Menos de una semana después de que Roe vs Wade -la sentencia que legalizó el aborto en EEUU- haya sido revocada, miles de hombres y mujeres han celebrado la decisión. Algo que no es, como dicen, provocación, pues el dolor que provoca el aborto también afecta a quienes de forma libre o coaccionada toman esta decisión.
Te contamos todo sobre la anulación de Roe vs Wade
En una serie de entrevistas publicadas por National Catholic Register, la periodista Roxane Salonen se ha hecho eco de cómo el infierno del Síndrome Postaborto se hizo presente en mujeres y hombres que abortaron a sus hijos años atrás.
"Por eso hay gritos: es profundo y oscuro"
Es el caso de Mary Kominski, del estado de Nueva Jersey, que tras abortar hace 50 años, se acuerda de su hijo "todos los días.
Criada en una familia católica, el miedo se apoderó de ella al quedar inesperadamente embarazada. Fue así como acudió a Planned Parenthood -la mayor cadena abortista de los Estados Unidos- a solicitar ayuda y recibió de uno de los doctores una solución presentada como "simple y fácil".
"No se lo digas a tus padres. Eres una buena chica católica, y es algo que no necesita saber", le dijo.
Kominski, de 18 años, acudió a Nueva York a someterse al aborto, que fue realizado por el famoso exabortista y después converso y activista próvida Bernard Nathanson, conocido como "el rey del aborto".
La joven recuerda estar "muerta de miedo", especialmente cuando supieron que había el tiempo de embarazo no era el que pensaban. "El doctor se enfadó mucho, recuerdo que me dijo que no quería verme nunca más".
“En un lado de la habitación tenían frascos grandes llenos de restos [humanos]. Una imagen que nunca he olvidado”, explica. Pero la enfermera solo le decía que "todo iría bien".
Más tarde, Kominski comprendió "lo que realmente sucedió". Durante décadas, mantuvo su aborto en secreto, sufriendo profundas depresiones, dudando de sí misma y entendiendo "los efectos del aborto en la sociedad" como la "depresión y la ira". "Es enorme en mujeres que han abortado y no han sanado. Por eso ves tantos gritos y alaridos. Es profundo y oscuro", explica.
En muchos casos, explican mujeres que han abortado, reclamar el derecho al aborto es una forma de ocultar el drama y síndrome que viven miles de mujeres en su misma situación, manifestándose en "gritos y alaridos" de dolor.
El día después: depresión, drogas y adicciones
No son pocas las mujeres que, tras abortar, necesitan recurrir al alcohol y las drogas para tratar de olvidar lo sucedido. Es lo que le sucedió a Brigette Blair, que a sus 55 años realizó tres abortos.
El primero fue con 14 años, en California. Cuenta que, al saber que estaba embarazada, debido a su ingenuidad, se sintió "sucia" y pidió cita para abortar.
Le acompañó su novio. “Cuando aparcamos, antes de entrar, me preguntó: '¿Estás segura de que quieres hacerlo?'”, recuerda. Ella asintió, "desesperada por guardar el secreto" ante su familia.
Recuerda que la enfermera le aconsejó que, pasara lo que pasase, no mirase. "Cuando le dicen eso a una niña, saben que están haciendo algo mal. Pero yo miré", explica. Y antes de su primer aborto, vio los mismos frascos que Kominski. Desde entonces, Blair se entregó al alcohol, las drogas y otros medios de escape "para no tener ningún sentimiento" ni recordar lo sucedido.
En su tercer aborto, angustiada, Blair ya sabía que lo que iba a hacer "era un asesinato". "Todo terminará pronto", le dijo la enfermera. Pero no fue así. Quedó totalmente desesperanzada: "Desearía que alguien hubiera estado allí para ayudarme, para decirme que tenía otras opciones y que no tenía por qué hacerlo. En lugar de ello, el médico se puso a hacer su trabajo".
"Como caminar hacia el infierno"
Para Delia Warnecke, el día que abortó a los 21 años fue "como caminar hacia el infierno". Ahora, 41 años después, esta mujer del estado de Vermont menciona que el dolor se ha vuelto más profundo por el tiempo y que "el recuerdo" de lo que hizo aún le persigue.
Recuerda que en ese momento, antes de quedar adormecida por la anestesia, puso las manos en su vientre, le dijo a su hijo que le quería y suplicó perdón a Jesús. "Cuando salí, estuve llorando mucho y me dijeron que me callase porque molestaba a los otros pacientes. Pero yo sabía que aquel `conjunto de células´ era mi hijo. Matar al propio hijo es lo más antinatural para un ser humano", confesó.
Años después, Warnecke comenzó a participar en la campaña de 40 Días por la Vida, rezando ante los abortorios y buscando prevenir a las mujeres sobre el aborto. “Hay tanta ayuda disponible para hacer lo correcto… Cuando matas a tu propio hijo, también estás matando tu alma”, explicó.
También remarcó el importante papel que tiene la Iglesia tanto para el fin del aborto como en la sanación de las mujeres que han abortado. Por ello, llama a que los sacerdotes sean "más valientes" al respecto. “No quieren ver los ojos de las mujeres que han abortado llenándose de lágrimas, pero tenemos que dejar de endulzar el aborto”, concluye.
El síndrome, también en los hombres
Pero junto a las propias mujeres, otra realidad silenciada es la de los hombres y su relación con el aborto. Hay estudios que han demostrado como los hombres -parejas, novios o maridos- son determinantes en la decisión que tome la mujer a la hora de abortar -incluso más que la de los médicos o familiares-. Pero la realidad es que el síndrome posaborto, también les afecta a ellos, en muchos casos, para toda la vida.
Como cofundador de los retiros para personas que han abortado de Rachel's Vineyard, Kevin Burke es una voz experimentada al respecto. Desde el comienzo del apostolado, fue consciente del "profundo dolor del hombre" que colabora en los abortos, pero también de que "cuando se le da la oportunidad de contar su historia, junto con el apoyo de los sacramentos, el hombre tiene fuertes muestras de sus sentimientos sobre ello".
Esos sentimientos no son más que una muestra de la "necesidad masiva de sanación" que tiene el mundo y especialmente los Estados Unidos, con 65 millones de cómplices del aborto, en referencia a los varones.
También coincide con otros de los casos mencionados al considerar que cuando una mujer sufre las consecuencias del aborto, el discurso pasa de reclamar el aborto como un derecho a ser "una herida" silenciada. Por eso explica que cuando se grita por "el derecho al aborto", solo se está profundizando en la herida.
"Si los hombres amaran a las mujeres como Cristo ama a la Iglesia, no gritarían por la anticoncepción, el aborto o los derechos reproductivos", explica Burke: "Los hombres fueron llamados a crear un clima de bienvenida para los niños, no para facilitar su muerte".