Premio Planeta en 1975 por «La gangrena»
Muere con 97 años Mercedes Salisachs, la escritora más longeva: rezaba 3 horas al día
Católica, monárquica, liberal, catalana antinacionalista y escribiendo casi hasta sus últimos días, aunque fuese con una sola mano, en un lento teclear...
Mercedes Salisachs ha muerto dejando una obra fértil en lengua española y un ejemplo de inspiración para muchos.
Hija de un rico industrial barcelonés, Pedro Salisachs Jané, estudió peritaje mercantil en la Escuela de Comercio y en 1935 se casó con un industrial de la Casa Burés (José María Juncadella Burés), que murió en 1993. Con él tuvo cinco hijos, el segundo de los cuales, Miguel, murió con tan solo 21 años, siendo la fuente de inspiración para una de sus más conocidas novelas, "La gangrena", con la que obtuvo el Premio Planeta en 1975.
Pero en realidad, la muerte de Miguel supuso también un despertar espiritual poderoso en Mercedes Salisachs, que ya llevaba décadas escribiendo. Lo explicaba así en 2009 en una entrevista en el Semanario Alba:
-La fe en casa de sus padres, ¿cómo se vivía?
-En ese sentido llevábamos un tren de vida, cómo le diría yo, descafeinado. Practicábamos, sí, pero como se practica, qué sé yo, un almuerzo.
-Es decir, no profundizaban.
-Entonces casi nadie lo hacía. Íbamos a misa, rezábamos el rosario, guardábamos el ayuno…, pero por cumplir.
-¿Cuándo empezó a ahondar?
-En el 58, tras la muerte por accidente de mi hijo Miguel, de veintiún años. Quedé destrozada. Al principio, me enfadé con Dios. Hasta que me fui enterando de cosas. Que Miguel iba con su novia todos los días a misa a comulgar, que había hecho los primeros viernes…
-¿Él nunca le dijo nada?
-No. Y eso que hablábamos mucho de religión. Pero él era muy humilde. Divertido, abierto y artista, pero humilde. Pensé: “Si quiero volver a verle, tengo que hacer lo mismo que él”. Desde entonces, comulgo todos los días. Y rezo muchísimo. Yo diría que, a lo largo del día, unas tres horas. Todos los días hago las tres partes del rosario, salvo los lunes, que rezo cuatro, porque añado los misterios de la Luz. Esta es la parte, digamoslo así, ‘mecánica’.
-¿En qué consiste la ‘espontánea’?
-En hablar con Dios, sin pautas.
-¿Y la escucha?
-Yo creo que sí.
-¿En qué lo nota?
-En que me concede lo que le pido. A veces se hace esperar, pero termina por concedérmelo.
-¿Qué pide?
-¿Para mí? Nada. Bueno, sí, que aumente mi fe.
-¿No reza para curarse?
-No. Ya es milagro que, a pesar de los silencios, mis libros sigan editándose y vendiéndose.
-¿Se siente perseguida?
-Perseguida no; ignorada sí.
-¿Por sus creencias religiosas?
-En parte por eso, en parte porque soy de derechas. Y españolista en Cataluña. Y mujer.
-Eso último ya no es un handicap.
-Sí, porque no soy lesbiana. Que si lo fuera… ¡Madre mía! Ahora la homosexualidad está de primerísima plana.
-¿Perdona a los que la silencian, a los que la ignoran?
-Sí, aunque es verdad que olvidar es más difícil que perdonar.
-Volviendo a sus libros. ¿Entiende la literatura como instrumento de evangelización?
-En mis libros muestro la vida tal como es: terrible. Con ellos busco que la gente reflexione.
-Ido su hijo Miguel, ¿con quién habla de estas cosas?
-Con Covadonga O’Shea, con Santiago Martín [el sacerdote, escritor y bloguero en ReL; nota de ReL], con mi nieta, que tanto me recuerda a mi hijo, ahora con ustedes...
-¿Y no le da pudor?
-¿Pudor? ¡Vergüenza me daría no hablar de Él! Pero si soy una firme defensora del catolicismo. Con la de regalos que me han caído del Más Allá…
-Habla del Más Allá.
-Porque tengo pruebas de su existencia.
-¿No le da miedo?
-Ninguno. La vida es un embarazo. Sí, empezamos a vivir cuando morimos. Es también el ensayo general de una representación que tendremos que realizar en el otro mundo.
-¿Y si el ensayo sale mal?
-Pues adiós, madre.
-¿Y si sale bien?
-La maravilla que puede ser.
-Una escritora como usted, ¿cómo se imagina a Dios?
-No soy capaz de hacerlo. En cambio, sí puedo plasmar la Santísima Trinidad. Cuando enciendo la chimenea, veo que la llama es color butano, amarillo y violáceo. Y pienso: así debe de ser la Trinidad: una bola de fuego de colores, que no quema, que está llena de amor.
El Cuadro, su obra de madurez
En 2011 asombraba al mundo presentando con 94 años su relato "El Cuadro" (LibrosLibres), escrito ya prácticamente con una sola mano al teclado.
"Es imposible combatir dialécticamente contra su bagaje cultural; su intuición y su talante creativo ni tan siquiera dan la oportunidad de intentarlo. Despliega una vitalidad arrolladora y una memoria espléndida. Su voz cautivadora, como las palabras que inundan sus páginas, poseen un acento personal y una belleza inaccesible que se aleja de lo cotidiano y lo ordinario", escribía el periodista de El Mundo que la entrevistó esos días.
Salisachs explicó por qué escribía a esas alturas un librito como "El cuadro". "Tras leer en el periódico una noticia sobre una niña pérdida que regresó a su casa cuatro días después, elaboré un cuento de una página y media para la revista Misión". Poco después, decidió prolongar el relato para escribir un cuento de 94 páginas.
Juan Manuel de Prada, en ABC, expresaba su admiración por su obra. "En El cuadro, Mercedes Salisachs ha adelgazado su escritura al máximo, hasta reducirla a la pura osamenta. Es como si la escritora, expuesta ante las verdades definitivas que sólo en la penumbra de la edad última se vislumbran, quisiera aligerarse de equipaje, para penetrar en la vibración más secreta de las almas, allá donde la retórica literaria no puede alcanzar. Mercedes Salisachs no evita las realidades amargas de la vida, esas regiones donde se retuercen las serpientes del dolor; pero la sabiduría de la edad última le ha enseñado a sobrevolarlas pudorosamente, con la vista clavada en un horizonte que restaña las heridas. Y así su novela, que empieza siendo la crónica de una orfandad, entretejida de silencios y de ausencias trágicas, se va llenando poco a poco de una presencia paternal y gozosa, a medida que avanza la pesquisa del niño protagonista. Con noventa y cuatro años cumplidos, impedida y llena de achaques, Mercedes Salisachs nos revela en El cuadro la canción que la mantiene jubilosa y llena de brío: una canción por la que merece caminar a su lado, con el alma avizor y la vocación intacta, como si acabáramos de estrenar la vida."
Mercedes aprovechó esas entrevistas de 2011 para asegurar que, en su opinión, los nacionalismos "son lo peor que ha pasado en la historia de la democracia española, lo único que consiguen es desvertebrar la unión de este país", asegura.
En su juventud tuvo problemas con la censura. Y con la mirada despectiva de sus amistades burguesas. En 1955, con el seudónimo "María Encín", debutó en las letras con ´Primera mañana, última mañana´: tenía 39 años. "Firmaba con María Encín porque si lo hacía con mi nombre me ponían verde, con tono despectivo me denominaban la literata".
Escribió casi de todos los géneros, menos poesía y teatro, aunque leía mucha poesía. "Trato de trasladar la lírica a la narración de mis novelas para darles un ritmo especial". Para ella lo crucial era que "una obra conecte emocionalmente con el lector desde el principio".
Ninguno de sus libros llegó al cine, algo que siempre deseó que sucediera. En 2011 esperaba que "El cuadro" llegase a la gran pantalla.
"Mira que tengo novelas que pueden ser adaptadas al cine como ´Una mujer en el pueblo´ o ´El viaje de Sodoma´. Mientras esté viva no lo harán, pero con mi muerte, se lo pensarán", expresaba hace 3 años.
Recibió el premio de novela histórica Alfonso X el Sabio por ´Goodbye, España´ (sobre la reina Victoria Eugenia), trabajó como directora editorial de Plaza&Janés, y en 1956 ganó el premio Ciudad de Barcelona con la obra Una mujer llega al pueblo. En 1983 le llegaría el premio Ateneo de Sevilla con El volumen de la ausencia y en el 2004 el premio Fernando Lara con El último laberinto. Publicó unos 40 libros y ganó una veintena de premios.
Entre su obra se encuentran ´Los que se quedan´ -1942-, ´La heroína de Betulia´ -1948-, ´Carretera intermedia´ -1956 y finalista IV Premio Planeta 1955-, ´Más allá de los raíles´ -1957-, ´La estación de las hojas amarillas´ -1963-, ´El declive y la cuesta´ -1966-, ´La última aventura´ -1967-, ´Adagio confidencial -1973- y ´Viaje a Sodoma´ -1977-. También ha publicado ´El proyecto y otros relatos´ -1978-, ´La presencia´ -1979-, ´Derribos: crónicas íntimas de un tiempo saldado´ -1981-, ´La sinfonía de las moscas´ -1982-, ´Sea breve, por favor´ -1983-, ´La danza de los salmones´ -1985-, ´Bacteria mutante´ -1996-, ´El secreto de las flores´ -1977-, ´La voz del árbol´ -1998-, ´Los clamores del silencio´ -2000-. Por último, ha publicado ´La conversación´ -2002-, ´Desde la dimensión intermedia´ -2003-, ´Reflejos de luna´ -2005- y ´Entre la sombra y la luz´ -2007-, y su último libro fue ´El caudal de las noches vacías´ (Martínez Roca, 2013).
Mercedes Salisachs ha muerto dejando una obra fértil en lengua española y un ejemplo de inspiración para muchos.
Hija de un rico industrial barcelonés, Pedro Salisachs Jané, estudió peritaje mercantil en la Escuela de Comercio y en 1935 se casó con un industrial de la Casa Burés (José María Juncadella Burés), que murió en 1993. Con él tuvo cinco hijos, el segundo de los cuales, Miguel, murió con tan solo 21 años, siendo la fuente de inspiración para una de sus más conocidas novelas, "La gangrena", con la que obtuvo el Premio Planeta en 1975.
Pero en realidad, la muerte de Miguel supuso también un despertar espiritual poderoso en Mercedes Salisachs, que ya llevaba décadas escribiendo. Lo explicaba así en 2009 en una entrevista en el Semanario Alba:
-La fe en casa de sus padres, ¿cómo se vivía?
-En ese sentido llevábamos un tren de vida, cómo le diría yo, descafeinado. Practicábamos, sí, pero como se practica, qué sé yo, un almuerzo.
-Es decir, no profundizaban.
-Entonces casi nadie lo hacía. Íbamos a misa, rezábamos el rosario, guardábamos el ayuno…, pero por cumplir.
-¿Cuándo empezó a ahondar?
-En el 58, tras la muerte por accidente de mi hijo Miguel, de veintiún años. Quedé destrozada. Al principio, me enfadé con Dios. Hasta que me fui enterando de cosas. Que Miguel iba con su novia todos los días a misa a comulgar, que había hecho los primeros viernes…
-¿Él nunca le dijo nada?
-No. Y eso que hablábamos mucho de religión. Pero él era muy humilde. Divertido, abierto y artista, pero humilde. Pensé: “Si quiero volver a verle, tengo que hacer lo mismo que él”. Desde entonces, comulgo todos los días. Y rezo muchísimo. Yo diría que, a lo largo del día, unas tres horas. Todos los días hago las tres partes del rosario, salvo los lunes, que rezo cuatro, porque añado los misterios de la Luz. Esta es la parte, digamoslo así, ‘mecánica’.
-¿En qué consiste la ‘espontánea’?
-En hablar con Dios, sin pautas.
-¿Y la escucha?
-Yo creo que sí.
-¿En qué lo nota?
-En que me concede lo que le pido. A veces se hace esperar, pero termina por concedérmelo.
-¿Qué pide?
-¿Para mí? Nada. Bueno, sí, que aumente mi fe.
-¿No reza para curarse?
-No. Ya es milagro que, a pesar de los silencios, mis libros sigan editándose y vendiéndose.
-¿Se siente perseguida?
-Perseguida no; ignorada sí.
-¿Por sus creencias religiosas?
-En parte por eso, en parte porque soy de derechas. Y españolista en Cataluña. Y mujer.
-Eso último ya no es un handicap.
-Sí, porque no soy lesbiana. Que si lo fuera… ¡Madre mía! Ahora la homosexualidad está de primerísima plana.
-¿Perdona a los que la silencian, a los que la ignoran?
-Sí, aunque es verdad que olvidar es más difícil que perdonar.
-Volviendo a sus libros. ¿Entiende la literatura como instrumento de evangelización?
-En mis libros muestro la vida tal como es: terrible. Con ellos busco que la gente reflexione.
-Ido su hijo Miguel, ¿con quién habla de estas cosas?
-Con Covadonga O’Shea, con Santiago Martín [el sacerdote, escritor y bloguero en ReL; nota de ReL], con mi nieta, que tanto me recuerda a mi hijo, ahora con ustedes...
-¿Y no le da pudor?
-¿Pudor? ¡Vergüenza me daría no hablar de Él! Pero si soy una firme defensora del catolicismo. Con la de regalos que me han caído del Más Allá…
-Habla del Más Allá.
-Porque tengo pruebas de su existencia.
-¿No le da miedo?
-Ninguno. La vida es un embarazo. Sí, empezamos a vivir cuando morimos. Es también el ensayo general de una representación que tendremos que realizar en el otro mundo.
-¿Y si el ensayo sale mal?
-Pues adiós, madre.
-¿Y si sale bien?
-La maravilla que puede ser.
-Una escritora como usted, ¿cómo se imagina a Dios?
-No soy capaz de hacerlo. En cambio, sí puedo plasmar la Santísima Trinidad. Cuando enciendo la chimenea, veo que la llama es color butano, amarillo y violáceo. Y pienso: así debe de ser la Trinidad: una bola de fuego de colores, que no quema, que está llena de amor.
El Cuadro, su obra de madurez
En 2011 asombraba al mundo presentando con 94 años su relato "El Cuadro" (LibrosLibres), escrito ya prácticamente con una sola mano al teclado.
"Es imposible combatir dialécticamente contra su bagaje cultural; su intuición y su talante creativo ni tan siquiera dan la oportunidad de intentarlo. Despliega una vitalidad arrolladora y una memoria espléndida. Su voz cautivadora, como las palabras que inundan sus páginas, poseen un acento personal y una belleza inaccesible que se aleja de lo cotidiano y lo ordinario", escribía el periodista de El Mundo que la entrevistó esos días.
Salisachs explicó por qué escribía a esas alturas un librito como "El cuadro". "Tras leer en el periódico una noticia sobre una niña pérdida que regresó a su casa cuatro días después, elaboré un cuento de una página y media para la revista Misión". Poco después, decidió prolongar el relato para escribir un cuento de 94 páginas.
Juan Manuel de Prada, en ABC, expresaba su admiración por su obra. "En El cuadro, Mercedes Salisachs ha adelgazado su escritura al máximo, hasta reducirla a la pura osamenta. Es como si la escritora, expuesta ante las verdades definitivas que sólo en la penumbra de la edad última se vislumbran, quisiera aligerarse de equipaje, para penetrar en la vibración más secreta de las almas, allá donde la retórica literaria no puede alcanzar. Mercedes Salisachs no evita las realidades amargas de la vida, esas regiones donde se retuercen las serpientes del dolor; pero la sabiduría de la edad última le ha enseñado a sobrevolarlas pudorosamente, con la vista clavada en un horizonte que restaña las heridas. Y así su novela, que empieza siendo la crónica de una orfandad, entretejida de silencios y de ausencias trágicas, se va llenando poco a poco de una presencia paternal y gozosa, a medida que avanza la pesquisa del niño protagonista. Con noventa y cuatro años cumplidos, impedida y llena de achaques, Mercedes Salisachs nos revela en El cuadro la canción que la mantiene jubilosa y llena de brío: una canción por la que merece caminar a su lado, con el alma avizor y la vocación intacta, como si acabáramos de estrenar la vida."
Mercedes aprovechó esas entrevistas de 2011 para asegurar que, en su opinión, los nacionalismos "son lo peor que ha pasado en la historia de la democracia española, lo único que consiguen es desvertebrar la unión de este país", asegura.
En su juventud tuvo problemas con la censura. Y con la mirada despectiva de sus amistades burguesas. En 1955, con el seudónimo "María Encín", debutó en las letras con ´Primera mañana, última mañana´: tenía 39 años. "Firmaba con María Encín porque si lo hacía con mi nombre me ponían verde, con tono despectivo me denominaban la literata".
Escribió casi de todos los géneros, menos poesía y teatro, aunque leía mucha poesía. "Trato de trasladar la lírica a la narración de mis novelas para darles un ritmo especial". Para ella lo crucial era que "una obra conecte emocionalmente con el lector desde el principio".
Ninguno de sus libros llegó al cine, algo que siempre deseó que sucediera. En 2011 esperaba que "El cuadro" llegase a la gran pantalla.
"Mira que tengo novelas que pueden ser adaptadas al cine como ´Una mujer en el pueblo´ o ´El viaje de Sodoma´. Mientras esté viva no lo harán, pero con mi muerte, se lo pensarán", expresaba hace 3 años.
Recibió el premio de novela histórica Alfonso X el Sabio por ´Goodbye, España´ (sobre la reina Victoria Eugenia), trabajó como directora editorial de Plaza&Janés, y en 1956 ganó el premio Ciudad de Barcelona con la obra Una mujer llega al pueblo. En 1983 le llegaría el premio Ateneo de Sevilla con El volumen de la ausencia y en el 2004 el premio Fernando Lara con El último laberinto. Publicó unos 40 libros y ganó una veintena de premios.
Entre su obra se encuentran ´Los que se quedan´ -1942-, ´La heroína de Betulia´ -1948-, ´Carretera intermedia´ -1956 y finalista IV Premio Planeta 1955-, ´Más allá de los raíles´ -1957-, ´La estación de las hojas amarillas´ -1963-, ´El declive y la cuesta´ -1966-, ´La última aventura´ -1967-, ´Adagio confidencial -1973- y ´Viaje a Sodoma´ -1977-. También ha publicado ´El proyecto y otros relatos´ -1978-, ´La presencia´ -1979-, ´Derribos: crónicas íntimas de un tiempo saldado´ -1981-, ´La sinfonía de las moscas´ -1982-, ´Sea breve, por favor´ -1983-, ´La danza de los salmones´ -1985-, ´Bacteria mutante´ -1996-, ´El secreto de las flores´ -1977-, ´La voz del árbol´ -1998-, ´Los clamores del silencio´ -2000-. Por último, ha publicado ´La conversación´ -2002-, ´Desde la dimensión intermedia´ -2003-, ´Reflejos de luna´ -2005- y ´Entre la sombra y la luz´ -2007-, y su último libro fue ´El caudal de las noches vacías´ (Martínez Roca, 2013).
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