Alejandro Macarrón y Francisco José Contreras dan la alarma
Diez datos muestran la catástrofe demográfica española: el dogma relativista torpedea los remedios
La revista Razón Española, fundada en 1983 por Gonzalo Fernández de la Mora (1924-2002), consagra monográficamente su número 188 (noviembre-diciembre de 2014) a la natalidad y al "invierno demográfico" que padece, de modo muy especial, España. Una alerta en la que ha sido pionero Alejandro Macarrón con su libro El suicidio demográfico de España (Homo Legens, 2011) y con la creación de la Fundación Renacimiento Demográfico, llamada a crear una conciencia nacional sobre este problema.
Macarrón firma uno de los dos estudios del número ("El invierno demográfico ya está aquí"), y Francisco José Contreras, catedrático de Filosofía del Derecho en la Universidad de Sevilla, el segundo ("Cómo se extinguió España"). Completan el elenco de autores, con sendas notas que abordan diversas perspectivas del problema, personalidades como Ramón Tamames, Joaquín Leguina, Óscar Rivas, Xulio Ríos, Pedro Fernández Barbadillo, Aquilino Duque, Fernando Paz, Javier Pérez-Roldán, Eduardo Arroyo, Pascual Tamburri, Víktor Orban (primer ministro húngaro, uno de los pocos políticos europeos que comprenden el problema y proponen soluciones) y Enrique García-Máiquez.
Estos autores abordan problemáticas particulares, como el caso de China y su política de hijo único, la decisión de Vladimir Putin de fomentar la natalidad en Rusia, el creciente y silencioso (silenciado) papel del suicidio en la demografía actual o la influencia de la ideología de género en el harakiri poblacional de España en particular, y en general de todo Occidente.
Según datos del Instituto Nacional de Estadística, en 2012 España perdió población por primera vez desde la Guerra Civil, y la tendencia se ha mantenido en los años siguientes. Aunque esta pérdida se debe sobre todo al éxodo de inmigrantes y los nacimientos superan todavía a las defunciones, esa tendencia también cambiará próximamente.
Diez datos para la alarma
Y así, entre los datos alarmantes que señalan los diversos trabajos del citado número monográfico de Razón Española, destacan los siguientes:
-Con una población cuatro o cinco veces superior a la de entonces, España registra el mismo número de nacimientos que en el siglo XVIII.
-La edad promedio, que en 1975 era de 33 años, y 2014 ha subido a los 43, un incremento debido en un 75% a la caída de los nacimientos, y sólo en un 25% al aumento de la esperanza de vida. En 2023, en 22 de las 50 provincias españolas la edad media superará los 47 años.
-En 1977 la edad media de la mujer al tener el primer hijo era de 25 años, en 2014 ha subido a 31, justo el límite en el que la fecundidad empieza a desplomarse, razón por la cual los expertos consideran este retraso como una de las causas principales del invierno demográfico.
-Según datos de la ONU, en 2050 los españoles mayores de 64 años serán el 68% de los españoles entre 20 y 64 años (es decir, la población en edad laboral). Esa cifra era del 26% en 2009.
-Las cifras anteriores estaban calculadas sobre la base de que la tasa de fecundidad había tocado fondo en 2009 (1,41 hijos/mujer) y se recuperaría hasta estabilizarse en 1,85. Sin embargo, entre 2009 y 2014 esa tasa ha caído aún más, hasta 1,26 hijos/mujer. (La tasa de reemplazo generacional se sitúa en 2,1 hijos/mujer.)
-Entre 2010 y 2020, cada año habrá un 3% menos de población en la franja más dinámica económicamente (25 a 40 años).
-En 2080, es decir, cuando aún vivan los hijos de los españoles actualmente en edad intermedia, la población española habrá caído a 25 millones de habitantes, casi la mitad de la actual, y envejecida en las dimensiones explicadas.
-Las pensiones de las promociones del baby boom (650.000-700.000 nacimientos al año) tendrán que ser pagadas por las promociones del invierno demográfico posterior (350.000-400.000 nacimientos al año).
-Actualmente, el 50% del gasto farmacéutico lo concentra la población de más de 75 años... que se doblará en apenas unas décadas. En 2064 los mayores de 80 años serán el 21% de la población.
-Y, por último, un dato relacionado con la natalidad: la nupcialidad. En 1975 no se casaba el 15% de la población. De seguir las pautas actuales, pronto se alcanzará el 60%. La madre del 40% de los niños que nacen actualmente no está casada y el 20% de los hogares son ya monoparentales, con un ritmo de crecimiento del 47% anual.
El gran obstáculo: el dogma relativista
Tanto Macarrón como Contreras subrayan los dos aspectos más preocupantes de este problema, tan lento de revertir: por un lado, el desinterés de los responsables de la cosa pública, a pesar de ser el principal problema nacional (implica necesariamente la desaparición del Estado del Bienestar tal como lo hemos conocido desde la Segunda Guerra Mundial, ya sea en número de beneficiarios y/o en cuantía y concepto de las prestaciones); y por otro, la existencia de clichés ideológicos que impiden abordarlo.
En ese sentido, señala Contreras que actualmente el Estado trata la natalidad como un "capricho privado", y que la ideología ambiente, el "dogma relativista", paraliza a políticos y creadores de opinión a la hora de concienciar a la población de lo que se viene encima. Según ese dogma, "el Estado no puede considerar ciertos estilos de vida más valiosos que otros, premiándolos o promoviéndolos", como el sentido común y la racionalidad económica indican que debería hacer con la natalidad.
Pero ese dogma relativista debería ser revisado, sostiene el profesor sevillano: "No es necesario entrar en juicios morales: el Estado no necesita considerar virtuosos o viciosos tales o cuales estilos de vida... Pero sí puede determinarse con objetividad, sin necesidad de juicios morales, que ciertas opciones de vida privada contribuyen a la sostenibilidad de la sociedad y otras la perjudican".
Macarrón firma uno de los dos estudios del número ("El invierno demográfico ya está aquí"), y Francisco José Contreras, catedrático de Filosofía del Derecho en la Universidad de Sevilla, el segundo ("Cómo se extinguió España"). Completan el elenco de autores, con sendas notas que abordan diversas perspectivas del problema, personalidades como Ramón Tamames, Joaquín Leguina, Óscar Rivas, Xulio Ríos, Pedro Fernández Barbadillo, Aquilino Duque, Fernando Paz, Javier Pérez-Roldán, Eduardo Arroyo, Pascual Tamburri, Víktor Orban (primer ministro húngaro, uno de los pocos políticos europeos que comprenden el problema y proponen soluciones) y Enrique García-Máiquez.
Estos autores abordan problemáticas particulares, como el caso de China y su política de hijo único, la decisión de Vladimir Putin de fomentar la natalidad en Rusia, el creciente y silencioso (silenciado) papel del suicidio en la demografía actual o la influencia de la ideología de género en el harakiri poblacional de España en particular, y en general de todo Occidente.
Según datos del Instituto Nacional de Estadística, en 2012 España perdió población por primera vez desde la Guerra Civil, y la tendencia se ha mantenido en los años siguientes. Aunque esta pérdida se debe sobre todo al éxodo de inmigrantes y los nacimientos superan todavía a las defunciones, esa tendencia también cambiará próximamente.
Diez datos para la alarma
Y así, entre los datos alarmantes que señalan los diversos trabajos del citado número monográfico de Razón Española, destacan los siguientes:
-Con una población cuatro o cinco veces superior a la de entonces, España registra el mismo número de nacimientos que en el siglo XVIII.
-La edad promedio, que en 1975 era de 33 años, y 2014 ha subido a los 43, un incremento debido en un 75% a la caída de los nacimientos, y sólo en un 25% al aumento de la esperanza de vida. En 2023, en 22 de las 50 provincias españolas la edad media superará los 47 años.
-En 1977 la edad media de la mujer al tener el primer hijo era de 25 años, en 2014 ha subido a 31, justo el límite en el que la fecundidad empieza a desplomarse, razón por la cual los expertos consideran este retraso como una de las causas principales del invierno demográfico.
-Según datos de la ONU, en 2050 los españoles mayores de 64 años serán el 68% de los españoles entre 20 y 64 años (es decir, la población en edad laboral). Esa cifra era del 26% en 2009.
-Las cifras anteriores estaban calculadas sobre la base de que la tasa de fecundidad había tocado fondo en 2009 (1,41 hijos/mujer) y se recuperaría hasta estabilizarse en 1,85. Sin embargo, entre 2009 y 2014 esa tasa ha caído aún más, hasta 1,26 hijos/mujer. (La tasa de reemplazo generacional se sitúa en 2,1 hijos/mujer.)
-Entre 2010 y 2020, cada año habrá un 3% menos de población en la franja más dinámica económicamente (25 a 40 años).
-En 2080, es decir, cuando aún vivan los hijos de los españoles actualmente en edad intermedia, la población española habrá caído a 25 millones de habitantes, casi la mitad de la actual, y envejecida en las dimensiones explicadas.
-Las pensiones de las promociones del baby boom (650.000-700.000 nacimientos al año) tendrán que ser pagadas por las promociones del invierno demográfico posterior (350.000-400.000 nacimientos al año).
-Actualmente, el 50% del gasto farmacéutico lo concentra la población de más de 75 años... que se doblará en apenas unas décadas. En 2064 los mayores de 80 años serán el 21% de la población.
-Y, por último, un dato relacionado con la natalidad: la nupcialidad. En 1975 no se casaba el 15% de la población. De seguir las pautas actuales, pronto se alcanzará el 60%. La madre del 40% de los niños que nacen actualmente no está casada y el 20% de los hogares son ya monoparentales, con un ritmo de crecimiento del 47% anual.
El gran obstáculo: el dogma relativista
Tanto Macarrón como Contreras subrayan los dos aspectos más preocupantes de este problema, tan lento de revertir: por un lado, el desinterés de los responsables de la cosa pública, a pesar de ser el principal problema nacional (implica necesariamente la desaparición del Estado del Bienestar tal como lo hemos conocido desde la Segunda Guerra Mundial, ya sea en número de beneficiarios y/o en cuantía y concepto de las prestaciones); y por otro, la existencia de clichés ideológicos que impiden abordarlo.
En ese sentido, señala Contreras que actualmente el Estado trata la natalidad como un "capricho privado", y que la ideología ambiente, el "dogma relativista", paraliza a políticos y creadores de opinión a la hora de concienciar a la población de lo que se viene encima. Según ese dogma, "el Estado no puede considerar ciertos estilos de vida más valiosos que otros, premiándolos o promoviéndolos", como el sentido común y la racionalidad económica indican que debería hacer con la natalidad.
Pero ese dogma relativista debería ser revisado, sostiene el profesor sevillano: "No es necesario entrar en juicios morales: el Estado no necesita considerar virtuosos o viciosos tales o cuales estilos de vida... Pero sí puede determinarse con objetividad, sin necesidad de juicios morales, que ciertas opciones de vida privada contribuyen a la sostenibilidad de la sociedad y otras la perjudican".
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