Domingo, 22 de diciembre de 2024

Religión en Libertad

«Nunca digo "Señoras y señores", sino "Hermanos"»

Jesuita por vocación y gran prestidigitador, el padre Cimò creó escuela como maestro de ilusionismo

El padre Cimò usaba sus habilidades como ilusionista para recaudar fondos para las misiones y beneficiencia
El padre Cimò usaba sus habilidades como ilusionista para recaudar fondos para las misiones y beneficiencia

Filippo Rizzi/Avvenire

Jesuita por vocación, docente de latín y griego y mago ilusionista por pasión. Es la historia del jesuita siciliano Salvatore Cimò (19121985) del que se cumplen, este 2015, los treinta años de su muerte.

Es un libro con un título evocador, "Vita e opere di padre Cimò" (Vida y obras del padre Cimò), con prólogo de Silvan, escrito por un discípulo suyo en las disciplinas del prestidigitador, Gregorio Samà, nombre artístico “MagicoGreg”, rinde homenaje a este religioso que fue definido por La Stampa de Turín en 1964 por su capacidad de ilusionista, la «túnica mágica».

El volumen recorre la vida y los hechos de este jesuita de rasgos excepcionales que dedicó toda su existencia a cumplir primero todos sus deberes de religioso de la Compañía de Jesús (docente de latín y griego, promotor de vocaciones y confesor) y después de prestidigitador en «el tiempo que me quedaba» en varios teatros, salas de cine y espacios públicos de toda la península con el fin de recoger fondos para beneficencia: ayuda a las actividades misioneras y las vocaciones religiosas, sin olvidar a los pobres.

«Fue así que, en el arco de su vida, Cimò supo conciliar con sabiduria – escribe en la presentación del libro el autor Gregorio Samà – los Ejercicios Espirituales de San Ignacio con los ejercicios técnicos propios de la prestidigitación».

En esta páginas se recuerdan, entre otras cosas, los libros escritos por este hijo de San Ignacio (como Micromagia, Prestigiazione con le Corde o Cartomagia), pero también los encuentros importantes que tuvo el “jesuita mago”: desde el que tuvo con el presentador Corrado Mantoni y con los colegas Silvan y Tony Binarelli, hasta las colaboraciones con sacerdotes expertos en el sector - fascinados también ellos por el mundo de la prestidigitación - como don Carmelo Piccoli o el salesiano don Silvio Mantelli, de nombre artístico “mago Sales”.

De este volumen se deduce, corroborado por todas las invenciones y juegos realizados por Cimò y las fotos, la gran pasión del jesuita siciliano por el arte de la magia, como también su clara veneración hacia el enfoque educativo de un santo muy cercano a esa disciplina como era San Juan Bosco.



El libro recuerda también la deuda de reconocimiento y estima que el jesuita sintió durante toda su vida por las enseñanzas que le impartió el ilusionista más grande de la primera mitad del siglo XX, Ranieri Bustelli (del que heredó, entre otras cosas, algunos “utensilios del oficio”).

Y es el propio padre Salvatore quien cuenta en una entrevista (una de las pocas que concedió) publicada en Oggi, al periodista Maurizio Chierici en 1964, el sentido de su apostolado a través de la magia: «Era un hobby secreto: nadie sabía lo que hacía encerrado durante horas en mi celda, pero un día tuve que revelarlo. Estaba hablando en clase sobre los misioneros y les pregunté a los chicos si les gustaría ir a África para convertir a los pueblos paganos. Todos respondieron que sí; todos menos uno: era un niño que se había quedado silencioso y me miraba con ojos tristes.

“¿Tú no quieres?”, le pregunté y él respondió que deseaba mucho ser misionero, pero que su familia era pobre y no podía pagar la mensualidad del seminario. Me acerqué, entonces, sonriendo hacia él y tirando de su nariz hice caer al suelo un pequeño grupo de monedas. “¿Y estas monedas por qué las escondes?”, bromeé».



Congreso mágico 1983 de Bolonia con los otros dos sacerdotes magos y profesionales del ilusionismo. De izquierda a derecha: don Carmelo Piccoli, el padre Salvatore Cimò y don Silvio Mantelli, de nombre artístico “Mago Sales"


En la entrevista el religioso ignaciano reveló otro detalle de su estilo de anuncio cristiano hacia los alejados y los incrédulos: «Hoy me exhibo casi en todas partes. Mis juegos son pequeñas parábolas que tienen siempre, en la conclusión, un significado moral. Nunca digo “Señoras y señores”, sino “Hermanos”. Tengo poquísimo equipaje: ¡esta maletita!».

La publicación tiene el mérito de hacer aflorar el carácter humilde de este religioso, esquivo ante los reflectores de la TV y de los medios de comunicación de su tiempo, pero también de hacer emerger las muchas anécdotas de su vida de “jesuita mago”: desde los diálogos en latín corriente durante los congresos internacionales de magia con los otros religiosos presentes (entre los cuales el abad Brehamet y don Narciso Rosi), al afecto de tantos ex-alumnos de los Institutos de Letras donde el padre Salvatore prestó su servicio como docente, hasta el pequeño grupo de prestidigitadores, discípulos de la “escuela de padre Cimò” unidos siempre por un sincero vínculo de reconocimiento hacia su antiguo maestro.

Salen así a la luz, hojeando esta páginas, los reconocimientos recibidos por este jesuita de Agrigento, como la portada que la prestigiosa revista Magia moderna le dedicó en noviembre de 1971 o el elogio público que le hizo el famoso periódico Le Journal de la Prestidigitation definiéndolo el «Tarbell de la literatura mágica italiana».

La obra de Samà (disponible en edición limitada, 200 páginas, al coste de 20 euros escribiendo directamente al email del autor Gregorio Samà: magicogreg@hotmail.com) recoge todos los juegos, inventos (desde los hechos con carta a los realizados con pañuelos y cuerdas) de Cimò, hasta las obras publicadas más conocidas que hicieron del “jesuita mago” y “querido amigo para todos” una autoridad en el campo del ilusionismo: basta pensar en su Enciclopedia Cartomagica (publicada por Ceschina en 1958).

Un volumen, por lo tanto, que nos remonta idealmente a los años de oro de la magia italiana y a un sacerdote auténtico como Cimò que fue definido en el día de su muerte, el 22 de enero de 1985, por el gran Silvan como un «gigante» y que en el fondo supo sobre todo hacer coincidir su estilo de religioso con el lema de su vida, tomado del salmo 99 de la Biblia: Servite Domino in laetitia.

(Publicado originariamente en italiano en Avvenire; traducción de Helena Faccia Serrano, Alcalá de Henares)

Pincha aquí para otro reportaje sobre religiosos prestidigitadores.

En el vídeo, Fray Chicken, de la diócesis de Guadalajara, México, muestra como se pueden usar trucos para evangelizar en la calle


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