Iván Vyrypáev dirige «La Salvación»: una monja en el Himalaya
«Antes creía que lo espiritual estaba lejos, que había que viajar; hoy sé que ningún lugar salva»
El portal de noticias y cultura "Pravmir" (www.pravmir.ru), de la Iglesia Ortodoxa Rusa, se ha fijado recientemente en una película que tiene por protagonista a una joven monja católica que queda aislada en el Tíbet y se encuentra con dificultades de comunicación. Esas mismas dificultades le ayudarán a encontrar a Dios en sitios ensospechados, más allá de las paredes del templo. (Ver abajo el tráiler.)
Se trata de la película de Iván Vyrypáev “La Salvación”, presentada en la XXVI edición del festival de cine Kinotauro en Sochi. La actriz Polina Gríshina, que interpreta a Sor Ana, la joven religiosa protagonista, recibió el premio al mejor papel femenino.
Aunque el director dice que el tema de su película no es la religión, sino la comunicación, en el portal ortodoxo están convencidos de que "todas las películas, guiones, obras de teatro y espectáculos de Iván Vyrypáev siempre hablan de lo principal, de la búsqueda de Dios. En su debut cinematográfico, “Euforia”, cuenta una historia metafórica de amor entre Vera y Pavel que primero lanza amenazas hacia el Cielo pero luego muere tras conocer el amor. En su famosa obra teatral provocativa que luego fue llevada a la pantalla, “El Oxígeno”, hay una lucha peligrosa contra Dios, casi al borde de un precipicio, al estilo de Jacob, una confesión sincera. En la tercera película de Vyrypáev “Danza Delhi” se encierra un intento desgarrador, expresado en unos diálogos de filigrana, de extrema profundidad intelectual y emocional, de comprender el sentido del sufrimiento, alegría, cruz…"
En el caso de “La Salvación” se trata del viaje de una monja católica polaca de 25 años, sor Ana. Es enviada de misionera a una parroquia que está perdida en las montañas himalayas. Debido al mal tiempo, su coche no puede recogerla a tiempo. La joven se ve obligada a quedar en un poblado desconocido, en un espacio raro con una cultura, tradiciones, olores extraños…
El cromatismo de la película se compone de tonos sobrios de la arquitectura europea, de colores graves de ropas monacales y sus contrapuntos – acuarelas lila casi extraterrestres de macizos montañosos y pinceladas vivas, de rojo con amarillo, azul y verde del culto tibetano. Sor Ana recorre las calles, bazares, sube a las montañas... Su corazón puro y limpio no teme al abrirse ante esa belleza.
Pero ella siempre está sola. Hay monos. Ella reza en soledad, igual que en soledad pasa unos momentos difíciles de aclimatación y desorientación.
No sabemos nada de su familia, de la historia de su llegada al monasterio. Pero, después de pasar con ella, en su habitación, los mismos días y horas, cuando vemos a la chica dormir, beber, ordenar sus cosas y estar delante de Dios, nos parece que ya le somos cercanos, que la conocemos bien y sentimos lo que ella siente.
La cámara, como un ángel invisible, vive a su lado. Vemos su feminidad y pureza, su naturalidad y entereza. Tal vez, eso es el mayor conocimiento de una persona…
Sor Ana contempla, con sus ojos de niña, la belleza de los habitantes del Himalaya. Aún sin comprender el misterio de esas tierras, con las yemas de sus dedos delgados está palpando ese fabuloso lugar donde le esperan quién sabe, quizás muchos años de misionera. Mira a su alrededor como una niña, callada. E igual de callada es la película.
La primera parte de la historia es casi muda. Los personajes hablan en inglés. En la versión rusa escuchamos una traducción queda, casi impasible, reconocemos la voz del mismo director, Vyrypáev. Es la voz del testigo. Un mínimo de palabras. Pero, sin embargo, es una historia sobre la palabra. El Verbo.
Los callados habitantes himalayos parecer destapar algo en la protagonista, y luego tienen lugar dos encuentros, dos diálogos, de muy pocas palabras, cuando la protagonista oye muchas metáforas extrañas, recibe una información hasta entonces inaudita para ella… Este nuevo mensaje saca a Sor Ana de su acostumbrada zona de confort mental y entendimiento de la estabilidad del mundo que estaba viviendo en el monasterio a un espacio de libertad y elección…
En la escena final, cuando termina la liturgia de la parroquia católica en un idioma tibetano, en la pantalla aparece el mismo director, en el papel de un turista ruso. Pregunta a la joven qué ha descubierto en aquellas tierras. Sor Ana le responde, después de una pausa. Una pausa dejada para que el espectador conteste.
Pravmir señala que es interesante que el papel de sor Ana no lo interprete una actriz profesional.
La intérprete, Polina Gríshina, explica que su profesión es el diseño y la dirección teatral. "Estudié en un grupo experimental, donde estaban actores, directores y diseñadores. Y así todos nosotros, hirviendo en aquel gran caldero común, recibimos una noción muy amplia de qué cosa es una profesión. Pero después de diplomarme, trabajé de diseñadora en el teatro “Práktika” de Iván Vyrypáev. Juntos hicimos es espectáculo “Pedro y Teuronia de Murom”. Y un día Iván me llamó y propuso probarme como actriz…"
"Antes de irnos a filmar en Tíbet, estuvimos en Polonia, donde viví una semana en un monasterio católico, para conocer aquel mundo. Antes tuve cierta experiencia de vida monástica de pequeña, viviendo en un monasterio ortodoxo", explica Polina, que es hija de un pintor de iconos. "Me puedo imaginar cómo las chicas jóvenes vienen a los monasterios católicos porque he visto cómo eso pasa en Rusia, cómo chicos jóvenes vienen a los monasterios ortodoxos, y hasta niños de 7 u 8 años…”
Iván Vyrypaev es el director de "La Salvación"; anima a encontrar la espiritualidad en el trato con el otro y lo cotidiano, no en la fuga a sitios lejanos o aislados, aunque su protagonista encuentra a Dios, finalmente, por doquier
El director: el gran tema es la comunicación
El director Vyrypáev asegura que la película "no habla de la religión, en absoluto". Pero no convence a la entrevistadora de Pravmir. "Dios es una experiencia muy personal, que la vive una persona en lo profundo de su corazón y de ninguna otra manera. Es muy difícil hablar de eso", asegura el cineasta.
"El tema principal de hoy, la tarea número uno de la agenda de hoy en el mundo y en Rusia es la comunicación. No hay otro tema. El tema es sólo uno: el contacto entre personas", insiste.
Pero la película se llama "La Salvación". ¿Salvarnos de qué?
"Es necesario repetir lo mismo: comunicación, contacto, comunicación, contacto… La salvación… En nuestro país, Rusia, tenemos una construcción mental vertical. Pensando en la espiritualidad a menudo tenemos en mente la verticalidad. Sin embargo, el universo no tiene horizonte ni vertical, y hoy, desde luego, el sistema vertical de la comunicación, no funciona. En este sentido, ¿qué es la salvación para mí? Cuando te sientes a ti mismo un proceso, cuando entras en ese proceso – en un proceso de comunicación, te sientes parte de ese proceso y tu influencia sobre ese proceso. Te tomas de las manos y aceptas la responsabilidad de tu vida. Y también en esa película se muestra que ningún lugar en el mundo te garantiza la salvación. No importa a dónde vas andando o en coche, sino, y perdón por repetirme, cómo construyes tu comunicación", explica.
La espiritualidad no está lejos, en una cueva
"Antes yo creía que la espiritualidad era algo sacro, misterioso, algo allá lejos y tienes que ir mucho tiempo y al final encontrarla. Pero ahora entiendo que la espiritualidad es simplemente cómo estás comiendo, cómo te comunicas con la gente, con tu mujer, con tu familia, cómo te comunicas con tus vecinos, con otros países...", añade el director.
"En la mayoría de los casos, aquí, en Rusia, no damos la oportunidad de ser escuchado al que opina distinto de nosotros. Y sería ingenuo pensar que sea posible irse adónde haya espiritualidad, energía… Irme ahora a no sé dónde, meterme allí en una cueva, dejar a mis tres hijos, abandonar mi teatro, a mi mujer, decidir que aquello sí que es la espiritualidad... eso no me llevaría a nada bueno, más bien me destruiría psicológicamente", pone por ejemplo.
"En los ojos de nuestra protagonista se ve que ella está en búsqueda. O sea, está abierta a una búsqueda espiritual, viene la hora y dentro de ella se activa algo que la impulsa a buscar", añade.
Vyrypáev cuenta que pasa largas temporadas en Polonia y que se ha preparado largo tiempo para hacer la película. "Yo también pasé cierto tiempo viviendo en un monasterio católico", dice. Cree que en Polonia aún hay muchas vocaciones religiosas de gente joven de campo, sin estudios, que llegan al monasterio huyendo de una vida difícil o porque sus padres los traen. "Muy rara vez se encuentra una chica de 25 años, con estudios que conscientemente se va al monasterio. Desde luego, las hay. Supongamos que nuestra protagonista es de esas. Ella no tiene el problema de creer o no creer, su problema es muy distinto: el problema de la comunicación", añade.
Un caso real: él en Tíbet vio un monasterio
Vyrypáev revela además que "el guion de esta película surgió cuando lo vi en la vida real: estuve en el Tíbet y me encontré en un monasterio católico. Y así nació esa idea. Algunos detalles son inventados pero el guión es real".
Recientemente se ha difundido mucho otra película sobre una monja polaca fuera de su monasterio, Ida, de Paweł Pawlikowski. El no sabía que se estaba rodando... y que su esposa fue candidata al papel de protagonista.
"Mi mujer, Karolina Grushka, se probó para el papel de la protagonista de “Ida”. Luego le pregunté: “¿Por qué no me has dicho nada de “Ida”?” y me contestó: “Cuando estuve leyendo el guión, ni se me pasó por la cabeza que tu película se parecía a la de Pawlikowski. ¡Son dos cosas muy distintas!” Claro está que las dos películas cuentan historias distintas, pero tiene ciertos motivos semejantes, sin duda. Primero, y es comprensible, nos pusimos algo tristes. Me gustó la película “Ida”, y me gusta mucho el director Pawlikowski, es una persona muy interesante, muy abierta. Y me gustaría mostrarle mi película. Cuando vayamos al festival de cine en Varsovia, he decidido que hablaré así: “Es una secuela” (se ríe).
Vyrypáev comenta que no es fácil que "precisamente una monja" te diga "Dios existe". Él puntualiza que por rutina, costumbre, "es posible decir “Dios existe”, simplemente porque desde pequeño vas a la iglesia. Pero se puede llegar a descubrir que Dios sí existe. El conocimiento y la fe son cosas diferentes. Mejor decir, es una sola cosa. La fe te lleva hacia el conocimiento. Al final, la protagonista descubre que Dios no sólo existe en la iglesia sino que existe en todas partes. Lo estamos encontrando cada segundo, ahora está aquí. Está por todas partes, no hay sitio donde no esté Dios".
Se trata de la película de Iván Vyrypáev “La Salvación”, presentada en la XXVI edición del festival de cine Kinotauro en Sochi. La actriz Polina Gríshina, que interpreta a Sor Ana, la joven religiosa protagonista, recibió el premio al mejor papel femenino.
Aunque el director dice que el tema de su película no es la religión, sino la comunicación, en el portal ortodoxo están convencidos de que "todas las películas, guiones, obras de teatro y espectáculos de Iván Vyrypáev siempre hablan de lo principal, de la búsqueda de Dios. En su debut cinematográfico, “Euforia”, cuenta una historia metafórica de amor entre Vera y Pavel que primero lanza amenazas hacia el Cielo pero luego muere tras conocer el amor. En su famosa obra teatral provocativa que luego fue llevada a la pantalla, “El Oxígeno”, hay una lucha peligrosa contra Dios, casi al borde de un precipicio, al estilo de Jacob, una confesión sincera. En la tercera película de Vyrypáev “Danza Delhi” se encierra un intento desgarrador, expresado en unos diálogos de filigrana, de extrema profundidad intelectual y emocional, de comprender el sentido del sufrimiento, alegría, cruz…"
En el caso de “La Salvación” se trata del viaje de una monja católica polaca de 25 años, sor Ana. Es enviada de misionera a una parroquia que está perdida en las montañas himalayas. Debido al mal tiempo, su coche no puede recogerla a tiempo. La joven se ve obligada a quedar en un poblado desconocido, en un espacio raro con una cultura, tradiciones, olores extraños…
El cromatismo de la película se compone de tonos sobrios de la arquitectura europea, de colores graves de ropas monacales y sus contrapuntos – acuarelas lila casi extraterrestres de macizos montañosos y pinceladas vivas, de rojo con amarillo, azul y verde del culto tibetano. Sor Ana recorre las calles, bazares, sube a las montañas... Su corazón puro y limpio no teme al abrirse ante esa belleza.
Pero ella siempre está sola. Hay monos. Ella reza en soledad, igual que en soledad pasa unos momentos difíciles de aclimatación y desorientación.
No sabemos nada de su familia, de la historia de su llegada al monasterio. Pero, después de pasar con ella, en su habitación, los mismos días y horas, cuando vemos a la chica dormir, beber, ordenar sus cosas y estar delante de Dios, nos parece que ya le somos cercanos, que la conocemos bien y sentimos lo que ella siente.
La cámara, como un ángel invisible, vive a su lado. Vemos su feminidad y pureza, su naturalidad y entereza. Tal vez, eso es el mayor conocimiento de una persona…
Sor Ana contempla, con sus ojos de niña, la belleza de los habitantes del Himalaya. Aún sin comprender el misterio de esas tierras, con las yemas de sus dedos delgados está palpando ese fabuloso lugar donde le esperan quién sabe, quizás muchos años de misionera. Mira a su alrededor como una niña, callada. E igual de callada es la película.
La primera parte de la historia es casi muda. Los personajes hablan en inglés. En la versión rusa escuchamos una traducción queda, casi impasible, reconocemos la voz del mismo director, Vyrypáev. Es la voz del testigo. Un mínimo de palabras. Pero, sin embargo, es una historia sobre la palabra. El Verbo.
Los callados habitantes himalayos parecer destapar algo en la protagonista, y luego tienen lugar dos encuentros, dos diálogos, de muy pocas palabras, cuando la protagonista oye muchas metáforas extrañas, recibe una información hasta entonces inaudita para ella… Este nuevo mensaje saca a Sor Ana de su acostumbrada zona de confort mental y entendimiento de la estabilidad del mundo que estaba viviendo en el monasterio a un espacio de libertad y elección…
En la escena final, cuando termina la liturgia de la parroquia católica en un idioma tibetano, en la pantalla aparece el mismo director, en el papel de un turista ruso. Pregunta a la joven qué ha descubierto en aquellas tierras. Sor Ana le responde, después de una pausa. Una pausa dejada para que el espectador conteste.
Pravmir señala que es interesante que el papel de sor Ana no lo interprete una actriz profesional.
La intérprete, Polina Gríshina, explica que su profesión es el diseño y la dirección teatral. "Estudié en un grupo experimental, donde estaban actores, directores y diseñadores. Y así todos nosotros, hirviendo en aquel gran caldero común, recibimos una noción muy amplia de qué cosa es una profesión. Pero después de diplomarme, trabajé de diseñadora en el teatro “Práktika” de Iván Vyrypáev. Juntos hicimos es espectáculo “Pedro y Teuronia de Murom”. Y un día Iván me llamó y propuso probarme como actriz…"
"Antes de irnos a filmar en Tíbet, estuvimos en Polonia, donde viví una semana en un monasterio católico, para conocer aquel mundo. Antes tuve cierta experiencia de vida monástica de pequeña, viviendo en un monasterio ortodoxo", explica Polina, que es hija de un pintor de iconos. "Me puedo imaginar cómo las chicas jóvenes vienen a los monasterios católicos porque he visto cómo eso pasa en Rusia, cómo chicos jóvenes vienen a los monasterios ortodoxos, y hasta niños de 7 u 8 años…”
Iván Vyrypaev es el director de "La Salvación"; anima a encontrar la espiritualidad en el trato con el otro y lo cotidiano, no en la fuga a sitios lejanos o aislados, aunque su protagonista encuentra a Dios, finalmente, por doquier
El director: el gran tema es la comunicación
El director Vyrypáev asegura que la película "no habla de la religión, en absoluto". Pero no convence a la entrevistadora de Pravmir. "Dios es una experiencia muy personal, que la vive una persona en lo profundo de su corazón y de ninguna otra manera. Es muy difícil hablar de eso", asegura el cineasta.
"El tema principal de hoy, la tarea número uno de la agenda de hoy en el mundo y en Rusia es la comunicación. No hay otro tema. El tema es sólo uno: el contacto entre personas", insiste.
Pero la película se llama "La Salvación". ¿Salvarnos de qué?
"Es necesario repetir lo mismo: comunicación, contacto, comunicación, contacto… La salvación… En nuestro país, Rusia, tenemos una construcción mental vertical. Pensando en la espiritualidad a menudo tenemos en mente la verticalidad. Sin embargo, el universo no tiene horizonte ni vertical, y hoy, desde luego, el sistema vertical de la comunicación, no funciona. En este sentido, ¿qué es la salvación para mí? Cuando te sientes a ti mismo un proceso, cuando entras en ese proceso – en un proceso de comunicación, te sientes parte de ese proceso y tu influencia sobre ese proceso. Te tomas de las manos y aceptas la responsabilidad de tu vida. Y también en esa película se muestra que ningún lugar en el mundo te garantiza la salvación. No importa a dónde vas andando o en coche, sino, y perdón por repetirme, cómo construyes tu comunicación", explica.
La espiritualidad no está lejos, en una cueva
"Antes yo creía que la espiritualidad era algo sacro, misterioso, algo allá lejos y tienes que ir mucho tiempo y al final encontrarla. Pero ahora entiendo que la espiritualidad es simplemente cómo estás comiendo, cómo te comunicas con la gente, con tu mujer, con tu familia, cómo te comunicas con tus vecinos, con otros países...", añade el director.
"En la mayoría de los casos, aquí, en Rusia, no damos la oportunidad de ser escuchado al que opina distinto de nosotros. Y sería ingenuo pensar que sea posible irse adónde haya espiritualidad, energía… Irme ahora a no sé dónde, meterme allí en una cueva, dejar a mis tres hijos, abandonar mi teatro, a mi mujer, decidir que aquello sí que es la espiritualidad... eso no me llevaría a nada bueno, más bien me destruiría psicológicamente", pone por ejemplo.
"En los ojos de nuestra protagonista se ve que ella está en búsqueda. O sea, está abierta a una búsqueda espiritual, viene la hora y dentro de ella se activa algo que la impulsa a buscar", añade.
Vyrypáev cuenta que pasa largas temporadas en Polonia y que se ha preparado largo tiempo para hacer la película. "Yo también pasé cierto tiempo viviendo en un monasterio católico", dice. Cree que en Polonia aún hay muchas vocaciones religiosas de gente joven de campo, sin estudios, que llegan al monasterio huyendo de una vida difícil o porque sus padres los traen. "Muy rara vez se encuentra una chica de 25 años, con estudios que conscientemente se va al monasterio. Desde luego, las hay. Supongamos que nuestra protagonista es de esas. Ella no tiene el problema de creer o no creer, su problema es muy distinto: el problema de la comunicación", añade.
Un caso real: él en Tíbet vio un monasterio
Vyrypáev revela además que "el guion de esta película surgió cuando lo vi en la vida real: estuve en el Tíbet y me encontré en un monasterio católico. Y así nació esa idea. Algunos detalles son inventados pero el guión es real".
Recientemente se ha difundido mucho otra película sobre una monja polaca fuera de su monasterio, Ida, de Paweł Pawlikowski. El no sabía que se estaba rodando... y que su esposa fue candidata al papel de protagonista.
"Mi mujer, Karolina Grushka, se probó para el papel de la protagonista de “Ida”. Luego le pregunté: “¿Por qué no me has dicho nada de “Ida”?” y me contestó: “Cuando estuve leyendo el guión, ni se me pasó por la cabeza que tu película se parecía a la de Pawlikowski. ¡Son dos cosas muy distintas!” Claro está que las dos películas cuentan historias distintas, pero tiene ciertos motivos semejantes, sin duda. Primero, y es comprensible, nos pusimos algo tristes. Me gustó la película “Ida”, y me gusta mucho el director Pawlikowski, es una persona muy interesante, muy abierta. Y me gustaría mostrarle mi película. Cuando vayamos al festival de cine en Varsovia, he decidido que hablaré así: “Es una secuela” (se ríe).
Vyrypáev comenta que no es fácil que "precisamente una monja" te diga "Dios existe". Él puntualiza que por rutina, costumbre, "es posible decir “Dios existe”, simplemente porque desde pequeño vas a la iglesia. Pero se puede llegar a descubrir que Dios sí existe. El conocimiento y la fe son cosas diferentes. Mejor decir, es una sola cosa. La fe te lleva hacia el conocimiento. Al final, la protagonista descubre que Dios no sólo existe en la iglesia sino que existe en todas partes. Lo estamos encontrando cada segundo, ahora está aquí. Está por todas partes, no hay sitio donde no esté Dios".
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