«Amor bajo el espino blanco»: pureza y respeto bajo el terror de la Revolución Cultural

¿Pasará a la historia del cine el amor entre Sun, interpretado por Shawn Dou, y Jing, interpretada por Zhou Dongyou en un primer papel absolutamente subyugante?
 
Tiene todos los ingredientes para ser así, toda vez que el director chino Zhang Yimou ha demostrado sobradamente, desde su debut con Sorgo Rojo (1987) o con obras como La linterna roja (1991), ¡Vivir! (1994), El camino a casa (1999), Hero (2002) o La casa de las dagas voladoras (2004), que domina el lenguaje del cine como forma de expresión universal. Y así se lo han reconocido premios en Cannes, Venecia o Berlín, y tres candidaturas a los Oscar que algún día se traducirán en estatuillas.

Esta vez nos acerca a una historia de amor puro e inocente, rebosante de respeto al otro y de capacidad de sacrificio por él. Con Sun y Jing nos sitúa ante pautas de comportamiento que parecen olvidadas y que, bajo su batuta, se convierten en espontáneo modelo para el espectador sin que éste perciba la intención ni el mensaje.

Amor bajo el espino blanco está basada en hechos reales y sobre la novela del mismo título de Ai Mi, quien en 2007 empezó a relatar en un blog los hechos que le contó uno de sus protagonistas. Rodada en 2010, se estrenó en España este verano y sigue en cines, cosechando adhesiones inquebrantables entre quienes valoran la sensibilidad y la delicadeza que en ocasiones sólo la filigrana de las relaciones sociales chinas sabe sublimar.

Amor en medio del terror
La historia arranca de una forma casi convencional: en plena Revolución Cultural maoísta, una joven en proceso de reeducación es enviada al campo. Allí conoce a un joven, y el amor que surge entre ellos tendrá que luchar contra oposiciones familiares y de toda índole.

No iremos más allá en la descripción del argumento, pero es a partir de ese momento cuando la trama cobra una intensidad poco común, y Zhang Yimou empieza a dibujarnos la vinculación entre esos chicos, aparentemente corrientes, con trazos que impactan y emocionan.

Allí donde, en otros filmes, el chispazo se traduce en sexo fácil y responsabilidad nula, en Amor bajo el espino blanco encontramos un espíritu de -en cierto modo- sacralización del otro, casi diríamos de custodia mutua, de devoción entregada, de disposición absoluta al sacrificio, de renuncia a la satisfacción inmediata de los instintos en bien de una construcción sobre cimientos sólidos.

La película es además un retrato de lo que fue el momento más duro de la represión comunista en China (un genocidio de millones de personas aplaudido por buena parte de la intelectualidad progresista occidental). Zhang Yimou, quien vio censurada alguna de sus  primeras películas, es hijo de un militar del ejército de Chiang Kai-Chek, que resistió a Mao Tse Tung hasta verse circunscrito a la isla de Taiwan, donde gobernó entre 1949 y 1975 hasta situar al país entre los más desarrollados del mundo.

En los últimos años, Pekín ha tenido que rendirse al talento del autor de Amor bajo el espino blanco, hasta llegar a confiarle la dirección de la ceremonia inaugural de los Juegos Olímpicos de 2008.

Con esta nueva película alcanza una madurez absoluta. Y dejará a sus seguidores incondicionales con las emociones a flor de piel: esas emociones que sumergen a Sun y a Jing en esa felicidad que sólo un amor como el suyo sabe gozar, pero que (¡ay!) nunca es completa...