«Fuego en el Misisipi»: Pérez-Foncea novela el papel de España en la independencia USA
La huella misional española en EEUU fue comparable al resto de América: el cambio vino después
Comenzó con El héroe del Caribe, sobre Blas de Lezo y la increíble defensa de Cartagena de Indias en 1741. Continuó con Invencibles, recordando las hazañas de Alonso de Leyva para la victoria de la Armada española sobre la inglesa en 1589, más rotunda que la derrota de la Invencible y sin embargo sepultada en el olvido por la propaganda británica y el masoquismo patrio. Y ahora J. Pérez-Foncea se aproxima al importantísimo papel de España en el nacimiento de los Estados Unidos de América con su tercera novela histórica, Fuego en el Misisipi.
Fuego en el Misisipi puede adquirirse en edición impresa o en edición digital.
Es una obra que, como las anteriores, se sustenta sobre una emocionante trama de ficción (intriga, amor y aventuras) superpuesta a la realidad de los hechos históricos tal como sucedieron, incluyendo personajes reales. En este caso, Bernardo de Gálvez (17461786), gobernador de la Luisiana, quien se volcó con los rebeldes de los incipientes Estados Unidos de América abriéndoles la navegación del Misisipi, participando heroicamente al frente de los soldados españoles en la batalla de Pensacola para recuperar Florida y tramitando la ayuda económica de la Corona que hizo posible la decisiva victoria naval de Chesapeake.
-¿Por qué España ayudó a la independencia de las colonias americanas de Inglaterra?
-Por muy diversas causas: en primer lugar, la propia cercanía de los territorios de España y el Reino Unido en América generaban roces, pues no debemos olvidar que en torno al 75% de lo que hoy son los Estados Unidos de América fue en algún momento territorio español. Pero, sobre todo, hay que atribuirlo a que España había entrado tarde y mal en la todavía reciente guerra de los Siete Años (17561763), una guerra entre Francia y el Reino Unido. Fue una guerra que no nos incumbía en absoluto, pero en la que nos vimos metidos por los llamados “pactos de familia” con Francia.
-¿Cómo salimos de ello?
-Francia perdió la guerra y con ella todas sus colonias americanas. España, que había entrado cuando Francia estaba ya prácticamente derrotada y cuando por tanto quedaban pocos meses para acabar el conflicto, perdió la Florida y obtuvo en compensación la Luisiana.
-Y vio la oportunidad de contraatacar...
-Con la rebelión de las colonias inglesas de América, nuestro rey, Carlos III, vio la oportunidad de recuperar la Florida. Además nos interesaba recuperar Gibraltar y Menorca, ocupadas por los ingleses de manera torticera, aprovechándose de su intervención en la guerra de Sucesión española (que fue una guerra civil entre nosotros) en 1704.
-¿Qué extensión tenía la Luisiana de entonces?
-Ocupaba todo o parte de los actuales estados de Montana, Dakota del Norte, Dakota del Sur, Wyoming, Colorado, Minnesota, Iowa, Nebraska, Kansas, Misuri, Arkansas, Oklahoma, Nuevo México, Texas y la propia Luisiana. Hay que decir que los territorios españoles en los actuales Estados Unidos, además de la Luisiana, también se extendían por el resto del país hacia el Oeste, hasta el Océano Pacífico. Esta región más al oeste era conocida como Nueva California.
-¿Cuándo habían llegado los españoles a esos territorios del actual Sur?
-Los españoles fuimos los primeros europeos en descubrir el delta del Misisipi, durante la expedición de Alonso Álvarez de Pineda en el año 1519. Le siguió la exploración de Álvar Núñez Cabeza de Vaca, que durante los años 1527 y 1528 recorrió a pie el inmenso territorio que se extiende desde Florida hasta México. A partir de aquí España comenzó a explorar el río Misisipi (conocido entre nosotros como “Río del Espíritu Santo”) y su extensísima cuenca.
-¿Y por qué se llamó Luisiana?
-Desde 1673 los franceses, partiendo de sus colonias de Quebec y de Acadia, en Canadá, exploraron también el río Misisipi y reclamaron el territorio adyacente para Francia. En 1682 la región recibió el nombre de Luisiana en honor a Luis XIV, rey de Francia, y fue incorporada a Nueva Francia (los territorios franceses de Canadá) como un distrito administrativo. Pero en los años que nos ocupan, Francia, donó la Luisiana a España en compensación por los perjuicios que nos habían acarreado al introducirnos extemporáneamente en la guerra de los Siete Años.
J. Pérez-Foncea, un escritor de éxito en el ámbito de la novela épica juvenil, está publicando en los últimos años emocionantes novelas históricas sobre grandes hazañas desconocidas de la historia de España.
-¿Cómo fue la evangelización en ese territorio?
-Toda la evangelización de América fue una Epopeya (escríbalo con mayúsculas) asombrosa. Es profundamente injusto que algunos hayan promovido una falsa leyenda negra en torno a ella. Por supuesto que, como en toda obra humana, hubo sombras, pero éstas no pueden de ninguna manera empañar la extraordinaria labor misionera llevada a cabo por innumerables hombres heroicos (muchos de ellos santos: algunos anónimos, otros canonizados) que lo dejaron todo para servir a los indígenas. Desde el primer momento tras el descubrimiento de América, los reyes de España promovieron que pequeños equipos de religiosos (franciscanos, jesuitas y dominicos, principalmente) acompañaran a las expediciones.
-¿Y esto también en América del Norte?
-Fueron de gran importancia las misiones del norte de México, las de Sonora y California, en donde el trabajo fue especialmente duro, pero en donde se obtuvieron numerosas conversiones.
-De donde partiría después Fray Junípero Serra...
-Con la expulsión de los jesuitas en 1766, las misiones de California fueron confiadas a los franciscanos, cuyo prefecto apostólico fue nada menos que San Junípero Serra, previamente misionero en Nuevo México. Fue él quien concibió la idea de establecer una cadena continua de misiones que estuviera protegida por soldados. A finales del siglo XVIII había más de 30.000 cristianos indígenas. De manera parecida los franciscanos evangelizaron Nuevo México, Texas y Florida.
-¿Por qué la evangelización de los territorios del actual Estados Unidos no dejó la misma huella católica que en Centro y Sudamérica?
-La huella dejada por los misioneros españoles en Estados Unidos es comparable a la que dejaron en el centro y el sur del continente. Otra cosa es que esa sociedad (la norteamericana) se viera después invadida por ingentes masas de europeos mayoritariamente protestantes, que diluyeron notablemente el peso de la población y cultura indígena, cuya densidad de población, por otra parte, era ya baja de por sí. Además, la sociedad norteamericana, al menos hasta hace muy poco, ha tendido a relegar y a arrinconar a los católicos de la vida pública. Éste es precisamente uno de los motivos por los cuales el crucial papel de España en la independencia y en las raíces culturales de Estados Unidos es prácticamente desconocido en aquel país. Baste ver, por poner un ejemplo, los famosos vaqueros del Oeste, cuyo origen está, aunque pocos lo sepan, en los vaqueros andaluces y en los caballos de las marismas de Cádiz.
-Tras la independencia no se reconoció esa ayuda...
-No hubo interés en destacar lo católico, sino más bien todo lo contrario.
-¿Seguía teniendo lo católico el mismo peso en la Administración española que dos siglos antes?
-Qué duda cabe de que la época que tratamos es la época de la Ilustración, tiempo de profundos cambios sociales, que en muchos casos promueven la secularización de la sociedad. En esta época se expulsó a los jesuitas de varios países, entre ellos de España y de sus territorios de ultramar.
Bernardo de Gálvez nació en Macharaviaya (Málaga) en 1746. Participó en el desembarco de Argel de 1775 y fue nombrado gobernador de Luisiana en 1776. Posteriormente fue capitán general de Cuba y virrey de la Nueva España.
-¿Y Bernardo de Gálvez?
-Como la mayoría de los españoles de aquella época, fue sin duda un hombre de profunda fe, tal y como queda claramente reflejado en mi novela.
-En ella hay otro protagonista real de gran trascendencia, Diego de Gardoqui, a quien aquí, como a Gálvez, ignoramos...
-Desgraciadamente en Estados Unidos tampoco se les da hoy un especial reconocimiento, aunque, gracias a Dios, pienso que eso está cambiando. En su día, sin embargo, se les dio mucho...
-¿Por "en su día" se refiere a la época de la independencia estadounidense?
-Sí. Don Diego de Gardoqui fue el primer embajador de España en Estados Unidos. Y el día de la toma de posesión de George Washington como primer presidente de su país, Gardoqui fue expresamente invitado a desfilar junto a él. Todo un detalle de deferencia para con una nación, España, a la que tanto le debían. Curiosamente, gran parte de las mujeres que salieron a ver el desfile llevaban sombreros a “la española”, como se decía entonces en Nueva York: sombreros de satén blanco, con una banda del mismo material colocada en la corona.
-Al final de la novela habla usted de la iglesia que hizo construir el embajador, que tiene su historia...
-En 1785 Gardoqui impulsó la construcción de la iglesia de San Pedro en Nueva York, la primera iglesia católica de la ciudad. Su edificación fue posible gracias a la aportación de mil reales de plata por parte del rey Carlos III. Se construyó en la confluencia entre las actuales calles Barclay y Church, junto a Wall Street y la “zona cero”, en el corazón del distrito financiero. San Pedro fue el primer templo católico de la ciudad y del entero estado de Nueva York. Fruto de la estrecha amistad que unía a los dos hombres, a la ceremonia asistió también el propio Washington. En 1800 se estableció en esta iglesia la primera escuela católica del estado de Nueva York. Y fue también en esta iglesia donde, el 14 de marzo de 1805, la santa Elizabeth Ann Seton, la primera santa norteamericana, se convirtió al catolicismo.
-¿Por qué con Gálvez sí ha habido un reconocimiento oficial reciente?
-Oliver Pollock, un destacado norteamericano de origen irlandés, testigo directo de la heroica actuación del malagueño en Pensacola, no dudó en pedir al Congreso norteamericano la colocación de un retrato de don Bernardo en la galería del Independence Hall de Filadelfia, en justo reconocimiento por lo que había hecho por el nacimiento de los Estados Unidos. En realidad, Pollock no pedía nada extraordinario, ni nada que no se hubiese hecho ya con otros personajes extranjeros.
-No era extraordinario... ¡pero durmió el sueño de los justos!
-Hasta el 9 de diciembre de 2014 no se atendió a esta petición. Desde ese día el retrato de Gálvez cuelga por fin en una de las paredes más lucidas del Capitolio estadounidense, junto con los retratos de Wilson y Eisenhower. Ese año también, se declaró a Gálvez “ciudadano honorífico de los EEUU a título póstumo”, honor sólo compartido por seis personas más, entre ellas la Madre Teresa de Calcuta. Es de justicia señalar que el buen éxito de estas dos iniciativas se ha debido a la incansable labor de una española residente en Washington, Teresa Valcarce, miembro de la Asociación Cultural Bernardo de Gálvez.
Se logró más de dos siglos después. En el centro de la imagen, Teresa Valcarce.
-¿Qué le mueve a escribir estas últimas novelas históricas, que han supuesto un cambio respecto a su trayectoria anterior?
-Lo que me mueve es ver con dolor que las gestas tan grandes de nuestros antepasados han quedado a menudo ocultas –sobre todo para los propios españoles- y otras muchas han sido falseadas. Y esto es una pena, pues quien desconoce su historia, pierde en gran medida su identidad. Me preocupa que en la actualidad los niños españoles desconozcan su verdadera historia. O no la estudian, o la estudian mal en muchos casos. Aprovecho para hacer, una vez más, un llamamiento a los poderes públicos para que resuelvan este gravísimo problema.
-¿Cree que son conscientes de ello?
-No sé, pero hago mías lo que con tanto acierto denunciaba un conocido novelista centroeuropeo: "Para liquidar a las naciones, lo primero que se hace es quitarles la memoria. Se destruyen sus libros, su cultura, su historia. Y luego viene alguien y les escribe otros libros, les da otra cultura y les inventa otra historia. Entonces la nación comienza lentamente a olvidar lo que es y lo que ha sido. Y el mundo circundante lo olvida aún mucho antes”.
-Sus obras más recientes luchan contra eso...
-Es lo que trato de evitar que ocurra en España mediante mi modesta contribución.
Pincha aquí para adquirir ahora Fuego en el Misisipi en edición impresa o en edición digital.
Fuego en el Misisipi puede adquirirse en edición impresa o en edición digital.
Es una obra que, como las anteriores, se sustenta sobre una emocionante trama de ficción (intriga, amor y aventuras) superpuesta a la realidad de los hechos históricos tal como sucedieron, incluyendo personajes reales. En este caso, Bernardo de Gálvez (17461786), gobernador de la Luisiana, quien se volcó con los rebeldes de los incipientes Estados Unidos de América abriéndoles la navegación del Misisipi, participando heroicamente al frente de los soldados españoles en la batalla de Pensacola para recuperar Florida y tramitando la ayuda económica de la Corona que hizo posible la decisiva victoria naval de Chesapeake.
-¿Por qué España ayudó a la independencia de las colonias americanas de Inglaterra?
-Por muy diversas causas: en primer lugar, la propia cercanía de los territorios de España y el Reino Unido en América generaban roces, pues no debemos olvidar que en torno al 75% de lo que hoy son los Estados Unidos de América fue en algún momento territorio español. Pero, sobre todo, hay que atribuirlo a que España había entrado tarde y mal en la todavía reciente guerra de los Siete Años (17561763), una guerra entre Francia y el Reino Unido. Fue una guerra que no nos incumbía en absoluto, pero en la que nos vimos metidos por los llamados “pactos de familia” con Francia.
-¿Cómo salimos de ello?
-Francia perdió la guerra y con ella todas sus colonias americanas. España, que había entrado cuando Francia estaba ya prácticamente derrotada y cuando por tanto quedaban pocos meses para acabar el conflicto, perdió la Florida y obtuvo en compensación la Luisiana.
-Y vio la oportunidad de contraatacar...
-Con la rebelión de las colonias inglesas de América, nuestro rey, Carlos III, vio la oportunidad de recuperar la Florida. Además nos interesaba recuperar Gibraltar y Menorca, ocupadas por los ingleses de manera torticera, aprovechándose de su intervención en la guerra de Sucesión española (que fue una guerra civil entre nosotros) en 1704.
-¿Qué extensión tenía la Luisiana de entonces?
-Ocupaba todo o parte de los actuales estados de Montana, Dakota del Norte, Dakota del Sur, Wyoming, Colorado, Minnesota, Iowa, Nebraska, Kansas, Misuri, Arkansas, Oklahoma, Nuevo México, Texas y la propia Luisiana. Hay que decir que los territorios españoles en los actuales Estados Unidos, además de la Luisiana, también se extendían por el resto del país hacia el Oeste, hasta el Océano Pacífico. Esta región más al oeste era conocida como Nueva California.
-¿Cuándo habían llegado los españoles a esos territorios del actual Sur?
-Los españoles fuimos los primeros europeos en descubrir el delta del Misisipi, durante la expedición de Alonso Álvarez de Pineda en el año 1519. Le siguió la exploración de Álvar Núñez Cabeza de Vaca, que durante los años 1527 y 1528 recorrió a pie el inmenso territorio que se extiende desde Florida hasta México. A partir de aquí España comenzó a explorar el río Misisipi (conocido entre nosotros como “Río del Espíritu Santo”) y su extensísima cuenca.
-¿Y por qué se llamó Luisiana?
-Desde 1673 los franceses, partiendo de sus colonias de Quebec y de Acadia, en Canadá, exploraron también el río Misisipi y reclamaron el territorio adyacente para Francia. En 1682 la región recibió el nombre de Luisiana en honor a Luis XIV, rey de Francia, y fue incorporada a Nueva Francia (los territorios franceses de Canadá) como un distrito administrativo. Pero en los años que nos ocupan, Francia, donó la Luisiana a España en compensación por los perjuicios que nos habían acarreado al introducirnos extemporáneamente en la guerra de los Siete Años.
J. Pérez-Foncea, un escritor de éxito en el ámbito de la novela épica juvenil, está publicando en los últimos años emocionantes novelas históricas sobre grandes hazañas desconocidas de la historia de España.
-¿Cómo fue la evangelización en ese territorio?
-Toda la evangelización de América fue una Epopeya (escríbalo con mayúsculas) asombrosa. Es profundamente injusto que algunos hayan promovido una falsa leyenda negra en torno a ella. Por supuesto que, como en toda obra humana, hubo sombras, pero éstas no pueden de ninguna manera empañar la extraordinaria labor misionera llevada a cabo por innumerables hombres heroicos (muchos de ellos santos: algunos anónimos, otros canonizados) que lo dejaron todo para servir a los indígenas. Desde el primer momento tras el descubrimiento de América, los reyes de España promovieron que pequeños equipos de religiosos (franciscanos, jesuitas y dominicos, principalmente) acompañaran a las expediciones.
-¿Y esto también en América del Norte?
-Fueron de gran importancia las misiones del norte de México, las de Sonora y California, en donde el trabajo fue especialmente duro, pero en donde se obtuvieron numerosas conversiones.
-De donde partiría después Fray Junípero Serra...
-Con la expulsión de los jesuitas en 1766, las misiones de California fueron confiadas a los franciscanos, cuyo prefecto apostólico fue nada menos que San Junípero Serra, previamente misionero en Nuevo México. Fue él quien concibió la idea de establecer una cadena continua de misiones que estuviera protegida por soldados. A finales del siglo XVIII había más de 30.000 cristianos indígenas. De manera parecida los franciscanos evangelizaron Nuevo México, Texas y Florida.
-¿Por qué la evangelización de los territorios del actual Estados Unidos no dejó la misma huella católica que en Centro y Sudamérica?
-La huella dejada por los misioneros españoles en Estados Unidos es comparable a la que dejaron en el centro y el sur del continente. Otra cosa es que esa sociedad (la norteamericana) se viera después invadida por ingentes masas de europeos mayoritariamente protestantes, que diluyeron notablemente el peso de la población y cultura indígena, cuya densidad de población, por otra parte, era ya baja de por sí. Además, la sociedad norteamericana, al menos hasta hace muy poco, ha tendido a relegar y a arrinconar a los católicos de la vida pública. Éste es precisamente uno de los motivos por los cuales el crucial papel de España en la independencia y en las raíces culturales de Estados Unidos es prácticamente desconocido en aquel país. Baste ver, por poner un ejemplo, los famosos vaqueros del Oeste, cuyo origen está, aunque pocos lo sepan, en los vaqueros andaluces y en los caballos de las marismas de Cádiz.
-Tras la independencia no se reconoció esa ayuda...
-No hubo interés en destacar lo católico, sino más bien todo lo contrario.
-¿Seguía teniendo lo católico el mismo peso en la Administración española que dos siglos antes?
-Qué duda cabe de que la época que tratamos es la época de la Ilustración, tiempo de profundos cambios sociales, que en muchos casos promueven la secularización de la sociedad. En esta época se expulsó a los jesuitas de varios países, entre ellos de España y de sus territorios de ultramar.
Bernardo de Gálvez nació en Macharaviaya (Málaga) en 1746. Participó en el desembarco de Argel de 1775 y fue nombrado gobernador de Luisiana en 1776. Posteriormente fue capitán general de Cuba y virrey de la Nueva España.
-¿Y Bernardo de Gálvez?
-Como la mayoría de los españoles de aquella época, fue sin duda un hombre de profunda fe, tal y como queda claramente reflejado en mi novela.
-En ella hay otro protagonista real de gran trascendencia, Diego de Gardoqui, a quien aquí, como a Gálvez, ignoramos...
-Desgraciadamente en Estados Unidos tampoco se les da hoy un especial reconocimiento, aunque, gracias a Dios, pienso que eso está cambiando. En su día, sin embargo, se les dio mucho...
-¿Por "en su día" se refiere a la época de la independencia estadounidense?
-Sí. Don Diego de Gardoqui fue el primer embajador de España en Estados Unidos. Y el día de la toma de posesión de George Washington como primer presidente de su país, Gardoqui fue expresamente invitado a desfilar junto a él. Todo un detalle de deferencia para con una nación, España, a la que tanto le debían. Curiosamente, gran parte de las mujeres que salieron a ver el desfile llevaban sombreros a “la española”, como se decía entonces en Nueva York: sombreros de satén blanco, con una banda del mismo material colocada en la corona.
-Al final de la novela habla usted de la iglesia que hizo construir el embajador, que tiene su historia...
-En 1785 Gardoqui impulsó la construcción de la iglesia de San Pedro en Nueva York, la primera iglesia católica de la ciudad. Su edificación fue posible gracias a la aportación de mil reales de plata por parte del rey Carlos III. Se construyó en la confluencia entre las actuales calles Barclay y Church, junto a Wall Street y la “zona cero”, en el corazón del distrito financiero. San Pedro fue el primer templo católico de la ciudad y del entero estado de Nueva York. Fruto de la estrecha amistad que unía a los dos hombres, a la ceremonia asistió también el propio Washington. En 1800 se estableció en esta iglesia la primera escuela católica del estado de Nueva York. Y fue también en esta iglesia donde, el 14 de marzo de 1805, la santa Elizabeth Ann Seton, la primera santa norteamericana, se convirtió al catolicismo.
-¿Por qué con Gálvez sí ha habido un reconocimiento oficial reciente?
-Oliver Pollock, un destacado norteamericano de origen irlandés, testigo directo de la heroica actuación del malagueño en Pensacola, no dudó en pedir al Congreso norteamericano la colocación de un retrato de don Bernardo en la galería del Independence Hall de Filadelfia, en justo reconocimiento por lo que había hecho por el nacimiento de los Estados Unidos. En realidad, Pollock no pedía nada extraordinario, ni nada que no se hubiese hecho ya con otros personajes extranjeros.
-No era extraordinario... ¡pero durmió el sueño de los justos!
-Hasta el 9 de diciembre de 2014 no se atendió a esta petición. Desde ese día el retrato de Gálvez cuelga por fin en una de las paredes más lucidas del Capitolio estadounidense, junto con los retratos de Wilson y Eisenhower. Ese año también, se declaró a Gálvez “ciudadano honorífico de los EEUU a título póstumo”, honor sólo compartido por seis personas más, entre ellas la Madre Teresa de Calcuta. Es de justicia señalar que el buen éxito de estas dos iniciativas se ha debido a la incansable labor de una española residente en Washington, Teresa Valcarce, miembro de la Asociación Cultural Bernardo de Gálvez.
Se logró más de dos siglos después. En el centro de la imagen, Teresa Valcarce.
-¿Qué le mueve a escribir estas últimas novelas históricas, que han supuesto un cambio respecto a su trayectoria anterior?
-Lo que me mueve es ver con dolor que las gestas tan grandes de nuestros antepasados han quedado a menudo ocultas –sobre todo para los propios españoles- y otras muchas han sido falseadas. Y esto es una pena, pues quien desconoce su historia, pierde en gran medida su identidad. Me preocupa que en la actualidad los niños españoles desconozcan su verdadera historia. O no la estudian, o la estudian mal en muchos casos. Aprovecho para hacer, una vez más, un llamamiento a los poderes públicos para que resuelvan este gravísimo problema.
-¿Cree que son conscientes de ello?
-No sé, pero hago mías lo que con tanto acierto denunciaba un conocido novelista centroeuropeo: "Para liquidar a las naciones, lo primero que se hace es quitarles la memoria. Se destruyen sus libros, su cultura, su historia. Y luego viene alguien y les escribe otros libros, les da otra cultura y les inventa otra historia. Entonces la nación comienza lentamente a olvidar lo que es y lo que ha sido. Y el mundo circundante lo olvida aún mucho antes”.
-Sus obras más recientes luchan contra eso...
-Es lo que trato de evitar que ocurra en España mediante mi modesta contribución.
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