El actor y productor habla con ReL de su visión de la fe y el cine
Eduardo Verástegui: «Little Boy es un cuento para mayores que nos regala fe, esperanza y amor»
, una película emotiva de fe y familia se estrena en España el 30 de octubre, tras su paso en primavera por Estados Unidos y México, donde se tituló El gran pequeño. Eduardo Verástegui ha puesto su dinero e inspiración en esta historia dirigida por Alejandro Gómez Monteverde, quien también la ha guionizado, con Pepe Portillo como co-guionista.
Verástegui hace ya años que decidió trabajar sólo en proyectos artísticos que edificaran al espectador, siempre desde la lógica propia del cine, que ha de emocionar, sorprender y entretener. Después de Bella, El Circo de la Mariposa y Cristiada, Little Boy es una apuesta hermosa que ha hecho llorar ya a muchos miles de espectadores.
En el centro de la historia está el pequeño al que todos llaman "Little Boy", que en plena Segunda Guerra Mundial desea el retorno de su padre. Ha escuchado la frase bíblica: "Si tienes fe como un granito de mostaza puedes mover montañas". Y él decide esforzarse para tener esa fe poderosa, similar a la magia de los héroes que admira en los tebeos.
- “Little Boy” y “Cristiada”, la última gran película en la que le vimos, coinciden en presentar la fe de dos niños en un ambiente de guerra. En “Cristiada” era el niño beato José Sánchez y aquí el pequeño “Little Boy”.
- Creo que Cristiada y Little Boy son dos películas bastante distintas, dos géneros distintos y dos niños distintos. El joven José Sánchez del Río es un mártir, un gran héroe mexicano y un beato de la Iglesia, que demuestra una fe madura aunque tenía apenas 14 años cuando murió mártir en la Guerra Cristera. Llegar al martirio es la entrega máxima.
[Conozca aquí más sobre el beato José Sánchez y su biografía a cargo de Luis Laureán Cervantes en ´El Niño Testigo de Cristo Rey´]
»Little Boy, en cambio, es otro género, es un cuento para adultos. Alejandro Gómez Monteverde y Pepe Portillo escriben para adultos, y emplean esa mirada inocente y pura de un niño de 8 años, que afronta esa época dura de los años 40 y quiere que vuelva su papá.
- ¿Es la historia de un padre ausente?
-Me gusta decir que el papá de Little Boy no es un papá ausente, aunque esté en la guerra, sino que es un papá presente. El niño lo siente presente porque el papá compartió tiempo de calidad con él, le enseñó cosas, y recuerda sus enseñanzas, frases que el niño tiene presentes como “¿Crees que podremos hacerlo?”
»Pasar tiempo de calidad con nuestros hijos es un reto hoy. Tengo amigos que dan de todo a sus hijos, menos tiempo de calidad. Quizá nuestros hijos pasan solo 3 o 6 minutos diarios de conversación profunda con sus padres, pero se mantienen 8 horas ante la TV, internet o los videojuegos. ¿Quién está educando entonces a nuestros hijos? Los medios de comunicación no son malos si se usan bien, pero sin control envenenan a nuestros hijos.
- ¿Cree que el espectador capta este mensaje sobre la paternidad?
- Un empresario de Monterrey, México, me dijo al ver la película: “No pude dejar de llorar… y me pregunté que si yo no estuviera, ¿mi hija lloraría así por mí? Creo que no. Yo le doy de todo… pero no mi tiempo.” Creo que esta película te regala estos tres valores: fe, amor y esperanza.
- Fe, esperanza, amor... son las tres virtudes teologales… ¿cómo se muestran?
- Little Boy es como el patito feo, chaparrito, pequeño… Parece que no pueda conseguir nada, pero con fe, esperanza y amor vemos que consigue cosas. Lo vemos cuando emprende ‘la lista del amor’. Y crece a través de la amistad.
»El niño tiene influencias malas, como su hermano, que arrastra heridas, que se trata con gente que bebe, que ha perdido seres queridos en la guerra. Pero el niño tiene también influencias buenas, como el padre Oliver. En su madre, en casa, el niño ya tiene una ‘escuela de amor’ que trabaja en cooperación con la parroquia. La mamá le lleva a misa, le lleva a confesarse, los párrocos colaboran con ella…
Bajo estas líneas, el trailer de "Little Boy" doblado al español peninsular en YouTube
- ¿Filmar una película que trata sobre una guerra es un reto especial para un cineasta cristiano?
- No es realmente una película de guerra, aunque tiene algunas escenas de guerra intensas. Creo que mucho público joven, o eso me gustaría, se llevará la idea de ‘hacer la lista’, una lista de cosas buenas que mejora tu vida y la del prójimo. Incluso puedes ampliar esa lista.
»Otra idea que muchos podrán ver en la película es que personas con ideas distintas, como el padre Oliver y el japonés Hashimoto, pueden respetarse pese a sus diferencias. Quizá una clave para eso es hablar menos y expresarse más con gestos. El niño protagonista en esta película nunca dice a nadie lo que hay que hacer: es él quien actúa por su cuenta, y actuando, con sus gestos, las cosas van cambiando.
- ¿Qué cree que pueden aportar artistas o creadores cristianos al cine?
- Creo que Little Boy es un ejemplo de lo que personas con fe, creativas, pueden hacer en el mundo del cine. Contaré un fruto de esta película. Una chica se me acercó y me dijo: ‘Me escapé de casa con mi novio, y estuve fuera 9 años. Vi Little Boy y me despertó nostalgia de mi familia, recordé cuando yo era la ‘little girl’, la muchachita de mi papá. Llamé a mi casa y me reconcilié con mi familia. Gracias por hacer esta película’. Bien, eso, para mí, vale más que ganar un Oscar. Eso es un cine que sana, limpia, restaura…
»Creo que hago un cine para todos. No es una película específicamente religiosa. La esencia de la historia, un niño que quiere que vuelva su papá, es universal. Pixar llena salas de cine con películas así. Las grandes películas que triunfan son las de familia, o aventuras en que el bien vence al mal, como El Señor de los Anillos. El público lo aprecia.
»Little Boy es un cuento para mayores. En México se ha emitido en cárceles, por ejemplo, buscando despertar esa inocencia que quizá muchos tuvieron o desearon en su infancia.
- Usted estuvo alejado de la fe durante años y experimentó luego una conversión. ¿Cómo vive eso ahora, pasados ya unos años?
- Hace 13 años tome conciencia de mis responsabilidades. Vivía en una burbuja muy superficial de soberbia, placeres… Seguía el camino del mundo, buscando fama, mujeres… Unos amigos, una maestra de inglés, sobre todo, me ayudaron a tener una nueva visión. Y en cierto momento prometí a Dios que nunca trabajaría en nada que ofendiera a mi fe, a mi familia ni a mi comunidad hispana. Tenía 28 años, y hoy tengo 41. Para eso necesito fortaleza, conocerme a mí mismo y no ir sólo.
»Igual que uno se entrena en el gimnasio los músculos del cuerpo y tiene entrenador, también entrena los ‘músculos’ del alma, con ayuda de un entrenador espiritual, que en mi caso han sido varios sacerdotes. Mi ‘entrenador’ me da ‘mi lista’, como al niño de la película.
- ¿Qué devociones o prácticas espirituales sigue?
- Lo que más me ayuda, sin duda, es la comunión diaria. Creo que esa es ‘mi lotería’, mi gran riqueza. Al preparar un plan de trabajo, una gira de promoción por cuatro ciudades españolas, por ejemplo, siempre incluyo la misa en mi planificación diaria.
»Además, tengo una devoción especial por San José. De hecho, yo me llamo José Eduardo. Trato de rezar el Rosario diario. Y hago lecturas espirituales: las ‘Confesiones’ de San Agustín me han ayudado mucho, la ‘Imitación de Cristo’, el rezo de laudes o vísperas… Todo eso me da fuerza interior, da fuerza a los ‘músculos del alma’.