Se suele llamar "expedición filantrópica", pero era más bien caritativa y devota
La catolicidad del Dr. Balmis y la primera expedición de vacunación intercontinental de la historia
En estos tiempos de estado de alarma y de pandemia, esperando una vacuna contra la Covida-19, la prensa recuerda la vacunación internacional de la historia de la sanidad, que los medios llaman la Real Expedición Filantrópica de la Vacuna.
En este artículo la denominaremos Expedición Balmis y señalaremos sus importantes elementos católicos, que la prensa generalista nunca aborda.
Para distinguir entre "filantropía" y beneficencia y caridad, nada mejor que el tratado de la católica Concepción Arenal presentado en 1900 a concurso público de la Real Academia de Ciencias Económicas, Morales y Políticas. Se titulaba Beneficencia, filantropía y caridad y señalaba la raíz cristiana en España de todas esas actitudes (accesible gratis en internet aquí).
‘La Beneficencia manda al enfermo una camilla
La Filantropía se acerca a él
La Caridad le da la mano’
"Filantropía" es la palabra que se usa para evitar la palabra "caridad". La usa con frecuencia la masonería.
Cuando la expedición se fletó, la Gaceta del 13 de marzo de 1803 simplemente la llamaba ‘Expedición marítima’. Lo de "filantrópica" se ha añadido con posterioridad.
Llevar la vacuna anti-viruela a América
Las constantes epidemias de viruela en América demandaban con urgencia, a partir de 1800, la presencia de la vacuna en esos territorios. En el momento de llevarse a cabo, el Consejo de Indias había previamente solicitado informes sobre «si se creía posible extender la vacuna a los países de Ultramar y qué medios serían más acertados para el intento».
Sería Carlos IV el encargado de poner en marcha la expedición, entre otras cosas porque en la familia real la viruela había ya causado estragos.
Los niños llevaban la viruela (controlada) en las pústulas de sus brazos; la fueron inoculando en numerosas ciudades de Hispanoamérica, Filipinas y Asia
El médico Balmis y sus firmes convicciones católicas
En la circular del Ministerio de Estado en la que se inserta la Real Orden comunicada por el Ministro de Gracia y Justicia sobre la expedición, sellada en San Ildefonso en 4 de agosto de 1803, se informa del nivel intelectual y profesional de los componentes de la misma: “se envíe una expedición marítima, compuesta de facultativos hábiles y adictos a la empresa, dirigida por el Médico honorario de Cámara D. Francisco Xavier de Balmis”.
Francisco Javier Balmis Berenguer (1753-1819), nombrado por Carlos IV responsable de la ‘Expedición para llevar la vacuna a las colonias de ultramar’ (América y Filipinas), médico español de origen alicantino, daría su nombre a esta expedición, la primera dedicada a vacunaciones multitudinarias en la historia de la humanidad. En plena pandemia Covid 19 las Fuerzas Armadas españolas han denominado a su intervención ‘Operación Balmis’.
Sus arraigadas convicciones católicas han sido sorprendentemente ocultadas por la mayor parte de la historiografía sobre su persona (como ha sucedido con muchos otros personajes egregios de la historia de la ciencia española).
En sus testamentos dio buena cuenta de sus creencias, señalando como albacea a D. Miguel Garagorri, presbítero capellán en casa del Sr. Marqués de Bélgida.
«Lo primero mando y encomiendo mi alma a Dios Nuestro Señor (…)En el nombre de Dios todo Poderoso amén…Creyendo y confesando como creo y confieso en el misterio de la Santísima Trinidad Padre, Hijo y Espíritu Santo, y en todos los demás misterios y sacramentos que tiene nuestra Santa Madre Iglesia Católica Apostólica Romana bajo de cuya verdadera fe y creencia he vivido, vivo y protesto vivir y morir como católico fiel cristiano…Temeroso de la muerte que es natural y precisa a toda natura humana y su hora incierta para cuyo amargo trance invoco por mi intercesora protectora y abogada a la serenísima reina de los Ángeles María Santísima Madre de Dios Señora nuestra refugio de pecadores…mando ser amortajado con el hábito de capuchino de V.P. San Francisco, y sepultado en nicho del cementerio de la parroquia de donde aconteciera mi fallecimiento, que la forma de entierro sea con la menor pompa posible, mando celebrar la misa novenario en la misma parroquia, por todo lo cual se pagarán los derechos acostumbrados… Mando que se digan por mi alma cuatrocientas misas rezadas, su limosna de cada una seis reales de vellón, de los cuales, sacada la cuenta correspondiente a la parroquia, las demás se digan y repartan en los conventos de Capuchinos y Carmen Calzado de esta corte, pues así es mi voluntad».
También dejó escritas muestras de su catolicidad en la introducción a su traducción del ‘Tratado histórico y práctico de la vacuna, que contiene en compendio el origen y los resultados de las observaciones y experimentos sobre la vacuna, con un examen imparcial de sus ventajas y de las objeciones que se le han puesto, con todo lo demás que concierne a la práctica del nuevo modo de inocular’ de J.L. MOREAU (DE LA SARTHE) (1803, IMPRENTA REAL MADRID).
Escribe cosas como:
‘En tal estado parece que la divina Providencia, compadecida del género humano, ha manifestado en nuestros días el nuevo descubrimiento del cowpox ó viruelas de le vacas en Inglaterra, para libertarle del cruelísimo azote de las viruelas por medio del inmortal Dr. Jenner, á cuyo celo y genio observador se debe el conocimiento, propagación y confirmación de este nuevo hallazgo, que miran los sabios como á su absoluto destructor y eficaz preservativo’.
Como ya explicamos en ReL, el Dr. Jenner, inventor y padre de la vacunación, también tenía profundas convicciones cristianas.
La participación del clero en las campañas
El propio Dr. Moreau, autor de la obra anteriormente mencionada y también creyente, escribiría en el primer capítulo del Libro 1 ‘Consideraciones relativas a la inoculación de la vacuna', que se contaba con la participación del clero en los planes de vacunación.
«De las circunstancias de edad, salud, estación, constitución en que se puede vacunar. Convencidos pues justamente los médicos de Ginebra de las ventajas que resultan de vacunar á los niños muy tiernos, se dedicaron a generalizar la práctica de inocularlos á pocos días de haber nacido; y con el fin de disminuir, por medio de esta saludable precaución, la mortandad de tanto virolento, hicieron repartir entre el pueblo por conducto del clero el siguiente aviso que insertamos con aquel respeto religioso que se debe á los sentimientos filantrópicos y virtuosos.
Aviso a los padres de familia: el hijo que tenéis presente está expuesto a un inminente riesgo de contagiarse de las viruelas, enfermedad que hace ocho siglos que vino á Europa, y que se ha propagado de tal modo, que ya no se la puede desterrar, siendo moralmente imposible preservarse los niños sino por medio de la inoculación. Felizmente, por un gran beneficio de la divina Providencia se ha descubierto poco tiempo hace un nuevo modo de inocular, comprobado con muchos millares de experimentos, que han demostrado que es tan seguro como eficaz, y que puede sin el menor inconveniente usarse en todas las estaciones del año, y en los niños más débiles, tiernos y delicados».
Esta postura fue la que adoptó el clero en la Expedición Balmis: contribuir a la propagación de la vacuna a pesar de las resistencias de muchas personas, indígenas o no, por miedo a lo desconocido.
22 niños desde España y una cuidadora
Para transportar la vacuna se debía inmunizar un niño y a los 10 días, cuando madurara la pústula, se extraía material de la misma y luego era inoculada mediante incisiones en el brazo de otro niño; así se traspasaba de uno a otro, manteniéndola activa hasta llegar a tierra firme en donde se ubicaban nativos para ser vacunados que sirvieran para distribuirla a tantos como se pudiera y para seleccionar a otros niños que la llevaran al próximo destino. De ahí la presencia de los niños en la expedición.
Fue una mujer la encargada de cuidar a los 22 niños portadores de la vacuna, Isabel Zendal. Ésta había aprendido a leer -como muchos niños de la época- en su parroquia y comenzó a practicar la enfermería en el Hospital de la Caridad de La Coruña. En 1950 la OMS la reconoció como "la primera enfermera de la historia en misión internacional”.
El hospital donde se formó Isabel Zendal fue fundado por otra gran mujer, Teresa Herrera, quien era una católica devota que acudía de rodillas cada día a misa a la Iglesia de San Nicolás. Teresa Herrera donó al morir su fortuna a la Cofradía de la Virgen de los Dolores, para que fundase este hospital de caridad, es decir, un hospital gratuito e inspirado en el cristianismo católico. En su testamento dejó escrita la siguiente frase: ‘Si son cortos mis bienes, es infinita la bondad de Dios para conseguir limosneos de los fieles que se sumen a esta obra para la humanidad, la más consoladora y meritoria que pueda hacerse en este mundo’. En 1794 se fundó el hospital, con una solemne procesión católica. Teresa Herrera da nombre a un trofeo de fútbol en la actualidad.
De este Hospital de la Caridad dependía además la Casa de Expósitos, lugar donde la fortuna de esta piadosa mujer y las limosnas de los fieles católicos cuidaban de niños huérfanos o abandonados.
Una expedición de varios años, por 2 Américas y Asia
Balmis pasó un tiempo viviendo en un Convento de Agustinos en su estancia en La Coruña, poco antes de zarpar. Fue un viaje largo, de varios años. De La Coruña a las Islas Canarias, luego a Puerto Rico y Venezuela. Allí la expedición se dividió en dos: una parte se dirige al sur (Colombia, Ecuador, Perú y Bolivia) encabezada por José Salvany, médico militar catalán, el segundo de a bordo de Balmis, quien había estudiado medicina en el Convento de San Agustín de Barcelona.
La otra fue hacia el norte (Cuba, México y el suroeste de EEUU), dirigida por Balmis. Desde México la expedición partió a Filipinas, Macao y China, es decir, la expedición le dio la vuelta al mundo.
La travesía de Balmis duró desde Noviembre 1803 hasta el 7 de septiembre de 1806, fecha de su llegada a Madrid, mientras que la ruta de Salvany duró más tiempo hasta el día de su muerte por enfermedad en Cochabamba, el 21 de julio de 1810, con 32 años de edad. Salvany, durante siete años, había recorrido más de 18.000 kilómetros aplicando la vacuna entre los americanos. Le enterraron en la iglesia de San Francisco.
El clero ayudaba en estas ciudades y regiones, alojando a los niños portadores de la vacuna en conventos y palacios episcopales y convenciendo a la población para que se dejasen vacunar. Los clérigos enseñaban que la enfermedad se puede combatir con medios espirituales y también materiales.
En Chile se comisionó al religioso de la Orden de San Juan de Dios, que fue médico del fuerte de Valdivia y Catedrático de Prima y de Filosofía en la Universidad de Santiago, fray Manuel Chaparro, un pionero con experiencia en vacunas antiviruela previas menos efectivas , quien vacunó a 286 personas en el pórtico del Cabildo Metropolitano. El resultado fue un absoluto éxito y de los granos maduros que prendieron en los niños vacunados, ‘se guardó el fluido en cristales que difundió en todo el territorio de su mando’. La recepción de la expedición en Caracas fue a base de Te Deum y con sermón de fraile incluido.
Fueron las estructuras eclesiásticas fundadas previamente por misioneros católicos, la actividad promotora de los párrocos, la connivencia de los obispos, las que llevaron adelante y contribuyeron al éxito de esta expedición. Las limosnas de muchos pudieron costear el dinero que se les daba a muchos pobladores para que se dejasen vacunar.
El laicismo ha convertido en un mito aconfesional esta expedición, que en realidad tuvo como motor fundamental la tradición de la Iglesia Católica por ayudar al necesitado, la fe de sus integrantes y la estructura eclesial puesta al servicio del bien común.
En 2019 RTVE emitía la película o miniserie '22 ángeles' contando los hechos de la expedición Balmis a partir de la novela de Almudena de Arteaga "Angeles Custodios"
Un documental breve sobre Balmis y su expedición