Bicentenario de la autora de «Sentido y sensibilidad» u «Orgullo y prejuicio»
El matrimonio, garantía del amor real: el mensaje «subversivo» de Jane Austen para nuestro tiempo
El pasado 18 de julio se celebró el segundo centenario de la muerte de la escritora inglesa Jane Austen (17751817), cuyas obras han sido llevadas reiteradamente al cine con éxitos como Sentido y sensibilidad (Ang Lee,1995) u Orgullo y prejuicio (Joe Wright, 2005). Con ese motivo se han multiplicado los análisis sobre su obra, entre ellos el de Carolyn Moynihan en Mercatornet, traducido por Actuall.
Jane Austen reflejó en sus novelas un mundo en el que el matrimonio era la institución básica de la sociedad y definía las relaciones personales. En una forma u otra, así ha seguido siendo hasta hace relativamente pocas décadas.
Moynihan destaca, frente a la violencia presente en las producciones televisivas de oda, que "la muerte apenas se vislumbra" en las novelas de Austen: "Escribiendo en una época en la que la alta mortalidad infantil y las enfermedades comunes convertían a la muerte un visitante asiduo incluso entre las familias de nobleza, reclamando a la propia Austen a los 41 años, nunca mató a un personaje principal. Su preocupación es la vida y la gran institución que la genera y la nutre: el matrimonio"
Es más, "el hecho de que en nuestros días se haya perdido en gran medida la trama del matrimonio" es lo que podría explicar el éxito de sus novelas y de sus adaptaciones cinematográficas: "El matrimonio dicta la arquitectura de una novela de Austen como lo hace en la comedia en general. Todas sus heroínas protagonizan un viaje de autodescubrimiento con el matrimonio de fondo; incluso Emma Woodhouse, compañera de su padre hipocondríaco, que dice que nunca se casará, se ocupa sin embargo de una manera freudiana de la formar de emparejar a otras mujeres".
Las protagonistas femeninas de Jane Austen piensan en el matrimonio desde su juventud, no como actualmente, cuando "ocurre a mediados de la mediana edad, como guinda de un pastel que, ciertamente, está ya un poco rancio".
Y, pese a las apariencias, "el dinero y la clase social no lo son todo para las chicas georgianas. En verdad los medios relativamente modestos y las tradiciones en torno a la herencia hacen el 'casarse' un tema importante para las hermanas Bennet de Orgullo y Prejuicio y para las hermanas Dashwood de Sentido y Sensibilidad –por no mencionar a Fanny Price, la pariente pobre del grupo en Mansfield Park– pero lo están naturalmente buscando, o incluso resistiendo, por amor".
Por eso, al final del proceso, "los matrimonios con los que concluyen todas estas historias son parejas por amor que han soportado las pruebas del malentendido, la separación, la competencia, la humillación y todas las grandes y pequeñas dificultades a las que pueden enfrentarse los amantes de cualquier edad, aunque dentro de un misericordioso corto espacio de tiempo en la mayoría de los casos".
Por otro lado, la tentación "de poner el carro antes del caballo en términos de intimidad sexual" se vence con "noviazgos cortos", por un lado, y por otro "las convenciones sociales", que obligan a encuentros en compañía de terceros "con alguna palabra en privado rara vez intercambiada en un rincón de la habitación o al pasear en el jardín".
"Esto ofrece la ventaja de que puedan aprender sobre el carácter del otro, ya que se relacionan con la familia, los amigos y la sociedad en general (algo que a menudo es divertido y siempre revelador en Austen) y no sólo cuando están inmersos en sus intenciones más más dulces o galantes", señala Moynihan.
Hoy es al revés: "El sexo prematuro y la convivencia que ocupa en la actualidad cada vez más el lugar del noviazgo y del matrimonio es una apuesta que la mayor de las veces no lleva al compromiso matrimonial, sino que lo menoscaba".
El realismo de Austen no oculta que el matrimonio "no se refiere simplemente a un vivir felices para siempre con Don Perfecto", sino que en ocasiones "implica un compromiso para siempre con la Señora o el Señor Equivocado".
"A pesar de los fracasos, sin embargo, el matrimonio sigue siendo la institución social por excelencia, uniendo a las familias y renovando la sociedad desde dentro. La familia georgiana, a menudo grande y que se extiende a través de una vasta red de relaciones, seguía siendo el fundamento de la sociedad", nada que ver con la invasión totalitaria del Estado en nuestros días: "Hoy, cuando escuchamos advertencias sobre la 'muerte de Europa' a causa de la descomunal caída de la fertilidad entre la población nativa, y la propagación de la pobreza entre las clases medias de Occidente a través del divorcio y la maternidad en soltería, el Estado de Leviatán nos trata a todos como individuos sujetos a sus designios".
Recientemente, un análisis de las novelas de Jane Austen encontraba en ellas toda suerte de "mensajes políticos subversivos", comenta Moyniham, "pero su mensaje más subversivo para nosotros hoy está claro: es el matrimonio el que da al amor romántico todo su alcance de felicidad y beneficio social, y no tienes que casarte, como no lo hizo la señorita Austen, para entenderlo".
Pincha aquí para leer en Actuall el artículo en su integridad.
Jane Austen reflejó en sus novelas un mundo en el que el matrimonio era la institución básica de la sociedad y definía las relaciones personales. En una forma u otra, así ha seguido siendo hasta hace relativamente pocas décadas.
Moynihan destaca, frente a la violencia presente en las producciones televisivas de oda, que "la muerte apenas se vislumbra" en las novelas de Austen: "Escribiendo en una época en la que la alta mortalidad infantil y las enfermedades comunes convertían a la muerte un visitante asiduo incluso entre las familias de nobleza, reclamando a la propia Austen a los 41 años, nunca mató a un personaje principal. Su preocupación es la vida y la gran institución que la genera y la nutre: el matrimonio"
Es más, "el hecho de que en nuestros días se haya perdido en gran medida la trama del matrimonio" es lo que podría explicar el éxito de sus novelas y de sus adaptaciones cinematográficas: "El matrimonio dicta la arquitectura de una novela de Austen como lo hace en la comedia en general. Todas sus heroínas protagonizan un viaje de autodescubrimiento con el matrimonio de fondo; incluso Emma Woodhouse, compañera de su padre hipocondríaco, que dice que nunca se casará, se ocupa sin embargo de una manera freudiana de la formar de emparejar a otras mujeres".
Las protagonistas femeninas de Jane Austen piensan en el matrimonio desde su juventud, no como actualmente, cuando "ocurre a mediados de la mediana edad, como guinda de un pastel que, ciertamente, está ya un poco rancio".
Y, pese a las apariencias, "el dinero y la clase social no lo son todo para las chicas georgianas. En verdad los medios relativamente modestos y las tradiciones en torno a la herencia hacen el 'casarse' un tema importante para las hermanas Bennet de Orgullo y Prejuicio y para las hermanas Dashwood de Sentido y Sensibilidad –por no mencionar a Fanny Price, la pariente pobre del grupo en Mansfield Park– pero lo están naturalmente buscando, o incluso resistiendo, por amor".
Por eso, al final del proceso, "los matrimonios con los que concluyen todas estas historias son parejas por amor que han soportado las pruebas del malentendido, la separación, la competencia, la humillación y todas las grandes y pequeñas dificultades a las que pueden enfrentarse los amantes de cualquier edad, aunque dentro de un misericordioso corto espacio de tiempo en la mayoría de los casos".
Por otro lado, la tentación "de poner el carro antes del caballo en términos de intimidad sexual" se vence con "noviazgos cortos", por un lado, y por otro "las convenciones sociales", que obligan a encuentros en compañía de terceros "con alguna palabra en privado rara vez intercambiada en un rincón de la habitación o al pasear en el jardín".
"Esto ofrece la ventaja de que puedan aprender sobre el carácter del otro, ya que se relacionan con la familia, los amigos y la sociedad en general (algo que a menudo es divertido y siempre revelador en Austen) y no sólo cuando están inmersos en sus intenciones más más dulces o galantes", señala Moynihan.
Hoy es al revés: "El sexo prematuro y la convivencia que ocupa en la actualidad cada vez más el lugar del noviazgo y del matrimonio es una apuesta que la mayor de las veces no lleva al compromiso matrimonial, sino que lo menoscaba".
El realismo de Austen no oculta que el matrimonio "no se refiere simplemente a un vivir felices para siempre con Don Perfecto", sino que en ocasiones "implica un compromiso para siempre con la Señora o el Señor Equivocado".
"A pesar de los fracasos, sin embargo, el matrimonio sigue siendo la institución social por excelencia, uniendo a las familias y renovando la sociedad desde dentro. La familia georgiana, a menudo grande y que se extiende a través de una vasta red de relaciones, seguía siendo el fundamento de la sociedad", nada que ver con la invasión totalitaria del Estado en nuestros días: "Hoy, cuando escuchamos advertencias sobre la 'muerte de Europa' a causa de la descomunal caída de la fertilidad entre la población nativa, y la propagación de la pobreza entre las clases medias de Occidente a través del divorcio y la maternidad en soltería, el Estado de Leviatán nos trata a todos como individuos sujetos a sus designios".
Recientemente, un análisis de las novelas de Jane Austen encontraba en ellas toda suerte de "mensajes políticos subversivos", comenta Moyniham, "pero su mensaje más subversivo para nosotros hoy está claro: es el matrimonio el que da al amor romántico todo su alcance de felicidad y beneficio social, y no tienes que casarte, como no lo hizo la señorita Austen, para entenderlo".
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