Su biografía del disidente ruso debe mucho a la que escribió sobre G.K.
Chesterton fue el pasaporte de Pearce para visitar a Solzhenitsyn: tan distintos... y nada distantes
[Reproducimos a continuación el artículo publicado por Joseph Pearce en The Distributist Review bajo el título "Solzhenitsyn y el distributismo". El distributismo es la propuesta económica diseñada por Gilbert Keith Chesterton (18741936) e Hilaire Belloc (18701953) como alternativa al capitalismo y al socialismo, y en la cual Pearce, biógrafo de Chesterton, Belloc y Solzhenitsyn, aprecia grandes semejanzas con los planteamientos sociopolíticos de Aleksandr Solzhenitsyn (1918-2008), Premio Nobel de Literatura en 1970.]
A primera vista, podría parecer que G.K. Chesterton y Aleksandr Solzhenitsyn tienen poco en común. Uno tiene fama de jovial y revoltoso, el otro de sobrio y severo. Uno escribió audaces fantasías sobre adorables excéntricos, el otro crudas obras de ambiente realista en campos de prisioneros o plantas de oncología. Aunque a ambos se les ha descrito como profetas, Chesterton es un profeta que ríe y brinca con la anárquica alegría de vivir de San Francisco; Solzhenitsyn, por el contrario, es un profeta mordazmente serio que estalla contra las locuras de su época con el insultante desprecio de un moderno Jeremías.
Como espero demostrar, a pesar de estas apariencias en contrario, ambos gigantes de la literatura del siglo XX son en realidad almas gemelas que comparten la misma filosofía política y la misma ortodoxia religiosa.
La palabra "Chesterton", un salvoconducto
Tuve el enorme placer y el inestimable honor de conocer a Solzhenitsyn en su hogar, cerca de Moscú, en 1998. Me sorprendió que accediese a ser entrevistado por mí, sobre todo porque había rechazado reiteradamente las ofertas de escritores mucho más conocidos. Cuando le escribí pidiendo la entrevista, mencioné que había escrito una biografía de Chesterton. No esperaba respuesta, y aún menos una respuesta accediendo a mi petición, así que me asombró al invitarme a Rusia a entrevistarle en persona.
A mi llegada a la casa de Solzhenitsyn, su esposa me enseñó un estante entero lleno con las Obras Completas de G.K. Chesterton editadas por Ignatius Press. Me sorprendió agradablemente y comprendí que la palabra "Chesterton" en mi carta había sido la palabra mágica que me había ganado la confianza de Solzhenitsyn y el raro y privilegiado acceso que era su consecuencia. Ésta es una de tantas razones por las que sigo profundamente en deuda con Chesterton.
Pearce, durante su visita a Solzhenitsyn en 1998.
Solzhenitsyn, distributista
Una vez establecida la admiración de Solzhenitsyn por Chesterton, supongo que no les sorprenderá descubrir que Solzhenitsyn compartía las ideas de Chesterton sobre el distributismo, aunque Solzhenitsyn lo denominase de otras formas.
Tomemos, por ejemplo, el visionario agrarismo de la Carta a los dirigentes de la Unión Soviética de Solzhenitsyn: "Hay que ver con qué saña ridiculizaban a esos «retrógrados» (que precisamente en Rusia han abundado siempre), que sólo pretendían que se respetara y amara nuestra tradición (hasta en los más remotos caseríos compuestos de dos o tres isbas...), que se conservara el caballo aun en la era del automóvil, que no se desatendiera al pequeño artesanado en favor de las enormes fábricas y complejos industriales, ni se menospreciara el abono por estiércol en pro de los fertilizantes químicos, que no se apiñara la gente en los caminos, ni se hacinara masivamente en edificios de muchos pisos".
Al condenar a "los soñadores de la Ilustración" por creer en un "progreso" insostenible, él consideraba el sueño "progresista" como "una carrera enloquecida, enfermiza y furiosa hacia un callejón sin salida". A las enormes conurbaciones Solzhenitsyn contraponía la vida en las "ciudades pequeñas, ciudades hechas para personas, perros, gatos... ciudades que eran lugares humanos, amables, acogedores, donde el aire siempre estaba limpio... Una economía que no esté aquejada de gigantismo, y cuya tecnología, aun avanzada, esté suficientemente diversificada, no sólo permite, sino que incluso exige, que las ciudades se construyan de forma dispersa y resulten cómodas al hombre".
Hay paralelos muy evidentes entre las ideas planteadas en la Carta a los dirigentes de la Unión Soviética de Solzhenitsyn y las ideas que unieron a Chesterton y a Hilaire Belloc cincuenta años antes.
En otro ensayo escrito poco antes de su expulsión de la Unión Soviética en 1974, Solzhenitsyn sintetizó el ideario distributista con sucinta brillantez: "Las masas campesinas trabajaban por la tierra, y si esto en cierto sentido significa libertad y riqueza y en otro sentido (y más importante) significa obligación, en otro y todavía más elevado sentido significa un vínculo místico con el mundo y un sentimiento de valía personal" (Rusia bajo los escombros).
Años después, tras la caída del comunismo que él siempre había profetizado, escribió un libro titulado Cómo reorganizar Rusia, en el que abogaba por un gobierno pequeño contra la usurpación centralista del Gran Hermano: "Todos los fallos señalados anteriormente apenas se aplicarían a las democracias en áreas pequeñas, ciudades de tamaño medio, pequeños asentamientos, grupos o aldeas, o áreas del tamaño de un condado. Sólo en áreas de este tamaño pueden los votantes tener confianza en la elección de sus candidatos, pues les resultarán familiares con ellos en téminos de su eficacia en asuntos prácticos como en términos de cualidades morales. A este nivel, las falsas reputaciones no se sostienen, ni le servirían de nada a un candidato la retórica vacía o el respaldo del partido. Sin autogobiernos locales bien constituidos no puede haber vida estable ni próspera, y toda idea de libertades cívicas pierde su significado".
Lo pequeño es hermoso
Durante mi encuentro con Solzhenitsyn comenté de pasada que sus ideas se relacionaban con las de E.F. Schumacher, autor de Lo pequeño es hermoso. Él replicó que él había llegado a las mismas conclusiones que Schumacher aproximadamente a la vez, aunque de forma independiente. Podría afirmarse con idéntica precisión que las ideas de Solzhenitsyn también se relacionan con el distributismo de Chesterton y Belloc.
(Publicado en The Distributist Review, traducción de Carmelo López-Arias)
(Libros de Chesterton aquí)
A primera vista, podría parecer que G.K. Chesterton y Aleksandr Solzhenitsyn tienen poco en común. Uno tiene fama de jovial y revoltoso, el otro de sobrio y severo. Uno escribió audaces fantasías sobre adorables excéntricos, el otro crudas obras de ambiente realista en campos de prisioneros o plantas de oncología. Aunque a ambos se les ha descrito como profetas, Chesterton es un profeta que ríe y brinca con la anárquica alegría de vivir de San Francisco; Solzhenitsyn, por el contrario, es un profeta mordazmente serio que estalla contra las locuras de su época con el insultante desprecio de un moderno Jeremías.
Como espero demostrar, a pesar de estas apariencias en contrario, ambos gigantes de la literatura del siglo XX son en realidad almas gemelas que comparten la misma filosofía política y la misma ortodoxia religiosa.
La palabra "Chesterton", un salvoconducto
Tuve el enorme placer y el inestimable honor de conocer a Solzhenitsyn en su hogar, cerca de Moscú, en 1998. Me sorprendió que accediese a ser entrevistado por mí, sobre todo porque había rechazado reiteradamente las ofertas de escritores mucho más conocidos. Cuando le escribí pidiendo la entrevista, mencioné que había escrito una biografía de Chesterton. No esperaba respuesta, y aún menos una respuesta accediendo a mi petición, así que me asombró al invitarme a Rusia a entrevistarle en persona.
A mi llegada a la casa de Solzhenitsyn, su esposa me enseñó un estante entero lleno con las Obras Completas de G.K. Chesterton editadas por Ignatius Press. Me sorprendió agradablemente y comprendí que la palabra "Chesterton" en mi carta había sido la palabra mágica que me había ganado la confianza de Solzhenitsyn y el raro y privilegiado acceso que era su consecuencia. Ésta es una de tantas razones por las que sigo profundamente en deuda con Chesterton.
Pearce, durante su visita a Solzhenitsyn en 1998.
Solzhenitsyn, distributista
Una vez establecida la admiración de Solzhenitsyn por Chesterton, supongo que no les sorprenderá descubrir que Solzhenitsyn compartía las ideas de Chesterton sobre el distributismo, aunque Solzhenitsyn lo denominase de otras formas.
Tomemos, por ejemplo, el visionario agrarismo de la Carta a los dirigentes de la Unión Soviética de Solzhenitsyn: "Hay que ver con qué saña ridiculizaban a esos «retrógrados» (que precisamente en Rusia han abundado siempre), que sólo pretendían que se respetara y amara nuestra tradición (hasta en los más remotos caseríos compuestos de dos o tres isbas...), que se conservara el caballo aun en la era del automóvil, que no se desatendiera al pequeño artesanado en favor de las enormes fábricas y complejos industriales, ni se menospreciara el abono por estiércol en pro de los fertilizantes químicos, que no se apiñara la gente en los caminos, ni se hacinara masivamente en edificios de muchos pisos".
Al condenar a "los soñadores de la Ilustración" por creer en un "progreso" insostenible, él consideraba el sueño "progresista" como "una carrera enloquecida, enfermiza y furiosa hacia un callejón sin salida". A las enormes conurbaciones Solzhenitsyn contraponía la vida en las "ciudades pequeñas, ciudades hechas para personas, perros, gatos... ciudades que eran lugares humanos, amables, acogedores, donde el aire siempre estaba limpio... Una economía que no esté aquejada de gigantismo, y cuya tecnología, aun avanzada, esté suficientemente diversificada, no sólo permite, sino que incluso exige, que las ciudades se construyan de forma dispersa y resulten cómodas al hombre".
Hay paralelos muy evidentes entre las ideas planteadas en la Carta a los dirigentes de la Unión Soviética de Solzhenitsyn y las ideas que unieron a Chesterton y a Hilaire Belloc cincuenta años antes.
En otro ensayo escrito poco antes de su expulsión de la Unión Soviética en 1974, Solzhenitsyn sintetizó el ideario distributista con sucinta brillantez: "Las masas campesinas trabajaban por la tierra, y si esto en cierto sentido significa libertad y riqueza y en otro sentido (y más importante) significa obligación, en otro y todavía más elevado sentido significa un vínculo místico con el mundo y un sentimiento de valía personal" (Rusia bajo los escombros).
Años después, tras la caída del comunismo que él siempre había profetizado, escribió un libro titulado Cómo reorganizar Rusia, en el que abogaba por un gobierno pequeño contra la usurpación centralista del Gran Hermano: "Todos los fallos señalados anteriormente apenas se aplicarían a las democracias en áreas pequeñas, ciudades de tamaño medio, pequeños asentamientos, grupos o aldeas, o áreas del tamaño de un condado. Sólo en áreas de este tamaño pueden los votantes tener confianza en la elección de sus candidatos, pues les resultarán familiares con ellos en téminos de su eficacia en asuntos prácticos como en términos de cualidades morales. A este nivel, las falsas reputaciones no se sostienen, ni le servirían de nada a un candidato la retórica vacía o el respaldo del partido. Sin autogobiernos locales bien constituidos no puede haber vida estable ni próspera, y toda idea de libertades cívicas pierde su significado".
Lo pequeño es hermoso
Durante mi encuentro con Solzhenitsyn comenté de pasada que sus ideas se relacionaban con las de E.F. Schumacher, autor de Lo pequeño es hermoso. Él replicó que él había llegado a las mismas conclusiones que Schumacher aproximadamente a la vez, aunque de forma independiente. Podría afirmarse con idéntica precisión que las ideas de Solzhenitsyn también se relacionan con el distributismo de Chesterton y Belloc.
(Publicado en The Distributist Review, traducción de Carmelo López-Arias)
(Libros de Chesterton aquí)
Comentarios