Preparando el rodaje, Xavier Giannoli comprobó que «es razonable, equilibrada, inteligente»
La franqueza del director de «La Aparición»: «La Iglesia es prudente y sabia al abordar estos temas»
Este Miércoles de Ceniza se estrenó en Francia una película del director Xavier Giannoli en torno a la investigación que el Vaticano encarga a un periodista sobre las posibles apariciones de la Virgen María a una joven religiosa. Le Figaro ha entrevistado al cienasta francés sobre el film y lo que ha significado para él, según recoge Cari Fili News:
Después de Madame Marguerite, Xavier Giannoli relata, con L'Apparition [La Aparición], otro caso excepcional de mujer fuera de lo común. Ya no es una voz, es una mirada. Ya no estamos en el mundo del arte lírico, sino en el religioso. Y volvemos a encontrarnos con los temas de lo verdadero y lo falso, la sinceridad y la superchería:
-Sus películas son, a menudo, extremadamente complejas. ¿Nos podría hacer una presentación de La Aparición?
-Es una investigación que se convierte en búsqueda.
-¿Por qué ha elegido la forma tan peculiar de una investigación canónica sobre acontecimientos sobrenaturales, pedida por el Vaticano?
-Un periodista de guerra recibe una llamada telefónica del Vaticano... Es un modo muy dinámico de empezar, ¿no? Para mí, el cine debe ser el espectáculo de nuestras vidas. Quería hacer una película sobre el misterio en términos dramáticos de suspense, y en términos de imágenes. Son los cineastas los que pueden convertir las imágenes de modo que expliquen el misterio, porque una película tiene un inconsciente. Está atravesada por fuerzas subterráneas vivas y contradictorias. La Aparición empieza con la guerra en Siria y termina en el silencio del desierto. Quería que lo eterno estuviera en lo actual y lo contemporáneo en lo eterno.
-¿Y de la razón en la fe?
-Existe la idea de apropiarse de nuevo de la parte íntima de la cuestión religiosa, que es transformada como nunca en histeria por los medios de comunicación. En una época llena de fanatismos, tenía el deseo de reencontrar la verdad humana y de mostrar que la fe puede ser una elección libre e iluminada. La película describe múltiples niveles existenciales, psicológicos, históricos y antropológicos. Vemos a escépticos, idólatras, impostores, a gente que está perdida. Pero sentimos que los que nos hacen latir el corazón son los que tienen una relación personal con el misterio.
-¿Es fácil documentarse sobre el funcionamiento de las comisiones canónicas?
-Para mí era muy importante darle un enfoque periodístico. En todas mis películas siento el deseo de tener una base realmente sólida. Para La Aparición llevé a cabo una investigación muy detallada con teólogos y hombres de Iglesia. Tuve la suerte de conocer a gente que ha formado parte en las comisiones canónicas. Consulté los archivos con la misma emoción de un periodista que tiene acceso a documentos secretos. Los dossiers están llenos de datos, muy científicos, con imágenes e informes médicos. Fui a sitios de apariciones como Medjugorje, que no ha sido reconocida oficialmente.
-¿Por qué tantas precauciones por parte de la Iglesia?
-Contrariamente a la imagen caricaturesca divulgada a menudo por los medios de comunicación, la Iglesia tiene una gran prudencia y sabiduría cuando se trata de abordar el tema de las apariciones. La gente de la Iglesia es razonable, equilibrada, inteligente. Me ha ayudado mucho una obra fascinante de Joachim Bouflet, Faussaires de Dieu. Una de sus frases está incluida en la película: «La Iglesia prefiere dejar pasar un fenómeno verdadero antes que validar un engaño». El periodista interpretado por Vincent Lindon conserva su libertad, su perspectiva crítica. La obra El Reino, de Emmanuel Carrère, ha sido también muy esclarecedora para mí. Se trata de poner a prueba de la historia y de una investigación periodística la fábula cristiana. Todo se basa en el testimonio, porque la imagen, por definición, falta. A pesar de que no hemos visto, se nos propone creer. Pero el testimonio también se evalúa y se demuestra.
-¿Por qué ha elegido un reportero de guerra como protagonista?
-He escrito el papel para Vincent Lindon, con el que deseaba trabajar desde hacia tiempo. Para mí, que soy hijo de periodista, es un eco de la presencia paterna. Es también una figura de nuestra época, con su exigencia de verdad, de transparencia. La palabra "transparencia", que evoca la pureza, se asocia ahora, paradójicamente, al lodo, a lo sórdido. Me interesaba introducir a mi personaje en un universo en el que no pudiera obtener fotos ni hechos tangibles. Llega con la exigencia, totalmente actual, de comprender. Quiere saber si Anna miente o no. Quiere hechos, pruebas y se encuentra ante una joven religiosa que pertenece al mundo de lo invisible, de lo indecible. Ella le enseña el pudor, el tacto, que no todo está hecho para ser dicho. Su relación con la fe es modesta y sincera, y sufre por lo que hacen con ella. Ella le da una lección de humildad al abrirle los ojos a un misterio que va más allá de la vulgar transparencia de la modernidad. En el cristianismo, alguien debe llevar el mensaje. No es la persona lo importante, sino la palabra que ésta transmite.
-¿Quiere usted decir que incluso alguien que miente puede ser portador de la verdad?
-Nunca he superado la primera vez que vi la película Andreï Roublev de Tarkovsky. El engaño que se transforma en verdad en el extraordinario final con el fundidor de campanas... Y el cristianismo no hace otra cosa que utilizar sus defectos y faltas para ir hacia la Gracia.
-¿Y que ha aprendido usted de esta investigación?
-Yo buscaba mi camino entre la razón y algo que tiene que ver con la emoción religiosa. ¿Somos sólo un nudo de relaciones, como tiene tendencia a afirmar la filosofía moderna? ¿O hay algo singular, un alma alrededor de la cual nos constituimos? He partido de mis dudas y permanezco en su tumulto, pero he descubierto que esta tensión, más que inquietarme, me tranquiliza. La duda es la aventura que empieza.
Traducción de Helena Faccia Serrano.
Después de Madame Marguerite, Xavier Giannoli relata, con L'Apparition [La Aparición], otro caso excepcional de mujer fuera de lo común. Ya no es una voz, es una mirada. Ya no estamos en el mundo del arte lírico, sino en el religioso. Y volvemos a encontrarnos con los temas de lo verdadero y lo falso, la sinceridad y la superchería:
-Sus películas son, a menudo, extremadamente complejas. ¿Nos podría hacer una presentación de La Aparición?
-Es una investigación que se convierte en búsqueda.
-¿Por qué ha elegido la forma tan peculiar de una investigación canónica sobre acontecimientos sobrenaturales, pedida por el Vaticano?
-Un periodista de guerra recibe una llamada telefónica del Vaticano... Es un modo muy dinámico de empezar, ¿no? Para mí, el cine debe ser el espectáculo de nuestras vidas. Quería hacer una película sobre el misterio en términos dramáticos de suspense, y en términos de imágenes. Son los cineastas los que pueden convertir las imágenes de modo que expliquen el misterio, porque una película tiene un inconsciente. Está atravesada por fuerzas subterráneas vivas y contradictorias. La Aparición empieza con la guerra en Siria y termina en el silencio del desierto. Quería que lo eterno estuviera en lo actual y lo contemporáneo en lo eterno.
-¿Y de la razón en la fe?
-Existe la idea de apropiarse de nuevo de la parte íntima de la cuestión religiosa, que es transformada como nunca en histeria por los medios de comunicación. En una época llena de fanatismos, tenía el deseo de reencontrar la verdad humana y de mostrar que la fe puede ser una elección libre e iluminada. La película describe múltiples niveles existenciales, psicológicos, históricos y antropológicos. Vemos a escépticos, idólatras, impostores, a gente que está perdida. Pero sentimos que los que nos hacen latir el corazón son los que tienen una relación personal con el misterio.
-¿Es fácil documentarse sobre el funcionamiento de las comisiones canónicas?
-Para mí era muy importante darle un enfoque periodístico. En todas mis películas siento el deseo de tener una base realmente sólida. Para La Aparición llevé a cabo una investigación muy detallada con teólogos y hombres de Iglesia. Tuve la suerte de conocer a gente que ha formado parte en las comisiones canónicas. Consulté los archivos con la misma emoción de un periodista que tiene acceso a documentos secretos. Los dossiers están llenos de datos, muy científicos, con imágenes e informes médicos. Fui a sitios de apariciones como Medjugorje, que no ha sido reconocida oficialmente.
-¿Por qué tantas precauciones por parte de la Iglesia?
-Contrariamente a la imagen caricaturesca divulgada a menudo por los medios de comunicación, la Iglesia tiene una gran prudencia y sabiduría cuando se trata de abordar el tema de las apariciones. La gente de la Iglesia es razonable, equilibrada, inteligente. Me ha ayudado mucho una obra fascinante de Joachim Bouflet, Faussaires de Dieu. Una de sus frases está incluida en la película: «La Iglesia prefiere dejar pasar un fenómeno verdadero antes que validar un engaño». El periodista interpretado por Vincent Lindon conserva su libertad, su perspectiva crítica. La obra El Reino, de Emmanuel Carrère, ha sido también muy esclarecedora para mí. Se trata de poner a prueba de la historia y de una investigación periodística la fábula cristiana. Todo se basa en el testimonio, porque la imagen, por definición, falta. A pesar de que no hemos visto, se nos propone creer. Pero el testimonio también se evalúa y se demuestra.
-¿Por qué ha elegido un reportero de guerra como protagonista?
-He escrito el papel para Vincent Lindon, con el que deseaba trabajar desde hacia tiempo. Para mí, que soy hijo de periodista, es un eco de la presencia paterna. Es también una figura de nuestra época, con su exigencia de verdad, de transparencia. La palabra "transparencia", que evoca la pureza, se asocia ahora, paradójicamente, al lodo, a lo sórdido. Me interesaba introducir a mi personaje en un universo en el que no pudiera obtener fotos ni hechos tangibles. Llega con la exigencia, totalmente actual, de comprender. Quiere saber si Anna miente o no. Quiere hechos, pruebas y se encuentra ante una joven religiosa que pertenece al mundo de lo invisible, de lo indecible. Ella le enseña el pudor, el tacto, que no todo está hecho para ser dicho. Su relación con la fe es modesta y sincera, y sufre por lo que hacen con ella. Ella le da una lección de humildad al abrirle los ojos a un misterio que va más allá de la vulgar transparencia de la modernidad. En el cristianismo, alguien debe llevar el mensaje. No es la persona lo importante, sino la palabra que ésta transmite.
-¿Quiere usted decir que incluso alguien que miente puede ser portador de la verdad?
-Nunca he superado la primera vez que vi la película Andreï Roublev de Tarkovsky. El engaño que se transforma en verdad en el extraordinario final con el fundidor de campanas... Y el cristianismo no hace otra cosa que utilizar sus defectos y faltas para ir hacia la Gracia.
-¿Y que ha aprendido usted de esta investigación?
-Yo buscaba mi camino entre la razón y algo que tiene que ver con la emoción religiosa. ¿Somos sólo un nudo de relaciones, como tiene tendencia a afirmar la filosofía moderna? ¿O hay algo singular, un alma alrededor de la cual nos constituimos? He partido de mis dudas y permanezco en su tumulto, pero he descubierto que esta tensión, más que inquietarme, me tranquiliza. La duda es la aventura que empieza.
Traducción de Helena Faccia Serrano.
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