Sacramentos en Tenerife II
Djite, de la mezquita al cayuco, del cayuco a la cárcel, de la cárcel al bautismo
La historia de este joven senegalés arranca con un pago de 400 francos, quince días en el mar y cuatro muertos a bordo.
«Era la primera vez que oía hablar de Jesús y me llamó la atención el amor, el perdón y la libertad en la religión católica»: así expresa Djite, senegalés de 32 años musulmán de nacimiento, sus primeras impresiones al conocer el cristianismo.
Fue en el centro penitenciario Tenerife II, donde recaló acusado de ser el capitán de un cayuco en el que, según él, viajaba como uno más. Dice que pagó 400 francos por llegar desde Guinea hasta la isla de El Hierro, en un viaje que se complicó porque perdieron el rumbo. Tras quince días a la deriva, tocaron puerto, pero habían perdido cuatro personas (dos en el mar, dos al llegar, en el hospital) de las 123 que partieron.
Los dos años que ha pasado en el módulo de preventivos de la cárcel tinerfeña le han servido, sin embargo, para una conversión personal que acaba de concretarse con las aguas del bautismo y el óleo de la confirmación.
Lo cuenta Dory Merino en un reportaje publicado este domingo por El Día, donde señala que no es un caso excepcional. La pastoral penitenciaria de la diócesis anuncia cada año catequesis para los reclusos que deseen recibir algún sacramento: «La mayoría se apunta con deseos de poder hacer la primera comunión y la confirmación, como fue el caso de estos dos africanos, que solicitaron formación cristiana, pero el caso singular es que ellos no estaban bautizados», explica al diario tinerfeño Domingo Marrero, capellán de la cárcel.
Y habla de dos africanos porque junto a Djite se bautizó Cristian, nigeriano de 31 años que conocía desde pequeño la religión católica, pero nunca había llegado a practicarla. Ambos fueron preparados para el sacramento por un catequista voluntario, Carlos. «Sempre me he sentido atraído por Dios y cuando me alejaba notaba que me faltaba algo. ora estoy muy feliz y la eucaristía me hace sentirme muy cerca de Dios», cuenta Cristian.
Djite le explica a Dory Merino que no teme represalias por haber abandonado la religión mahometana. Ahora su preocupación es enviar dinero a sus ocho hermanos. En cuanto a Cristian, se dedicaba en Nigeria a vender y arreglar ordenadores, y en España trabajó en la construcción.
Ambos vinieron buscando una vida mejor... y, aunque en la cárcel, la encontraron.
Fue en el centro penitenciario Tenerife II, donde recaló acusado de ser el capitán de un cayuco en el que, según él, viajaba como uno más. Dice que pagó 400 francos por llegar desde Guinea hasta la isla de El Hierro, en un viaje que se complicó porque perdieron el rumbo. Tras quince días a la deriva, tocaron puerto, pero habían perdido cuatro personas (dos en el mar, dos al llegar, en el hospital) de las 123 que partieron.
Los dos años que ha pasado en el módulo de preventivos de la cárcel tinerfeña le han servido, sin embargo, para una conversión personal que acaba de concretarse con las aguas del bautismo y el óleo de la confirmación.
Lo cuenta Dory Merino en un reportaje publicado este domingo por El Día, donde señala que no es un caso excepcional. La pastoral penitenciaria de la diócesis anuncia cada año catequesis para los reclusos que deseen recibir algún sacramento: «La mayoría se apunta con deseos de poder hacer la primera comunión y la confirmación, como fue el caso de estos dos africanos, que solicitaron formación cristiana, pero el caso singular es que ellos no estaban bautizados», explica al diario tinerfeño Domingo Marrero, capellán de la cárcel.
Y habla de dos africanos porque junto a Djite se bautizó Cristian, nigeriano de 31 años que conocía desde pequeño la religión católica, pero nunca había llegado a practicarla. Ambos fueron preparados para el sacramento por un catequista voluntario, Carlos. «Sempre me he sentido atraído por Dios y cuando me alejaba notaba que me faltaba algo. ora estoy muy feliz y la eucaristía me hace sentirme muy cerca de Dios», cuenta Cristian.
Djite le explica a Dory Merino que no teme represalias por haber abandonado la religión mahometana. Ahora su preocupación es enviar dinero a sus ocho hermanos. En cuanto a Cristian, se dedicaba en Nigeria a vender y arreglar ordenadores, y en España trabajó en la construcción.
Ambos vinieron buscando una vida mejor... y, aunque en la cárcel, la encontraron.
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