Tuvo lugar el 13 de mayo de 1920. Presidió la ceremonia Benedicto XV
Santa Margarita María de Alacoque, centenario de su canonización
«Santa Margarita María conoció este misterio admirable, el misterio transformante del Amor divino. Ella conoció toda la profundidad de las palabras de Ezequiel: Os daré un corazón» (San Juan Pablo II, 5 de octubre de 1986, en Paray-le-Monial).
¿QUIÉN ES SANTA MARGARITA MARÍA?
Margarita Alacoque fue una joven piadosa nacida en 1647 de Verosvres, distrito de Charolais, Francia. Desde muy joven, prometió consagrar su pureza a la Santísima Virgen. Un día, al caer gravemente enferma, mantuvo este voto rezando a la madre de Dios para que la sanara y así poderse ponerse el hábito de religiosa. Esto mismo hizo cuando entró en el monasterio de la Visitación de Santa María de Paray-le-Monial en 1671. Aquí es donde se convertiría en mensajera de Cristo.
Angélique Provost para Aleteia nos ofrece este resumen:
En 1673, el Sagrado Corazón de Jesús se le apareció por primera vez. Tuvo el gran privilegio de contemplarlo tres veces más. Sin embargo solo se cuentan tres “grandes apariciones” con los tres mensajes que se dieron en esta ocasión:
1ª aparición: Jesús, conservando a Margarita María durante largos momentos contra su pecho, le hizo descubrir “las maravillas de Su amor”. Sumergiendo el corazón de Margarita María en el Suyo propio, encendió en ella la ardiente pasión de la caridad hacia las almas que salvar.
2ª aparición: Jesús se le apareció, ardiente como un sol, llorando la ingratitud de los hombres tras los dolores sufridos por ellos. Entonces pidió dos actos de reparación hacia su divino Corazón: la comunión cada primer viernes de mes, y la hora de adoración cada jueves por la tarde, en memoria de su agonía en el Getsemaní.
3ª aparición: los mismos dolores que se evocaron durante la segunda aparición:
“He aquí el Corazón que tanto ha amado a los hombre y que no ha ahorrado nada hasta el extremo de agotarse y consumirse para testimoniarles su amor. Y, en compensación, solo recibe, de la mayoría de ellos, ingratitudes por medio de sus irreverencias y sacrilegios, así como por las frialdades y menosprecios que tienen para conmigo en este Sacramento de amor. Pero lo que más me duele es que se porten así los corazones que se me han consagrado”.
Jesús pide entonces instaurar una fiesta para su Sagrado Corazón, algo que extendió el beato Pío IX por toda la Iglesia católica, en 1856. Esta festividad tiene por objetivo reparar las ofensas cometidas contra la santa Eucaristía y el Sagrado Corazón.
Las promesas de Jesús. A quienes sigan estas recomendaciones y esta devoción de los jueves y del primer viernes del mes, Jesús promete muchas gracias:
Les daré todas las gracias necesarias en su estado.
Llevaré la paz a sus familias.
Los consolaré en todas sus penas.
Seré su refugio asegurado durante toda su vida y especialmente en la muerte.
Derramaré abundantes bendiciones sobre todas sus iniciativas.
Los pecadores encontrarán en mi Corazón la fuente y el océano infinito de misericordia.
Las almas tibias se volverán fervientes.
Las almas fervientes se elevarán a una gran perfección.
Incluso bendeciré las casas donde la imagen de mi Corazón se exhiba y se honre.
Daré a los sacerdotes el talento para conmover los corazones más endurecidos.
Las personas que propaguen esta devoción tendrán sus nombres escritos en mi Corazón y nunca serán borrados.
Os prometo, en el exceso de la misericordia de mi Corazón, que mi amor todopoderoso concederá a todos quienes reciban la comunión el primer viernes, y nueve veces más, la gracia de la penitencia final, que no morirán en mi desgracia ni sin recibir los sacramentos, y que mi Corazón será su refugio seguro en su última hora.
EL PROCESO DE CANONIZACIÓN DE SANTA MARGARITA MARÍA
Se examinaron la totalidad de sus acciones, revelaciones, de sus máximas espirituales y de su enseñanza de la devoción al Sagrado Corazón de Jesús que ella había expuesto. Finalmente, la Sagrada Congregación de Ritos emitió un voto favorable y en marzo de 1824, el papa León XII la proclamó venerable, y el 18 de septiembre de 1864, Pío IX la declara beata. Fue incluida en el catálogo de los santos por Benedicto XV el 13 de mayo de 1920.
El periódico La Croix en 1920 recoge la canonización de Santa Margarita María de Alacoque.
A los tres días de la canonización de Santa Margarita María de Alacoque y del pasionista italiano San Gabriel de la Dolorosa fue canonizada otra francesa: la Doncella de Orleans, santa Juana de Arco. Esta celebración dejó algo ensombrecida la de los otros dos.
Los restos de la santa religiosa de la Visitación reposan bajo el altar de la Capilla en la Basílica de Paray-le-Monial, donde son venerados por numerosos fieles.
Sobre estas líneas, San Juan Pablo II venerando el sepulcro de Santa Margarita María de Alacoque con motivo de la visita pastoral a Paray-le-Monial que realizó el 5 de octubre de 1986. Aquí está la magnífica homilía de aquel día.
Alcaudete, el Corazón de Jesús y Santa Margarita María de Alacoque
El siervo de Dios Clemente Villasante párroco de la localidad toledana de Alcaudete de la Jara, que sufriría el martirio en los días de la persecución religiosa del verano de 1936, preparó "solemnísimas y extraordinarias fiestas religioso-cívicas en la Villa de Alcaudete de la Jara (Toledo) con motivo de la bendición solemne de un monumento al Sagrado Corazón de Jesús y Consagración del Municipio al mismo Divino Corazón, el día 25 de octubre de 1925”.
Dos años después, y, para adornar el monumento al Sagrado Corazón de Jesús, nuevamente el escultor Font y la Casa Codina Hermanos elaboraron una imagen de bronce de Santa Margarita de Alacoque, que será la primera que se construye en España. Medía dos metros de altura y se colocó en el frente principal del monumento. Definida en las crónicas como “una verdadera obra de arte cristiano”, costó 3.000 pesetas y fue bendecida por el señor cura párroco, don Clemente Villasante, el 27 de octubre de 1927.
En diciembre de 1938 [en el marco de la persecución religiosa, nota de ReL] la imagen del Sagrado Corazón y la de Santa Margarita María de Alacoque, tras ser derribadas de su magnífico monumento, fueron llevadas hasta la villa de Mora de Toledo y de allí al Parque de Fundición de Madrid.