Jueves, 21 de noviembre de 2024

Religión en Libertad

Joseph Pearce analiza la obra maestra de Evelyn Waugh

«Retorno a Brideshead», una novela que muestra la actuación invisible de la Providencia y la gracia

Los protagonistas de la serie 'Retorno a Brideshead' de 1981.
Anthony Andrews (Sebastian), Diana Quick (Julia) y Jeremy Irons (Charles), protagonistas de la serie televisiva 'Retorno a Brideshead' (1981), una excelente versión de la novela de Evelyn Waugh.

ReL

Retorno a Brideshead [Brideshead revisited] es la novela más célebre de Evelyn Waugh (1903-1966), escritor converso al catolicismo y autor también de una biografía del mártir San Edmundo Campion. Tras la celebrada serie de televisión de 1981 y la película que dirigió Julian Jarrold en 2008 (con un papel relevante de Emma Thompson), se anunciaba para 2022 una nueva versión para la pequeña pantalla, dirigida por Luca Guadagnino, pero él mismo anuncia que necesita un 'milagro' para estrenarla.

Pero nunca faltan motivos para leerla o releerla, y un experto en literatura inglesa como Joseph Pearce nos aporta algunos. Dentro de la serie que está dedicando a grandes obras de la literatura universal (como Romeo y Julieta, Don Quijote de La Mancha o Cumbres Borrascosas), ha reservado un espacio para profundizar en la significación de Retorno a Brideshead, inequívocamente religiosa, como explica en Crisis Magazine.

Retorno a Brideshead en pocas palabras

El espíritu profundamente católico de Retorno a Brideshead fue encapsulado por su autor, Evelyn Waugh, en el prólogo que escribió para la segunda edición de su mejor novela. El tema de la novela, escribió, era "la influencia de la gracia divina en un grupo de personajes muy diferentes entre sí, aunque estrechamente relacionados". Añadió que dicho tema "era quizá de una ambición inmoderada, pero no voy a pedir disculpas por eso".

Siguiendo fielmente a Waugh, y teniendo en cuenta que ignorar la autoridad del autor es siempre peligroso para la comprensión de la obra, debemos reconocer desde el principio que Retorno a Brideshead es sobrenatural hasta la médula de su propio ser. Su principal protagonista no es ninguno de los personajes humanos y físicos, sino la mano invisible de la Providencia, que proporciona la gracia necesaria para la conversión de las almas. Es esta mano invisible de la gracia la que guía la trama, escribiendo en línea recta con los renglones torcidos y las vidas de los defectuosos personajes humanos.

Algunas escenas de la serie británica de 1981, una buena versión de la novela escrita por Evelyn Waugh en 1945.

El propio título de la novela ofrece una pista sobre su identidad sobrenatural. Brideshead, el nombre de una mansión señorial, el hogar de una familia católica aristocrática y disfuncional, es claramente simbólico: la "cabeza [head] de la novia [bride]" es el novio, un significante para el propio Cristo. "Retorno a Brideshead" es, por tanto, retorno a Cristo. Esta dimensión sobrenatural se ve acentuada por la estructura litúrgica de la novela, ya que la primera parte termina metafóricamente el Viernes Santo y la propia novela termina, metafóricamente, el Domingo de Resurrección.

Una familia dividida en torno a la fe    

Los "personajes estrechamente vinculados" que se entrelazan y tejen en las páginas de la novela son los distintos miembros de la aristocrática familia Flyte. Lord Marchmain, el cabeza de familia, ha abandonado a su esposa e hijos y se ha instalado en Venecia con su amante. Lady Marchmain, la esposa abandonada, es una estoica y piadosa mujer católica, aunque algo distante. 

Lord Brideshead, el hijo mayor, es un católico sólido y fiel, impregnado de filosofía escolástica y espiritualidad jesuita, pero socialmente torpe e inepto. Sebastian, el hijo menor, es todo lo contrario a su hermano. Es un católico vacilante cuya fe no se basa en la razón sino en un esteticismo romántico impulsado por las emociones. Sin embargo, es muy encantador, al menos superficialmente. 

Julia, la hija mayor, es físicamente bella y muy egocéntrica. Al igual que a Sebastian, le molestan las exigencias que la práctica de la fe le impone, y está resentida de que le coarten su "libertad". La hija menor, Cordelia, carece de la belleza física de su hermana, pero tiene la piedad y la fe que le faltan a Julia. Así es como Sebastian describe a su familia: "Somos una familia variopinta. Brideshead y Cordelia son fervientes católicos; Julia y yo somos medio paganos. Yo soy feliz, pero sospecho que Julia no lo es. La opinión generalizada sobre mamá es que es una santa, y papá está excomulgado... Yo no tengo la menor idea de cuál de ellos es feliz. De todas formas, desde todo punto de vista, la felicidad no parece tener mucho que ver con este asunto... y es lo único que me interesa..."

La gracia rodea a los personajes de 'Retorno a Brideshead' sea cual sea su actitud ante ella.

Además de permitir al narrador, Charles Ryder, conocer mejor a la familia Flyte, las palabras de Sebastian también introducen el enigma de la felicidad que la novela pretende resolver. ¿Qué es la felicidad? ¿Cómo se alcanza? Y una vez alcanzada, ¿cómo se puede conservar y mantener? 

Cuando la presencia de lo sobrenatural se impone

Charles Ryder, el narrador, es el otro personaje clave, cuya voz debe entenderse si queremos comprender la propia novela. La voz narrativa, introducida en el prólogo, habla con aparente desilusión... "Aquí, a la edad de treinta y nueve años, empecé a envejecer. [...] Aquí murió mi último amor. No hubo nada de particular en la forma de su muerte". Es esta voz de mediana edad y hastiada la que habla a lo largo de la novela, relatando el pasado con la sabiduría de la experiencia. Esto es más evidente cuando se nos cuenta cómo Charles da la espalda a Brideshead por lo que cree que será la última vez: "'He dejado atrás la ilusión', me dije. 'A partir de ahora viviré en un mundo de tres dimensiones, con la ayuda de mis cinco sentidos'. Después he aprendido que tal mundo no existe, pero entonces, al perder de vista la casa en un recodo del camino, pensé que no me costaría nada hallarlo, que se extendería ante mí al final de la avenida".

En este breve pasaje, vemos la voz sutilmente subversiva del narrador de mediana edad juzgando la ingenuidad de su yo más joven. Al dar la espalda a Brideshead, el joven Charles creía que estaba dando la espalda a lo que suponía que era un cosmos sobrenatural ilusorio. A partir de entonces, solo creería en las tres dimensiones físicas percibidas por sus cinco sentidos físicos. Todo lo demás era una ilusión. 

Sin embargo, un Charles ya mayor ha aprendido que "tal mundo no existe" como cree el ingenuo ateo. El mundo del materialista es el mundo de la ilusión. El Charles mayor ha visto a través de la desilusión de su juventud y se ha desilusionado con ella. 

Llegamos a comprender que la desilusión de Charles Ryder con el ateísmo de su yo más joven es fruto de la sabiduría de la experiencia y especialmente de la sabiduría de la experiencia del sufrimiento. Se emplean dos poderosas metáforas para evocar el papel del sufrimiento a la hora de hacer entrar en razón a las almas egoístas. La primera es "tirando del hilo", título de la última parte del libro, que está tomado de un cuento del Padre Brown de G.K. Chesterton. El hilo es la gracia divina que se abre paso a lo largo de la historia, como había proclamado Waugh en el prólogo. La sacudida del hilo es el momento de sufrimiento en el que el alma errante es sacada violentamente de su camino destructivo elegido por el gancho del propio amor sufriente de Dios

La otra metáfora es la de una avalancha, que se emplea como motivo recurrente en los últimos capítulos del libro. Charles compara la felicidad que él y Julia buscan en medio de un mundo frío y sin amor con la de un trampero en el calor de una cabaña ártica. Fuera, la nieve se amontona contra la puerta mientras la ventisca arrecia. Dentro, están calentitos, "hasta que muy pronto, cuando se calma el viento, sale el sol sobre las pendientes heladas y llega el deshielo, un bloque se mueve en lo alto, resbala, titubea y cobra fuerzas, hasta que la falda entera de la colina parece estar desmoronándose y el pequeño refugio iluminado se abre, partido en mil pedazos, y rueda cuesta abajo en el alud para ir a parar al fondo del barranco". 

La paradoja que evocan estas poderosas metáforas es que el sufrimiento es esencial para el crecimiento del alma hacia las profundidades del amor verdaderamente abnegado al que está llamada. La salud no consiste en evitar el sufrimiento, sino en aceptarlo. Solo en esa aceptación la salud, la curación y el sufrimiento pueden unirse en una síntesis trinitaria conocida como santidad. Es esta sabiduría la que Waugh teje con el hilo invisible de la gracia que evoca. Es esta sabiduría la que responde al enigma de la felicidad que Retorno a Brideshead se propone resolver. 

La verdadera felicidad no es posible sin la salud y la curación que solo llegan a través del sufrimiento. Esta es la sabiduría que Charles Ryder ha aprendido al final de la novela. Al perderlo todo, ha alcanzado una felicidad más profunda de la que jamás había conocido. Está desilusionado de su propia desilusión y desencantado de su propio desencanto. Por lo tanto, es un Charles Ryder re-encantado el que se describe en la frase final de la novela como "mucho más contento que de costumbre".

Traducido por Verbum Caro.

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