El proyecto de Ley Trans que ha presentado la ministra de Igualdad, Irene Montero, es tan extremo que incluso entra en conflicto con el PSOE, su socio de gobierno, y una parte del feminismo.
El texto defiende la “autodeterminación de género”, por lo que en el momento que alguien se declarara de un sexo pasaría oficial y legalmente a serlo. También prevé los procesos de transición en menores de edad, incluso sin el permiso de los padres, y la prohibición de las las ayudas a personas que quieran cambiar su orientación sexual.
Cualquiera puede emprender el camino e incluso es animado a ello, pero por el contrario el Gobierno que dice defender la libertad la coarta para aquellos que quieran realizar el de vuelta.
El borrador de La Ley Trans preparado por el Ministerio de Igualdad dedica su artículo 26 a este punto. Dice textualmente:
Artículo 26. Prohibición de conductas contrarias a la intimidad y la integridad física de las personas.
1. Ninguna persona podrá ser obligada a someterse a tratamiento, procedimiento médico o examen psicológico que coarte su libertad de autodefinición de la identidad de género.
2. Se prohíbe el uso de terapias aversivas y de cualquier otro procedimiento que suponga un intento de conversión, anulación o supresión de la identidad de género, o que estén basados en la suposición de que cualquier identidad de género es consecuencia de enfermedad o trastorno.
3. La existencia de un diagnóstico de enfermedades psiquiátricas previas no obsta a la validez del consentimiento expresado para la llevar a cabo el proceso de transición de género, si el mismo ha sido libremente formulado.
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La ministra Irene Montero, con la directora general de Diversidad Sexual y Derechos LGTBI, que porta la bandera trans
Sin embargo, esta propuesta no es del todo novedosa pues las distintas leyes LGTB que se han ido aprobando en las distintas regiones españoles y en varios países ya iban en esa misma línea. De hecho, la Ley LGTB de la Comunidad de Madrid aprobada por la ‘popular’ Cristina Cifuentes incluía en las “infracciones muy graves” la promoción y realización de terapias de aversión o conversión con la finalidad de modificar la orientación sexual o identidad de género de una persona. Para la comisión de esta infracción será irrelevante el consentimiento prestado por la persona sometida a tales terapias”.
Al igual que está ocurriendo en España, en el estado australiano de Victoria están en el mismo punto por lo que una serie de ex transexuales y antiguos gais y lesbianas están levantando la voz para defender a los que les ayudaron a emprender el camino de vuelta hacia la heterosexualidad, y gracias al cual son ahora felices.
Es el caso por ejemplo de Leah Gray. En Mercatornet ella misma se define como una “ex lesbiana, además de alguien que experimentó disforia de género cuando era niña. Ahora estoy casada con un hombre paciente y amable, y tengo un hijo pequeño”.
Precisamente, fue gracias a una de estas "terapias" como ella consiguió finalmente ser feliz y encontrar una vida plena. Con estas nuevas leyes que se están aprobando ella no habría podido recibir ayuda, y cree que muchos suicidios se evitarían si estas personas en realidad pudieran recibir el auxilio que en realidad necesitan.
"El asesoramiento que recibí me salvó la vida"
Relatando su propia historia personal, Leah explica que “hace diez años busqué voluntariamente el consejo de psicólogos cristianos, redes de apoyo y personas que lo habían hecho antes que yo. Fue difícil, pero encontré alivio y felicidad”. Sin embargo, denuncia que cada uno de los pasos que dio hace una década ahora serían ilegales.
Esta mujer australiana insiste en que “ninguna de estas vías de apoyo fue nunca dañina o coercitiva. De hecho, el asesoramiento que recibí me salvó la vida. Las personas ex-LGBT como yo somos una prueba viviente de que es posible un cambio real y duradero, que se han prevenido los suicidios y que es bueno para las personas tener la libertad de elegir el tipo de ayuda y apoyo que desean, incluido el de tipo religioso”.
Leah Gray, exlesbiana y que de niña sufría disforia de género, lucha por la verdadera libertad de la persona
Aunque ella se refiere a las nuevas leyes en Victoria, su testimonio es igual de válido sobre lo que está ocurriendo en España, porque más allá de los políticos y elementos más locales el espíritu y el objetivo es el mismo en estas normativas y proyectos.
Leah Gray está dispuesta a dar la batalla y en su caso representa a la organización Free to Change (Libertad para cambiar). “Sé por experiencia personal que hay muchas voces exLGTB como la mía que dan testimonio de los beneficios para salvar vidas de la atención a personas con sentimientos homosexuales o transgénero no deseados”, asegura.
Para ello, han realizado un informe de 116 páginas con opiniones de expertos en distintas disciplinas y experiencias de personas que han pasado por este tipo de ayudas que ahora están siendo prohibidas. Y curiosamente, los informes favorables a estas leyes LGTB que utilizan las autoridades sólo cuentan con testimonios de personas que han tenido alguna mala experiencia con este asesoramiento, pero ninguno de los cientos que hay en los que este consejo les ha salvado la vida.
“Nuestra experiencia y nuestra investigación están siendo ignoradas por el gobierno victoriano y por los medios de comunicación. Cuando intentamos hablar, los activistas LGBT nos descartan como intolerantes ignorantes. Este es un engaño hiriente. Obviamente, después de habernos identificado como homosexuales o transgénero, la mayoría de nosotros todavía tenemos amigos que siguen siendo LGBT. El chantaje, la manipulación y el acoso son solo algunas de las tácticas utilizadas durante los últimos 12 meses para negarnos una voz en la plaza pública”, agrega esta mujer.
Además, denuncia que “la evidencia que el gobierno victoriano está utilizando para vender esta legislación al público tiene serios errores. Los científicos prueban una hipótesis examinando una variedad de posibles explicaciones. Sin embargo, los autores del artículo de PHPJ (informe utilizado por las autoridades) entrevistaron solo a participantes que afirmaron haber sido perjudicados por las “terapias de conversión”. No hicieron ningún intento de entrevistar a ex personas LGBT que buscaron, consintieron y se beneficiaron del asesoramiento y apoyo. Buscaban probar una conclusión preconcebida, no recopilar datos objetivos. Esto no es ciencia; es activismo”.
De este modo, Leah insiste en que la investigación que han realizado “muestra que el apoyo y el consejo que los participantes buscaron voluntariamente fueron útiles para su salud mental y física, con mejoras significativas en la ansiedad, la depresión, las ideas suicidas, la autopercepción y las relaciones. Además, su atracción no deseada hacia el mismo sexo y su disforia de género se redujeron significativamente. Y sé que hay mucha más gente como nosotros. Muchas personas ex LGBT se negaron a participar porque temían un retroceso personal y profesional por parte de los activistas LGBT”.
Para concluir, Leah deja un mensaje sobre el pensamiento dominante y el rodillo ideológico que se da en todo el mundo: “Nos han dicho que la comunidad LGBT es una minoría oprimida. Sin embargo, para mí está claro que tiene y ejerce un gran poder para reprimir y cambiar las voces que no promueven su narrativa”.
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