La película sobre su vida, en un festival judío
El doble dolor del cardenal Lustiger, judío converso: ¿llegó Juan Pablo II a disculparse con él?
Se está celebrando el Festival de Cine Judío de Nueva York, y este lunes día 20 está previsto el pase de la película The Jewish Cardinal [El cardenal judío], que es como se ha titulado en Estados Unidos Le métis de Dieu [El mestizo de Dios], el telefilme estrenado en 2013 y ya emitido por las televisiones francesa y alemana.
El film, dirigido por Ilan Duran Cohen, narra la vida del cardenal francés Jean-Marie Lustiger (1926-2007), quien nació en una familia judía, se convirtió al catolicismo en 1940 cuando vivía con una familia de acogida (sus padres habían sido deportados y su madre moriría en Auschwitz), fue ordenado sacerdote en 1954, y fue nombrado por Juan Pablo II obispo de Orleáns en 1979, arzobispo de París en 1981 y cardenal en 1983, una carrera meteórica con la que Karol Wojtyla quiso lanzar un mensaje al mundo de diálogo entre cristianos y judíos.
Pero ¿fue consciente el Papa polaco del dolor que causaba esa promoción en el promovido, al reactivar viejas heridas y enfrentarle a la incomprensión de unos y otros? La película sugiere que sí, e incluso que Juan Pablo II se lo manifestó privadamente, con una disculpa sugerida: "Sabía que la historia del sacerdote judío sacudiría Francia, pero no esperaba tanto, ni tampoco el que usted se causa a sí mismo", le dice en un momento el Papa (interpretado por Aurélien Recoing, con una gran interpretación de los gestos del pontífice: ver abajo el tráiler). Y años después, ya anciano, se aproxima al cardenal Lustiger y casi le susurra: "Siento haberte hecho sufrir tanto, hermano, pero era necesario".
En efecto, el purpurado parisino (allí nació y murió) reiteró en más de una ocasión que seguía considerándose judío: "Nací judío y sigo siéndolo, aunque esto sea inaceptable para muchos. Creo que la vocación de Israel es iluminar a los no judíos. Ésa es mi esperanza y creo que el cristianismo es el medio para conseguirlo".
Pero al tiempo que confesiones de esa naturaleza creaban sospecha en ambientes cristianos (en la película afirma que consideraba que le descartaban para el episcopado), su padre, judío poco practicante pero muy resentido tras la muerte de su esposa en el campo de concentración, había entendido su conversión como un repudio a sus orígenes.
Lustiger vivió así un doble sufrimiento que se incrementaba a cada nueva responsabilidad que asumía en el seno de la Iglesia, y no fueron pocas, en particular en el diálogo con los judíos o como enviado especial de Juan Pablo II en enero de 2005 a la celebracion del 60º aniversario de la liberación del campo en el que perdió a su madre. Una de las escenas más conmovedoras de la película es su oración sobre la vía del tren de Auschwitz.
En junio de 2013, el Jurado Signis (católico) del 53ª Festival de Televisión de Montecarlo, coordinado por el sacerdote Patrick Keppel, responsable del Servicio de Comunicación Audiovisual de la diócesis de Mónaco, premió la película “por sus cualidades y su temática al contribuir al indispensable y necesario diálogo fraternal entre judíos y cristianos”, considerando la obra "una realización magistral sobre la personalidad de una figura excepcional de la reconciliación judeo-cristiana, el cardenal Jean-Marie Aron Lustiger. El arzobispo de París está magistralmente interpretado por Laurent Lucas, quien nos lleva a descubrir un hombre de gran humanidad, enérgico y atormentado a la vez”.
El film, dirigido por Ilan Duran Cohen, narra la vida del cardenal francés Jean-Marie Lustiger (1926-2007), quien nació en una familia judía, se convirtió al catolicismo en 1940 cuando vivía con una familia de acogida (sus padres habían sido deportados y su madre moriría en Auschwitz), fue ordenado sacerdote en 1954, y fue nombrado por Juan Pablo II obispo de Orleáns en 1979, arzobispo de París en 1981 y cardenal en 1983, una carrera meteórica con la que Karol Wojtyla quiso lanzar un mensaje al mundo de diálogo entre cristianos y judíos.
Pero ¿fue consciente el Papa polaco del dolor que causaba esa promoción en el promovido, al reactivar viejas heridas y enfrentarle a la incomprensión de unos y otros? La película sugiere que sí, e incluso que Juan Pablo II se lo manifestó privadamente, con una disculpa sugerida: "Sabía que la historia del sacerdote judío sacudiría Francia, pero no esperaba tanto, ni tampoco el que usted se causa a sí mismo", le dice en un momento el Papa (interpretado por Aurélien Recoing, con una gran interpretación de los gestos del pontífice: ver abajo el tráiler). Y años después, ya anciano, se aproxima al cardenal Lustiger y casi le susurra: "Siento haberte hecho sufrir tanto, hermano, pero era necesario".
En efecto, el purpurado parisino (allí nació y murió) reiteró en más de una ocasión que seguía considerándose judío: "Nací judío y sigo siéndolo, aunque esto sea inaceptable para muchos. Creo que la vocación de Israel es iluminar a los no judíos. Ésa es mi esperanza y creo que el cristianismo es el medio para conseguirlo".
Pero al tiempo que confesiones de esa naturaleza creaban sospecha en ambientes cristianos (en la película afirma que consideraba que le descartaban para el episcopado), su padre, judío poco practicante pero muy resentido tras la muerte de su esposa en el campo de concentración, había entendido su conversión como un repudio a sus orígenes.
Lustiger vivió así un doble sufrimiento que se incrementaba a cada nueva responsabilidad que asumía en el seno de la Iglesia, y no fueron pocas, en particular en el diálogo con los judíos o como enviado especial de Juan Pablo II en enero de 2005 a la celebracion del 60º aniversario de la liberación del campo en el que perdió a su madre. Una de las escenas más conmovedoras de la película es su oración sobre la vía del tren de Auschwitz.
En junio de 2013, el Jurado Signis (católico) del 53ª Festival de Televisión de Montecarlo, coordinado por el sacerdote Patrick Keppel, responsable del Servicio de Comunicación Audiovisual de la diócesis de Mónaco, premió la película “por sus cualidades y su temática al contribuir al indispensable y necesario diálogo fraternal entre judíos y cristianos”, considerando la obra "una realización magistral sobre la personalidad de una figura excepcional de la reconciliación judeo-cristiana, el cardenal Jean-Marie Aron Lustiger. El arzobispo de París está magistralmente interpretado por Laurent Lucas, quien nos lleva a descubrir un hombre de gran humanidad, enérgico y atormentado a la vez”.
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