Interesante análisis de María como promotora de cultura y una profecía de San Pío X
Por qué María es la mejor solución para la civilización en crisis y qué pasaría si se la olvidase
Carrie Gress es una bloguera católica norteamericana, que ha vivido en Francia, Polonia e Italia (Roma) y muestra en sus artículos la relación de Cristo y de la Virgen con la belleza como argumento apologético. Es autora de varios libros, uno de ellos en colaboración con George Weigel, biógrafo de San Juan Pablo II. En Cari Filii News hemos recogido ya algunos de sus trabajos, y ahora reproducimos uno de sus posts más recientes, sobre María como creadora de cultura, así reconocida incluso por algunas personalidades “improbables”…
POR QUÉ MARÍA ES LA MEJOR PROMOTORA DE CULTURA
En mi libro The Marian Option [La Opción Mariana: la solución de Dios a una civilización en crisis] dediqué mucho espacio a hablar de cómo María es una singular fuente de cultura. Ciertamente la idea no era mía, sino que procede de algunos lugares improbables.
El primero, de Henry Adams (18381918), nieto del presidente John Quincy Adams (18251829) y bisnieto del presidente John Adams (17971801), uno de los Padres Fundadores.
A principios del siglo XX, Adams, un protestante que había vivido mucho tiempo en Europa, escribió sobre el enorme poder que ejerce la Virgen María: “Los siglos XII y XIII fueron un periodo en el que los varones estaban en su momento más fuerte; nunca antes o después han mostrado una energía similar en tantas direcciones distintas, ni tanta inteligencia en dirigir esa energía; y, sin embargo, esas maravillas de la historia (esos reyes Plantagenet; esos filósofos escolásticos; esos arquitectos de Reims y Amiens; esos Papas Inocencio, esos Robin Hoods y Marco Polos; esos cruzados que erigieron sus imponentes fortalezas en todo el Oriente; esos monjes que hacían florecer terrenos yermos y baldíos…), todos, sin que nadie les empujase a ello, se postraban ante una mujer”.
Henry Adams fue embajador en Londres por encargo de Abraham Lincoln, y profesor de Historia Medieval en Harvard.
Lo que Adams reconocía hace más de un siglo cuando recorría ciudades, iglesias, catedrales y cementerios, era que la cumbre de la cultura europea estaba centrada alrededor de la devoción a Nuestra Señora. En los lugares donde se expandió la cultura europea, también lo hizo la devoción a Nuestra Señora… y quizá al revés: donde se implantó la devoción a María, también lo hizo la cultura.
María como obra maestra
Décadas después, el historiador del arte Sir Kenneth Clark afirmó que hay algo inusual en cuanto al elemento femenino en la religión y en la cultura. Dice Sir Clark: “Las religiones solo masculinas [una referencia a Israel, al islam y el norte protestante] no han producido ninguna imaginería religiosa, y en la mayoría de los casos la han prohibido expresamente. El arte de las grandes religiones del mundo está profundamente envuelto en el principio femenino”. Es María, ciertamente, quien aporta ese principio femenino.
El mariólogo Johann Roten ofrece una explicación teológica para la influencia cultural de María: “Como obra maestra, María remite directamente al artifex divino: ella forma parte de la manifestación creativa de los dedos maravillosos de Dios”. Y continúa: “La belleza de María es la belleza de la promesa y de la esperanza”. La cultura mariana es, por tanto, una extensión de las virtudes marianas. No es el arte por el arte, ni la belleza por la belleza, sino que, como la misma María, se dirige a algo, en este caso a alguien, más allá de sí misma. Al contemplar los elementos materiales de la cultura mariana, como el arte, la música, la arquitectura y la literatura, el espectador no disfruta solo de su belleza o inteligencia en sí mismos, sino que entra en la historia de Cristo.
Incluso el obispo Fulton Sheen observó que la influencia de María surge de su papel como mujer que edifica a los hombres. Escribió: “Cuando un hombre ama a una mujer, sucede que, cuanto más noble es la mujer, más noble es el amor; cuanto más elevadas son sus exigencias, más merecedor de ellas debe ser el hombre. Por eso la mujer es la medida del nivel de nuestra civilización”. Cuando los hombres aman a la más noble de las mujeres, el listón de la cultura se eleva a nuevas alturas.
María, creadora de vínculos
Pero, como siempre con Nuestra Señora, aún hay más. Durante las últimas semanas, nuestra familia ha padecido la gripe, que ha arrasado nuestro entorno doméstico y ahora se ha convertido en una faringitis. Durante este tiempo, además de las servidumbres médicas, mi tarea más importante ha sido atender a un niño enfermo. Pilas de platos sucios, la colada, los baños, la escritura… todo ha tenido que suspenderse para hacer algo tan simple y sin embargo tan importante.
La ciencia continúa informándonos sobre el papel del vínculo entre una madre y su hijo, particularmente en el nacimiento. La huella mutua que se crea entre los dos comienza muy pronto en el seno materno. Se han conocido detalles llamativos, como los datos que dicen que el niño conoce el olor de su madre antes de nacer a través del líquido amniótico. Durante el contacto físico se liberan hormonas como la oxitocina, que aportan una gran paz y otros sentimientos de bienestar. Esto no concluye, ciertamente, con la infancia. Pero toda esta maternidad física tiene que ser aún más perfecta en su forma espiritual cuando procede de la madre perfecta, Nuestra Madre Perfecta.
Otra aportación procede de las culturas de negocio más exitosas. El libro Las claves del talento, de Daniel Coyle, afirma que las compañías con cultura empresarial de mayor éxito viven un sentimiento de familia, donde juegan un papel el contacto y la conexión humanos, el futuro compartido, la seguridad y la atención. Más incluso que el nivel de inteligencia de los empleados, estos elementos familiares son las señas de identidad de las organizaciones de éxito.
Es interesante ver cómo la Iglesia ha actuado durante siglos viviendo esa idea de familia extendida mucho antes de que fuese “algo”. Empresas como Google y Twitter llaman a sus empleados googlers o tweeps, dándoles algo así como un apellido. De modo similar, la Iglesia tiene nombres como benedictinos, agustinos, franciscanos, dominicos y carmelitas, que también han tenido culturas de éxito que han durado siglos y siglos. Además, dentro de esas órdenes los miembros son llamados hermano, hermana, padre, madre, consolidando así el ethos familiar.
Pero Cristo, y la Iglesia en su sabiduría, así lo vieron al darnos también una Madre para que no quedásemos huérfanos. En el corazón de cada familia hay una madre. Y es de la madre de donde puede proceder y procede la cultura, porque ella pone el orden, la conexión entre los miembros, un profundo sentido de pertenencia y la seguridad que procede, simplemente, de sentirse apoyado. María, como madre perfecta, quiere ser todo eso. Y en las épocas y lugares donde ella ha sido el centro de una cultura –la verdadera madre de familia–, esos lugares han florecido.
En cuanto a los lugares donde ella es olvidada, el Papa San Pío X nos anuncia qué sucede: “Si perdiésemos a María, el mundo caería en una decadencia absoluta. La virtud desaparecería, especialmente la santa pureza y la virginidad, el amor conyugal y la fidelidad. Se secaría el río místico por el que fluye la gracia de Dios hasta nosotros. La estrella más brillante desaparecería del cielo, y la oscuridad ocuparía su lugar”.
Traducción de Carmelo López-Arias.
Artículo publicado originariamente en Cari Filii News