Jueves, 21 de noviembre de 2024

Religión en Libertad

Véronique, la hermana conversa de Bernard-Henri Lévy, no ve alternativa a la Fe

«El Señor nos ha advertido: si seguimos sordos a su llamada, pasaremos por la puerta de su Justicia»

«El Señor nos ha advertido: si seguimos sordos a su llamada, pasaremos por la puerta de su Justicia»
Véronique Lévy, de origen judío, fue bautizada en 2012 en la catedral de Notre Dame de París, con la asistencia de su hermano, Bernard-Henri Lévy.

ReL

Véronique Lévy, procedente de una familia judía no practicante, escuchó hablar de Jesucristo desde muy pequeña, y vivió durante muchos años en una expectativa de fe cristiana que solo se plasmaría el Domingo de Pascua de 2012, con su bautizo en la catedral de Notre Dame de París. Es hermana de Bernard-Henri Lévy, uno de los referentes intelectuales de la izquierda francesa en las últimas décadas, lo que dio mayor relevancia pública a una conversión que tiene entidad propia más allá de esa circunstancia personal. Véronique ha escrito desde que es católica tres libros, todos ellos en clave espiritual y mística: Montre-moi ton visage [Muéstrame tu rostro], Adoration [Adoración] y un tercero de título llamativo: Jésus-Christ ou les robots [O Jesucristo o los robots], una alternativa sobre cuyo sentido la interroga Christophe Geffroy, director de La Nef:

-Su libro tiene, de entrada, un título intrigante: ¿por qué o Jesucristo o los robots?

-Este título es radical como la revolución solar que fue mi encuentro con el Señor. Es la Llamada original, la extraña profecía que me anunció una niña que tenía mi edad: "Cree en Jesucristo, porque si no los robots te secuestrarán". Yo tenía tres años. El sentido apocalíptico de esta frase fue un misterio hasta mi conversión. Pero Dios, escondido en la actualidad del mundo, en sus crisis, sus tragedias, de repente rasgó el velo: sólo hay una elección y es urgente... ¡la fe! No hay otra alternativa. Si el hombre rechaza a Cristo, que vino y viene de nuevo a visitarle en su carne y en la carne del mundo, entonces es una carne abandonada, huérfana de su eternidad, prisionera de un desastre... una carne en serie sometida a los algoritmos financieros, a los brujos de la genética, a los maestros de los robots, a los ídolos del consumismo y de la guerra.

»¿Va a malvender la humanidad su libertad en aras de las especulaciones de aprendices demiurgos? Este libro es, a la vez, un grito y un canto de amor. Es un combate en el que ya aparece la Esperanza. Atravesar la noche del mundo para encontrar una nueva aurora. Estamos ya en una guerra tan perniciosa como invisible, total -¡una guerra de significado!-, que se insinúa en el corazón del genoma para borrar el rostro humano. La negación de Dios es la negación del hombre, de Su Verbo hecho carne en la carne de nuestra humanidad, Ecce Homo crucificado a un humanismo sin Dios... Por desgracia, como decía Dostoyevski, "Si Dios no existe, entonces todo está permitido".

-Su diario revela una inquietud ante los errores de nuestras sociedades nihilistas: ¿por qué interpela usted, de manera concreta, a una femen, a un yihadista y a un rapero?

-Un cristiano es un soldado en el frente de la guerra Santa, la del Amor. Es un resistente, una persona que se despierta, un revolucionario. Está de pie ante el cráter de los volcanes activos, no para extinguir la lava, sino para abrazarla en la Verdad de Cristo y transfigurarla. Si el rap desgarra la rugosidad del cuerpo ficticio de un mundo aséptico, es para revelar sus paradojas. Las femen son el producto certificado de una sociedad enferma por la nada, sometidas a lo que ellas creen que están combatiendo. Los yihadistas se han perdido en los agujeros oscuros de una civilización que se ha construido contra el Dios que es Amor, después de haberlo arrancado de sus calvarios, de sus plazas, de sus municipios.

»Por desgracia, Babel Babilonia ha sacrificado la universalidad cristiana a la uniformidad; la identidad de las naciones a la indiferencia; a la unidad ha preferido claramente los comunitarismos y, a la imagen de Dios, ya no la efigie de César, sino el código de barras de la eficacia o la rentabilidad... Entonces, seamos la sal de la tierra para que los engranajes de los sistemas descarrilen... Si no acudimos a la cita con los sedientos, con los hijos de la cólera, con los condenados por el odio y la violencia, con los embriones, con los que no tienen voz, con nuestros hermanos más olvidados y frágiles, seremos pisoteados.

»El Señor nos ha advertido: si seguimos sordos a su llamada, en la que nos espera la Sed terrible de Cristo, pasaremos por la puerta de Su Justicia. Sí, en este libro persigo los rostros de los desesperados, radicalizados por el rechazo de una sociedad que los ha vomitado. Los expongo a la luz de otro sol, en el que Dios les murmura: "Adán, ¿dónde estás? Caín, ¿qué has hecho?".

-Usted insiste sobre la importancia de los valores cristianos que han dado forma a Francia. En su opinión, ¿hay signos de esperanza y de recuperación al respecto?

-Francia nació de las fuentes bautismales y del triunfo de los reyes; Francia y la Iglesia fueron tejidas la una a la otra al inicio de su historia común... carne de Su Carne, huesos de Sus Huesos... ¡Es una Alianza Santa! Si la Iglesia es el Cuerpo de Cristo, Francia es Su Rostro: de misericordia, de piedad. Ella vela sobre los desgarros del mundo, por una libertad que procede sólo de la Verdad. Su vocación universal es sacerdotal: si renuncia a ella es como si se arrancara el corazón. La manifestación de la Marcha por la Vida, la de los chalecos amarillos, son testigos de una Francia muy real, que se subleva con una sana cólera que es el despertar de una Esperanza. De una fraternidad. Encarnada. Resucitada.

En una entrevista promocional de su nuevo libro, Véronique Lévy expresa su convicción sobre la identidad católica de Francia.

-Su diario está salpicado de misticismo: ¿no será que como cristianos somos muy tímidos cuando nos comprometemos, que dejamos poco espacio a Dios en nuestras vidas?

-¡Sólo hay una audacia! Revelar al mundo la huella de su Presencia, volver a sembrar el mundo con Su eternidad. En el corazón de su violencia, en lugar de su rechazo, hay que poner al niño, el Don; volver a tejer en el corazón del caos y de la sangre y de las lágrimas Su Rostro, Su Perdón, para recuperar el mundo hacia el Amor. La verdadera revolución es esta recuperación. Los demás se han perdido en el espejismo de las distopías, de los totalitarismos. De todas las regresiones. La novedad incondicional es el Evangelio.

Traducción de Elena Faccia Serrano.

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