Las vigilias provida y los rescates en las inmediaciones de los abortorios son realmente efectivos. Solamente los rescatadores Juan Pablo II han logrado salvar a 3.500 bebés desde 2013 hablando con las madres que se disponían a abortar. Esta espectacular cifra propiciada únicamente por el esfuerzo de voluntarios que en su tiempo libre luchan a favor de la vida demuestra que hay muchas mujeres que van a abortar pero que están deseando agarrarse a un clavo ardiendo para continuar con su embarazo. Con una verdadera ayuda efectiva los abortos caerían.
Eso lo saben los promotores del aborto, y por ello están haciendo todo lo posible para prohibir la actuación de los rescatadores creando como en otros países lo que denominan burbujas de seguridad.
La reunión de la patronal abortista con la ministra de Sanidad
Este temor a que su negocio se resienta ha llevado a la patronal del aborto, la Asociación de Clínicas Acreditadas para la Interrupción del Embarazo (ACAI), a buscar refugio en el Gobierno. El pasado jueves los representantes de este millonario negocio en España, con casi 95.000 abortos en 2017, se reunieron a puerta cerrada con la ministra de Sanidad, María Luisa Carcedo.
Gema González, directora de la Federación de Planificación Familiar Española, filial española del gigante abortista Planned Parenthood, explica en El País que la reunión con la ministra de Sanidad se centró en “buscar medidas de protección hacia las mujeres que van a ejercer su derecho a interrumpir su embarazo”.
Esto se traduce para ellos en la prohibición de las acciones provida mediante la creación de una “distancia de seguridad” mínima ante las puertas del abortorios similar a la que se da con el tabaco en las puertas de los colegios.
El daño a los abortorios de las campañas provida
El temor al éxito que estos grupos provida pueden tener con mujeres que acuden a abortar y que en muchos casos lo hacen abocadas por falta de apoyo de su entorno o por problemas económicos es palpable, y es mayor en tiempo de Cuaresma, según reconocen los propios centros.
José Antonio Bosch, asesor jurídico de ACAI, asegura que desde hace varios años “sufren acoso por parte de grupos de 19 personas que acuden a las puertas de las clínicas con pancartas que simulan un cementerio, pidiendo a las mujeres que no lo hagan o, incluso, insultándolas y coaccionándolas. Situaciones que además se acentúan en los tiempos de Cuaresma”. Habla concretamente de la campaña 40 días por la vida, y que es la responsable de salvar la vida de numerosos niños.
Las clínicas abortistas aseguran que los provida insultan y coaccionan a las mujeres que van a sus centros. Eso es lo que dijeron a la ministra. Y que además estos supuestos insultos suponen un “daño psicológico muy grave para ellas”.
Sobre este último aspecto, de lo que en realidad no advierten en los abortorios y servicios sociales es de los verdaderos “daños psicológicos” que se da en muchas mujeres que abortan. Se denomina “síndrome postaborto”, cuyos efectos son devastadores y pueden durar toda la vida.
La verdadera labor de los rescatadores
Sin embargo, quien haya acudido o presenciado los rescates que se realizan habitualmente cerca de los abortorios sabe que no se insulta a las mujeres que acuden a abortar. Por ejemplo, los Rescatadores Juan Pablo II, el más numeroso de Europa, entrega a las mujeres un folleto con la ayuda que pueden ofrecerla para seguir con su embarazo y luego con delicadeza y cariño preguntan cuáles son sus necesidades, ya sean personales, económicas o sociales.
Esta ayuda se materializa de forma concreta, pues son muchas las mujeres que gracias a estos voluntarios no llegaron a entrar en el centro abortista y fueron ayudadas posteriormente por estas asociaciones provida con asesoramiento, vivienda, ayuda material…
El testimonio de una de las rescatadas de la Dator
Michelle Ortiz es una de esas jóvenes que según la patronal abortista es coaccionada e insultada por los provida. Ella tenía 18 años cuando fue abortar a la famosa clínica Dator de Madrid, el centro abortista más importante de España. Nunca agradecerá lo suficiente que estos jóvenes se acercaran a ella con cariño, y no con insultos. Esto acabaría salvando su vida y la de su hija Paula, que nació gracias a no entrar por la puerta de este centro.
Esta joven contaba así lo que sucedió: “No sólo me planteé el aborto, hice todos los trámites burocráticos, desde el médico hasta la Seguridad Social. Ya estaba segura de hacerlo. Mi mejor amiga me dijo que me acompañaba al abortorio. Todos en mi familia me aconsejaban que abortara, me presionaban para que lo hiciera, me decían que, si no, iba a hipotecar mi vida. Tenía cita en la clínica Dator el 20 de septiembre de 2013 a las 3 de la tarde”.
En la entrada se encontró con un grupo de rescatadores. “Se me acercó una mujer que se llama Marta, y se lo agradezco mucho. Era como esa salvación que yo esperaba. Nos miró, nos paró y me preguntó qué es lo que necesitaba para no abortar. Me sorprendió mucho que fuera tan directa. Nos derrumbamos. Me puse a llorar. No quería hacerlo. Me puse a escucharla, estuvimos mucho tiempo hablando, se me pasó la hora. Los de la clínica nos estaban mirando. Decidí no entrar”.
Michelle resume ahora así lo que sentía esos días: “Yo no quería hacerlo [abortar] pero tanta presión… todo te obliga a ello”. Al final su hija nació y esta joven está orgullosa de la decisión que tomó.
Este es uno de los muchos casos que se dan y que la patronal del aborto quiere prohibir porque saben que sólo tienen el poder de la fuerza, pero no de la verdad. Y esto les haría perder millones, algo a lo que no están dispuestos aunque el precio a pagar sea el de miles de vidas.