Domingo, 22 de diciembre de 2024

Religión en Libertad

Importantes intervenciones en el primer día: se celebra hasta el sábado

Congreso de Científicos Católicos en la Francisco de Vitoria: aprendiendo de los grandes del pasado

El sacerdote Javier Sánchez y el presidente  internacional Stephen Barr, ambos físicos, en el Congreso de 2022 en Pamplona
El sacerdote Javier Sánchez y el presidente internacional Stephen Barr, ambos físicos, en el Congreso de 2022 en Pamplona

Pablo J. Ginés

De jueves a sábado, la Universidad Francisco de Vitoria, en Madrid, acoge el II Congreso de la Sociedad de Científicos Católicos. Participan en el encuentro casi 200 inscritos, de los que una cuarta parte son socios, un 20% profesores, un 30% estudiantes universitarios y el resto se dividen entre ponentes y estudiantes de secundaria, incluyendo en un grupo que participan con paneles en un concurso sobre Ciencia y Fe.

En el programa se recuerda a grandes científicos españoles católicos, se habla de "tecnología y ética", de "creación y evolución", del papel de los medios de comunicación para hacer visible al científico católico, de la relación entre ciencia y fe en el siglo XXI y de las "malas argumentaciones" en este debate. Hay misas mañaneras (a las 8.30) y cenas que se alargan, con ocasión de que los más jóvenes y los mayores puedan compartir mesa y hablar de forma informal.

La razón hace preguntas más allá del método científico

Como anfitriona, Maria Lacalle, del Instituto Razón Abierta, recordó palabras de Benedicto XVI a científicos en 2011 en El Escorial: si creemos en un Dios Creador que ha creado una realidad con verdad, bondad y belleza no hay nada en ella que sea sospechosa o inquietante. "Buscamos la verdad con la razón, que es un medio que tenemos. Somos limitados, podemos conocer solo parcelas de la realidad, y por eso nos necesitamos unos a otros", apuntó Lacalle.

"Benedicto XVI también pedía ampliar los límites de la razón. Él hablaba de una razón abierta, contra un reduccionismo que dice que solo se puede conocer lo verificable por los sentidos. ¿Es que sólo podemos formular las preguntas que atiende el método científico? Hay una frontera que pide recurrir a la teología o a la filosofía y la metafísica", apuntó.

María Lacalle recordó el trabajo del Instituto Razón Abierta: "Pretendemos que los profesores formulen preguntas sobre su ciencia pero también sobre el sentido de las cosas y la vida. Con nuestros Premios Razón Abierta, buscamos gente por el mundo que ya han emprendido caminos valiosos en ese sentido", recordó, señalando que el sacerdote y físico Javier Sánchez Cañizares, un impulso de la Sociedad de Científicos Católicos, recibió ese premio hace varias ediciones.

Hacer visible al científico católico; no es un "tiranosaurio"

Enrique Solano, presidente de la Sociedad de Científicos Católicos y astrofísico del Centro de Astrobiología, explicó que la asociación busca hacer visible a los científicos católicos, porque "hay quien piensa que un científico católico es como un tiranosaurio, algo que existió en el pasado, pero que se extinguieron y ya no hay". Hay un círculo vicioso por el cual el científico oculta su fe a su entorno, y al estar oculta, los que lo son no detectan a otros y no se atreven a mostrarse.

Por otra parte, entre la población en general hay la percepción de que la ciencia dificulta la propuesta católica. Por ejemplo, un sondeo en EEUU mostraba que la mitad de los encuestados pensaban que debido a la teoría del Big Bang es más difícil creer en Dios, aunque es una teoría propuesta primero por el científico y sacerdote Lemaitre y en realidad apunta hacia una cosmovisión teísta y una creación.

Solano citó otro estudio (que a veces ha citado también el obispo Robert Barron): de una lista de 24 causas que comentaban jóvenes de EEUU para explicar por qué se habían alejado de la fe, la 4ª más citada era que pensaban que la Iglesia entraba en conflicto con sus "creencias científicas". Pero, ¿qué conflicto y qué creencias?

En este contexto, la Sociedad de Científicos Católicos tiene mucho que aportar. Nació en EEUU en 2016, por iniciativa del físico Stephen Barr y 5 amigos más. Ha crecido con rapidez, hoy cuenta con 2.000 socios en más de 25 países, y en España ha crecido lo suficiente como para crear su capítulo propio.

La asociación española busca mostrar, dijo Solano, que "ciencia y fe no sólo son compatibles, sino complementarias para que conozcamos mejor la realidad". La asociación busca además romper con la leyenda negra de que en España nunca se ha hecho ciencia, y que la Iglesia la ha dificultado: ambas cosas son incorrectas.

Inauguración del Congreso de Científicos Católicos de 2023 en la Universidad Francisco de Vitoria con María Lacalle y Enrique Solano

Inauguración del Congreso de Científicos Católicos de 2023 en la Universidad Francisco de Vitoria con María Lacalle y Enrique Solano. (Foto de José Miguel Mohedano).

Muchos libros de divulgación ocultan la fe de los científicos

Juan Meléndez, profesor de Física en la Universidad Carlos III, y autor de un libro de Historia de la Ciencia (De Tales a Newton) explicó su sorpresa repasando libros de divulgación científica muy populares, al ver que estaban llenos de "mitos, malentendidos y falacias, como el falso conflicto entre ciencia y religión. Los historiadores serios no encuentran huellas de tal conflicto. Estos divulgadores ocultan sistemáticamente las creencias religiosas de los científicos. La mayoría fueron cristianos, y algunos muy devotos".

A modo de ejemplo, explica que leyó una "sesuda y detallada biografía" de Jorge Juan, marino, científico y diplomático español del s.XVIII que midió el meridiano terrestre y mostró que la Tierra tenía que estar achatada en los polos. La biografía no decía nada sobre la familia del marino. Meléndez tardó en descubrir la causa: era caballero de la Orden de Malta, una orden religiosa que en esa época implicaba voto de castidad y celibato. Toda su religiosidad sincera se ocultaba.

Leonardo Torres Quevedo: inventor del mando a distancia, dirigibles, autómatas...

La Biblia, en Eclesiástico 44, exhorta: "Hagamos el elogio de los hombres ilustres, de nuestros padres según sus generaciones". A eso se dedicó la tarde del jueves en el Congreso, a recordar a grandes científicos católicos españoles.

Ignacio del Villar, doctor en Telecomunicaciones, autor de dos libros de divulgación sobre científicos católicos y varios artículos en ReligionEnLibertad, habló del inventor Leonardo Torres Quevedo.

Se le considera un "pionero" de la robótica y el inventor del mando a distancia. Nació el mismo año que Gaudí y Ramón y Cajal, y desarrolló su carrera en la Edad de Plata de la Ciencia española, entre finales del XIX y primeras décadas del s.XX. Estudió en París en una escuela de religiosos. Recibió una herencia de unas parientes ricas y así pudo dedicarse a hacer inventos. Se casó y tuvo 8 hijos, en un matrimonio muy unido y feliz.

Torres Quevedo, inventor genial, hombre humilde, padre de familia numerosa, religioso

Torres Quevedo, inventor genial, hombre humilde, padre de familia numerosa, religioso.

En 1887 patentó un teleférico, que años después se instaló en las Cataratas del Niágara: han pasado 100 años, aún se usa y se le llama allí el Spanish aerocar". También inventó un dirigible trilobulado (patente de 1906), de los que vendió muchos y que emplearon en la Primera Guerra Mundial. Los submarinos alemanes evitaban las zonas vigiladas con estos dirigibles, por ser veloces (83 km/hora, 124 con viento a favor) y con gran autonomía. Aún se usan variables de su modelo trilobulado.

Creó unas máquinas algebraicas que alabó el matemático Henri Poincaré. Su obra cumbre fue Ensayos de Automática, de 1914, sobre autómatas de base eléctrica. Inventó el telekino, un autómata con el primer mando a distancia de órdenes ilimitadas. Sus mandos a distancia buscaban controlar motores. Y su obra cumbre fue el aritnómetro, precursor del ordenador, teclado con máquina de escribir y unidad aritmética-lógica. Interesado en renovar el lenguaje científico, en la RAE heredó el puesto de Benito Pérez Galdós.

Ignacio del Villar detalla además que fue "un hombre humilde, alegre, empático con su público. Le gustaban los toros, los deportes y hablar con gente en el Ateneo de Madrid. Siempre fue muy creyente. Comulgaba los primeros viernes de mes, según la devoción al Sagrado Corazón". Dedicó sus últimos meses a leer el Catecismo. Al morir, citaba: 'Polvo eres y en polvo te convertirás', la gran frase de Cuaresma.

Celestino Mutis, el cura que llevó la ciencia a Colombia y Ecuador

Gonzalo Colmenarejo, jefe de Bioestadística en el IMDEA (Instituto Madrileño de Estudios Avanzados), habló de Celestino Mutis, cura científico famoso por los antiguos billetes de 2.000 pesetas, que fue el mayor científico de Nueva Granada, territorio que en el s.XVIII incluía Colombia, Venezuela, Ecuador y Panamá.

Nació en Cádiz en 1732, estudió medicina y muchas cosas más, y llegó con 29 años a Bogotá como médico del Virrey. Ya no volvió a España. Fue el primer profesor de física newtoniana o astronomía copernicana en Nueva Granada. Tradujo a Newton al español, estudió las mareas atmosféricas nocturnas (por la noche cambia la presión atmosférica, y las fases lunares están relacionadas).

Le interesó la metalurgia por su trato con Antonio de Ulloa, descubridor del platino y primer gobernador de Luisiana. Con Juan José D'Elhuyar, codescubridor del wolframio, investigó nuevos métodos de extraccion de plata.

Siempre fue devoto. Era habitual a misa y en el rezo del rosario. En 1772 se hizo sacerdote y canónigo de la catedral. Tenía 40 años.

Celestino Mutis, médico, zoólogo, botánico, astrónomo, sacerdote... en la práctica fue el creador de la comunidad científica en Colombia y Ecuador.

Celestino Mutis, médico, zoólogo, botánico, astrónomo, sacerdote... el creador de la comunidad científica en Colombia y Ecuador

Aún así, unos dominicos en 1774 le acusaron a la Inquisición por hablar del método copernicano, pero la Inquisición le dio la razón a Mutis porque los jesuitas en Roma ya enseñaban esa astronomía. Desde 1782, cuando se nombró como Virrey al arzobispo Caballero, acabaron todos sus problemas con autoridades, porque el arzobispo era un mecenas de la ciencia y le apoyó en todo. Promovió la variolización de la población en 1781 frente a la viruela (él mismo dio ejemplo a la población) lo que salvó miles de vidas, con paso muy leve de la enfermedad. Creó el primer Observatorio astronómico de Sudamérica.

Encontró quina cerca de Bogotá. Antes sólo se encontraba en Ecuador, y se sabía por los indios que era útil contra la malaria. La investigó a fondo en su libro "El arcano de la quina". Por fin el Rey Carlos III le nombró en 1783 botánico y astrónomo de la Real Expedición de Nueva Granada, la más ambiciosa de la historia de la Corona Española, destinada a durar más de 20 años. Ese trabajo aportaría a España un herbolario de 20.000 plantas y 7.000 dibujos, minerales, fósiles. Dejó en Colombia toda una generación de discípulos científicos.

Mujeres científicas del siglo XX: las ópticas del Daza de Valdés, la beata Ortiz de Landázuri...

Sobre grandes científicas españolas del siglo XX y su fe habló María José Luciáñez, experta en la fauna del suelo que investiga artrópodos en yacimientos arqueológicos (algo que da datos sobre el clima del pasado, entre otros frutos).

Empezó recordando a la maestra e inventora Ángela Luis Robles, a la que se considera una precursora de la tablet por su "libro electrónico" para niños. Era católica y le gustaba preparar los pétalos de rosa que se arrojaban en Corpus Christi.

Después mencionó a la beata Guadalupe Ortiz de Landázuri, hermana de Eduardo Ortiz de Landázuri, fundador de la Universidad de Navarra, también en proceso de beatificación. Conoció a San Josemaría en 1944 y entró en el Opus Dei. Impulsa el CEICID en 1968. Buscaba moléculas eficaces contra las manchas de suciedad. Su tesis buscaba usar cascarilla de arroz para crear un material que resista al calor, evitando el gasto inútil de energía térmica usando residuos. Era una pionera de la inquietud por el reciclaje en una época que eso inquietaba a pocos.

Un grupo de mujeres científicas se concentró en el Instituto Daza de Valdés de Óptica. Piedad de la Cierva Viudes fue directora de Química de la Armada Española en los años 50 y pionera de la radioactividad en España. Era del Opus Dei. También destacaron las dos hermanas Vigón (Maria Aránzazu, en energía atómica, y María Teresa, en el Instituto de Óptica). La segunda se hizo religiosa del Sagrado Corazón. Olga García Riquelme, también en Óptica, lamentaba que no se hablara de temas de fe en ambientes científicos.

María Egués, química del Daza de Valdés, con un gran premio en 1964, iba a los jesuitas de la calle Maldonado.

Laura Iglesias, otra jefa investigadora en el Estado Mayor de la Armada, experta en espectroscopía, hizo el itinerario completo del Camino Neocatecumenal.

Juana Bellanato, experta en espectroscopía infrarroja y Raman (llamada así según el Premio Nobel en 1930), estudió Teología en Comillas y en Alemania trató con los grandes teólogos del momento.

Guillermo Giménez Gallego, científico y jesuita: "Creo que casó a la mitad del CSIC"

Josefa Zaldívar, que investiga la fisiopatología del Parkinson, habló con pasión y admiración del sacerdote jesuita Guillermo Giménez Gallego, que murió en junio de 2022 y a quien conoció, como mucha gente en el CSIC. "Fue un ejemplo de científico católico de verdad", afirma contundente.

Gallego entró con 16 años en los jesuitas de Córdoba, estudió Filosofía en Alcalá, Biología en Granada, Teología en Comillas. Sacerdote desde 1983, en 1984 fue a Nueva York al Merk Institute, donde hizo lo pasos claves de sus investigaciones. De vuelta a España fue director del Centro de Investigaciones Biológicas (CIB) en dos ocasiones, por decisión de sus compañeros. Fue Premio Nacional de Biomedicina en 1993 y Premio de Investigación de la Sociedad de Cardiología en 1995. Su investigación con una molécula se usa hoy en dos tratamientos médicos, "el gran sueño de muchos, que un descubrimiento pueda llegar a ayudar a los pacientes".

Sufrió las presiones del "publicar o perecer" pero lo hizo "sin perder su alma", según aquello de Cristo que también repetía San Ignacio: "¿De qué te sirve ganar el mundo si al final pierdes tu alma?"

"Muchos biólogos le conocieron porque siempre estaba dispuesto a colaborar, también en proyectos sin financiación. Si la idea estaba bien argumentada, ayudaba. Cualquier alumno o becario era importante para él. Cuidaba con trato excepcional a todos, al portero, al personal de limpieza, preguntaba por su vida, su familia... Era un remanso de paz en la vorágine que puede ser un centro de investigación con sus peleas y rencillas entre grupos. Su luz y paz atraía a todos. Científicos muy alejados de la Iglesia querían acercarse a él, y así a Dios. Creo que a medio CSIC le ha casado Guillermo, preparando su cursillo matrimonial también. Hacía su pastoral en los jesuitas de la calle Maldonado. Allí le gustaba confesar, y la cola del confesionario siempre era larga".

Estos son los temas y ejemplos de grandes científicos y cristianos que se tratan en el Congreso de la Sociedad de Científicos Católicos.

Conozca la asociación en: 
https://www.cientificoscatolicos.com 

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