Angela Pellicciari escribe sobre el impulso católico de España «por gratitud»
¿La fe mueve montañas? La historia de la Reconquista muestra «hasta qué punto esa frase es verdad»
Angela Pellicciari, historiadora italiana de la que ya existen en español dos obras, La verdad sobre Lutero y Una historia de la Iglesia, acaba de publicar en Italia Una historia única. De Zaragoza a Guadalupe, donde documenta la ligazón y la savia que ha dado a España la fe católica, nexo además entre sus momentos históricos más descollantes, en particular la Reconquista y la conquista y evangelización de América. ¿Por qué ese interés de Pellicciari por España? Lo ha explicado ella misma en una entrevista de Aldo Maria Valli:
Angela Pellicciari, durante un debate público sobre historia de la Iglesia
.-¿Cuándo y cómo te surgió la idea de este libro?
-La idea me la sugirió hace algún tiempo un joven amigo. Aún no había él terminado de hablar, y ya estaba yo segura de que tenía que ocuparme de aquello. ¿Cómo no lo había pensado antes? Hace algunas décadas, mi catequista Carmen Hernández, a quien está dedicado el libro, llegó a una convivencia agitando un librito sobre la colonización española: “¡Y estoy contenta –dijo- de que no lo haya escrito un español!” El libro era El Evangelio en las Américas de Jean Dumont. Un libro serio, lleno de documentos y citas precisas, justo lo contrario de la historiografía dominante, construida sobre prejuicios y narraciones mitológicas. En cierto sentido, aquel libro cambió mi vida. Desde entonces me he ocupado en varias ocasiones de España. También por gratitud. A mí, sesentayochista fuera de la Iglesia, la salvación me vino por la predicación de dos españoles.
-España hizo sus progresos en el campo cultural, civil y administrativo siempre en nombre de la fe católica, y tú lo documentas. Pero entonces, ¿por qué la imagen que prevalece es exactamente la opuesta: una España pobre y oscurantista a causa de la Iglesia católica?
-Porque, como escribía León XIII en 1883 en la Saepenumero considerantes, “la ciencia histórica parece ser una conjura de los hombres contra la verdad”. El primero que falsificó la historia de la Iglesia romana de forma sistemática fue Lutero, quien lo hizo, por decirlo así, de manera científica, metódica. Lutero quería que Alemania, con Wittenberg, se convirtiese en la nueva Roma: para obtener ese resultado debía difundir desprecio y odio hacia Roma y hacia todos los católicos. Se trataba de reescribir la historia para justificar la pretensión de ponerse en cabeza de un mundo nuevo iluminado por su proyecto revolucionario.
»Después de él, las potencias protestantes y los gnósticos, esto es, los masones, continuaron difundiendo odio contra Roma y contra España, la única gran potencia que defendió a la Iglesia y logró la hazaña de descubrir, evangelizar y colonizar un continente entero. Y esto, con poquísimos hombres y en poco tiempo. Las consecuencias de la propaganda protestante-masónica las contemplamos aún hoy. Por poner un ejemplo: se han proyectado sobre la España católica las acciones de exterminio perpetradas por los calvinistas en América del Norte. Los protestantes han utilizado sin escrúpulos la propaganda mendaz contra los católicos, comenzando por la difusión a tope de las violentas y groseras xilografías antirromanas y anticatólicas ideadas por la fantasía de Lutero y de su amigo Lucas Cranagh el Viejo, empresa continuada por el grabador Theodor De Bry (1528-1598), que describió hasta el detalle las acciones sádicas que los españoles habrían perpetrado contra los indios. Los grabados de De Bry solo demuestran la perversa fantasía de su autor, pero se impusieron a nivel mundial y fueron utilizadas contra España y contra los católicos por la internacional protestante, unida en la lucha.
-El freno al islam y la Reconquista, llevada a cabo bajo el signo de la cruz, ¿tienen también algo que enseñarnos, después de tantos siglos, a los europeos de hoy?
-Jesús dice que a quien tiene la fe le es posible mover las montañas. La historia de la Reconquista muestra hasta qué punto esa frase es literalmente verdad. Sin la fe, los españoles no habrían podido resistir. A decir verdad, también el Cielo puso de su parte. La aparición de María, primero en Zaragoza y luego en Covadonga, unida al hallazgo de las reliquias de Santiago en Compostela y la ayuda que él prestó en el campo de batalla han marcado la diferencia. Por lo demás, el Cielo interviene siempre para ayudar a quien tiene fe, y eso lo sabes tú bien porque has hablado de ello en la última novela que has escrito.
-Desde el punto de vista de la reforma de la Iglesia, ¿qué enseña la experiencia de la España del siglo XV, bajo el reinado de Isabel y Fernando?
-Enseña que la fe, repito, mueve montañas. Es la fe de Isabel la que le hace anticipar medio siglo las decisiones del Concilio de Trento. También es su fe la que le hace prohibir taxativamente que se reduzca a la esclavitud a sus nuevos súbditos indios, a pesar de que practicaban sacrificios humanos masivos y de que su vida salvaje inclinaba a muchos estudiosos a la tesis aristotélica de la esclavitud por naturaleza. Ten en cuenta que la reina muere en 1504, mientras que la Iglesia no prohibirá la esclavitud de los indios hasta 1537 (Pablo III, Pastorale officium).
-También sobre la colonización de América hay una leyenda negra que tú refutas: no todos los conquistadores [en español en el original] fueron aventureros crueles y sedientos de riquezas, sino, con frecuencia, auténticos hombres de Dios que, enfrentados a culturas objetivamente muy atrasadas, se preocuparon por la dignidad de las personas y de los pueblos. ¿Sobre qué basas este análisis?
-Sobre los numerosísimos testigos que cuentan la gesta de los conquistadores. Desde el principio, desde la segunda expedición que tuvo lugar en 1493, las carabelas transportaron, junto a soldados, artesanos y campesinos, también frailes y religiosos que en seguida se dedican a estudiar y a describir las costumbres, las creencias, las características de los pueblos que se van encontrando. Que permiten también a la Corona juzgar el comportamiento de los conquistadores relatando al detalle sus acciones. En particular, me impactó el comportamiento de Cortés, quien, nada más llegar a una localidad, anuncia el amor de Jesús y de María, destruye los ídolos horrorosos a los que los indios inmolan un río de sangre humana, promete ayuda a las poblaciones oprimidas por el violento dominio azteca, y de hecho les libera del terror en el que se veían forzados a vivir. Algunos hombres de Cortés se harán franciscanos, uno dominico.
»Para comprender la calidad de los hombres que van a América, creo que basta recordar que de los nueve hermanos de Teresa de Ávila, de la gran Teresa, siete se van a las Indias. Es toda la clase dirigente católica la que parte hacia allá impulsada por el deseo de evangelizar y de cubrirse de gloria. No es casualidad que América sea descubierta el mismo año en el que los españoles consiguen completar la Reconquista. Granada cae en 1492: forjados por siglos de batallas en defensa de su propia identidad religiosa y cultural, los españoles transfieren a América su ímpetu de fe y el fervor misionero.
-Imagino que habrás seguido el reciente sínodo panamazónico, durante el cual el concepto de “inculturación” de la fe se puso al servicio de un ecologismo y de un panteísmo francamente desconcertantes. ¿Qué piensas de estas posturas asumidas por la Iglesia católica y de ciertos ritos de sabor idolátrico que han sucedido durante el sínodo? ¿Está regresando el mito del buen salvaje envuelto en salsa ecologista? ¿Por qué es Occidente tan superficial? ¿Por qué nuestra cultura parece tomada por un impulso de autodisolución?
-Cuando era joven, tenía mucha curiosidad y leía de todo, incluso psicoanálisis. Entre las muchas lecturas recuerdo bien una, La Gran Madre de Erich Neumann, porque me desveló un aspecto que era para mí completamente desconocido: el matriarcado y la veneración de la madre tierra. La madre tierra es una diosa aterradora, porque, sí, te da la vida, pero luego se la cobra, y a menudo de forma cruel. La violencia de las sociedades matriarcales es superior a la de las sociedades patriarcales, y por eso la superación de la veneración de la madre tierra coincidió con la liberación de los recursos humanos y espirituales que permanecían esclavizados por el terror. Este recuerdo de juventud me ha producido un suspiro de alivio cuando vi hundirse en el Tíber las estatuillas de la Pachamama, la gran madre amazónica.
»¿Por qué si no la Iglesia, siempre creadora de belleza (y algo sabemos de ello los italianos) destruyó los ídolos paganos? Me lo he preguntado a menudo. Porque, por ejemplo, Benito, antes de construir el monasterio de Montecassino, destruyó los restos del templo de Apolo venerado por los habitantes de la región? ¿No habría sido mejor dejar en paz las ruinas y las estatuas de Apolo, que probablemente eran hermosas?
»¿O por qué Bonifacio, el apóstol de Alemania, cuando a los ochenta años de edad decidió ir a evangelizar a los frisios, los actuales holandeses, cortó el roble sagrado que veneraban? ¿Qué mal hacía ese árbol tan bello, lo cual, entre otras cosas, le costó la vida, porque luego fue martirizado?
»Cuando escribí Una historia de la Iglesia me planteé este problema: ¿por qué grandes santos destruyeron los ídolos paganos? La respuesta me la dio Agustín: porque los ídolos no son inocuos. Porque detrás de cada ídolo está Satanás. Es el demonio quien quiere esclavizar a las personas forzándolas a la adoración de divinidades irracionales y monstruosas que no pocas veces exigen ritos violentos y perversos.
Traducción de Carmelo López-Arias.