solo veía aventuras y la lucha del bien contra el mal. Pero releyendo con cuidado, sobre todo El Silmarillion, con más de 20 años, empezó a encontrar similitudes con la Biblia.
"Hice una lista de similitudes entre la Biblia y El Señor de los Anillos, y me sentí muy orgulloso. Eso me hizo leer la Biblia. ¡Hay que tener en cuenta que Tolkien era casi lo único que yo leía!".
Después de casarse, su mujer se encargó de que los Reyes Magos le fueran trayendo más cosas: libros de C.S.Lewis y biografías de Tolkien. Ahora, con las biografías, podía entender las motivaciones del autor.
"Vi que la lucha del bien y el mal NO es el centro de sus historias. Cuanto más leía, me daba cuanta de que menos sabía. Para conocer a una persona y un tema hay que dedicar tiempo y esfuerzo. Leí Beowulf, Un Mundo Feliz, Chesterton, Michael Ende, El Principito. Como mi mujer hacía su tesis doctoral sobre el romanticismo alemán quise conocer más del romanticismo a través de Tolkien. Formaba parte de una serie de autores que escribían ese romanticismo en sintonía con el catolicismo".
Daniel considera que "la mitología de Tolkien es una respuesta crítica al mito del hombre ilustrado. Tolkien habla de la muerte y la inmortalidad desde la palabra. El poder del hombre, como subcreador, permite someter la Tierra con la palabra como dice Génesis. Para huir de los hombres grises, como Momo, yo aprendí a huir de ellos caminando más despacio. Esta aparente loca invención de elfos y dragones cabe en el corazón de Dios; el corazón de Cristo es como el país de Aslan en Narnia, más grande por dentro de lo que parece por fuera. Y nadie entrará en Él si no se hace como un niño", previene.
Daniel lo ilustra con un fragmento del poema de Tolkien "Mitopoeia":
"El corazón humano no está hecho de mentiras,
sino que obtiene sabiduría del único que es Sabio,
y al que todavía invoca. Aunque ahora hace ya tiempo exiliado
el hombre no está completamente perdido ni del todo ha cambiado.
Puede que lo acose la desgracia, pero no ha sido destronado aún,
y lleva los harapos del señorío que poseyó,
su dominio del mundo con el acto creativo".
Cómo crear un grupo de tolkinianos cristianos
Antonio Izquierdo y Juan Luis Valera explican que para crear un grupo de Nardili lo importante es quedar a comer o cenar y poder hablar de lo que apasiona: Tolkien y la fe vivida. "No es un grupo de 'fe y Tolkien' sino de 'experiencia de fe y Tolkien'", detalla el padre Izquierdo. Se habla de lo que se vive y de lo que apasiona.
"Lo fundamental es comer", dice Valera, sonriente pero hablando en serio. "Ha de ser un sitio donde donde poder cenar abundantemente y poder quedarse un buen rato. Puede ser una casa. Después compartimos los textos que nos han gustado. Cada uno lleva el suyo; lo lee en voz alta, lo explica, qué le dice… También es posible establecer un tema previo -el amor, o la tentación, o la amistad- y animar a venir con textos. La clave es Tolkien y Cristo. Incluso quien no es creyente, un agnóstico, por ejemplo, si tiene una historia de fe o de búsqueda detrás, si ve que Tolkien y Cristo iluminan su vida, lo disfrutará".
Si participa un sacerdote, será enriquecedor, pero no es necesario para crear grupos de Nardili. Dependiendo de los asistentes, puede haber más o menos encuentros. Jóvenes y adolescentes podrían querer quedar cada mes o cada 15 días. Adultos con responsabilidades familiares pueden disfrutar con tan sólo 4 o 5 sesiones al año.
Tampoco es recomendable que acuda mucha gente, porque han de poder hablar entre ellos con tranquilidad. Un máximo de 12 personas es recomendable. Juntarse con 12 personas para comer, crecer en amistad y hablar de Dios... no tan distinto a lo que hacía Cristo, ni Tolkien y sus amigos cristianos.
Quien quiera contactar con el grupo Nardili de Madrid puede hacerlo en el e-mail nardili.amigosdelallama@gmail.
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