Sábado, 28 de diciembre de 2024

Religión en Libertad

Los primeros fieles de América atravesaron muchos y «nuevos senderos» para anunciar a Cristo

La Nueva Evangelización, ¿podría no ser tan nueva?: así la intuyeron los indígenas españoles del XVI

Escena de la película "La Misión".
La labor evangelizadora desarrollada por frailes y sacerdotes en América fue titánica... pero ni fue la única, ni estuvieron solos: los laicos indígenas tuvieron mucho que decir y hacer para expandir el Evangelio.

J.M.C.

La Nueva Evangelización es un concepto relativamente reciente. Juan Pablo II fue el primero en emplear el término en 1979, para referirse al nuevo "ardor, métodos y expresión" que deberían inundar la labor evangelizadora en los territorios descristianizados o que comenzaban a estarlo. Este concepto sería ampliado posteriormente por Benedicto XVI, que también expresó la necesidad de "atravesar y transitar nuevos senderos" para anunciar a Cristo, cobrando las familias y los fieles laicos un papel crucial en la misma.

Pero, ¿y si esta propuesta no fuese tan nueva? Lo cierto es que, aunque la Nueva Evangelización tiene sus rasgos propios, muchos de ellos ya protagonizaron episodios apostólicos como la propia evangelización de la lejana y descristianizada América desde el siglo XVI, viéndose obligados sus protagonistas a desarrollar todo su ingenio para esta difusión.

En este sentido se expresó el profesor y doctor de la Universidad San Dámaso Miguel Ángel Medina Escudero el pasado 8 de febrero en el marco del Curso de Evangelización Misionera. Durante su ponencia, desarrolló extensamente la información recogida por los cronistas en torno a la labor evangelizadora en América, ofreciendo decenas de ejemplos del papel crucial que asumieron los laicos en esta tarea con no pocas similitudes a las propuestas de la Nueva Evangelización.

Esta labor, expresó, no habría sido posible al margen del "ímpetu apostólico" que impregnaba la vida de fe en la España del siglo XVI. Una España que "se sentía divinamente elegida para realizar esta gran misión" y en la que el laicado indígena, "con su ejemplo y defectos, contribuyó indiscutiblemente a difundir el cristianismo" entre otros naturales que desconocían la fe.

Los niños indígenas, los mejores evangelizadores

Una de las actuaciones evangelizadoras más relevantes de la labor española en América fue la educativa, que no se limitó a grandes universidades. De hecho se fundaron cientos de colegios y escuelas allí donde se levantaba una casa o convento de frailes.

De este modo, los niños instruidos en las escuelas se convirtieron a su vez en una "potente fuerza de penetración evangelizadora". Al salir de los centros donde aprendían a cantar, rezar o leer, explicó Medina Escudero, "los niños volvían a sus casas y enseñaban a sus mayores lo aprendido". De este modo, "la oración entró en muchas chozas indígenas y, junto con la afición de los niños a los misioneros, provocó que los mayores también se acercasen a ellos".

Mantenían la fe y abrían nuevos senderos para expandirla

El historiador destaca que los niños indígenas no solo enseñaban la fe a sus padres. También animaban las funciones litúrgicas con los cantos aprendidos, informaban sobre las prácticas idolátricas de sus mayores y ayudaban a los religiosos a aprender las lenguas de los naturales.

Uno de los casos más reseñables es el de fray Pedro de Gante, uno de los primeros en organizó la labor de los "niños predicadores". También fue el caso de fray Tomás de Santo Domingo, que formó a cientos de niños en su escuela y que más tarde abrirían las sendas y caminos que conducían a los religiosos en expediciones misioneras.

Indígenas laicos y mártires desde la infancia

La entrega que generó la fe y la conversión en sus primeros receptores americanos, los niños, llegó hasta el punto del martirio. Menciona el caso del protomártir indígena Cristóbal, un niño de 12 años e hijo de uno de los cuatro caciques principales de la población: "Al ser corregido por su propio hijo, le quitó la vida a golpes y le quemó a fuego lento".

Tal  era la eficacia de las escuelas de indígenas. Pero hubo otros elementos y propuestas de evangelización entre indígenas laicos, como las escuelas móviles de fray Mateo de Jumilla, en Cajamarca (Perú), donde decenas de muchachos que constituían toda una escuela ambulante estudiaban y recitaban en voz alta las oraciones y la doctrina cristiana, evangelizando los lugares por los que pasaban.

Caciques que convirtieron la tierra de guerra en la Vera Paz

Los evangelizadores pronto fueron conscientes de la importancia que tenía la conversión de los caciques o su conversión de cara a la penetración de la fe entre sus súbditos. Del mismo modo, los hijos de los caciques se convirtieron en una ayuda muy apropiada para entrar en contacto con tribus no evangelizadas como mediadores.

Medina Escudero destaca el ejemplo de la evangelización de los indios pochutlas, relacionados armónicamente por entonces con los lacandones y los acalanes en Venezuela, pero a las que los españoles nunca pudieron acceder por su fiereza.

Fueron precisamente indígenas laicos, en este caso caciques, los que lograron llevar el evangelio a esta zona, conocida como "tierra de guerra". Gracias a su ayuda, acabó conociéndose como la tierra de la vera paz, Verapaz, tras convencer a sus habitantes de que se dejasen ser evangelizados.

Los laicos indígenas, concretamente en la figura de los caciques, también fueron responsables de la evangelización de una de los chinantecas, una de las "tribus más terribles" que tampoco fueron conquistados. "Gracias a su labor, se permitió entrar a un fraile, fray Francisco Sarabia, que comenzó a aprender su lengua y compuso para ellos un catecismo de la doctrina cristiana o un homiliario que luego fue copiado y predicado por los mismos indígenas.

Nuevos senderos con nuevos métodos: mercaderes infiltrados 

Aspectos tan destacados por la Nueva Evangelización como la puesta en juego del ingenio para idear nuevos métodos de expansión de la fe fueron aplicados hasta la extenuación durante la evangelización de América. Unos métodos que involucraron a religiosos, pero también a los más comunes habitantes de América, como podían ser los mercaderes.

El ejemplo mencionado por Medina Escudero es revelador. En este caso se refiere a la región de Tezulutlán, en la actual Guatemala. Nuevamente los evangelizadores se encontraban en una región extremadamente peligrosa, en la que "cualquier español que entraba se llevaba un par de flechazos".

¿Cómo introducir el Evangelio en la región? Astutamente, los evangelizadores reclutaron a unos mercaderes indígenas que tenían acceso a la región, instruyéndoles en la labor evangelizadora que debían llevar a cabo, bajo el pretexto de vender no pocas piezas que les regalaron los cristianos a tal efecto.

"Les enseñaron música cristiana que compusieron en la lengua de los naturales de Tezulutlán en verso y música para ser cantado. Tras vender sus mercancías, los mercaderes cantaban la doctrina cristiana y los naturales querían saber qué era. Cuando les preguntaban, estos les decían que pidiesen frailes para explicarlo, pudiendo entrar así  los evangelizadores en aquella famosa tierra de guerra", explica.

Los laicos indígenas que tan hostiles habían sido contra los españoles, concluye, "acabaron siendo los mejores defensores del imperio español en América".

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