Algunos ejemplos que utilizó el genial arquitecto, ahora en proceso de beatificación
Gaudí o cómo mostrar a Dios con la naturaleza: un bello paseo por la Creación a través de sus obras
Gaudí, fuera de la fe cristiana siempre será incomprendido. Si su obra lo atestigua en muchísimos detalles, como la cruz con la que remata gran parte de sus edificios, las permanentes alusiones a la Virgen María, los símbolos que expresan la lucha contra el mal, su vida lo atestigua también.
Desde su nacimiento, su existencia está marcada por una llamada, bien a través de la cruz (la enfermedad, las muertes de sus seres queridos, los rechazos recibidos de las mujeres de las que se enamoró) o bien a través de los dones muy fuera de lo común que Dios le concedió y que él mismo supo interpretar como un designio de Dios, para anunciarle a través de la arquitectura, especialmente su obra cumbre, el Templo de la Sagrada Familia.
Antonio, nacido el 25 de junio de 1.852, fue el menor de cinco hermanos, y el único que vivió una larga vida, aunque siempre fue muy enfermizo, propenso a las fiebres reumáticas que de niño curaba pasando largas temporadas en la casa Pairal, conocida como el “Mas de la Calderera” en Riudoms. Murió el 10 de junio de 1.926 a los 73 años de edad, a 15 días de cumplir los 74 años.
Riudoms grabó en su mente esta luz diáfana del mediterráneo, luz que por su especial inclinación es capaz de realzar el color y el volumen de todos los objetos. En este rincón amable y sereno, el pequeño Gaudí, impedido para jugar normalmente, pasaba las horas, en cama y a lomos de un borrico, contemplando la naturaleza, aprendiendo de ella. Allí permanecía horas y horas con los ojos muy abiertos contemplando la naturaleza que le rodeaba, la estructura de una hoja, la rigidez o elasticidad de sus pequeños nervios y la suavidad de sus ondulados planos, de allí saldrían muchas de las formas de su arquitectura.
Gaudí procedía de una familia humilde, su padre vendió el taller de calderería para poder dar estudios sus hijos Francisco y a Antonio. Siendo estudiante, Gaudí hubo de trabajar para ganarse la vida, colaborando como delineante en los estudios de otros arquitectos, como Josep Fontserè Mestres, Francisco de Paula del Villar y Joan Martorell, a quien Gaudí admiraba como persona y arquitecto. Fue Martorell quien le propuso para hacerse cargo de las obras de la Sagrada Familia cuando Francisco de Paula renunció a aquellas al año de su comienzo, en 1.883, con solo treinta y un años de edad y se mantuvo, cada vez con más intensidad, hasta el final de sus días.
Una visión de la Creación a través de sus obras
Gaudí afirma que la naturaleza es su maestra, no en un sentido romántico sino entendida en un sentido profundo, la naturaleza salida de las manos del Creador y por tanto, una teofanía o manifestación de Dios, la antesala de la revelación. Si Gaudí no tenía ojos más que para mirar la naturaleza, la misma naturaleza nos permitirá también penetrar en el alma de Gaudí, conocerle mejor.
Una forma muy original y expresiva de ver la obra de Gaudí es unir imágenes de la naturaleza junto a detalles de sus obras:
Planta del Girasol y cerámica que recubre la casa Vicens
La reflexión más profunda que surge de la contemplación de la casa Vicens es el símbolo que Gaudí encuentra en el girasol, que bien puede considerarse una imagen del alma humana, una planta que se abre al amanecer, que va girando buscando el sol y que vuelve a cerrarse al ponerse aquel. Si el sol es imagen de Jesucristo, el alma humana debe aprender del girasol a mirarle a Él. Será ésta la primera y última obra que Gaudí producirá sin estar firmemente enraizada en la fe católica, aunque el simbolismo del girasol hace entrever que Gaudí mira de reojo el lado trascendente de la vida, más adelante lo hará más descaradamente.
Arco Catenario y Sección por los pasillos de las Teresianas de Barcelona
Las ventanas y las secciones de los pasillos del edificio de Las Teresianas reproducen la silueta de estilizadas catenarias que Gaudí tomó de la naturaleza. La perspectiva de esos pasillos de sección parabólica son los espacios más espirituales que Gaudí creó, parecían repetir la silueta de las religiosas en color blanco. A partir de este edificio, Gaudí comienza a expresar abiertamente sus profundas creencias y sentimientos religiosos. La sección parabólica de los pasillos espiritualiza el transitar por ellos. Su esbeltez apunta hacia arriba, para inflamar el corazón del deseo de caminar hacia el cielo.
Planta en las proximidades de las bodegas de Garraf y trama metálica sobre el altar
El altar de la capilla del edificio de viviendas de las bodegas de Garraf está rematado con una trama metálica trabando cruces, cuyo diseño puede asegurarse que está tomado de las plantas que rodean la construcción, la “Portuaria Afra” o árbol de la abundancia. La naturaleza siempre está presente en cualquiera de los detalles de las obras de Gaudí.
Cruz en la naturaleza y en el Parque Güell de Gaudí
Gaudí no da puntada sin hilo, su insistencia en presentar la cruz en sus obras no es gratuita; es más bien la cruz la que está presente en la naturaleza y Gaudí se hace eco de ello. Si la cruz fue el instrumento utilizado por Dios para restaurar al hombre, no es extraño que aparezca en la naturaleza, al frente de la cual pone al hombre. La caída del hombre arrastró a la naturaleza que con él quedó también caída, y la restauración final será una restauración universal. Todo el universo prolonga nuestro cuerpo, si el mundo es el cuerpo de la humanidad, la humanidad es el alma del universo.
Fruto del ciprés y cruz de Bellesguard
La cruz que remata la torre de la casa Bellesguard está inspirada en el Gálbulo, fruto del ciprés que en el momento de soltar las semillas se abre adoptando la forma que aparece en la imagen anterior. En el fruto abierto se pueden apreciar cinco brazos que pudieron servir de inspiración a Gaudí para su conocida cruz. Emociona pensar que la cruz y la vida (un fruto con semillas es imagen de la vida) ya estaban relacionados en la naturaleza, solo un observador enamorado de la naturaleza como Gaudí supo encontrar esta lectura. El fruto del ciprés se resquebraja para poder entregar la semilla, y curiosamente lo hace en forma de cruz. El fruto muere para que surja la vida: “Si el grano de trigo que cae en la tierra no muere, queda solo; pero si muere da mucho fruto”. Estas palabras de San Juan desvelan el secreto de la vida, Jesucristo está hablando de sí mismo, Él es el grano de trigo, está anunciando su muerte para la vida del mundo.
Caverna y Cripta de la Colonia Güell
Las primeras arquitecturas fueron las cavernas, un espacio imagen del útero materno, donde el hombre se encontraba seguro. No se usaban exclusivamente para resolver la necesidad habitacional, la gruta fue también el primer templo natural. Los primeros monasterios, fueron excavados en la roca con alguna construcción añadida, como en el caso del Monasterio de Suso.
Se inicia así una paulatina liberación de la tierra para construir el templo exento mediante diversos estilos arquitectónicos, hasta llegar a la máxima expresión de la liberación de la piedra con la catedral gótica. Este camino sagrado, que parte de la madre tierra (la caverna) para ascender hacia el cielo (la catedral gótica), es imagen del proceso que nos hace pasar de lo humano a lo divino, de la oscuridad a la luz. Gaudí realiza este mismo proceso a través de los proyectos que la providencia pone en sus manos.
Piña abierta y vitral de la cripta de la Colonia Güell
La naturaleza para Gaudí debe ser la fuente de toda inspiración. Cuando le preguntan por el significado de las formas de los vitrales de la cripta de la Colonia Güell, se sonríe. Se ha especulado mucho con ese tema, pero contra lo que puede pensarse, no se trata de margaritas ni de mariposas. Un día contestó trayendo en la mano una piña abierta que reproducía fielmente la forma de las vidrieras. Con razón decía constantemente que el hombre no crea nada, solo descubre aquello que Dios ha creado antes.
La sierra de Prades y La Pedrera
Gaudí ha tomado como modelo del edificio de La Pedrera, los paisajes de la Sierra de Prades a la espalda de Riudoms por los que él, como buen excursionista que fue siempre, paseaba con mucha frecuencia. En esas grandes y curvadas piedras se inspira para plasmar la casa Milá, ese enorme bloque de piedra caliza amarillenta de Vilafranca, que se estratifica en planos horizontales y se ondulan como las olas del mar, sapicado con las crestas de espuma de forja metálica de los antepechos de los balcones realizados por Josep María Jujol. La razón de ser de este edificio no era otra que servir de pedestal a una imagen de 4,5 m. de altura, la Virgen del Rosario, patrona del barrio de Gracia, ese era el alma de este espectacular edificio.
Ala de mariposa y puerta de la casa Milá
Si la casa nos proporciona una identidad, salir de ella nos permite poner en valor esa identidad. La casa no debe ser una burbuja donde refugiarse, sino el trampolín donde tomar impulso para volar alto, tanto más alto cuanto más amor hayamos recibido en ella.
Esta es la síntesis de la vida humana, todos fuimos hijos y algún día acabamos siendo padres. Esa cadena vital genera y transmite la vida, la del cuerpo y la más importante aún, la del espíritu. Del padre al hijo, y de este al suyo, y así sucesivamente, estando el Señor al comienzo de esa cadena, pues sin Él la cadena se desmorona o cuesta un gran esfuerzo mover: “Si el Señor no construye la casa, en vano se cansan los constructores; si el Señor no guarda la ciudad, en vano vigilan los centinelas... Un don del Señor son los hijos, son como flechas en manos de un guerrero los hijos de la juventud, dichoso el hombre que tiene llena su aljaba, no temerá cuando lleguen a la puerta sus enemigos” (Salmo 127).
La puerta de la casa Milá ofrece hacia el exterior un aspecto muy parecido a las alas de una mariposa ya madura, deja entrever el exterior a través de una trama llena de vericuetos, como los que nos esperan al cruzar el umbral, todo un símbolo para expresar la desazón que encuentramos en ese momento crucial de la vida, el de dar el salto a nuestra independencia de la casa paterna. De este lado, nuestras seguridades; del otro la vida multicolor y llena de atractivos; la puerta nos impulsa a volar alto, como la mariposa.
Montaña de Monserrat y torres de la Sagrada Familia
Siendo estudiante, Gaudí trabajó en el estudio del arquitecto Francisco de Paula del Villar, profesor de la escuela de arquitectura a quien sucedió como arquitecto en la construcción del Templo de la Sagrada Familia al año de la colocación de su primera piedra. Trabajando en el estudio de Del Villar, diseñó el camarín de la Virgen de Monserrat, por lo que debió conocer a fondo este paisaje que más adelante tendría una repercusión en obras tan geniales como el edificio de La Pedrera o la Sagrada Familia.
Las formas parabólicas de esas peñas verticales de Monserrat, arriostradas unas en otras y dejando pasar el viento entre sus remates superiores, debieron inspirar a Gaudí la solución estructural de las torres de la Sagrada Familia. Los peñascos erectos de Montserrat, aquellas agujas de piedra aguantándose a sí mismas, le mostraron abiertamente el perfil del templo que comenzó a tomar forma en su imaginación. La naturaleza le marcaba siempre el camino.
Yemas florales y remates de los pináculos de la Sagrada Familia
Las torres de la Sagrada Familia las remata Gaudí con pináculos decorados mediante cerámicas coloreadas y troceadas mediante la técnica del trencadís. El material que mejor podría adaptarse a formas tan complejas es la cerámica troceada que adopta el volumen que se desee con colores tan cambiantes como se pueda imaginar. Esas formas pueden resultar muy caprichosas, pero no menos que lo es la propia naturaleza en la infinita variedad de flores y frutos, riquísima en formas y colores.
Para Gaudí, la luz y el color son elementos tan esenciales en sus obras como lo son las formas, las dimensiones, los materiales y las proporciones del edificio. Gaudí es consciente de que el color es expresión de la vida, él mismo dice que la muerte hace perder todo el color. Y en cuanto a la luz, es el origen del color, pues no existiría sin un foco de luz que lo hiciera visible.
Piedra de la Cruz y Cruz de piedra en la Sagrada Familia
El mineral de la lámina anterior es de rara belleza, es conocido con el nombre de “Piedra de la Cruz”, por la forma esculpida de forma natural en el centro del mismo. La Piedra de la Cruz es utilizada en diferentes técnicas terapéuticas para la curación de diversas enfermedades, y debido a las connotaciones religiosas de la forma dibujada en su interior, se ha utilizado para promover la paz espiritual de aquellas personas que están sufriendo por influencias negativas en el alma, como miedos o angustias del corazón. Gaudí corona la fachada del Nacimiento de la Sagrada Familia con una cruz de piedra de estilo muy personal, pero con cierto parecido a la de la imagen precedente en el ensanchamiento de los extremos de los brazos.
La luz penetrando en el bosque y en el interior de la Sagrada Familia
La luz penetra al interior del templo de la Sagrada Familia como los rayos de sol lo hacen entre los árboles del bosque donde Gaudí pasaba los veranos buscando la inspiración y soluciones para su obra. Gaudí hace penetrar la luz por las vidrieras coloreadas de los ventanales de las fachadas laterales inundándolo todo de color y también cenitalmente a través de las aberturas circulares de los hiperboloides de la cubierta.
Luz solar y luz penetrando sobre el ábside de la Sagrada Familia
Dice Gaudí que la vista es el sentido de la gloria, como el oído lo es de la fe. La luz dorada que penetra por el ábside del Templo, lo hace por debajo de la torre que representa a la Virgen María, casualmente ella ocupa en la Sagrada Familia, el lugar que el Espíritu Santo ocupa en la Trinidad. El Espiritu Santo es la luz de Dios, María se encuentra en cuerpo y alma ante esa luz, allí nos espera contemplando la gloria de Dios.
La Sagrada Familia, la última de las catedrales o la primera de una nueva era, como decía Gaudí, aleja totalmente la idea de la religión como algo arcano, oscuro, solo ideado para someter a los pueblos. El poso que deja su visita es la capacidad del hombre, como don de Dios, para transformar la naturaleza en una obra de arte partiendo de ella misma.
Unos opinan que Gaudí ha hecho católica su obra cumbre y otros creen que ha sido esa obra la que ha convertido a Gaudí en ferviente católico. Los grandes detractores de Gaudí han achacado siempre a su conversión espiritual su punto débil, cuando en el fondo Gaudí fue siempre un místico, incluso antes de abrazar la fe de una forma definitiva, como cuando de niño deambulaba solo, por los alrededores de Riudoms en busca de fósiles, contemplando plantas y animales.
Antonio Gaudí, durante una procesión como uno más del pueblo
Final de Gaudí, un gran místico
Gaudí participaba públicamente de todos los acontecimientos religiosos, era habitual ver su participación como uno más del pueblo. Comenzaba la jornada participando en la Eucaristía, ocupando el primer banco del lado de la epístola, y tras un frugal alimento iba caminando hacia el templo a iniciar su trabajo. Gaudí podría haber ganado muchísimo dinero, pero eligió una vida austera, sencilla, humilde y hasta pobre, con una entrega prolongada a la oración. Renunció a las 200 pts. mensuales que cobraban los auxiliares por media jornada. La falta de recursos le obligó a salir personalmente a pedir limosna; causaba asombro y movía los corazones ver al gran arquitecto mendigando por las calles.
Gaudí había pedido al Señor abandonar este mundo como un pobre y ser asistido por la Sagrada Familia. Iría absorto en sus meditaciones caminando hacia San Felipe Neri, cuando el 7 de junio de 1.926, intentando esquivar un tranvía que le venía de frente, dio un paso hacia atrás y fue arroyado por el que circulaba en sentido contrario. Nadie le asistió, ni los transeúntes ni el conductor del tranvía, y tres taxis solicitados por un asistente eludieron el compromiso de llevarle.
Por toda documentación, llevaba encima solamente un rosario y un libro con la interpretación de los evangelios en sus bolsillos. Por ello y debido a su sencillo aspecto, fue tomado por un vagabundo y llevado al hospital de la Beneficencia, en la cama nº 19, imagen de San José, cumpliéndose así el primero de sus últimos deseos.
Su muerte se produjo tres días más tarde, el 10 de junio. Al descubrirse su identidad, se le dieron las pompas de un auténtico monarca, todo Barcelona acudió a expresarle su reconocimiento, pese a que Gaudí había pedido que se le diera un entierro sencillo.
Gaudí y Lorenzo Matamala habían encomendado a la Sagrada Familia a un moribundo que ayudaron a bien morir en ese mismo hospital anteriormente, imagen que Matamala representó en la capilla del Rosario. El rostro del anciano es el de Gaudí, toda una premonición que plasma su último deseo, deseo que se produjo al obtenerse permiso de la Santa Sede para ser enterrado en la Sagrada Familia.
La sepultura se encuentra ante el altar de la Virgen del Carmen, en la cripta del Templo. La iniciativa de iniciar el proceso de beatificación partió del sacerdote Ignasi Segarra en la Semana Santa del año 1992, cuando predicaba en la localidad de Riudoms y en los ratos libres leía una biografía de Gaudí. La idea le entusiasmó y la transmitió al joven arquitecto José Manuel Almuzara, quien aceptó presidir la Asociación que creó junto a otras personas.
Hago mía la máxima de Gaudí: “la auténtica construcción del templo no se ve, sino que está dentro de cada uno de los que lo observa, y que el único camino para construir el futuro es dejarnos construir a nosotros mismos”.
* Enrique Solana es arquitecto y presidente del Centro Gaudí Madrid