El Vaticano no ha ocultado su "satisfacción" al anunciar que Melchor Shi Hongzhen ha sido "reconocido oficialmente, a los efectos del orden civil, como obispo de Tianjin [Tientsin]" por el régimen de Pekín, y que esto es un "fruto positivo del diálogo entre la Santa Sede y el gobierno chino".

En efecto, monseñor Shi Hongzhen, coadjutor de dicha diócesis, había sucedido automáticamente en 2019 al fallecido Esteban Li Side (1926-2019). Éste estuvo, como sacerdote, cuatro años en la cárcel y luego 17 años en un campo de trabajos forzados, antes ser nombrado obispo en 1982, sin ser nunca reconocido como tal por su negativa a someterse a la Iglesia Patriótica. Ya como obispo estuvo dos años en prisión, y posteriormente, desde 1992 a su muerte, veintiún años en arresto domiciliario. Prácticamente toda su vida sacerdotal y episcopal la pasó privado de libertad.

Al morir Li Side, también monseñor Hongzhen se encontraba en arresto domiciliario. Ordenado en 1954, había sido nombrado coadjutor de Li Side el mismo año que él como titular, en 1982. Pertenecía a la Iglesia clandestina, pues nunca admitió la autoridad política. Desde que se hizo cargo formalmente de la diócesis, el gobierno nunca le había reconocido hasta hoy.

La diócesis cuenta con 56.000 fieles distribuidos en 21 parroquias, atendidas por 62 sacerdotes y un buen número de religiosas.

 

La Iglesia católica en China, descrita por el cardenal José Zen en 2022.

Su reconocimiento ahora por la dictadura de Xi Jinping es un alivio para la Santa Sede ante la tercera renovación, probablemente en octubre, del acuerdo firmado con China en 2018, que se renueva cada dos años y cuyas cláusulas siguen siendo secretas, aunque se sabe que conciernen al acuerdo entre las partes para el nombramiento de obispos. Su aplicación está siendo netamente desfavorable para la Iglesia, pues ha sido aprovechada por el Partido Comunista Chino para incrementar su control sobre los católicos y para imponer a Roma el reconocimiento de los obispos oficialistas.

El caso más doloroso fue, hace poco más de un año, la convalidación por el Vaticano del traslado, decidido y efectuado unilateralmente por el régimen comunista, del obispo José Shen Bin de la sede de Haimen a la de Shanghai, un acto directamente contrario al acuerdo.

El régimen redobló la afrenta en diciembre de 2023 con la aprobación de un Plan Quinquenal de Sinización del Catolicismo -esto es, de sometimiento a las directrices del Partido-, y la suavizó a principios de 2024 acordando con la Santa Sede tres nombramientos, uno de ellos con la creación de una nueva diócesis cuyas fronteras hubo que pactar.

El reconocimiento ahora de monseñor Hongzhen, que tiene 95 años, parece destinado a facilitar la renovación del acuerdo firmado por el cardenal Pietro Parolin, secretario de Estado vaticano. Un acuerdo cuyas debilidades y riesgos señaló desde el principio el cardenal José Zen, obispo emérito de Hong Kong: deja a la Iglesia china en manos del régimen comunista si se renueva o la aboca a una despiadada persecución si no se renueva.