La Virgen de la Victoria, último lugar que visitaron antes de partir y el primero al regresar
500 años de la vuelta al mundo del Evangelio: una efeméride en la que ciencia y fe se dan la mano
Este 2019 el 500 Aniversario de la culminación de una de las más importantes gestas en las que los españoles tuvimos arte y parte: la primera vuelta al mundo. Fernando de Magallanes y Juan Sebastián Elcano capitanearon la hazaña. Mucho se está hablando de ella y, como siempre, muy poco de la faceta religiosa del viaje. Lo sorprendente es que también tuvo importancia científica desde el más puro espíritu de la Iglesia Católica. Se ha llegado a decir que este viaje cambió la historia de la humanidad y fue mucho más importante que la llegada del hombre a la Luna.
Hay casi 200 actos programados hasta 2021 para conmemorar lo que ocurrió hace ahora 500 años. El 22 de marzo de 1519 el rey Carlos I firmó con Fernando de Magallanes las capitulaciones de Valladolid por las que ponía a su disposición una armada de cinco naves - la nave capitana, la Trinidad; las otras cuatro: San Antonio, Victoria, Santiago y la Concepción, donde iba Juan Sebastián Elcano- para buscar, respetando el Tratado de Tordesillas que el Papa propusiera en 1494, un paso por mar hacia el recién descubierto Mar de Sur, hoy océano Pacífico, con el fin de encontrar una nueva ruta a la Especiería navegando hacia el oeste.
El 10 de agosto de 1519, partieron del convento de Nuestra Señora de la Victoria (Hermanos mínimos de San Francisco de Paula) de Sevilla - tras una ceremonia religiosa para implorar la protección divina y bendecir las banderas y estandartes de la expedición- 239 marineros con Fernando de Magallanes al mando. El 20 de septiembre del mismo año abandonarían definitivamente tierras españolas, en Sanlúcar de Barrameda, una vez abastecidos y pertrechados para un viaje que duraría en principio dos años.
El principal cronista del evento fue Antonio Pigafetta, al servicio del embajador del Papa, monseñor Francisco Chieregati. Sus anotaciones tuvieron un importante valor científico naturalista, etnográfico, lingüístico y geográfico, y estuvieron plagadas del espíritu providencialista católico que, por suerte, nos sigue acompañando y nos permite conectar con Dios en la historia, tal y como en realidad Él lo intenta todos los días. Además, Pigafetta escribió también un tratado de navegación que contiene la descripción de tres métodos para determinar la longitud.
Fernando de Magallanes (1480-1521), portugués de origen pero desahuciado en su tierra, perteneció a la católica Orden de Santiago, y tuvo un hermano diácono. Estudió astronomía y ciencias náuticas bajo la tutela de buenos profesores, entre quienes pudo haber estado Martín Behaim, creador del globo terráqueo más antiguo que se conserva. De familia piadosa, fue apoyado por Juan Rodríguez de Fonseca, obispo de Burgos, para proponer a Carlos I el viaje, que también fue supervisado por la Casa de Contratación, fundada en 1503 por los Reyes Católicos con el doctor Sancho Ortiz de Matienzo, canónigo de la Catedral de Sevilla y primer abad de Jamaica como tesorero, y considerada primera institución científica europea, donde apareció el primer oficio científico profesional, el de cosmógrafo.
Antonio Pigafetta, principal cronista del viaje
Magallanes participó en la gran Batalla de Diu, en la que los portugueses derrotaron a una flota musulmana y obtuvieron así la supremacía sobre la mayor parte del Océano Índico. Tras renunciar a la nacionalidad portuguesa y con el apoyo del obispo Fonseca, logró interesar en el proyecto al monarca español Carlos I, partió tras hacer el juramento de fidelidad en la iglesia de Santa María de la Victoria de Triana en Sevilla, y recibió el estandarte imperial. Avanzado el viaje de circunnavegación del globo terráqueo, atravesó el estrecho que hoy lleva su nombre, y que él llamó Canal de Todos los Santos.
Magallanes descubrió el Archipiélago de San Lázaro, tiempo después llamado las Filipinas en honor a Felipe II, que sigue siendo importante enclave católico en Asia, donde primero los jesuitas y luego los dominicos fundaron las primeras universidades de este continente, la Universidad de San Ignacio que fue fundada en 1590 y cerró tras la expulsión de los jesuitas de allí, y la de Santo Tomás en 1611. Decidió quedarse aquí durante un tiempo, a salvo de los portugueses, dejar reposar a sus hombres y reparar las naves, planeando llegar en buenas condiciones a las no distantes Molucas. Fue recibido amistosamente por el jefe de la isla de Cebú, quien después de ocho días fue bautizado junto con otros varios centenares de nativos, desempeñando así la misión una de sus funciones primordiales; la evangelización. Magallanes intentó convertir a los indígenas al cristianismo y mantener una paz estratégica con algunos entrando en batallas entre distintos jefes. En la madrugada del 27 de abril de 1521 llegaron a la playa de Mactán para luchar contra Lapulapu y 1000 de sus partidarios que acabaron con su vida cuando estaban apenas a unos días de las islas de las especias, el 27 abril por las flechas envenenadas de los nativos.
Representación del Viaje de Magallanes-Elcano en Sanlúcar de Barrameda
Juan Sebastián Elcano (1476-1526) pertenecía a una familia de pescadores y marinos acomodados, que contaban con casa y embarcación propia. Primogénito de nueve hermanos, se conocen datos biográficos de algunos de ellos. Domingo, llamado como el padre, fue sacerdote y párroco de Guetaria. Hacia 1509 contaba con una nave de doscientas toneladas con la que tomó parte en la expedición militar contra Argel, que fue dirigida por el cardenal Francisco Jiménez de Cisneros.
Juan Sebastián Elcano pidió que se hiciera una misa anual por él y sus padres en El Salvador de Guetaria, que recientemente presidió el Obispo Munilla de san Sebastián, que dijo: "Es entrañable que 500 años después cumplamos su voluntad y oremos por él". Así es, esa misa se celebró en días pasados. Recordaba el Obispo en su homilía a "quinientos años de aquella epopeya, de aquella vuelta al mundo. Empezaré por el testamento que Elcano escribió en plena crisis en el Océano, cuatro años después de empezar su viaje: 'en nombre de Dios, amén; mando mi alma a Dios que me la crió, y me redimió con su preciosa sangre en la Santa Cruz, y ruego y suplico a la bendita Madre, Señora Santa María, que ella sea mi abogada ante su precioso Hijo". .
Celebró monseñor Munilla en Guetaria (Guipúzcoa), con marinos de distintas ramas (marina mercante, pescadores, la Armada), rogando por el alma de Juan Sebastián Elcano, y señalando que había muchas motivaciones: económicas, estratégicas, de fama... pero también "buscaban expander la fe cristiana, fueron participantes activos en muchos bautismos", recordó.
Escultura de Elcano en Guetaria, su localidad natal
En el momento cumbre de la vida, al acercarse su muerte, Elcano fue consciente de que necesitaba purificar muchas cosas, que quizá habría hecho mejor muchas cosas de volver a vivir. "Existía una cosmovisión católica que permitía una autocrítica en esa época, para que no fuese la fama o el dinero el motor único de todo", recordó.
"Isabel la Católica luchó denodadamente contra la esclavitud y maltrato de indígenas, una página de la historia a veces muy desconocida y creo que es motivo de gloria para nosotros. Ordenó liberar a los indios esclavizados por Colón y ordenó devolverlos a las Antillas. Y Colón volvió prisionero a España; hubo autocrítica en esa epopeya. Dejó claro que los indios era hombres como los demás".
Munilla leyó el fragmento del testamento de Isabel en que ordena que no se consientan abusos ni robos contra los indios. Y recordó "la igualdad natural de todos los pueblos" reconocida por los filósofos y teólogos de Escuela de Salamanca en ese siglo. Eso favorecía el mestizaje. Señaló que fue "muy diferente" la colonización anglosajona en Norteamérica.
Ese es el contexto en el que Elcano partió, explica. Al repasar el testamento de Elcano, su obispo recordó que dejó primero un dinero a la parroquia de Guetaria, y también partes de sus bienes para "los 30 más pobres" del pueblo.
Como Ignacio de Loyola, "llamado a arriesgarlo todo", Munilla señaló en su homilía que Ignacio de Loyola y Elcano fueron los dos guipuzcoanos más influyentes del mundo. Ignacio se convirtió exactamente mientras Elcano sufría en plena travesía. "No es casualidad que sean del mismo tiempo, nacieron y crecieron en un mismo humus. Tenían madera, candidatos a todo menos a ser mediocres, llamados a arriesgarlo todo. Yo le pido al Señor por el alma de aquel valiente, que amaba a Cristo pero era un pecador. Y pido al Señor espíritus decididos, valientes".
Tres años después, en 1522, atracaron en la capital andaluza. Dijo el cronista Antonio Pigafetta de ese momento:
"Gracias a la Providencia, el sábado 6 de septiembre de 1522 entramos en la bahía de San Lúcar... Desde que habíamos partido de la bahía de San Lúcar hasta que regresamos a ella recorrimos, según nuestra cuenta, más de catorce mil cuatrocientas sesenta leguas, y dimos la vuelta al mundo entero... El lunes 8 de septiembre largamos el ancla cerca del muelle de Sevilla, y descargamos toda nuestra artillería"
Los supervivientes y Elcano desembarcaron en camisa y descalzos, con cirios en las manos y en procesión hacia la iglesia de Nuestra Señora de la Victoria y a la Virgen de la Antigua de la Catedral de Sevilla a quien se habían encomendado antes de iniciar el viaje, a reconocer "que ella nos lleva al puerto amado". Regresaron dieciocho hombres y una nao.
Antonio Rodríguez Babío, delegado diocesano de Patrimonio Cultural de la Diócesis de Sevilla, indicó en su reciente intervención el 23 de julio que “es hermoso pensar que la nave que guiaba a las demás llevaba el nombre de la Virgen, para así significar que eran guiados por la luz de la Madre de Dios en su advocación de la Victoria”. Y es que durante los 1.084 días que duró la expedición, la nao Victoria, que fue bautizada así en honor a la devoción mariana que se custodiaba en el convento trianero de los Mínimos, guió a las otras cuatro naves alrededor del mundo. Fue la de la Virgen de la Victoria una devoción muy arraigada en la Sevilla del XVI, centrada en una talla de la Virgen con el Niño que hoy todavía se conserva en la Capilla de Santa Bárbara de la ‘catedral de Triana’.
Virgen de la Victoria a la que se encomendaron al salir y dieron gracias al llegar
La Virgen de la Victoria se encontraba aquellos días previos al inicio de la circunnavegación en un templo que podría estar aproximadamente donde hoy se encuentra la iglesia de los Paules y los Maristas. La advocación estaba vinculada a la reconquista de Málaga por los Reyes Católicos (1487) y, desde entonces, a las fundaciones de los Mínimos. La imagen fue restaurada en 1922, con motivo del IV centenario de la llegada de la expedición comendada por Elcano, y el retablo donde hoy se venera tiene un frontal de azulejos que muestra en el centro una representación de la nao Victoria con dos ángeles, realizado en la fábrica de Mensaque. Buena prueba de la importancia devocional que llegó a tener esta imagen lo da el hecho de que formara parte, el 19 de mayo de 1929, de la procesión extraordinaria que se organizó con motivo del Congreso Mariano Hispano-Americano de Sevilla, en el que fue coronada la imagen de la Virgen de la Antigua. Junto a la Virgen de la Victoria procesionaron otras imágenes marianas de Sevilla.
El viaje, al abrir la ruta occidental hacia Asia, demostró fehacientemente la redondez de la Tierra. Los preparativos de esta expedición podrían compararse a los que se realizan hoy para una misión a Marte: había que definir objetivos en contextos de incertidumbre y con información incompleta, con un importante conjunto de instrumentos para poder orientarse en alta mar que fueron utilizados durante la expedición. También sirvió la expedición llevada a cabo por estos creyentes para poner de manifiesto las deficiencias de la ciencia clásica, la Geografía de Ptolomeo que había estado vigente desde el s. II, y la elaboración de una nueva cartografía del planeta que propició la posterior revolución copernicana, llevada a cabo también por un presbítero de la Iglesia Católica llamado Nicolás Copérnico.
Después de haber dado la vuelta al mundo, terminó la primera globalización, que permitió multitud de relaciones intercontinentales que perviven gracias entre otras cosas a la sembrada semilla del Evangelio, llevada a cabo por fervientes católicos españoles.
* Alfonso V. Carrascosa es científico en el CSIC