Jueves, 21 de noviembre de 2024

Religión en Libertad

El misionero que clasificó 7.000 plantas, ayudó a los niños tibetanos y murió mártir entre torturas

El misionero que clasificó 7.000 plantas, ayudó a los niños tibetanos y murió mártir entre torturas
El misionero y botánico Soulié con sus feligreses en 1895, según un grabado

ReL

OMPress ha recordado la figura de un misionero francés que ha sido rescatada por una biografía publicada en 2020, “Un missionnaire botaniste martyr au Tibet: Jean-André Soulié (1858-1905)”.

Jean-André Soulié (1858-1905), misionero de las Misiones Extranjeras de París fue médico, botánico, misionero muchos años en China y uno de los primeros misioneros en Tíbet, donde moriría mártir con 47 años.

Realizó su ministerio entre los 3 grandes ríos de Asia junto a los que viven enormes multitudes: el Salween que desemboca en Myanmar, el Mekong, el más importante de Vietnam, y el Yang-Tsé, en China.

 

El autor de su biografía reciente es un historiador, Christian Font, que fue también alcalde de su pueblo natal, St-Juéry.

Un misionero botánico en el Tíbet, biografía de 2020 para recordar un mártir y científico de 1905

Misionero de las Misiones Extranjeras de París, el padre Soulié identificó y clasificó más de 7.000 especies de plantas, lo que lo convierte en uno de los taxónomos (clasificador de especies) más grande de todos los tiempos.

Una de esas especies es la “Rosa soulieana”, que lleva su nombre, aunque más que una rosa es un arbusto espinoso de flores blancas. Otra planta se la dedicó a su compañero de misión, que moriría mártir con él, el padre Mussot, una planta genciana, la “Swertia mussoti”.

Envió en 1895 las primeras semillas de 'Buddleja davidii' a París. A partir de 1916 este árbol decorativo se extendería por Europa. También capturó ejemplares del mono de nariz chata Rhinopithecus bieti y los envió al Museo Nacional de Historia Natural de Francia, los primeros conocidos por la ciencia. Siempre enviaba sus datos, ejemplares e investigaciones al Museo de Historia Natural de París.

El padre Soulié presentó al mundo este mono hasta entonces desconocido por la ciencia, el Rhinopithecus bieti

En la foto, el Rinopithecus bieti, mono desconocido por la ciencia hasta que el misionero envió ejemplares a París

Por sus anotaciones geográficas y de rutas poco conocidas, fue condecorado – le enviaron la medalla de plata al Tíbet – en 1904 por la Sociedad Geográfica de París.

De Francia a Asia

El joven Jean-André se había preparado en su diócesis para ser sacerdote, pero ya ordenado diácono, pidió entrar en el Seminario de Misiones Extranjeras de París, donde fue ordenado sacerdote y del que partió como misionero con destino al Tíbet en octubre de 1885. El obispo de Tatsienlou, hoy Kangding en chino, y Darzêdo en tibetano, acogió a los misioneros con los brazos abiertos. Su primer lugar de misión fue Bathang, a 200 kilómetros al norte de la actual Myanmar, en 1891 pasa a Cha-pa, después Tse-kou, remontando el gran río Yangtsé, y finalmente, en 1896, Yaregong.

Tíbet: ayudar a los niños en una teocracia hostil

Soulié no fue el primer misionero católico en llegar al Tíbet. Un compatriota suyo, el padre Huc, había llegado a Potala, la capital en 1846. Pero cuando llegó el misionero botánico, 50 años después, la situación es más complicada. El Tíbet estaba en crisis, una teocracia feudal presionada entre China y las potencias occidentales.

Soluié, como médico, curaba gratis a todos los enfermos que se acercaran. Vacunó a muchos contra la viruela. Organizó un orfanato para niños sin padres. Ayudó a pagar deudas a tibetanos que tenían que trabajar en servidumbre por deudas heredadas de padres a hijos.

Muchas de estas actividades molestaban a algunos poderosos de la zona y a los lamas del lugar. Su iglesita era regularmente apedreada.

Persecución: matanzas y torturas refinadas

En 1905 se desató en Tíbet una feroz persecución contra los cristianos organizada por los lamas.

Los conversos al cristianismo, chinos o tibetanos, eran asesinados si no renunciaban a la fe. En Bathang los lamas mataron a 200 conversos que se negaron a apostatar. A los sacerdotes los mataban entre torturas y repartían luego las partes de su cuerpo por distintas poblaciones para amedrentar.

Al padre Henri Mussot, el compañero de Soulie, lo torturaron con espinas y murió mártir. También fueron torturados durante días y asesinados otros dos compañeros de esa misión, Pierre-Marie Bourdonnec y Jules Dubernard. A Soulié le sometieron a 12 días de torturas antes de fusilarlo el 14 de abril.

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