Positiva visión del sacerdote y su misión en el mundo
«Padre, voy a matarle en una semana»: así arranca «Calvario», una película donde el cura queda bien
Calvary [Calvario] es una película irlandesa, estrenada a mediados de abril en el ámbito anglosajón, que ha sorprendido por su positivo tratamiento de la figura principal, el padre James Lavelle, a quien interpreta Brendan Gleeson (Braveheart, Misión Imposible II, Gangs de Nueva York).
No es que en el film, que fue visto en el festival de Sundance y acudirá a la Berlinale, no se deslicen ataques a la Iglesia, pero son como "ladridos" en torno al sacerdote protagonista, un buen hombre con un pasado (se ordenó tras enviudar y tiene una hija que acaba de intentar suicidarse) que entiende que la vocación de alter Christus [otro Cristo] le obliga a ofrecer su vida por los pecados de los demás.
¿Quién será el asesino?
El arranque es inquietante y sugerente: un día, en el confesonario, un penitente (antigua víctima de abusos) le informa de que va a asesinarle. No en castigo por algo que haya hecho él, sino precisamente porque es inocente. El criminal, amparado en el secreto de confesión, le otorga una semana de gracia para que durante ese tiempo arregle sus cosas y se prepare a morir.
A partir de ese momento el director y guionista, John Michael McDonagh, en su segundo largometraje (antes dirigió a Gleeson y Don Cheadle en El irlandés), nos va presentando a la pequeña pero compleja comunidad donde el padre Lavalle, párroco en un pueblo de la costa occidental de Irlanda, ejerce su ministerio entre todo tipo de tipologías humanas concebibles. El cura sabe quién le ha amenazado, pero el espectador no, y así se van presentando ante sus ojos diversos sospechosos.
Con ese gancho, McDonagh va retratando diversas miserias personales, un fondo sobre el cual la presencia inteligente, prudente y bondadosa, incluso en sus defectos, del sacerdote va resaltando cada vez más.
Adulterios, alcoholismo y drogas, prostitución o la miseria causada por la crisis económica son escenarios que interpelan al párroco, quien los afronta con una sencilla visión cristiana.
Retrato de un buen cura
El guión prepara incluso escenas en las que, como señala Alex Robertson en Thinking Faith, otros cineastas habrían aprovechado para sembrar dudas: así, la mujer que le tienta, o cuando se queda en solitario con niños pequeños. Nada reprochable en ningún caso.
El padre Lavalle, señala Robertson, entiende que el mundo infravalora la misericordia, y que la Iglesia habla en ocasiones más de pecados que de virtudes.
Concebida como una comedia negra, afirma Will Gore en el Catholic Herald, Calvary (ver abajo el tráiler) es "una película con muchas cosas serias y matizadas que decir sobre la vida, la muerte y la religión" y que ofrece "un retrato profundamente simpático de un buen sacerdote intentando arreglárselas con la locura del mundo que le rodea, mientras se reconcilia consigo mismo a la espera de la muerte inminente que le han anunciado".
No es que en el film, que fue visto en el festival de Sundance y acudirá a la Berlinale, no se deslicen ataques a la Iglesia, pero son como "ladridos" en torno al sacerdote protagonista, un buen hombre con un pasado (se ordenó tras enviudar y tiene una hija que acaba de intentar suicidarse) que entiende que la vocación de alter Christus [otro Cristo] le obliga a ofrecer su vida por los pecados de los demás.
¿Quién será el asesino?
El arranque es inquietante y sugerente: un día, en el confesonario, un penitente (antigua víctima de abusos) le informa de que va a asesinarle. No en castigo por algo que haya hecho él, sino precisamente porque es inocente. El criminal, amparado en el secreto de confesión, le otorga una semana de gracia para que durante ese tiempo arregle sus cosas y se prepare a morir.
A partir de ese momento el director y guionista, John Michael McDonagh, en su segundo largometraje (antes dirigió a Gleeson y Don Cheadle en El irlandés), nos va presentando a la pequeña pero compleja comunidad donde el padre Lavalle, párroco en un pueblo de la costa occidental de Irlanda, ejerce su ministerio entre todo tipo de tipologías humanas concebibles. El cura sabe quién le ha amenazado, pero el espectador no, y así se van presentando ante sus ojos diversos sospechosos.
Con ese gancho, McDonagh va retratando diversas miserias personales, un fondo sobre el cual la presencia inteligente, prudente y bondadosa, incluso en sus defectos, del sacerdote va resaltando cada vez más.
Adulterios, alcoholismo y drogas, prostitución o la miseria causada por la crisis económica son escenarios que interpelan al párroco, quien los afronta con una sencilla visión cristiana.
Retrato de un buen cura
El guión prepara incluso escenas en las que, como señala Alex Robertson en Thinking Faith, otros cineastas habrían aprovechado para sembrar dudas: así, la mujer que le tienta, o cuando se queda en solitario con niños pequeños. Nada reprochable en ningún caso.
El padre Lavalle, señala Robertson, entiende que el mundo infravalora la misericordia, y que la Iglesia habla en ocasiones más de pecados que de virtudes.
Concebida como una comedia negra, afirma Will Gore en el Catholic Herald, Calvary (ver abajo el tráiler) es "una película con muchas cosas serias y matizadas que decir sobre la vida, la muerte y la religión" y que ofrece "un retrato profundamente simpático de un buen sacerdote intentando arreglárselas con la locura del mundo que le rodea, mientras se reconcilia consigo mismo a la espera de la muerte inminente que le han anunciado".
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