Seminario de Vida en el Espíritu. 7ª Semana: Caminar en el Espíritu
SÉPTIMA SEMANA
CAMINAR EN EL ESPÍRITU
El crecimiento, del que hemos tratado en la semana pasada, se resume en una palabra: Jesucristo. Crecer es conocer a Jesucristo, dejarnos penetrar por su Espíritu e ir acogiendo gracia tras gracia. “Yo soy la puerta, dice Jesús, y el camino, la verdad y la vida”. Fuera de la comunidad es imposible el conocimiento de Jesucristo, ya que éste se da en el amor, no un amor abstracto, platónico o individualista sino real y concreto conviviendo con los demás.
Aunque nos parezca lejano, el hecho cristiano se basa en el modelo trinitario. Las tres personas son distintas, pero todo lo que tienen lo ponen en común y, por eso, “brota” el Espíritu Santo, que es el amor. Este gran mensaje es el que Jesús ha venido a traernos a este mundo: “Para que sean uno, como tú y yo, Padre, somos uno en el Amor”. El Espíritu, que procede de lo alto y que Jesús nos “distribuye”, tiene como finalidad, entre nosotros como en la Trinidad, unir a personas.
Caminar en el Espíritu significa aspirar a esas metas. “Nadie puede decir, Jesús es Señor, sino en el Espíritu”. No es una utopía, es santidad. Jesús, hombre como nosotros, vivió esta santísima comunión con su Padre. El destino de cada ser humano es llegar, en Cristo, a ser partícipe de la naturaleza divina. Estas cosas tenemos que beberlas en la humanidad de Jesucristo, que nos redimió “en su cuerpo de carne”. Un encuentro en profundidad con Cristo es un encuentro con Dios. Estas semanas culminan con ese anhelo.
Aún hay algo más. El que se encuentra con Cristo, se encuentra con la verdad más honda de lo humano, entra en profunda conexión con el ser humano. Por eso, caminar en el Espíritu es también llevar el amor de Dios, manifestado en Cristo Jesús, hasta las fronteras de la soledad, del hambre, de la miseria, del pecado, de la ignorancia y de la soberbia del ser humano. Un hombre sin pan es una injusticia a resolver, un hombre sin fe y sin Dios es un grito inconsciente desgarrado y absurdo.
Día 1.- I Juan 4, 1-6
“Todo espíritu que confiesa a Jesucristo venido en carne es de Dios”. La humanidad de Jesucristo es la puerta por la que se llega al reino y conocimiento de Dios. No seas un alienado y un escapista, no vivas falsas y etéreas piedades; entra por la santa humanidad de nuestro Señor Jesucristo.
Día 2.- Gálatas 1, 11-24
En estos versículos encontramos la clave para llegar a Cristo. “Mas cuando Aquél, que me conoció desde el seno de mi madre, tuvo a bien, por pura gracia, revelar en mí a su Hijo...” Jesucristo, aun en cuanto hombre, es una revelación, un don; de lo contrario, le confundiríamos con cualquier hortelano. Esta revelación hay que pedirla cada día.
Día 3.- Efesios 1, 3-23
En este capítulo se encierra, tal vez, el canto más bello y más profundo de la vocación de Jesucristo. “Bendito sea Dios, Padre de nuestro Señor Jesucristo, que nos ha bendecido en Cristo con toda clase de bendiciones espirituales y celestiales...” En Él hemos sido amados.
Día 4.- Efesios 2, 110
Hemos sido salvados, por gracia, en Cristo Jesús. La Iglesia dice: “Juntos confesamos, que sólo por gracia, mediante la fe en Cristo y su obra salvífica, y no por algún mérito nuestro, somos aceptados por Dios y recibimos el Espíritu Santo que renueva nuestros corazones, capacitándonos para las buenas obras y llamándonos a ellas”.
Día 5.- Filipenses 3
En este capítulo, Pablo derrocha sentimientos de amor y de entrega total a Cristo. “Todo lo estimo basura ante la sublimidad del conocimiento de Cristo Jesús, mi Señor”.
Día 6.- Juan 15
“Yo soy la vid, vosotros los sarmientos, quien permanece en mí, ése da fruto abundante”. Lo mismo que la vid trasforma el agua de la lluvia en vino, Jesús trasforma nuestra vieja condición humana, sometida al pecado, en una nueva y eterna creación.
Día 7.- Romanos 8, 31-38
¿Quién podrá separarnos del amor de Dios, manifestado en Cristo Jesús? Ni la muerte ni la vida ni criatura alguna; cualquier cosa menos perder a Jesucristo.