Grandes mentes y hallazgos, en el libro «Nuevas evidencias científicas de la existencia de Dios»
La ciencia moderna apunta hacia Dios, un Creador: José Carlos González-Hurtado enumera la evidencia
Desde 2003, José Carlos González-Hurtado, hoy presidente del canal televisivo EWTN España, ha reflexionado e investigado sobre lo que la ciencia moderna está descubriendo sobre el origen del mundo y de la vida, y su relación con Dios.
González-Hurtado vivió muchos años fuera de España, como director de una multinacional en Oriente Medio. En 2006, viviendo en Kiev (Ucrania), dio su primera conferencia sobre Ciencia y Dios. "El tema me perseguía y me pidieron otras conferencias sobre el mismo asunto cuando residía en Alemania y luego en París", recuerda.
Siguió investigando y estudiando, buscando siempre poder explicar en lenguaje divulgativo cómo los nuevos hallazgos científicos refuerzan, y no debilitan, la postura teísta, a favor de un Dios Creador. Tras veinte años de trabajos y pasión, el resultado es ahora el libro Nuevas evidencias científicas de la existencia de Dios (VozdePapel), casi 270 páginas que exploran la cuestión más importante, y sus indicios desde la ciencia moderna. Los beneficios de la venta del libro se destinan íntegramente a la Fundación EWTN que apoya a esta televisión católica.
Puede adquirir aquí en papel el libro Nuevas evidencias científicas de la existencia de Dios.
¿Acercarnos a Dios por lo que sabemos? ¿O por lo que no sabemos?
El prólogo, a cargo de Fernando Sols, católico y catedrático de Física de la Materia Condensada de la Universidad Complutense de Madrid, que plantea cuestiones importantes. "Bonhoeffer decía que debemos buscar a Dios en lo que conocemos, no en lo que ignoramos. Según esa visión (contraria al dios de los agujeros), lo conocido nos tiene que sugerir a Dios más fuertemente que lo ignorado", advierte Fernando Sols. Además, pensar en Dios como causa de "sucesos pasados cuya probabilidad previa estimamos minúscula", plantea si a Dios lo buscamos "por lo entendido o por lo enigmático, por lo conocido o por lo ignorado".
Por otra parte, el mismo Sols cita la tradición cristiana desde San Pablo: "Lo invisible de Dios, desde la creación del mundo, se deja ver a la inteligencia a través de sus obras» (Romanos 2, 20)". "Si hace dos mil años, San Pablo hablaba del acceso a Dios por sus obras, ¿qué no podremos decir en el siglo XXI ante el espectacular panorama de la ciencia y la técnica? Entendiendo y no entendiendo un hecho científico se puede atisbar la trascendencia, si se tiene la actitud adecuada. De forma más general, con y sin ciencia se puede llegar a Dios. Este libro está dedicado a mostrar la primera vía", detalla.
Novedades en la ciencia: refuerzan el teísmo, no lo debilitan
Así, Sols enumera algunos de los temas que González-Hurtado aborda con voluntad divulgativa y que hace quizá cien años desconocían los grandes sabios: el principio antrópico (¿no es sospechoso que tantas cosas en la física y química parezcan curiosamente 'afinadas' para favorecer la existencia humana?), la indeterminación cuántica, el proyecto del genoma humano, el mapa del fondo cósmico de microondas, la estadística bayesiana y los teoremas de incompletitud de Gödel...
El libro se apoya además en muchas citas de científicos que podían ser más o menos devotos en su vida personal, pero eran teístas y veían una Mente tras la Creación: Premios Nobel como Planck, Compton, Schalow, Townes, Smoot, Zeilinger, y otras figuras de gran peso como Dobzhansky, Gould, Hoyle, o Vilenkin, Riemann, Mendel, Gödel, Lemaître y von Neumann. Algunos de ellos, recuerda, partiendo del escepticismo, agnosticismo o un difuso panteísmo, fueron aceptando el teísmo al consolidarse más y más indicios modernos.
Porque la gran tesis del libro es que la gente de la calle no entiende lo que muchos científicos modernos han ido constatando: la nueva cosmología, el Big Bang y otros hallazgos no son argumentos contra un Creador, sino argumentos favorables a Él.
Hay una presentación del libro en Madrid el jueves 14 de septiembre a las 19.30h en la calle Ayala, 37 (carmelitas).
La vida no surgió de una imaginaria 'sopa primordial'
González-Hurtado plantea, por ejemplo, el tema del origen de la vida. "Todos los biólogos saben, o deberían saber, que es imposible que la vida en la Tierra haya aparecido por puro azar, todos saben que los experimentos intentando reproducir la «sopa primordial» en la que se pretendía que la vida apareció han fracasado tan estrepitosamente que prácticamente se han abandonado. Todos saben que ignoramos de dónde surgió la vida en nuestro planeta. Sin embargo, no es disparatado pensar que la mayoría de la población occidental semieducada cree que la vida surgió por alguna extraña reacción química que de alguna manera inexplicable y posiblemente con el concurso de la electricidad, produjo un ser vivo. Poco importa que estas ideas nada tengan que ven con la realidad probada y muy poco con lo que sabemos que ha sido posible", explica.
Muchas personas que saben algo, e incluso bastante, de ciencia, evitan hacerse preguntas en profundidad, lamenta el autor. Por ejemplo, sobre las leyes y constantes de la física que tan asombrosamente permiten la materia organizada y la vida. O preguntas incómodas sobre cómo apareció la vida.
"Pensar que usted y yo estamos aquí por el mero azar es ignorar completamente los resultados del cálculo de esas probabilidades, y es que los ateos, siendo en muchos casos personas desgraciadas, piensan paradójicamente que hemos tenido una suerte inusitada y que el universo y la Tierra y la vida y la vida humana han aparecido por casualidad en contra de todo lo esperable. Ignorar los avances y descubrimientos de las matemáticas o de la física o de la mecánica cuántica o de la cosmología o de la química o biología que «imponen la idea de Dios» y todo para afianzarse en la convicción apriorística de que un ser Creador no existe, tiene todos los ingredientes de una manía", sostiene el autor con rotundidad.
Muchas personas creen, de manera más o menos supersticiosa o superficial, que con tiempo suficiente casi cualquier cosa puede surgir, incluyendo la materia organizada, la vida o la inteligencia. Pero la ciencia moderna pone límites de edad al universo y a la primera célula. Así, no hay "azar" ciego suficiente, y se refuerza la idea de que hay una inteligencia detrás.
El multiverso: es fantasía, no ciencia, y no niega un Creador
La alternativa más moderna para evitar la idea de un Creador es aferrarse a hablar de multiversos, aunque esto tampoco es una teoría científica, sino una creencia puramente fantasiosa. "Paradójicamente, los mayores descreídos resultan ser puerilmente crédulos, porque incluso si hubiera un multibillón de Universos, lo que es imposible nunca será. Ese recurso a las inmensas magnitudes no parece sino un recurso de trilero, una distracción para que dejemos de fijarnos en dónde está la bola. Cuando algo es imposible no deja de serlo por mucho que se repita. Usted puede arrojar un dado de seis lados miles, millones, billones y multibillones de veces en este u otro u muchos otros universos y nunca tendrá como resultado un 7. Es imposible. Cualquier ateo debería darse cuenta de que la creencia de que nada es imposible cuando se repite suficientemente está mucho más alejada de la realidad empírica que la creencia en los milagros aducidos por las gentes religiosas".
Así, añade, "la idea de multiverso es, en el mejor de los casos, una cortina de humo que sólo retrasa la consecuencia inevitable", escribe González-Hurtado.
Y, citando a Bruce L. Gordon (en «Inflationary Cosmology and the String Multiverse»), añade: "Los teístas no tienen nada que temer de la cosmología inflacionaria o del teórico multiverso o teoría de cuerdas. De hecho, todas las versiones conocidas de estos modelos requieren que el universo/multiverso empiece a existir, y por tanto requieren una causa trascendente".
Francis Collins y el camino hacia la fe desde el asombro
El libro deja hablar a menudo a los científicos que han realizado el camino desde la increencia al teísmo o el cristianismo, especialmente cuando lo hacen asombrados por indicios científicos.
Es el caso del genetista Francis Collins, que en 2003 anunciaba la culminación del Proyecto Genoma: "Es aleccionador para mí y me sobrecoge darme cuenta de que hemos alcanzado el primer atisbo de nuestro propio manual de instrucciones, conocido antes sólo para Dios", afirmaba de este hallazgo.
Sobre su itinerario espiritual desde el ateísmo, Collins declaró: "Empecé un viaje intentando entender por qué personas intelectualmente sofisticadas podían creer en Dios. Para mi consternación, encontré que el ateísmo resultaba ser la menos racional de todas las posibles elecciones".
Por el contrario, creer en Dios, escribió, "era la elección disponible más racional. Vi en cada ciencia que tanto amaba algo que se me había escapado. La evidencia que parecía pedir a gritos un creador... ¡Hay algo en lugar de nada! El universo tuvo un principio; sigue elegantes leyes matemáticas... Dios tiene que ser un asombroso físico y matemático". Su conclusión: "El Dios de la Biblia es también el Dios del genoma. Se le puede adorar en la catedral o en el laboratorio".
El genetista Francis Collins publicó en 2006 'El lenguaje de Dios', contando el papel de la ciencia en su conversión al cristianismo. En 2009 Benedicto XVI lo nombró miembro de la Academia Pontificia de las Ciencias, y en 2020 recibió el Premio Templeton.
Lo que es y lo que no es fe
González-Hurtado dedica unas cuantas páginas a reflexionar sobre qué es y qué no es la fe, y como se relaciona con el pensamiento racional y lo razonable. Cita a San Agustín ("¿Quién no se da cuenta de que el pensar es anterior al creer?") y la tradición cristiana que pide "preparar el intelecto para sostener la fe". También alaba la definición de fe que da Santo Tomás de Aquino en su Summa como "sencillamente genial": "Es un acto del entendimiento que asiente a la verdad divina bajo el imperio de la voluntad movida por la gracia de Dios".
El libro reconoce un fenómeno que observan algunos estudiosos hostiles a la religión: creer en un Creador parece estar profundamente cableado en la mente del ser humano, no es un barniz de adoctrinamiento.
A veces, el hombre debe detenerse y pensar con serenidad. ¿Qué datos tenemos, qué podemos deducir, qué es lo razonable? San Agustín dice: "El pensar es anterior al creer". (Foto de InvadingKingdom en Unsplash).
Un ejemplo son tres estudios que se realizaron entre adultos de EEUU, ateos convencidos de EEUU y ateos de Finlandia, publicados en 2015 en la revista científica Cognition. Sus conclusiones en los tres casos: "La tendencia a pensar que los seres vivos y no vivos de la naturaleza han sido creados intencionadamente se deriva de procesos cognitivos automáticos, y no simplemente de creencias explícitas practicadas". Algo en la mente humana le lleva a creer en un Creador.
"Las intuiciones de que (el mundo) ha sido diseñado son profundas y persisten incluso en aquellos que no son religiosos y de hecho incluso en aquellos que tienen aversión a la religión", se recoge (puede leerse en el artículo "Even atheists intuitively believe in a creator" de 2017).
Paul Bloom, psicólogo de la Universidad de Yale y ateo, lo resumía así en 2009 en el artículo "In Science we trust": "Ahora hay un gran conjunto de investigaciones que sugieren que los humanos son creacionistas naturales de nacimiento. Cuando vemos estructuras y diseño intencionado suponemos que un ser inteligente lo creó".
Los ateos pueden intentar defender que es un mecanismo (engañoso, se supone) que surgió en la mente humana "por azar" o porque en cierta época podía ser útil para nuestros antepasados. O, como dicen los creyentes, Dios existe de verdad y pone en el corazón y la mente humana su firma, su intuición, el deseo de conocerlo y tratarlo.
Un capítulo para los más groseros del nuevo ateísmo
El libro dedica también un capítulo a un grupo de autores modernos muy peculiares, los llamados autores "del nuevo ateísmo", que casi nunca son científicos, sino más bien sociólogos, escritores o divulgadores de filosofía. "Su objetivo en realidad no es intelectual, es social y político, pretenden proscribir totalmente a la religión y a las personas religiosas de la vida pública, y en ese empeño no les importa tergiversar el pensamiento teísta, inventar hechos o encubrir datos", denuncia el texto.
El libro recoge (y cita adecuadamente) varias frases especialmente hostiles y groseras de estos autores ("la fe es uno de los grandes males del mundo, comparable con el virus de la viruela", escribe Dawkins; "la religión es una perversión, una neurosis o psicosis, una patología personal", enumera Onfray; "Dios no es bueno. La religión lo envenena todo", pontifica Christopher Hitchens; "enseñar religión es como suministrar mentiras" proclama Peter Atkins, un defensor de la eugenesia que además duda de la existencia del mundo).
"Estos prosistas escriben con la delicadeza de quien raya un cristal y sus pensamientos son tan sutiles como los arañazos sobre un encerado", constata el autor.
Pero esos peculiares escritores del ya no tan nuevo ateísmo no son muy representativos de la gente de Ciencia en EEUU. González-Hurtado cita un estudio de 2009 del Pew Research Center preguntando a científicos norteamericanos. Es cierto que los científicos no creyentes (ni en Dios ni en un "poder superior") son un 40%, diez veces más que la población norteamericana en general, pero no son una mayoría. Un 18% acepta "un poder superior o espíritu universal", mientras que un 33% directamente dicen que creen en Dios.
González-Hurtado apunta además a que en muchos ambientes es difícil declararse creyente, por miedo a represalias, a veces organizadas y sistemáticas. Él cuenta su experiencia personal.
"Durante varios años estuve en el Consejo Ejecutivo de una multinacional conocida porque muchos de sus directivos eran activos masones anticristianos y cuyo Consejero Delegado —mi superior directo— era uno de ellos y además furibundo ateo. Entiendo por tanto la aprensión a manifestarse como religioso en un ambiente hostil y los científicos no están exentos de esos recelos que además son justificados en demasiadas ocasiones", detalla.
En los últimos años, con el auge de lo 'woke' y la cultura de la cancelación, cuando es fácil organizar una turbamulta digital o real para destrozar la carrera e imagen a alguien, es más frecuente que personas creyentes en ámbitos académicos traten de mantener un perfil bajo y no ser detectadas.
El libro analiza con cierto detalle el caso del doctor Richard Sternberg, de la Institución Smithsonian, cuyo "pecado" fue permitir que se publicara en una revista un artículo sobre biología molecular (revisado y aprobado por tres expertos más) cuyo autor defendía los postulados del diseño inteligente. Organizaron una cacería contra Sternberg. Su caso es relevante porque al final intervino una investigación federal y un Comité del Congreso publicó un informe considerando probado que funcionarios del Smithsonian "conspiraron con otro grupo para calumniar públicamente al Dr. Sternberg y para monitorizar sus actividades externas a fin de encontrar una forma de despedirle" y que "la hostilidad hacia el Dr. Sternberg en el NMNH vino reforzada por motivaciones políticas y anti religiosas" (el documento, de diciembre de 2006, se puede leer aquí... y eso fue más de 10 años antes de la actual ola woke).
Datos acumulados frente a personas tozudas
A veces, no es el miedo a la persecución o la mofa lo que impide mostrarse como creyente, sino la tozudez a la hora de rechazar los datos que se acumulan.
González-Hurtado pone el caso del gran cosmólogo Fred Hoyle. Fue quien inventó la palabra "Big Bang" para reírse de la propuesta del padre Lemaître, pero al final ese fue el nombre que ha perdurado.
"El Sr. Hoyle fue durante gran parte de su vida ateo, pero se convirtió en teísta debido a los descubrimientos de la ciencia que le «obligaron» a aceptar la existencia de un Creador. En su libro El Universo inteligente afirma que cualquiera tan «estúpido» como para creer que el comienzo de la vida fue por accidente es culpable de tener una «mentalidad de chatarrería» y luego propone una analogía que se ha repetido desde entonces, pregunta qué posibilidades hay de que un tornado que sople en una chatarrería que contenga las piezas de desguace de un avión Boeing 747 —el popular Jumbo— lo ensamble perfectamente de forma accidental y lo deje impecablemente atornillado y listo para volar en el hangar. «Las
posibilidades son tan diminutas que son insignificantes» y ello «incluso si un tornado soplara en tantos desguaces como para llenar todo el universo».
Hoyle se hizo teísta, pero aún así no aceptó el Big Bang ni los indicios a favor de un universo en expansión, perseverando siempre en defensa del "universo en estado estacionario". En 1965 se publicaron los hallazgos de Penzias, Wilson y Dicke sobre la radiación cósmica de fondo; en 1989 se hicieron públicas las mediciones del satélite COBE; en 2001 se lanzó el satélite WMAP que ratificaba el Big Bang y medía mejor la edad del universo... "Nada fue bastante para el Sr. Hoyle que falleció en agosto de 2001 sin aceptar la objetividad que la observación y los datos mostraban con evidencia".
Dios no existe "un poquito" ni "a ratos"
González-Hurtado busca concretar todo el tema en una alternativa: o hay un Dios Creador, o no lo hay. "No es posible, como quisieran algunos, tener una tercera vía, que Dios 'existiese, pero poquito' o tener un 'Dios a ratos'. Tampoco es posible obviar el tema como irrelevante", insiste.
Si ese Dios existe, parece que "se ha tomado muchas molestias" para crear el universo, y a las personas. "Lo que conocemos de nuestro universo sugiere que no es un Dios-Creador que se desentienda de su obra. Parece tímido, sin querer imponerse, pero diligente", apunta el autor.
Y recuerda las palabras del autor del libro bíblico de Eclesiástico, Ben Sirá: "Ni siquiera los santos del Señor son capaces de contar todas las maravillas que el Señor omnipotente ha establecido firmemente para que el universo subsista ante su gloria [...] el Altísimo conoce toda la ciencia y escruta las señales de los tiempos. Anuncia lo pasado y lo futuro [...] porque Él existe desde siempre y por siempre".
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El autor, entrevistado sobre ciencia y fe por 'Un sacerdote Millenial' (1 hora)