Guillermo Rovirosa y su preferencia por Dimas: una lección para poder vivir una fe coherente hoy
La anécdota es de Georges Bernanos, el escritor francés, que solía encargar misas de forma habitual por el alma de un amigo fallecido. Cuando un sacerdote le preguntó por el nombre del amigo, para nombrarlo en el memento de difuntos, Bernanos afirmaba: “Se llama Judas”.
La contó el arzobispo de Granada, monseñor Javier Martínez, en la presentación allí, el pasado 24 de febrero, del libro de Guillermo Rovirosa publicado por la Editorial Nuevo Inicio. Como señaló, “Bernanos encargaba misas por la salvación de Judas Iscariote, a quien consideraba un amigo”.
Nuevo Inicio ha publicado un libro en el que se incluyen los textos El primer santo: Dimas el ladrón y La virtud de escuchar de Guillermo Rovirosa.
Esta anécdota le dio pie para situar “la problemática de Rovirosa” que según dijo el arzobispo de Granada es “nuestra idea empobrecida de la tradición que hace que se conviertan en rutinarios los actos en los que participamos sin necesidad de que la vida cambie; somos cristianos pero no nos hemos convertido y la vida cristiana se convierte sólo en un adorno”.
Monseñor Martínez añadió que “nuestro cristianismo no conmueve por dos razones que las explica Rovirosa citando a Bernanos y a Mauriac: nuestra fe sigue siendo teórica, en muchos casos, y sigue consistiendo en unas nociones que aprendemos y con las que pensamos que bastan para ser cristiano sin que haya una experiencia de encuentro con Jesucristo”. Es, siguiendo la expresión de los escritores franceses, como si a un ciego de nacimiento “le demostrasen la existencia de la luz a base de razones”.
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El segundo aspecto es el de conectar el orden sobrenatural a la vida cotidiana cuando “no podemos mirar ni siquiera una hoja de árbol sin que toquemos algo misterioso que no somos capaces de explicar” en palabras del prelado. Este segundo reto es el de “mostrar cómo la realidad natural está abierta al misterio de Dios”.
Estas dos serían las grandes dificultades para difundir el cristianismo en nuestra época y en nuestras sociedades. Una fe teórica que no es encuentro. Una fe desconectada de las realidades naturales. Porque la vida de Guillermo Rovirosa Albet (Vilanova i la Geltrú, Barcelona, 1897- Madrid, 1964), tras su conversión, tras su encuentro con Cristo significó orientarse a Él: “Todo es Gracia, todo es comunión”.
Como señaló el arzobispo de Granada “no sabemos qué significa decir que Cristo es el Señor si no está en nuestra vida; con frecuencia dejamos a Cristo en su buhardilla y al mundo encerrado en su soledad cuando de lo que se trata es de unir el mundo real, la vida, con Cristo y este es nuestro desafío: ahí Rovirosa fue pionero”.
Don Javier quiso leer un fragmento del libro para ilustrar el grado de identificación con Cristo al que apelaba Guillermo Rovirosa: “Quizás alguno piense que las pequeñas traiciones no tienen importancia, que lo que hay que evitar son las grandes. Yo pienso exactamente al revés. La injuria mayor no es cuando se desprecia el don de Dios ante una tentación enorme, sino cuando se deja en la cuneta a Jesús, ni siquiera por un plato de lentejas, sino por una ínfima lenteja. Y esto es lo que hago yo casi constantemente, aferrado a mi recta razón y a la Ley Natural”.
Por su parte, Don Antonio Hernández-Carrillo, Consiliario de HOAC-Granada, destacó el impulso del arzobispo de Granada para que este volumen con las obras de Rovirosa viera la luz y haya sido publicado por Nuevo Inicio.
Quiso desgranar la “mística del seguimiento de Jesús en la adversidad”, característica de Rovirosa, que se situaba en el amor a la verdad y a la honradez y en el amor a la Iglesia y a los pobres. Así explicó que “Rovirosa se identifica con Judas y con Dimas, el ladrón bueno llamado así por la tradición, que no murió por Cristo sino con Cristo”.
Siguiendo a Rovirosa, se detuvo en cómo “Dimas presenció todas las palabras de Jesús en la cruz, cómo le dio fuerzas el testimonio del Jesús sufriente; podemos decir que Dimas se convirtió, fue bautizado y recibió su canonización de labios del mismo Jesús cuando Cristo le dice aquellas palabras recogidas en el Evangelio: “Hoy estarás conmigo en el Paraíso”.
Guillermo Rovirosa hablaba, a la manera de León Bloy, en términos absolutos: “No hay más que un valor absoluto, Jesucristo, y todo lo que se deriva de Él”. ¿Nos creemos eso los cristianos? Se preguntó en la presentación el Consiliario de HOAC-Granada.
En este sentido añadió cómo “antes de la conversión todos hemos sido ladrones porque hemos robado a Dios, lo que le pertenece a Dios y porque nos hemos hecho dioses nosotros”.
Guillermo Rovirosa fue el principal impulsor de la Hermandad Obrera de Acción Católica.
Al referirse a una de las obras que se incluyen en el volumen publicado por Nuevo Inicio, insistió en que Rovirosa señalaba que “nunca he escuchado verdaderamente a nadie; esto explica el gran fracaso de mis relaciones humanas”.
El que fuera primer militante de la HOAC, cuyo proceso de beatificación está abierto, defendía que “la escucha lleva amor desinteresado, saber callar, vivir el silencio interior, en silencio profundo y unidos al Padre”.
Olga Tabatadze, de la Editorial Nuevo Inicio, subrayó los vínculos de Rovirosa con escritores como Bloy, Bernanos, Dostoyevski o Péguy: “Como ellos, tuvo una conversión profunda, que lo sacudió y le hizo reconocerse como Dimas o como Judas; a raíz de este encuentro no pudo parar de hablar de Dios y de preocuparse por el prójimo”.
Así explicó que “la contemplación y la escucha son elementos fundamentales de su conversión” y cómo en el libro "podemos seguirle en sus meditaciones”.
“Dimas ve a Cristo, lo mira y Cristo lo mira a él con dulzura y compasión como miraba a todos, y que, dice Rovirosa, esta mirada a Dimas no era diferente”. Dimas no deja de mirarlo y cuanto más lo mira más en paz se queda, se siente amado. Luego oye a Jesús que perdona y Dimas reconoce a Dios en la paz. Rovirosa reflexiona que cuando Dimas escucha que “hoy estarás conmigo en el Paraíso” ya no duda, sabe que es cierto y real. Cristo entrega su espíritu y Dimas, dice Rovirosa, cierra los ojos y es consciente de que quién había muerto allí era Dios”. Para Olga Tabatadze, “seguir este camino con Rovirosa nos hace darnos cuenta de un encuentro”.